Informe del Grupo de trabajo de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis
Grupo de trabajo compuesto por: Ondina Machado (coord.), Marcus André Vieira (éxtimo), Ângela Gentile, Flávia Brasil, Gláucia Barbosa, Gustavo Fonseca, Heloisa Shimabukuro, Lenita Bentes, Leonardo Miranda, Maria Lúcia Celestino, Mariana Mollica.

La violencia urbana en los días actuales
Recortamos la violencia urbana y caracterizamos el momento actual como aquél en el que el declínio de lo simbólico muestra sus consecuencias, en lo cual el recurso a los semblantes de la excepción, de la autoridad, del Padre y de la complementariedad entre los sexos perdieron potencia en nombre de la satisfacción pulsional sin mediación simbólica.

De qué violencia se trata
Lo que nos interesa es la violencia «más lejos del inconciente», por lo tanto, que no sea la expresión de lo reprimido y, de ese modo, la que no cede al desciframiento del inconciente.

Partimos de la referencia de Lacan, en el Seminário V, cuando distingue violencia y agresividad:

«(…) a violência é de fato o que há de essencial na agressão, pelo menos no plano humano. Não é a fala, é até exatamente o contrário. O que pode produzir-se numa relação inter-humana são a violência ou a fala. Se a violência distingue-se em sua essência da fala, pode colocar-se a questão de saber em que medida a violência como tal – para distingui-la do uso que fazemos do termo agressividade – pode ser recalcada, uma vez que postulamos como princípio que só pode ser recalcado, em princípio, aquilo que revela ter ingressado na estrutura da fala, isto é, a uma articulação significante. Se o que é da ordem da agressividade chega a ser simbolizado e captado no mecanismo daquilo que é recalque, inconsciência, daquilo que é analisável, e até, de maneira geral, daquilo que é interpretável, é por intermédio do assassinato do semelhante que está latente na relação imaginária.»[1]

Fue importante distinguir agresividad y violencia, aun considerando que ellas pueden guardar cierta relación, para entender que esta última está más en el registro de lo real, en cuanto la agresividad estaría más directamente ligada a las relaciones imaginarias. La violencia como lo real de la agresividad, la aproxima de la pulsión y la coloca distante del significante. Sin embargo, como nos advierte Laurent [2], no podemos reducir esa cuestión a una oposición entre violencia y palabra, pues fácilmente caeríamos en la falsa afirmación de que donde hay palabra no hay violencia. La articulación significante es más amplia e incluye la cultura, los dispositivos sociales, las coordenadas que localizan un sujeto en relación a sus significantes amo, finalmente, toda una serie de operaciones simbólicas que se anteponen a lo real, que hacen la mediación entre él y el sujeto. No basta hablar si no hay una brújula que sirva de orientación, que no establezca puntos que eviten la deriva hacia lo real.

La historia de la humanidad está repleta de hechos violentos. Algunos movilizaron naciones, grupos religiosos y segmentos ideológicos. Contingentes de personas fueron convocadas a defender posiciones o atacar quien los amenazaba. Algunos demarcaron momentos importantes de mudanza geopolítica, económica y social. En el plano individual, también constatamos innúmeros crímenes, algunos famosos, que horrorizaron al mundo. En general, estos actos violentos tienen una ordenación simbólica.

Se mata para robar, por venganza, para usurpar el poder; por sentirse perseguido, humillado, o para librarse de voces atormentadoras. Se mata para derribar un régimen político, para dominar una nación, para defender una creencia. Finalmente, para matar no faltan motivos. De una u otra forma estos son crímenes que tienen un objetivo exterior al proprio crimen. Lacan los denomina de crímenes del yo, Miller dice que son crímenes de utilidad.

Nuestra investigación, sin embargo, se dedicó a los crímenes del goce. Según Miller, son crímenes inútiles desde el punto de vista de la utilidad. Si hay en ellos un objetivo, está en el propio crimen, momento en el cual hay una apertura al goce, la liberación de un tipo de satisfacción tan radicalmente singular que no puede ser transmitida ni compartida: «rebelde al universal, definitivamente muda, ningún suporte psi sabría hacerla hablar, ninguna estadística reduce su originalidad»[3].

Buscamos aislar los crímenes en los cuales se presentaron esos determinantes e trazamos como hipótesis general que en ellos habría la competencia de la pulsión en su aspecto necesario, acéfalo y disruptivo.

Esta estructura mínima permitió extraer de la multiplicidad de los crímenes que llegan al público, aquellos que satisfacen las particularidades de los crímenes de goce porque entendemos que son más característicos de los días actuales, cuando, porque los semblantes no funcionan para articular lo simbólico y lo imaginario, lo que se observa es que todo se vuelve semblante en la medida en que es una cultura que se orienta por el objeto.

Nuestro paradigma
Circunscribir el crimen de goce como paradigmático nos posibilitó aplicar el concepto lacaniano de goce a un fenómeno social, sin desconocer sin embargo que en cada caso se presentarían rasgos subjetivos que, estando o no disponibles para análisis, deben ser considerados. Analizamos pasajes al acto que resultaron en crimen y otras que tuvieron consecuencias radicales, sin embargo no criminales. Elegimos uno de ellos como nuestro paradigma.

Se trata del asesinato de un niño boliviano de 5 años, muerto con un tiro en la cabeza por uno de los seis asaltantes que invadió la casa donde vivía con los padres y otros 11 coterráneos. Ese crimen ocurrió en São Paulo, ciudad que recibe muchas personas que llegan de Bolivia para trabajar en pequeñas confecciones de ropas y así juntar dinero para retornar a su país. Por guardar el dinero en casa no es incomún ser asaltados, como testimonian varias hechos ocurridos, sin embargo, en este caso, hubo un ingrediente que chocó al país. Después de haber robado lo que pudieron, cuando ya dejaban la casa, uno de los asaltantes disparó en el niño. Él y otros niños estaban presentes en el momento del asalto, todos lloraban y gritaban. Los padres fueron amenazados para hacer con que se callaran. Para los diarios, el niño fue muerto porque su llanto incomodó.

El asesino fue identificado como un joven de 20 años, prófugo de una cárcel donde cumplía pena por robo. Los tres asaltantes presos dijeron no haber entendido por qué el cómplice disparó al niño, inclusive que intentaron matarlo porque su actitud complicó la situación de todos. A final de agosto los tres fueron envenenados dentro de la cárcel, probablemente por una facción criminal que no habría gustado de la repercusión. Para algunos agentes penitenciarios, el PCC mató a los acusados por «no tolerar violencia contra niños»[4]. La esposa del supuesto asesino, también muy joven, declaró tener con él un niño de 6 meses (en aquella época) con quien él era muy cariñoso.

Algunos detalles nos llevan a creer que se trata de crimen del goce: 1- el objetivo ya había sido alcanzado cuando el crimen fue cometido, 2- nada le impedía irse para librarse del llanto, 3- el crimen de robo tiene pena máxima de 10 años, mientras el latrocinio (robo seguido de muerte) llega a 30 años de detención, 4- no solo no era intención matar como eso no hacia parte del modus operandi del grupo, 5- llanto de niños no le era extraño.

Lo insondable
No es posible determinar por qué el joven disparó, tal vez ni él mismo sepa. En lugar de buscar sentidos, intentamos testar algunas hipótesis.

1- Relacionar el crimen de goce al pasaje al acto, 2- verificar si en ese tipo de crimen participa el fantasma, 3- relacionar el crimen del goce y el pasaje al acto al declive del orden simbólico.

Gozo
Las formulaciones de Lacan sobre el goce sitúan su inutilidad, su carácter excesivo y su independencia en relación a la voluntad del sujeto. El goce se impone al sujeto como algo necesario, lo que demuestra su afinidad con la pulsión que apunta únicamente a la satisfacción, independientemente del objeto. Al mismo tiempo que cualquier objeto sirve, no hay uno que la satisfaga porque ninguno extingue su fuerza. Es eso que hace del goce una exigencia que desprecia el bienestar del sujeto. Es en ese sentido, también, que el crimen del goce no apunta a la obtención de un bien, ni a cualquier condición externa al propio crimen. La búsqueda de la satisfacción pulsional excede al sujeto, no sufre represión, por lo tanto, no genera síntoma.

Angustia
La relación del sujeto con el Otro produce un resto, algo que no es del sujeto, no es del Otro, pero es producido por esa relación[5]. Para Lacan, la angustia hace evidente la presencia de esa cosa que no debería estar ahí, pero está presente bajo la forma de una ausencia. No se trata propiamente de un objeto, pero tampoco deja de tener cierta objetalidad. Cuando eso que está en el punto ciego del sujeto aparece, bajo cualquier forma, se produce la angustia[6].

La constitución del sujeto está directamente ligada a la suposición de un Otro que entra en el cálculo de toda acción, decisión o elucubración subjetiva. La angustia es un concepto que Lacan explora para mostrar que no hay relación dual, pues en todo lo relativo al sujeto concurre esa alteridad. Como supuesto, el Otro hace parte de la estructura, sin embargo un acontecimiento fortuito puede dar consistencia al resto producido en la relación. En ese momento, aquello que era atribuido al Otro se presentifica en el campo del sujeto y el que apenas hacía parte de un cálculo lo convoca a responder desde otro lugar. Dependiendo de los recursos simbólicos e imaginarios disponibles, la respuesta puede ser la creación de una nueva realidad para este nuevo sujeto o, viéndose sin salida e intentando dar una solución para la angustia, pasar al acto.

Pasaje al acto
Derivado de la psiquiatría clásica y elevado, por Lacan, a la condición de concepto, el pasaje al acto vale para todos los crímenes, sean elles de utilidad (simbólicos e imaginarios) o crímenes del goce (real)[7]. Sin embargo, para investigar la violencia, teniendo en vista la distinción entre ella y la agresividad, como propuesto en el inicio de este informe, recortamos el pasaje al acto en los de crimen del goce por entender que se trata del concepto más adecuado a este tipo de crimen de que a los demás.

Otra tesis a ser defendida es que en el pasaje al acto hay un atravesamiento del fantasma. Se puede observar que los términos que componen el matema del fantasma se funden cuando hay pasaje al acto, no habiendo distinción entre sujeto y objeto[8].

En el Seminario 10, Lacan caracteriza el pasaje al acto como una salida de la escena del sujeto. Hay el mundo, en el cual lo «real se comprime»[9] y hay la escena del Otro, donde el sujeto se constituye en su relación fundamental con el lenguaje. Cuando sale de la escena, el sujeto es eyectado de la escena del Otro, yendo a caer en el mundo de lo real.

La estructura básica del acto demuestra que su temporalidad se asemeja a la de la urgencia. Nada permite su previsión, tampoco hay planeamiento, pero hay una certeza de que se salteó el tiempo de comprender. El acto es del orden de lo necesario, no puede ser de otra manera, esto es, aunque el acontecimiento sea contingente, la respuesta del sujeto, dadas las condiciones o la falta de ellas, no podría ser otra.

De este modo, a la significación del acto solamente sería posible en un tiempo antes o en un tiempo después, quedando el acto en sí sin significación. Así, podemos relacionar la violencia a la pulsión como acéfala, sin objeto y cuya satisfacción siempre es encontrada.

El verdadero pasaje al acto produce un cambio radical en la posición del sujeto. Él no es el mismo, no hay vuelta al punto de origen, aunque las coordenadas que lo determinaron sean deducidas, sus efectos no son modificados.

Dada la radicalidad del acto, su temporalidad y sus consecuencias, podemos afirmar que, en el momento del pasaje, no hay la presencia de un sujeto ni la suposición de un Otro, porque ambos dependen de la articulación significante. Lo que hay es la «certeza asustadora»[10] de la angustia que la conecta con lo real del goce.

Que haya sido el llanto o cualquier otro factor precipitante, se sabe que matar al niño en nada contribuyó para la consecución del robo. Por el contrario, un hecho que no pasaría más que de un registro policial, tomó proporciones enormes. Transformó al ladrón en asesino, hizo de él blanco de una persecución policial que además moviliza a la policía paulista debido a la exigencia de la sociedad, a la necesidad del gobierno de São Paulo de rendir cuentas al país y al empeño de la embajada de Bolivia en tener el caso solucionado y justificar su presencia en el país. Como si no bastase, decretó su sentencia de muerte al contrariar a la facción criminal que domina la región.

La falta de utilidad no desconsidera los factores subjetivos, por el contrario, supone el encuentro con un objeto insoportable que invadió el campo del sujeto y lo hizo precipitar-se como deyecto de sí mismo. No se trata de justificar para desresponsabilizar, sino incluir el horror del acto en el ser del sujeto, en el repertorio de respuestas posibles al deseo supuesto al Otro. Buscar la significación subjetiva de un crimen no transforma el crimen, pero tal vez, posibilite que se conozca más de nosotros mismos.

Psicoanálisis y crimen
En 1950[11], Lacan defiende que el crimen tiene una causa simbólica y por eso afirma que «el psicoanálisis al irrealizar el crimen, no deshumaniza al criminal»[12]. Al darle una causa subjetiva humaniza al criminal, en contraposición a una tendencia de la época que identificaba en el criminal trazos de animalidad o primitivismo.

Esta causa se hace más evidente en los crímenes de utilidad; en los crímenes del goce la contingencia simbólica queda apagada en relación a la búsqueda inmediata de la satisfacción pulsional. Estos son los que más intrigan a la sociedad. Se busca siempre una utilidad en el crimen, cuando eso no es posible se intenta deshumanizar al criminal.

Lacan consideró también que el crimen tiene un «móvil social fundamental»[13]. Al tratar de los crímenes del superyó y ligar esa instancia «a las condiciones sociales del edipismo» dice que «las tensiones criminales incluidas en la situación familiar solo se tornan patógenas en las sociedades donde esa propia situación se desintegra» [14]. La tesis de la desintegración de la familia estaba presente en el texto «Los complejos familiares», en el cual reconocía que la cultura estaba dirigiéndose al desorden simbólico y que sus consecuencias repercutían en la formación del superyó. De instancia transmisora de valores, por lo tanto reguladora del goce, se torna incitadora al goce, lo que nos hace considerar que en los crímenes del goce el superyó se presenta en la vertiente imperativa. En los crímenes de punición se evidencia una articulación con el fantasma, en cuanto que en los crímenes del goce esta seria superada.

En el plano subjetivo, el acto criminal denuncia la ineficacia de la represión en pasar el goce para el inconsciente. En el plano de la cultura, el declínio de lo simbólico tiene como consecuencia la pérdida de potencia de los semblantes como tratamiento a lo real del goce, quedando este dependiente de las soluciones posibles a cada sujeto.

Consecuencias sociales
Un ejemplo reciente muestra como la falta de tratamiento del goce lleva al sujeto a lo peor.

Uno de los antecedentes a las manifestaciones callejeras, en junio último en el Brasil, es ejemplar. Un joven universitario dio señal para que el ómnibus parase en determinado punto, el chofer no atendió y se inició una lucha física. El vehículo perdió la dirección, cayó de encima de un viaducto causando la muerte de 7 personas y dejando varias otras heridas. Este no fue un dato aislado, sucedió en medio a una flagrante insatisfacción de la población con los servicios públicos evidenciada por constantes conflictos entre choferes y pasajeros, médicos y pacientes, profesores y alumnos. Fruto del desorden social, este acontecimiento trágico muestra lo que tensiones sociales sin tratamiento pueden generar. Por otro lado, las manifestaciones de la calle señalan que, delante del mismo desorden, otro tipo de recurso puede surgir de iniciativas inéditas. La convocación por redes sociales, como ejemplo de lo que viene ocurriendo en varias partes del mundo, para que la población presentase públicamente sus reivindicaciones fue aceptada por más de 1 millón de personas, inicialmente jóvenes, que apostaron en el poder de las masas en promover cambios. Inscribieron sus insatisfacciones personales en un dispositivo político que dejó aturdidos gobiernos, prensa e intelectuales. Mas una vez, sin embargo, las consecuencias del declínio de lo simbólico se presentaron bajo el ropaje del superyó. La acción de la policía, que osciló entre la ferocidad y la pasividad, sirvió para desautorizar el acto político y abrir espacio para pasajes al acto de grupos radicales.


Traducción de portugués al castellano: Blanca Musachi

Notas

  1. LACAN, J. O seminário, livro 5: as formações do inconsciente. RJ: JZE, 1999, p. 471.
  2. LAURENT, E. «As manifestações da pulsão de morte. In: Machado, O.; Derezensky, E. A violência: sintoma social da época. BH: Scriptum/EBP, 2013, p. 40-41.
  3. MILLER, J.A. «Préface». In: Biagi-Chaï, F. Le cas Landru. Paris: Imago, 2007, p. 7-17.
  4. Noticias obtenidas en www1.folha.uol.com.br e www.g1.globo.com
  5. LACAN, J. O seminário, livro 10: a angústia. RJ:JZE, 2005, p.128.
  6. Ibid, p. 133.
  7. Aqui juntamos duas classificações, ambas feitas por Miller: crimes de utilidade e crimes de gozo estão no prefácio do livro de Francesca Biagi-Chaï, Le cas Landru e crimes do imaginário, do simbólico e do real em Peças avulsas, aula IX de 02/02/2005.
  8. LACAN, Ibid., p. 129.
  9. Ibid, p.130.
  10. LACAN, O seminário, livro 10, op.cit., p. 88.
  11. LACAN, J. «Introdução teórica às funções da psicanálise em criminologia». In: Escritos. RJ:JZE, 1998, p. 127-151.
  12. Ibid., p. 137.
  13. Ibid., p.139.
  14. Ibid., p. 137.