Cecilia Rubinetti
EOL. AMP.

“Todo lo que sabe: todo lo que no sé. Déjame darle este amor. (…) adoración. Nunca había visto una mujer tan elegante y bella. ¡Cómo me gustaba mirarla! La seguía con la mirada. Pensaba que sabía hacer todo lo que las mujeres deben saber hacer.”[1]

Algunas líneas de lo nuevo se esbozan en esta particular versión de Dora recreada por Cixous. Lacan encuentra en esta obra de teatro algo notable: una nueva modalidad de sostener el síntoma histérico.

En lo tocante al amor se delinean algunas vías posibles de lo nuevo. Voy a detenerme en lo que Dora experimenta hacia la Señora K donde, con un giro sutil, Cixous reformula la direccionalidad clásica a la otra en la histeria. El valor de la otra, fue ubicado por Freud en su historial y releído por Lacan a partir del triángulo. El triángulo grafica el impás al que llega la pregunta por lo femenino en la histeria al tomar el relevo de la identificación viril. Se evidencia cómo el componente fetichista del fantasma masculino no podría dar clave alguna al respecto. En ese sentido, la Dora reinventada por Cixous testimonia algo diferente. La Señora K, su proximidad, el lazo que sostienen entre ambas, despiertan en Dora una fascinación inédita, una pasión amorosa que no depende del valor que ella toma en un triángulo soportado por la mirada masculina. ¿Cómo entender eso que Dora intenta describir a partir de lo que siente? Esta nueva aproximación sintomática al enigma de lo femenino brinda una clave para explorar lo que Lacan articula a nivel del nudo como amor real.


[1] Cixous, H. Retrato de Dora, Las furias editora, Buenos Aires, 2020.