“Irritadas con la belleza de la vecina, dos adolescentes resolvieron atacarla a cuchilladas. La joven demasiado bonita quedó con su rostro cortado y deformado. Las imágenes fueron posteadas por la hermana de la víctima en Internet”.[1] Este hecho, difundido recientemente en los medios de comunicación argentinos, también formó parte de la agenda de columnas policiales en periódicos brasileros. En este “caso”, una imagen admirable se constituye en amenaza e impone una respuesta agresiva. A través del pasaje al acto programado y anunciado, las agresoras eliminan tal amenaza, sustituyéndola por algo repulsivo y, al proceder así, cumplen la intención de transformar una imagen graciosa en una réplica de Chucky, el muñeco asesino, uno de los íconos del terror mundial.
Lo insoportable frente a la imagen perfecta, por otro lado, contrasta con el placer asociado a la divulgación de fakes, fenómeno actual de uso de imágenes de personas bonitas y famosas que posibilita la creación de perfiles simulados que ocultan la identidad real de usuarios de Internet. El fake es el ejemplo de una nueva manera de inventarse un “yo” e incluso, de creerse en esa nueva forma, a partir de imágenes perfectas y globalizadas que imperan como estampas consagradas de fama, éxito y poder. En la misma dirección, también es común la simulación de currículums y agendas en un perfil falso de redes de profesionales, empresarios o intelectuales exitosos.
La literatura nos provee, igualmente, algunas expresiones de falsa identidad, entre otras la del asesino Scharlach, personaje infatuado y vengativo de “La muerte y la brújula”, de Jorge Luis Borges. Según Ricardo Piglia, esa figura ejemplifica al héroe contemporáneo, pues vive en la pura representación, sin marcas personales, sin identidad: “Héroe es quien se dobla al estereotipo, quien inventa para sí una memoria artificial y una vida falsa”. Esa disolución de la subjetividad, tomada como producto de la política de masas, es destacada por Piglia como un tipo reinventado de conciencia que se caracteriza por ambigüedad y duplicidad: “Todos sienten lo mismo y recuerdan lo mismo, y lo que sienten y recuerdan no es lo que vivieron”.[2]
Son diversos y accesibles los recursos que hoy favorecen la profusión de imágenes, la creación de realidades virtuales, a la disposición de las mascaradas, de las fantasías, de los dobles, simulacros y fetiches del cuerpo. ¿En qué cambió este cuadro de situación si lo comparamos al de 20 años atrás?
No se puede desconocer que los cambios en el ámbito de Internet crearon nuevas condiciones numéricas, donde las informaciones, estructuradas de modo binario, por datos entre cero y uno, pasaron a circular en una red que se torna cada vez más universal. Algunos sociólogos sostienen que esto, sin duda, contribuye a la idea general de una ausencia de diferenciación entre lo virtual y lo real. Patino,[3] entre ellos, defiende que las modernas condiciones numéricas provocaron una perturbación en la propia condición humana. Antes, se creía que Internet era solo un medio de comunicación. Sin embargo, esa red se mostró como un espacio social en que cohabitan una infinidad de cosas, incluso relaciones amorosas y por eso, se muestra propicio al acto de compartir imágenes, testimonios, informaciones y otros datos, como también a la compra de objetos y los más diversos ítems. Lo cual, consecuentemente, implica diferentes impactos que transforman no solo la vida de los individuos como tales, sino también su condición social y política. Tal constatación sugiere que, a consecuencia de una sociedad tan conectada y de la producción de modos de vida diferentes de los anteriormente vividos, algo nuevo está en curso de creación, una nueva sociedad, un nuevo poder económico, una nueva distribución del poder político.
Lo que interesa al psicoanálisis en esa esfera, son los síntomas resultantes de tales transformaciones. Y a propósito, podemos preguntarnos sobre qué introduce de novedoso ese nuevo dominio, en que se destacan las imágenes en el lenguaje y en las relaciones con los objetos, en lo tocante a las formas de manifestación de síntomas y a la correlación entre estos y el goce. En el imperio de las imágenes, ¿qué esclarecen los síntomas acerca del real del inconsciente?
El empeño en confrontar la incidencia del imaginario en los síntomas de nuestro tiempo, teniendo como parámetro lo que pasaba 20 años atrás, tiene una razón: fue precisamente en 1995 que Jacques-Alain Miller[4] aisló tres imágenes diferenciadas en el psicoanálisis. Para estar a la altura de la época, y al tema propuesto por él para el V Encuentro del Campo Freudiano, las denominó “imágenes reinas” y las definió como “aquellas imágenes que sobreviven al naufragio del mundo de las imágenes, en el psicoanálisis”.[5] Al privilegiar el decir en detrimento del ver, la experiencia analítica promueve una verdadera deflación en el mundo de las imágenes. Las que sobreviven a ese efecto son especialmente correlacionadas al goce investido en la satisfacción auto erótica de la fantasía y realizan la captura significante del goce, bajo el imperio de la mirada, ya que éste, como se sabe, se caracteriza por ser esencialmente “sin imagen”. Miller extrae tres imágenes reinas referentes al cuerpo: el propio cuerpo, el cuerpo del Otro y el falo. Así, destaca que es en el cuerpo que el imaginario se amarra al goce. Para cada una de esas imágenes, designa un operador lógico, cuya función es la de destacarlas, confiriéndoles valor de unidad: “A partir del momento en que hay una imagen Una, ella es significantizada”.[6]
En el caso de la primera imagen reina, el operador que actúa en el campo de la visión es el espejo. El propio cuerpo es el cuerpo del estadio del espejo, concebido por Lacan como una forma visual adquirida no sin el goce del júbilo, que constituye la matriz del “yo” y la idea de sí mismo como cuerpo, con el que el parlêtre mantiene una relación de adoración.[7]
En lo que concierne a la segunda imagen, el cuerpo del Otro es aquel sobre el cual el sujeto hace la lectura óptica de la castración y, al mismo tiempo, la anatomía es lo que actúa en el campo de la visión, posibilitando la formalización significante, pues se constituye en soporte de una presencia y, simultáneamente, de una ausencia. El operador lógico que actúa en el campo de la visión es, entonces, el velo. La ropa vela la nada, en alguna cosa, haciéndola existir.
El falo, la tercera imagen reina, es la forma erigida del órgano masculino transformada en significante –el “significante imaginario”, como propone Lacan–, que conserva todas las articulaciones imaginarias de las cuales derivan los objetos llamados fetiches.[8] El operador lógico del falo es el escabel. Miller enumera una serie de expresiones para designar lo que actúa en el campo de la visión con relación al falo –apoyo, pedestal, grieta, ventana, “[…] en fin, toda una serie de operadores visuales que delimita y aísla lo que, por su oficio, puede ser ofrecido, expuesto, como una imagen una. Es en esta serie que encontramos los operadores que, de hecho, hacen, de la mejor manera, significantes con las imágenes”.[9]
Con vistas a contribuir para la profundización de la reflexión sobre el tema del VII Enapol –“El imperio de las imágenes”–, resalto una última indicación de Miller respecto de esas tres imágenes reinas del psicoanálisis: el hecho de que ellas realizan una captura del goce precisamente porque están bajo el imperio de la mirada. En la extensión de la polaridad entre el ver y el mostrarse, dejo la invitación para que los analistas esclarezcan, con base en la práctica del psicoanálisis, qué hay de nuevo en la clínica bajo el imperio de las imágenes.
Traducción del portugués: Paola Salinas (EBP-São Paulo)
Revisión: Pablo Russo (EOL-Buenos Aires)
[1] Traducción libre de O Tempo, diario de Belo Horizonte/MG/Brasil, de 1º de octubre de 2014, p. 29. También publicado en el website del diario argentino Clarín, http://www.clarin.com/sociedad/Desfiguraron-chica-anos-linda_0_1222077855.html.
[2] Piglia, R., Formas breves, Companhia das Letras, São Paulo/Brasil, 2004, p. 45.
[3] Cientísta político, autor del libro sobre las transformaciones antropológicas, sociales y económicas inducidas por la entrada en la era numérica. Ver: Fogel, Jean-François, PATINO, Bruno, La condition numérique, Grasset, París, 2013.
[4] Conferencia en el V Encuentro del Campo Freudiano, Río de Janeiro/Brasil, abril de 1995, y publicada en: Miller, J.-A., Lacan elucidado, Río de Janeiro, Jorge Zahar, 1997, pp. 575-595.
[5] Miller, J.-A., op. cit., p. 578.
[6] Íbidem, p. 579.
[7] Lacan,, J., El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As.-Barcelona-México, 2006, p. 64.
[8] Miller, J.-A., op. cit., p. 579.
[9] Íbidem.