Mónica Febres Cordero
Lacan, en “Joyce el síntoma”, conferencia que dictó en la Sorbona en 1975, dice que el hombre tiene un cuerpo. Al cuerpo se lo tiene, no se es un cuerpo. El término parletre surge en este punto para designar lo que antes era el sujeto del inconsciente. Es un paso del sujeto del inconsciente, el sujeto de la representación, al parletre o cuerpo hablante y cuyo asiento es el cuerpo.
Como lo indica Miller en “El Ser y el Uno”[1] durante la mayor parte de su enseñanza el lugar del significante lacaniano era cambiante, con efectos dialécticos y de significación. Esto varía cuando se impone el significante Uno, al nivel de la existencia. Su correlato es el goce opaco al sentido, índice de lo real. La sustancia gozante queda asignada al cuerpo que se define como lo que se goza. No se trata ya del cuerpo de la imagen ni del estadio del espejo, se trata ahora de un cuerpo que se goza a sí mismo. Cuando el goce era pensado como imaginario estaba referido al narcisismo y a la forma del cuerpo. El deseo y el reconocimiento del Otro tenían ahí sus raíces. Se produce un vuelco cuando el goce pasa al registro de lo real. Miller llama a este goce primario, es anterior a la introducción de la dialéctica significante y corresponde al autoerotismo freudiano.
¿Cómo entender la consistencia de lo imaginario en esta nueva perspectiva conceptual y qué conclusiones clínicas podemos extraer?
Eric Laurent, en el argumento para ENAPOL VI, “Hablar con el propio síntoma, hablar con el cuerpo”[2] dice que para Lacan lo imaginario tenía una consistencia equivalente a la de lo simbólico y que hay un cuerpo de lo imaginario, un cuerpo de lo simbólico y un cuerpo de lo real. Lo imaginario es lo que nos permite desembrollarnos, dice Laurent. Su importancia radica en que, al permitir salir del embrollo con la imagen, permite un saber hacer, un hacer posible, con la inexistencia de la relación sexual. Saber hacer con la imagen, como saber hacer con el síntoma. Desarrollo similar al que trae Miller en El ultimísimo Lacan[3], en donde propone que al estar el cuerpo metido en el sinthome, saber manipularlo es similar a lo que el hombre puede hacer con su imagen, corregirla, ponerla de moda…
[1] Miller, J.-A., Curso de la orientación lacaniana, “El ser y el Uno”, inédito
[2] Laurent, E., www.enapol.com
[3] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Bs. Aires, 2012.