Conversadores: Adriana Meza (NEL), Luiz Carrijo (EBP), Ana Simonetti (EOL)
Grupo de Investigación EOL: Jorge Agüero, Estela Carrera, Javier Cabrera, Josefina Cherry*, Roxana Chiatti, Graciela Martínez, Bárbara Navarro*, Bibiana Ortolani, Alvaro Stella, Noemí Vélez, Dalila Yurevich*, Ana Simonetti* (coordinadora)
Introducción
Al recibir la invitación para el trabajo y confirmado el grupo investigador, con entusiasmo seguimos los tiempos de enseñanza de Lacan para ubicar cómo fue variando su concepción de «deseo» y abordamos la pregunta respecto al goce, si implicado en esa medicalización. Seguimos lecturas y debates sobre la época, la salud, las tensiones entre el psicoanálisis y la ciencia, y el psicoanálisis en su perspectiva de la política del síntoma. Parte del resultado de ese trabajo es el que reflejamos aquí, otros seguramente surgirán en la conversación.
Algunos rasgos de la civilización actual
1- Puntuaciones
La época actual, con la oferta de mejorar el standar de vida de los ciudadanos, empuja al consumo, instalando un goce que no se dirige al Otro. En «El Otro que no existe y sus comités de ética», Miller afirma refiriéndose a ella que «el goce no se sitúa a partir del significante amo, en la vertiente de su negativización, sino en la vertiente del plus de goce como tapón de la castración» [1] Como ubica Lacan, una promoción del objeto a como plus de gozar se encuentra en la raíz del consumismo.
Así, en Radiofonía afirma que el ascenso al cenit social del objeto a es un efecto del discurso. Efecto que podemos juzgar devastador.
Anticipándose a nuestra época, produce en ese momento sus 4 discursos, donde el analítico ubica al Sujeto en el lugar del otro, operando su división. En cambio la ciencia al tornar amo del consumo al sujeto lo sustrae de esa división obstaculizando que asuma su deseo.
«Bastaría el ascenso al cenit social del objeto llamado por mí a minúscula, por el efecto de angustia que provoca el vaciamiento a partir del cual nuestro discurso lo produce, al fallar en su producción»[2].
«… se vuelve evidente para nosotros porque, cuando ya no se sabe a que santo encomendarse…se compra cualquier cosa, un coche en particular, con el que hacer signo de inteligencia, si se puede decir, de su aburrimiento, es decir, del afecto del deseo de Otra-cosa (con O mayúscula)[3].»
Eso desvía la atención del vaciamiento, del no hay relación sexual, y el aburrimiento que viene a ese lugar hace signo de deseo de Otra-cosa. El sujeto no puede habitar su deseo en tanto amo del consumo. Qué hace el sujeto en el curso de la experiencia analítica sino separarse del objeto.
En La Tercera, 1974, Lacan al interrogar qué procura la ciencia para distraer el no hay relación sexual, responde que nos procura los gadgets y que el porvenir del psicoanálisis advendrá de ese real, hasta que lleguemos a estar animados por ellos[4].
Es en 1994 que Miller parte de ese sintagma de Lacan: el ascenso al cenit social del objeto a…y propone interrogar si no estamos en el tiempo en que la brújula de la civilización actual es el objeto a. Qué encontramos: falta el S1 sólido que produce el discurso analítico, y el sujeto toma los S1 de la época, se identifica a ellos, aunque son transitorios: recordemos los floguers y los emos de los adolescentes surgidos hace pocos años, ya perdieron su predominio.
Miller sostiene que el ascenso al cenit social del objeto a implica una transformación en el discurso, por lo que el hipermoderno lo torna dominante, en el lugar que otrora ocupaba el ideal. También dice: El plus de gozar ha subido al lugar dominante,…pero al ser asexuado en tanto no está en relación al Otro, es un estado del cuerpo propio, comanda,¿ pero qué comanda?[5]Un «eso» falla. Es decir que donde hay una división, el mercado ofrece un objeto que sutura esa división, que borra la angustia.
Nos enfrentamos con las consecuencias de esa dominancia, que se vive como un «desborde». Así predomina el pathos de los lazos: devastación o estrago, disoluciones de las parejas, dispersión y disolución con reconfiguración de las familias, la alteración y transformación de cuerpo.
La práctica analítica se encuentra con los nuevos reales del discurso hipermoderno donde el Uno-totalmente- solo será el estándar pos-humano nos adelanta Miller. Podemos entender ese Uno-totalmente-solo, que viene de la alteración de los lazos, de su ruptura, que es la imposibilidad, el rechazo a consentir con el otro.
Otro elemento que se liga de modo directo a la transformación del orden simbólico: al déficit de lo simbólico más predomina lo real. El imperativo Goza!, hoy, Consume! Vemos como la cultura no cambia porque avanza el saber de la ciencia sino porque se produce un nuevo tipo de goce.
La desorientación de los sujetos en cuánto a qué hacer con su goce, con sus cuerpos, con los lazos, nos lleva a recibir demandas nuevas y es la política del síntoma la que nos aproxima a esta clínica.
2- Las comunidades de goce
A falta del ordenador de la distribución de los modos de gozar, éstos se mezclan y al mismo tiempo se segregan. Un modo frecuente de ordenamiento son las agrupaciones que posibilitan una salida alternativa al aislamiento. Así se consiguen conquistas «comunes», se construyen nombres que amparan, son identificaciones vehículo del lazo social. Son de tipo horizontal distintas de las descriptas por Freud. Son lábiles, débiles en general, que a la vez que incluyen, producen segregaciones múltiples al disolver las particularidades en pos de un «todos» universal. Lacan en torno a las segregaciones y el ascenso del racismo dice: «En el extravío de nuestro goce,… se añade la precariedad de nuestro modo- que desde ahora solo se sitúa en el plus de gozar…-¿cómo esperar que prosiga aquella humanitariería de cumplido con la que se revestían nuestras exacciones? Dios, al recuperar con ello fuerza, acabaría por existir….»[6]
Tales comunidades vienen en la época del Otro que no existe y se orientan por el plus de goce, proporcionando un espacio de inclusión para los sujetos desbrujulados donde aquél aparece como un derecho. El plus de gozar es del orden de la producción industrial a lo que podemos oponer el objeto a que constituye el producto singular de un análisis. «Lo que el plus de gozar materializa es el fracaso del «goce que haría falta», o sea el adecuado, que nos arrancaría del goce por medio de la satisfacción. Es esa búsqueda de otro goce, la que, paradójicamente suelda al sujeto con el plus de gozar»[7]
Por ello se caracterizan por ser soluciones frágiles, precarias. Hay una debilidad en las clasificaciones que pone de manifiesto la debilidad del discurso de la actualidad. Esta debilidad no es en relación a algo «light» o líquido, por el contrario, el psicoanálisis lo revela: la solidez de la concentración de la sustancia gozante. De este modo entendemos que la crisis de las normas se traduce en la crisis de las clasificaciones.
Comentamos el siguiente caso que ilustra este punto. Se trata de una mujer que además de su práctica religiosa en distintos grupos católicos y en función misionera, llevando la imagen de una virgen a hogares que depositaban su fe en ella, también se presenta interesada por asistir a grupos sociales de atención de diferentes tipos de goce llamados por ella «grupos de identidad». Así asistía a grupos de familiares de alcohólicos, ya que su padre lo fue, de mujeres que aman demasiado, de padres con hijos con problemas con drogas, a talleres de violencia familiar. Le enseñaban a estar advertida de posibles situaciones en la vida de relación afectiva que podían afectar su vida familiar y así también podía enseñar y proteger a sus hijos de los peligros posibles.
3- La sociedad medicalizada
Los estrechos lazos entre el discurso de la ciencia y el discurso capitalista han llegado al punto de hacer existir un mercado de la ciencia convertido en fábrica de enfermedades para justificar la necesariedad de las más variadas prácticas terapéuticas y preventivas.
En el mismo movimiento la neurología fue avanzando sobre la psiquiatría, las neurociencias y el saber psicopatológico general. El borramiento de la clínica por la Salud Mental, aparato burocrático, persigue fines de eficiencia terapéutica con el corte utilitarista del mercado.[8]
Para su éxito se propone un ideal de normalidad que puede ser medible, observable con técnicas de evaluación de distinta índole, pero con idéntica base: estadística y/o biológica. Por ello la creación de normas comunes para todos. La clasificación que pueda aplicarse al universal funciona como un mecanismo de control social «con el ideal de medicalización general de la existencia»[9]
El Estado con sus aparatos de Salud monitorea la existencia de los sujetos: qué enfermedades padece, que come, cuáles son sus costumbres, para el control de los cuerpos de modo tal que ahora «la biopolítica es la política«.[10] Se persigue que los cuerpos sean disciplinados, controlados, vigilados lo que va a la par del acceso al goce ilimitado que propone el mercado.
Eric Laurent dice que «hoy lo que tenemos en común no es el lazo social, ni el lazo político ni el religioso, sino nuestro cuerpo, nuestra biología, (…) el cuerpo es el fundamento de una ciencia de la felicidad«[11]. Los ideales de esta perfección generan un empuje a la salud, un imperativo de bienestar irrefrenable, que se constata en las distintas prácticas médicas, estéticas, deportivas y hasta «espirituales» que desencadenan consumos irrefrenables.
Desde el psicoanálisis, si bien se sostiene que el discurso del amo delinea el campo de la salud para todos, tiene por otro lado, una noción de salud antinómica en tanto situamos que el síntoma es la verdad del hombre. Singularidad que hace obstáculo al «para todos».
En una época de biologización de lo humano, es más, de tecno-biologización de lo humano, aquello que hace signo de malestar, si no es localizable -mapeado, medido, comprobado- es marginado. Así, la salud como derecho, la salud democratizada encuentran su imposibilidad en su misma búsqueda.
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Deseo medicalizado
Mientras interpretábamos las condiciones actuales de la sociedad y el mercado, en nuestras conversaciones fuimos encontrando la posibilidad de pensar el «deseo medicalizado» de diferentes maneras, ya sea porque se trataría de la medicalización frente a la invasión de goce, o porque respondería a la ilusión de una fábrica de afectos o de humores, desconociendo la raigambre fantasmática de cada caso.
Medicalizar, es «llegar a prevalecer la importancia de lo médico en algo, por ejemplo: la sociedad se medicaliza»[12].
Apelamos a Lacan que dice al respecto del lugar del psicoanálisis en la medicina: «Actualmente, este lugar es marginal y, como lo he escrito más de una vez, extraterritorial. {…}»[13]
Sabemos que en esta época el psicoanálisis ha salido de ese lugar para entrar con pleno derecho a lo social, marcando su diferencia radical con otros campos. Lacan manifiesta que el médico se tornó en el mundo científico, su instrumento distribuidor de todos los agentes terapéuticos nuevos, químicos o biológicos. Si se responde con inmediatez a esa demanda, el médico echa por tierra su función más importante, ser él mismo la medicina del enfermo.
Constatamos hoy la presencia del médico preso del rechazo a reconocer el deseo que la demanda del paciente vehiculiza. Al respecto Lacan le dice a los médicos: «Permítanme delimitar más bien como falla epistemo-somática, el efecto que tendrá el progreso de la ciencia sobre la relación de la medicina con el cuerpo. {…} un cuerpo está hecho para gozar de sí mismo. La dimensión del goce está excluida completamente de lo que llamé la relación epistemo-somática. Pues la ciencia no es incapaz de saber qué puede; pero ella, al igual que el sujeto que engendra, no puede saber qué quiere.»[14]. La teoría psicoanalítica que llega a tiempo con Freud y no ciertamente por casualidad, en el momento de entrada en juego de la ciencia.
Lacan se pregunta ¿Qué podrá oponer al médico a los imperativos que lo convertirán en el empleado de esa empresa universal de la productividad? Vemos cómo cambió absolutamente su función de considerar la demanda del enfermo, donde él ocupa un lugar de suposición de saber que podrá usar para captar qué es la demanda exactamente en tanto se trata del goce del cuerpo.
Con este marco y haciendo una lectura de lo que encontramos en nuestra práctica, es que consideramos los puntos siguientes para ubicar de qué se trata deseo medicalizado.
-Medicalización es la tendencia del mercado que ofrece una promesa de felicidad. Estaba en una época anterior, ocurre que la aceleración de producción de los «objetos de la ciencia» que atienden al cuerpo, aún más con el instrumento de la publicidad, vende la promesa con nombres distintos del mercado e instala la demanda en los sujetos-no necesariamente enfermos- aún para saber cómo prevenir lo imposible.
-El cuerpo que goza, en tanto medicalizado es el cuerpo que no habla y al cual se le amordazó la palabra con químicos, prótesis, etc.
-El deseo medicalizado entendimos que también es una respuesta para la existencia de algunos sujetos, que obturados con las propuestas de la ciencia pueden encontrar allí una respuesta a su pregunta por la existencia y más, al dolor de existir. Lo que nos introduce en una disociación entre el sujeto y el objeto, haciendo del sujeto, objeto.
-La medicalización del deseo apunta a normalizar al sujeto. En esta época en que constatamos la falla de la norma edípica es una forma para que el sujeto acceda a lo vivo del goce. Paradójicamente alcanzar lo vivo puede tornar en un empuje irrefrenable de consumo.
-Para el sujeto suelto del Otro hace posible un lazo, así como puede ser una condición para algunos de ingreso a lo social.
-Hace funcionar un «deseo» donde no lo hay. Un artificio producido por un objeto (medicamentos, cirugías, prótesis, aparatología para mapeo de lo más impensado del cuerpo, recetas de vida). Aquí encontramos la otra cara del consumo que, constatamos, cómo muchos sujetos para gozar de los objetos requieren de sustancias adictivas que el mercado provee ilegalmente y cuya distribución el Estado combate. Una espiral infernal.
-Así usado es un velo al deseo del sujeto, contrariamente a la promesa, no fabrica el deseo propio sino que lo vela.
-Deseo medicalizado, es un nombre que nombra una parte de real o de goce en nuestro tiempo. El articulador en lugar de ser el falo, es el cuerpo. Es lo que nos ubica en la época «ordinaria». El falo como significado universal de goce, marca la disyunción entre el lenguaje y lo real. Al no regir el S1 fálico en la época por el dominio del objeto, aquello que representa la relación del lenguaje con lo real, otra cosa hace entrar a los sujetos en lo discursivo, y hoy eso es el cuerpo. El Otro del goce es el cuerpo.
Tensiones que plantea el Psicoanálisis
El psicoanálisis nació como una respuesta al malestar de la época, y Lacan llegó a desplegar en su enseñanza: El psicoanalista se hace el guardián de la realidad colectiva, sin que esta sea siquiera de su competencia. Si bien establece el fantasma particular como la realidad psíquica, hay una función que define la incidencia de la introducción de lo simbólico en la relación dual. Entendemos de esa forma la función de guardián, anuncio de 1966.
Su enseñanza nos permitió ubicar el deseo como deseo del Otro a la vez que el fantasma como respuesta a la pregunta por el deseo del Otro. La libido pasó a lo simbólico con el nombre de deseo y el falo como su significante. En su última enseñanza, el deseo permanece en el campo simbólico, no sin relación al goce, que no entra en relación al otro, y que es libido fija, opuesta a la móvil del deseo. La pulsión concierne al cuerpo gozante, el deseo al cuerpo mortificado.
El principio ético y político del psicoanálisis de orientación lacaniana, excluye la noción del éxito, no reposa sobre aquello que marcha, como ocurre en las prácticas sugestivas, sino sobre eso falla. Nuestra dirección no debe ser el rechazo al saber real de la ciencia, esto conduciría a un sinfín de manejos psi. «Admitir que hay saber en lo real, pero, al mismo tiempo, plantear que en ese saber hay un agujero, que la sexualidad agujerea ese saber».[15]
¿Qué propone ante esta fractura que deja al desnudo la fragilidad, la debilidad del mundo, del orden simbólico ya no asegurado?
- Interpretar: si capta el agujero, un trozo de real, construye su borde. Entonces, debemos interpretar la civilización, la sociedad, la época.
- Si interpreta, debe encontrar la forma que su decir incida: aclarar, advertir y adelantar perspectivas.
- Proponer un modo de entender y de hacer con la fragilidad, con la desorientación, no sólo para cada sujeto, también para las comunidades.
Ante la nueva alianza entre el mercado y la ciencia, el psicoanálisis plantea ciertas tensiones:
- La singularidad del síntoma es lo que hace lazo en el discurso, en contraposición al deseo medicalizado. Este sólo busca hacer entrar en la norma universal.
- Hace uso de la política del síntoma para conversar con otros discursos.
- Traslada el objeto del fantasma a la causa misma del psicoanálisis, teniendo como producto al analista y el deseo del analista.
Finalmente, en un mundo donde todo gira alrededor de la «utilidad», el psicoanálisis se ofrece como herramienta útil con su política que sigue la brújula de la singularidad del síntoma. En el campo de los «derechos a la salud», el malestar persiste así como el inconsciente. Por eso los psicoanalistas aún existimos.
* Compaginadoras y redactoras de la investigación.
- Miller, Jacques Alain. «El Otro que no existe y sus comités de ética», pág. 79, 2005.
- Lacan, Jacques. «Radiofonía», «Otros Escritos», pág. 436.
- Lacan, J. Op. Cit
- Lacan, J. «La Tercera»; «Intervenciones y textos II», pág. 107.
- Miller, J.-A. «Una fantasía», Revista Lacaniana Nº 3, 2005.
- Lacan, J. «Televisión» «Otros Escritos», pág. 560
- Lasagna Philippe «Plus de gozar», Scilicet «El orden simbólico no es más lo que era», pag.259
- Laurent, Eric «El delirio de normalidad» Revista digital «Virtualia» Nº 19, 2009.
- Miller, J-A, «Una fantasía» op.cit.
- Laurent, E. «Yo no quiero volverme tan loco» Entrevista en «Página 12», 23/12/2012
- Laurent, E. «Hemos transformado el cuerpo humano en un nuevo dios», Entrevista en «La Nación», 9/7/2008
- Moliner María, «Diccionario de uso del español», pág. 1907, 2007.
- Lacan, J. «Psicoanálisis y medicina» en «Intervenciones y textos I», pág. 86.
- Lacan, J. Op. Cit., pág. 92.
- Miller, J.-A. «Una fantasía» op. Cit.