En este Asuntos, son retomados puntos fundamentales que se entrelazan. En palabras de Piedad Ortega, son «los modos de goce delimitados por lo familiar», donde la transmisión de una ley, de una tradición localiza la función familiar.

Los autores nos brindan distintas perspectivas de las relaciones entre la familia y el goce. De Piedad extraemos la función de la tradición, no solo en la transmisión de la ley, sino también en un saber hacer con los conflictos, aun cuando es atropellada por la inmediatez del momento. La contingencia parece entonces, dar testimonio de la falencia de la tradición y no de la posibilidad de invención. Cortocircuito del goce que aparece como urgencia y debilidad.

Elisa Alvarenga retoma el imperativo de goce, esta inmediatez, a partir del uso de la ciencia como tapón del deseo. Destaca el imperativo de la demanda de hijo en la actualidad y sus efectos de desecho sobre el niño. «La demanda de hijo nunca fue tan aguda, y al mismo tiempo que los niños se tornan muchas veces insoportables».

Flory Kruger nos recuerda la función de la familia en la perspectiva analítica, pero nos habla también de la familia analítica como aspecto del lazo transferencial en la Escuela. Advirtiéndonos que esta última precisa ir más allá, y tomando el pase como aquello que reintroduce el uno por uno. Ricardo Nepomiachi describe los usos del padre imaginario en la neurosis, destacando las diferentes posibilidades de goce que allí se articulan. Para luego, encontrarnos con el texto de Gabriela Camaly que nos habla de la madre, como única y por tanto imperativa.

Cómo una madre toma a su hijo haciéndose única y absoluta, colocando de este modo a la maternidad como solución para la femineidad al mismo tiempo que rechazo de lo femenino. Cómo los padres pueden articularse a la construcción fantasmática de cada neurótico. Cómo una familia aparece como marca en un análisis. Cuál es el lugar del niño entre ágalma y kakon

Mónica Pelliza destaca que el «fundamento del inconsciente se sustenta en la forma en que lalengua fue hablada y escuchada por cada uno», nos toca saber, en estos asuntos, donde la lengua circula en familia.

De forma poética, 5 días con Nora, comentada por Lucila Maiorino Darrigo, cierra el boletín.

Paola Salinas (EBP)

Unas manos femeninas arreglan cuidadosamente una mesa de comedor. Una linda toma de la cámara muestra, desde arriba, la mesa puesta y encuadrada en la pantalla. A continuación, con binoculares, la mujer mira el departamento de enfrente donde podemos ver a un hombre sentado, tomando un café. Ella saca del horno un asado, coloca agua en una cafetera y la enciende. Escribe algo en un cuaderno de recetas. Va al cuarto, separa cartas y fotos. Una foto cae debajo de la cama sin que ella se dé cuenta y allí queda. Esta mujer, de quien no se ve el rostro, es Nora.

Cambia la escena. Aquel hombre que había sido observado es José, ex marido de Nora desde hace 20 años. Es él quien va a encontrarla muerta en su departamento a la mañana siguiente, luego de que se suicidara.

El telón de fondo en que se desarrolla la trama es durante Pésaj, la fiesta de liberación que dura una semana y en la que se celebra la liberación del pueblo judío de la esclavitud en Egipto. En hebreo, Pésaj significa pasar, ir más allá.

Nora planeó todos los detalles de su desaparición. Su cuerpo no podría ser enterrado antes del domingo debido a la tradición religiosa y aún era viernes.

La espera de la llegada del hijo, el hecho de haberse suicidado y que José haya sido irrespetuoso con el rabino ofreciéndole pizza calabresa en pleno Pésaj, dificultan y posponen aún más la posibilidad de enterrarla.

Mientras se espera el entierro, sigue la preparación de la cena de Pésaj, orquestada por Nora y ejecutada por Fabiana, empleada de la casa desde siempre y católica. Las nietas, niñas, circulan por la casa entre el ataúd, las flores y los recuerdos. Las escenas divertidas e insólitas se suceden entrelazando la tradición, lo religioso y sus costumbres.

La difunta, cubierta de hielo seco, queda durante cinco días en la casa enfriada por un enorme aire acondicionado, aguardando un lugar para ser enterrada. Cinco días sin Nora viva. Cinco días con Nora muerta.

Un hermoso nombre para la película que va a tratar de la presencia de la ausencia. Habiendo realizado su deseo, muere, la ausencia de Nora se presentifica a través del cuerpo inerte. Sólo se nos muestra el rostro de Nora muerta.

Se trata de una historia de amor, un amor de a tres: Nora, José y la muerte.

En uno de los recuerdos de José, aparecen los dos muy jóvenes, en la cama después de tener sexo y él le dice: «No quiero que te mates.»

Sabemos, a partir de estos flashbacks de José, que ella siempre quiso matarse y había intentado suicidarse varias veces. No es una sorpresa para nadie que haya tenido éxito esta vez.

José, por su parte, siempre entendió que sus intentos de matarse eran escenas en las que se incluía: «Ella lo hace para controlarme». «No lo hago a propósito», decía Nora en otro recuerdo en el que estaban saliendo de una de sus internaciones.

José se divorció de Nora después de 10 años, pero se mudó a un departamento frente al de ella. Durante los veinte años siguientes, cada uno con su binocular, vigilaba al otro… El riesgo del suicidio, el deseo de morir de esta mujer, el enigma de ese deseo que lo excluía en su imposible, era lo que mantenía a José amando a Nora.

Pero algo escapó al control de Nora…

Aquella foto que por casualidad se cayó bajo la cama es encontrada por José y revela que Nora había tenido un amante. Y era justamente su psiquiatra que también estaba en esta escena que ella armó para los días de su Pésaj.

Este secreto de Nora, revelado por la foto, obliga a José a reposicionarse en la rivalidad con la muerte. El rival pasó a ser de carne y hueso, mostrado en escenas de amor en la playa con su mujer. Fotos tomadas mientras todavía estaban casados.

Nora no calculó esto, pero es justamente esta revelación la que va a humanizar a José.

Ateo e irrespetuoso, José finalmente busca a un rabino para pedirle permiso para enterrar a una «suicida» en la tumba de su familia, resolviendo así el impasse en que había metido a la familia. Cuando se le pregunta sobre lo que pensaba del suicidio, el rabino aclara a José lo que él nunca había podido hacer en su historia con Nora: «Lo que sucede en la cabeza de alguien es un misterio y no se debe juzgar».

La última escena de la película muestra la mesa puesta por Nora ocupada por todos los personajes de la trama, alegremente comiendo y conmemorando Pésaj, mientras su lugar permanece vacío pero bien delimitado, en la cabecera de la mesa.

Es una hermosa, delicada y divertida película de amor, ¡ese gran malentendido!

Traducción: Estefanía Elizalde

Una historia novelada