La madre de una niña de 8 años descubre en la computadora que fueron visitadas páginas pornográficas. Supone que fue su hijo mayor pero éste lo niega. La niña a su vez responde que había jugado a sus juegos de siempre pero ante la insistencia de la madre, primero se enoja, luego se muestra muy angustiada y finalmente cuenta que cuando busca en internet “juegos de chicas”, clickea en “nena jugando con su papá” y comienza a ver una filmación donde por primera vez ve un acto sexual plenamente explícito.

No encontró lo que buscaba, fue encontrada de manera intrusiva, sorpresiva, por esas imágenes de cuerpos desnudos en una relación de la que seguramente estaba advertida por los cuchicheos entre amigas, las señales que provenían desde la habitación de los padres, o lo que la televisión le mostraba.

Sin embargo, otra cosa es el llamado” acto sexual” sin velos. La imagen visual en su desnudez suscita en ella un goce extraño, nuevo, que se revela en el ocultamiento que la niña hace del episodio.

La pornografía, de tan mala fama, ha logrado mostrar aquí que lo sexual se manifiesta en la contingencia de un encuentro siempre traumático, sorpresivo, pleno de “inquietante extrañeza”, en el que el goce irrumpe como ajeno y enigmático.

Pero que es y que no es esta pornografía de efectos tan atrapantes?

Partamos de una definición: “una obra (literaria, cinematográfica, plástica, etc.), que presenta contenidos sexuales explícitos con el objeto de provocar la excitación sexual”.

En principio conviene hacer algunas distinciones.

Si tomamos esta definición como válida hay que establecer una distinción entre lo explícito y lo pornográfico, porque lo explícito puede no estar dirigido a provocar excitación sexual.

Es el caso del cuadro de Courbet “El origen del mundo”, que fue propiedad de Lacan durante mucho tiempo. Considerado pornográfico en su época, consiste en una pintura realista del sexo de una mujer cuyo cuerpo se ve fragmentariamente, es decir, no se trata del sexo de una mujer, sino de la mujer. Indudablemente explícito, su título rompe con cualquier intención de provocar el deseo sexual. Habría muchos otros ejemplos y probablemente de todos diríamos que se trata de arte y no de pornografía.

Es que lo explícito de la pornografía implica también la ausencia de trama simbólica, o tiene una lo suficientemente anodina y repetitiva como para que la imagen prevalezca en toda su pregnancia, en sus efectos en tanto tal.

Toda vez que la imagen se supedite a lo simbólico y permita un encuentro con lo real, el deseo sexual será sólo una posibilidad: habrá lugar también para la risa, el desagrado, el asco…. o la angustia.

Pero ¿qué es lo que provoca el deseo sexual?

Freud lo llamó “condición de amor”, hoy nos referimos al “rasgo de perversión”, ese que hace que el objeto cause el deseo y sea la condición para poder gozar de él.

Freud lo localizó por primera vez en el recuerdo del Hombre de los Lobos. Grouscha, la niñera, “de bruces sobre el piso, ocupada en fregarlo, arrodillada, las nalgas tendidas hacia adelante, la espalda horizontal” (1)

El niño habría reencontrado en la imagen fascinante de su niñera agachada la posición que había adoptado la madre en el coito. Aunque luego Freud duda de que ese coito haya efectivamente sucedido y fuera visto por el Hombre de los Lobos en su infancia, mantiene la pregnancia de una imagen en la determinación del rasgo fetichista.

Es lo que permite que luego Lacan ubique la condición fetichista como lo propio del amor en el hombre en oposición a la erotomanía femenina.

Y también lo que explica que la pornografía, reducida a la imagen, sea frecuentada mayoritariamente por hombres.

Pero el rasgo perverso es en ocasiones tan singular que haría de la pornografía un imposible. Como podría el director de películas pornográficas saber que su sujeto pornográfico necesita para excitarse la imagen de los cabellos de mujer flotando en el agua, verse a si mismo hundiendo repetidamente la cabeza de esa mujer hasta llegar al borde de la asfixia para poder llegar al orgasmo masturbatoriamente.

Eso indica que la pornografía no está destinada a la singularidad del fantasma de cada quien, apunta a lo que supone universal, a las imágenes que despiertan el deseo sexual.

Si la pornografía es un medio para intentar hacer existir la relación sexual lo hace mediante un recurso, si se me permite, etológico. Porque se trata de dar a ver imágenes que desencadenan el mecanismo sexual ,que no son pocas pero tampoco infinitas, y que así como caracterizan a las distintas especies animales, también permiten clasificar a los parlantes según su elección de objeto.

En este sentido no hay “la pornografía”, cada sujeto pornográfico se incluirá en el conjunto que le corresponda.

A FAL TA DE ACTO, ACTUACIÓN

En la reseña de su “Logica del Fantasma” (2) Lacan se refiere al acto sexual de la siguiente manera “….no hay acto sexual, se sobreentiende: que logre afirmar en el sujeto la certeza de que el pertenezca a un sexo.”

Es decir que Lacan descarta el enunciado corriente “acto sexual”, porque no hay tal acto en el sentido psicoanalítico del término y lograr una certeza respecto del propio sexo dependerá más bien de la “asunción” del mismo, y no del uso de los cuerpos.

Y lo que podríamos llamar la “actuación pornográfica” quiere mostrar es precisamente lo contrario, que no hay duda de que allí hay acto sexual, que cada quien sabe bien de lo que se trata y lo que debe hacer.

Aunque es evidente que sólo se trata de la representación de un papel. La crudeza explícita de la pornografía no es más que una … ilusión.

Por supuesto esto excede el ámbito de la actuación profesional, que como se sabe tiene sus “stars” y directores de renombre, el porno amateur no es menos una actuación.

Por otra parte: quien puede decir con seguridad cuando un orgasmo femenino es genuino o actuado?

LA CAMARA, EL OJO Y LA MIRADA

La actuación está siempre dirigida a un Otro, un Otro que mira, por lo que la pornografía reducida a la imagen pone siempre en juego otro participante fundamental e insoslayable: el ojo de la cámara.

Es decir que la pornografía por Internet implica una experiencia exhibicionista –voyeurista. Como es sabido Lacan fue rompió con la supuesta complementariedad de ambas diferenciando la posición exhibicionista de la voyeur.

Esta perspectiva parece ser desmentida en la medida que en la pornografía quien da a ver sabe que del otro lado hay alguien que quiere mirar y viceversa.

Para tomar el ejemplo clásico que Lacan extrae de Sartre: como si la jovencita desnuda supiera que está siendo observada por el ojo de la cerradura, y el voyeur que la mira contara con que ella le ofrece su desnudez.

Pero esa fenomenología oculta la diferencia de posiciones que no son complementarias.

Si seguimos a Lacan en el seminario XVI (3), el exhibicionista busca dos cosas: hacer aparecer en el campo del Otro la mirada y velar por el goce del Otro encarnado en el voyeur.

Esta afirmación de Lacan se manifiesta en forma contundente en el exhibicionismo pornográfico que supone que el Otro al que está dirigido goza.

Mientras que lo que le importa al voyeur, al que llamamos sujeto pornográfico, es interrogar en el Otro lo que no puede verse.

Las imágenes pornográficas, definidas como explícitas, que dan a ver “todo”, mantendrían “implícito” lo que no puede verse. ( definido por Lacan en el seminario citado como el falo de la jovencita objeto del voyeur).

“En la pulsión escoptofílica, hay uno que logra lo que se propone, a saber, el goce del Otro, y otro que sólo está allí para tapar el agujero con su propia mirada.”

El sujeto pornográfico no sabe que allí donde cree ver, es “mirada”, y ocluye lo que no puede verse.

EL OBJETO EN LA PORNOGRAFIA

Susan Sontag dividió a la pornografía en dos: la pornografía “imaginativa” y la “basura”.   Esta última representada por la que se ve en Internet, y la primera por obras literarias.

Toma varias, pero es particularmente interesante “Historia del Ojo”, de George Bataille. (4) Escrita en 1928, fue tildada de pornográfica, para luego de mucho tiempo reconocerle valores literarios e incluso filosóficos. ¿Por qué habrá llamado así a ese texto que de principio a fin describe situaciones sexuales entre los protagonistas y, hay que decirlo, no para todos los gustos?

Es que la sucesión de escenas sexuales descriptas sin eufemismos, esta sostenida por ese ojo, que en una escena final es extraído de su cuenca para integrarse a un insólito juego sexual. Las imágenes que la lectura suscita, la “imaginación pornográfica” de Susan Sontag, finalmente son sustituidas por ese ojo que ya no ve, devenido” mirada”. No por nada Bataille evoca un film contemporáneo de su escrito, “El perro andaluz”, de Salvador Dali y Luis Buñuel, en la que hay también una escena culminante en la que, luego de otra de sorprendente erotismo, un ojo es extraído de la cara.

No interesa tanto si se trata de la imagen visual, o la imaginación que suscita la lectura, la pornografía es siempre “mirada”.

Aunque hay que diferenciar la “pornografía” literaria, que cuando es arte, revela lo que Internet oculta.

  1. Freud. Obras Completas. Amorrortu Editores. Tomo XVII. Pag.35
  2. Lacan. Otros Escritos. Paidós 2012 p. 346
  3. Lacan. Seminario XVI. De un Otro al otro. Pag.231
  4. Bataille. Historia del Ojo. Ed.Goyoacan. 1995