El uso del cuerpo en el autismo en la infancia

¿Qué decir de un sujeto sin cuerpo? No hay constitución del cuerpo en el autismo. Pero, no obstante, sin lugar a dudas podemos examinar su uso. Eric Laurent afirma que la falta de cuerpo del sujeto autista es ya una relación con el cuerpo puesto que tiene una relación particular con sus orificios y con el uso del espacio.

Podemos circunscribir a partir de sus formulaciones dos puntos esenciales de los cuales extraeremos una serie de consecuencias:

1) El sujeto autista es un «ser sin agujero» y sin cuerpo por causa de la «forclusión del agujero», con un retorno de goce sobre el borde que constituye el encapsulamiento autista.

2) El acontecimiento del cuerpo esencial del autismo es la iteración del Uno que conlleva una «soledad semántica», iteración de la letra sin cuerpo, sin constitución del Otro, sin el circuito pulsional, y por ende, sin objeto y sin imagen especular.

1. Neo-borde
El tratamiento habitual del cuerpo del autista involucra la teorización del «caparazón» que el niño crea como defensa frente al mundo exterior. Este término es utilizado tanto por los post-freudianos americanos de la Egopsychology como por los kleinianos ingleses.

En los años 50-60, Margaret Mahler, en New York, plantea la necesidad de atravesar el caparazón autista. Durante la misma época, Bruno Bettelheim, en Chicago, se interesa por la llamada «fortaleza vacía». Curiosamente, el psicoanalista argentino Emilio Rodrigué en los años 50, al trabajar con un niño autista que equipara a Dick, indica que este término se encuentra ya en Melanie Klein: frente a la idealización excesiva el cuerpo se vuelve «sólo una cáscara para él». En los años 70 los kleinianos y los post-kleinianos ingleses se ocupan del autismo. Meltzer con su búsqueda de una topología y un uso del espacio propio, bidimensional, resultado de la identificación adhesiva. Francis Tustin postula el «encapsulamiento autista» como una barrera protectora frente al mundo exterior, engendrando la ilusión de tener una envoltura exterior a su cuerpo. Se envuelven entonces en sensaciones corporales que incluye manipulaciones de objetos, balanceos o movimientos estereotipados y se vuelven insensibles al dolor. Ella utiliza este término con David, un niño psicótico, que se construye una armadura con manoplas y un casco de cartón «para poder hacerse un cuerpo y meterse dentro, una armadura que lo protegería del monstruo del agujero». Se trata de un cascarón duro, una segunda piel según la expresión de Bick.

La metáfora del encapsulamiento autista es retomada dentro de la orientación lacaniana pero desde una perspectiva diferente: no se trata ya ni del fortalecimiento yoico, ni de una defensa frente a la aniquilación total sino de un tratamiento particular de la falta y del agujero. Laurent lo plantea como un «neo-borde», casi corporal, infranqueable pero desplazable, que no corresponde a la superficie del cuerpo ni a un caparazón duro, sino al particular retorno del goce sobre el borde. Este neo-borde se modifica en el transcurso del tratamiento analítico y tiene sus consecuencias en la relación del niño con su cuerpo y con el uso del espacio. Es más, no está completamente cerrado porque puede incluir el objeto autista, como lo señala Tustin, objetos de intercambio, y también a personas: padres, Hermanos e incluso al analista en la transferencia. Tanto Maleval como Laurent plantean que el doble real, en el que se apoya el niño para la constitución de su mundo, forma parte de este borde. Maleval incluso incluye las islas de competencia.

Las modalidades de encapsulamiento varían: van del profundo rechazo del Otro -sus cuidados y alimentación son experimentados como intrusivos- hasta la inclusión de personas y objetos.

Maleval plantea una reorganización de la clínica del autismo a partir de las distintas formas de borde: los autismos sin borde, los autismos con borde, y el encapsulamiento como un extremo, constituyendo una serie. No se intenta establecer nuevos sistemas de clasificación, pero el estudio de la diversidad nos permite aprender cada día algo más en relación al funcionamiento del autismo. Los diferentes fenómenos transformables operan en realidad dentro de un mismo niño y permiten aprehender distintas relaciones con el borde y con el encapsulamiento a través del análisis. «Lo que me interesa en esta perspectiva, dice Laurent, es poder incluir una variedad de fenómenos transformables en una misma familia de problemas, como decía Wittgenstein, que tienen algo en común».

2. El trabajo sobre los agujeros y el apoyo sobre el doble real
Eric Laurent explica, durante una entrevista, que la forclusión del agujero hace que el sujeto autista intente producirlo «cavando agujeros o utilizando los agujeros que se presentan, y tratando de bordearlos con cierta instrumentación para darle la dignidad de un agujero». Los niños van de la fascinación al terror frente al agujero.

Al examinar el caso Robert de los Lefort, Jacques-Alain Miller retoma dos secuencias: el intento de cortarse el pene y el grito «el lobo, el lobo» frente al agujero del inodoro, palabra «nodal» que utiliza en distintas situaciones. Robert es un niño «inmerso en lo real» en donde nada falta. No hay agujero y no puede extraer nada para poner en ese agujero que no hay. En el registro de lo real no falta nada, es por ello, dice Miller, que Robert intenta construir un agujero a través de la automutilación.

La «falta de agujero» presentada por Miller, Eric Laurent la llama «forclusión del agujero» que empuja a la producción de un agujero a través de un forzamiento para encontrar una salida frente al exceso de goce que invade su cuerpo.

Esto explica las crisis de angustia de algunos niños cuando tienen que separarse de las heces por lo que recurren a rituales estereotipados. La presencia del agujero del inodoro lo lleva a gritar a Robert. Otra niña, Laurie, temía ser tragada por el inodoro.

Ahora bien, Laurent indica que los orificios corporales que no están constituidos como agujeros ni como bordes pulsionales tienen distintos tratamientos de acuerdo a que se trate de su relación con los objetos oral y anal, o de la voz y la mirada. En los mismos autores post-freudianos y kleinianos se encuentran ejemplos en sus casos del tratamiento de los orificios que no logran constituirse como agujeros que retomaremos a continuación.

1) En relación al objeto anal u oral, el borde no está constituido, no hay relación con el Otro, por lo que se produce la extracción o reincorporación de las sustancias corporales, se trata de objetos sin forma al decir de Laurent. Timmy se extraía las heces y se las volvía a poner en el pantalón. Laurie tenía siempre la boca entreabierta: a esta niña anoréxica el vómito le corría por su rostro, por el cabello y el vestido sin ninguna reacción de su parte, como si no existiera un interior y un exterior. Por otra parte, dejaba caer sus heces y luego las tomaba para dejarlas caer en un «neo-Fort Da«. También se embadurnaba su cuerpo con sus heces. Bettelheim señala que en Laurie «no había un cuerpo integrado, sino únicamente un agregado de piezas separadas» por el particular abandono e inercia de sus miembros corporales. Sami Ali indica en Martin el rechazo de los alimentos sólidos, la boca se limitaba a ser un órgano receptivo «como si no existiera». No tenía boca para comer ni para hablar. Una niña se sacaba constantemente la saliva con la mano y se la desparramaba con un movimiento circular alrededor de la nariz y de las mejillas.

2) En relación al objeto voz y mirada, se obtura el borde tapándolo frente al Otro especialmente intrusivo, Otro real. Un niño se tapaba los ojos y los oídos alternadamente cuando tenía que hablar. Otro niño se sentaba detrás del analista para hablar, debajo de la mesa, en un rincón, en una topología, por fuera del campo de la visión. Un niño se tiraba al piso cuando alguien se le acercaba y se tapaba la cara.

Marcia al hablar miraba al vacío, y se tapaba los oídos y la nariz con los dedos delante de las personas. Hacía un movimiento particular frente al mentón con los dedos, «dedeaba», pero nunca hacía este movimiento frente a la boca por el temor que le producía los orificios corporales. Para alimentarla, en la institución de Bettelheim le proponen taparle los oídos con el fin de liberarle algunos dedos. Así comienza a comer inclinándose sobre el plato.

El apoyo sobre el doble real, a falta de constitución de lo imaginario, encarnado por el analista, permite al niño un trabajo sobre los agujeros y el borde. Mientras el analista hablaba, Timmy intentaba taparle la boca con su mano o su codo. Ponía su oreja cerca de la boca del terapeuta o también le pegaba su boca a la del terapeuta dando cuenta de uso del espacio pegado al otro. También se acercaba a los anteojos del analista y miraba sus ojos a través de ellos al mismo tiempo que los lamía. Para Meltzer, estas conductas del Timmy ilustran el mundo bidimensional del autista: se trata sin duda de un uso particular de la topología espacial. Martin primero se sentaba detrás de Sami Ali para luego precipitarse sobre él apretando su cabeza contra su pecho y olfateándolo.

Sorprendentemente, en muchos de los casos examinados se puede constatar que el trabajo sobre la alimentación va en forma conjunta con la emisión de sonidos. Niños anoréxicos y mudos, sin el agujero de la boca para comer ni para separarse de la emisión del objeto voz que implica hablar (Maleval), en el mismo momento que comienzan a comer inician la emisión de sonidos. Martín comienza a comer alimentos sólidos al mismo tiempo que pronuncia sus primeras palabras: en el trabajo de constitución del agujero entran alimentos, salen sonidos. Por otra parte, al conejo que le falta una oreja intenta introducirle un pedazo de lana y un trozo de papel; pero más que una introyección oral auditiva a la que alude Sami Ali, nos encontramos por el esfuerzo por obturar el agujero al mismo tiempo que comienza a ceder el objeto voz.

Laurie, internada por desnutrición por causa de su anorexia antes de entrar a la institución de Bettelheim, pegada a su educadora comienza a tomar unas pasas de uvas y a introducírselas en la boca, al mismo tiempo que hacía una risita luego de muchos años de silencio.

Podemos interrogarnos de qué manera repercute el trabajo sobre el orificio oral en la relación del niño con el objeto voz.

En Marcia surge este mismo interrogante acerca de la relación entre las palabras que pronuncia y su trabajo sobre la eliminación de las heces en la medida que el trabajo sobre el agujero anal la lleva a comenzar a hablar.

No todos los niños autistas presentan este trabajo sobre los orificios del cuerpo como tampoco padecen tantas dificultades en su relación al agujero. Pero tal vez, y es más importante aún, el trabajo con los niños permite encontrar otras modalidades de tratamiento del vacío.

3. Iteración y uso del espacio
Lalengua, presentada como el conjunto de los equívocos posibles, es un medio de goce. La inclusión del sujeto en el lenguaje le da un orden a la estructura. Pero en el autismo el Uno del goce no se borra, por ello el balbuceo reduce el Uno de la letra a una repetición vocalizada o en silencio, pero que no ordena los equívocos reales que producen entonces la experiencia alucinatoria.

En las alucinaciones del niño autista la integral de equívocos de lalengua funciona en forma automática: es «la imposible separación del ruido de la lengua como real insoportable».

Martín se tapaba los oídos con los pulgares ante la experiencia alucinatoria, y Lacan indica en este caso que de esta manera el niño se protege del verbo.

Las alucinaciones en niños autistas también fueron descriptas en Raúl y en Marcia. Alex se tapaba los oídos balanceándose, moviendo la cabeza mientras miraba al techo en estado de trance.

La iteración se encuentra en el uso del lenguaje tan exhaustivamente estudiada por Maleval, en la fijeza de los movimientos y la exigencia de lo mismo, en las conductas estereotipadas, y en la elaboración de trayectos, circuitos y series durante el análisis, en tanto que «la serie, dice Laurent, es una iteración al modo del número». Así, los trayectos y las series de Alex funcionan a modo del Uno en más: «los circuitos describen una geometría más bien topologizada, una topología sobre las series», dice Laurent al comentar el caso.

Esta iteración alivia al autista puesto que le permite vivir en un mundo fijo, ordenado y seguro frente a la presencia del Otro. La construcción de trayectos fijos en el transcurso del tratamiento permite la exploración y la expansión del uso del espacio.

Eric Laurent puntúa una serie de manifestaciones clínicas del Uno de goce: el gusto por lo mismo, sameness, aislado por Kanner, repetición estereotipada de palabras y comportamientos; las «frases espontáneas» que surgen en un contexto de intensa angustia para sumergirse luego nuevamente en el silencio; y la posición frente al «ruido» de lalengua y su esfuerzo por reducirlas al silencio.

Martin da cuenta de una «frase espontánea» en ocasión de una caída en la que se golpea la nariz y sangra; cuando la madre intenta ponerle un algodón con alcohol sale de su mutismo, retrocede diciendo: «Mamá, mamá», sin volverlo a repetir.

Temple Grandin relata el episodio del choque de un auto: al caer los vidrios del auto sobre ella comienza a repetir «hielo», que da cuenta de la emergencia de una frase espontánea. Ella relata el mutismo de su infancia, su voz neutra, inexpresiva, sin inflexiones ni ritmos. Por otra parte tenía conductas fijas: su obsesión por los objetos que giraban, miraba durante horas cómo se escurría la arena de sus dedos, el movimiento de una moneda o de una tapa sin ver ni oír nada. Pero cuando estaba en el mundo era extremadamente sensible al ruido y al estímulo de los otros. No toleraba el cambio de rutinas.

El tratamiento del espacio del niño autista es una topología sin orientación ni medida y es por ello que los objetos quedan demasiado cerca o lejos. Al caminar una niña se chocaba con los objetos, en cambio otros niños presentan una habilidad especial en el desplazamiento por el espacio a gran velocidad y sin tropiezos.

Los trayectos que inventan contribuyen a la construcción y la expansión del neo-borde. El acompañamiento del operador o de su analista en una institución permite que se incluya en esos trayectos un doble real que contribuye en esta ampliación del uso del espacio; no obstante, en muchos casos permanece fijo un punto de interés estereotipado relatado como escenas imposibles de conmover o como el interés obstinado por un objeto determinado. En un grado de mayor elaboración algunos niños presentan un saber enciclopédico sobre temas específicos que cuentan una y otra vez como por ejemplo sobre los trayectos de subtes y trenes de toda la ciudad.

Los niños presentan conductas estereotipadas motoras, la narración continua de películas, de música o relatos en inglés, la escritura ininterrumpida, de circuitos o series siempre iguales. En algunos casos ejecutan dibujos de trayectos que metonímicamente se suceden unos a otros.

La falta de tratamiento solidifica la fijeza e impide la constitución de un neo-borde, aunque esto es variable de acuerdo a la singularidad de cada niño, pero sin lugar a dudas la estimulación y el tratamiento contribuyen a la ampliación de su mundo. Es más, el estilo del neo-borde suele variar en el transcurso de la cura brindando una variedad de estados para un mismo niño dentro del mismo estilo de funcionamiento inalterable. Es decir, el trabajo no solo varía de un niño a otro sino también en cada niño su relación con el encapsulamiento puede variar.

Ahora bien, sin agujero no hay borde que lo delimite. El borde es una zona frontera que puede ser franqueada, es el lugar de los contactos y de los posibles intercambios. Esta concepción es fundamental puesto que hace posible un tratamiento con los niños autistas.

A partir de apoyarse en la doble real que es la educadora, literalmente pegada a su cuerpo, Laurie construye fronteras y agujeros. Comienza con el trabajo sobre el orificio de la boca ingiriendo comida y pronunciando sonidos; se pega luego al cuerpo de su educadora y amplía el menú de comidas y sonidos guturales; en un tercer tiempo trabaja sobre el agujero anal y sobre las heces en el «neo-Fort Da» de tomarlas y dejarlas caer; aparece luego la imitación de los movimientos de su doble real. Este trabajo sobre el agujero le permite producir un nuevo neo-borde que se va ampliando paulatinamente. Corta entonces de una hoja de papel largas tiras, quitándole previamente el centro, y construye fronteras entre ella y el mundo. Este trabajo sobre el centro vacío lo sostiene luego al colorear papeles y dejar agujeros blancos en su centro. Finalmente, con cortezas de árbol fue capaz de construir una línea continua de 20 metros compuestas por 50 ondulaciones sinusoides casi perfectas sobre un muro que separaba el patio de recreo de la acera.

Como ilustración del desplazamiento del neo-borde encontramos el video «Mon petit frère de la lune«, dibujo animado en el que una niña habla de su hermanito autista mientras que en todo momento se lo dibuja en una burbuja que lo deja por fuera de la relación con los otros. El niño es objeto de segregación y de temor por sus conductas diferentes. En cierto momento la niña relata cómo crearon un lenguaje común de pequeños soniditos y un juego que consiste en ponerse un sombrero y que el hermanito la persiga. Se ve entonces a los dos niños en la misma burbuja y se escuchan sus risas.

De esto se trata el planteo de la ampliación del neoborde y de la inclusión del analista en el encapsulamiento autista del niño en lo que se llama «autismo de a dos». Se trata de escuchar a estos sujetos «más bien verbosos» como lo indica Lacan, de «establecer un espacio común» -según la expresión de Laurent- de acoger sus modalidades de ser, y de encontrar la manera de establecer el «lazo sutil» con el que podamos contribuir al desplazamiento de su «encapsulamiento» dentro de su relación con los objetos y las personas, por fuera del presagio de un destino funesto, sino, antes bien, de cierta apertura al mundo dentro de las posibilidades que encuentre en su funcionamiento singular.


  • Lacan, J., «Alocución sobre las psicosis del niño» (1967), Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2010.
    – «Conferencia en Ginebra sobre el síntoma» (1975), Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1991.
  • Laurent, E., La batalla del autismo. De la clínica a la política, Grama, Buenos Aires, 2013.
    – «Entrevista» en ¿Qué es el autismo?, op. cit.
  • Maleval, J.-C., El autista y la voz, Gredos, Barcelona, 2012.
  • Miller, J.-A., «La matrice du traitement de l’enfant au loup» (1988), La Cause freudienne 66 (2007).
  • Tendlarz, S. y Alvarez, P., ¿Qué es el autismo? Infancia y Psicoanálisis, Colección Diva, Buenos Aires, 2013.
  • Tendlarz, S., Larrahondo, M. y Mas M., «Informe de la investigación «Puntuaciones sobre el tratamiento y el diagnóstico de niños autistas y psicóticos en la Argentina»», en ¿Qué es el autismo?, op. cit.
    -Casos: Laurie y Marcia de Bruno Bettelheim, Temple Grandin por ella misma, Robert de los Lefort, Timmy de Donald Meltzer, Raúl de Emilio Rodrigué, Martín de Sami Ali, David de Francis Tustin, Alex de Silvia Tendlarz, y los casos estudiados en la investigación del Departamento de autismo y psicosis en la infancia que no llevan nombre.