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Tres pasiones: odio, cólera, indignación. Surgen de la civilización; exactamente, del campo de las relaciones políticas y sociales en que nos insertamos hoy a partir de lo que designa el significante amo de la civilización contemporánea. La hipermodernidad se caracteriza, en palabras de Lacan1 retomadas por J.-A. Miller2, por el ascenso al cenit del objeto a. Corolario de la declinación del Nombre-del-Padre, el imperativo de goce aparece en la escena de la civilización con su rostro feroz y obsceno. Por lo tanto, esta tríada surge de la fuente misma de cual emana tal imperativo.
Además, surge de los efectos por los cuales la hipermodernidad, munida del capital aliado al cientificismo, degrada al sujeto de la palabra a la condición de mero desecho. Por lo tanto, es en la perspectiva de una política, más precisamente de una política del síntoma, como reunimos estas tres pasiones, en el intento de leer el malestar vigente impulsado, siempre, por la incidencia de la pulsión de muerte.
A través de este tema tendremos entonces la oportunidad de extraer más consecuencias clínicas y políticas, así como de situar el psicoanálisis en relación con su incidencia en el mundo. Para ello, y sosteniendo la lógica de este argumento, hagamos un breve recorrido por cada uno de ellos, dando las primeras coordenadas de un trabajo que se desarrollará durante un año y con un punto de precipitación fechado en el mes de setiembre en San Pablo.
Odio, cólera e indignación son tres pasiones que en el psicoanálisis han recibido elaboraciones tan dispares como los desafíos que ellas plantean a los analistas. J.-A. Miller señala que el psicoanalista no es como el sabio, que aspira a que las pasiones no lo conmuevan, sino como el santo asediado por esas pasiones que suscita y para las cuales no hay tregua3.
De esta tríada, la primera que ingresó en la experiencia analítica y recibió de Freud cierta elucidación fue, sin duda, el odio. ¿Cuál es nuestra apreciación actual de esta pasión fundamental?
ODIO
A partir de Freud, podemos resumirla como sigue. En el complejo de Edipo, el odio corresponde al deseo de muerte hacia el rival en el amor4. Si la libido se enlaza con la crueldad, el odio puede derivarse del amor5. Reprimido, el odio puede reforzar un amor intenso, o bien constituir la fuente de una hipermoral o de síntomas obsesivos6. Un enamoramiento incipiente suele ser percibido como odio, un amor al que se deniega satisfacción se traspone fácilmente en odio, y en ciertos estadios del enamoramiento ambos sentimientos pueden coexistir7. Lo que Freud llama ambivalencia tiene su fuente en el complejo paterno vinculado al crimen primordial. Pero amor y odio no surgen de un origen común, y tienen desarrollos diversos antes de devenir opuestos bajo el influjo de la polaridad placer-displacer y de la organización genital8. El odio es más antiguo que el amor: es rechazo, expulsión del Otro, y se remonta a la Ausstoßung aus dem Ich (expulsión fuera del sujeto) que constituye a lo real como lo que subsiste fuera de la simbolización9. Ese aspecto original del odio es relevante, no sólo en lo que dice de la vida amorosa de un sujeto (incluida la transferencia analítica), sino también en relación con los fenómenos de masa10.
Lacan propone leer el odio como una pasión del ser, al mismo título que el amor y la ignorancia11. En efecto, el odio es, al igual que los otros dos, una vía en la que el ser puede formarse negando el ser del otro12. Al insertar el odio en este triángulo, Lacan inaugura su crítica de la noción freudiana de ambivalencia, reconociendo el par amor-odio como la cara única de una banda de Moebius13, pero tomando en cuenta que Freud demostró que sus dos aspectos no tienen soporte común. Los tres registros (imaginario, simbólico y real) permitieron situar en lo imaginario el odio nacido del interés que en los celos manifiesta el sujeto por la imagen del rival, y también la destrucción del otro situada en un polo de la relación intersubjetiva14.
La crítica de la ambivalencia culminará en la noción de odioamoramiento, neologismo acuñado por Lacan15 como un modo de poner en su lugar el odio –que se dirige al ser– y el amor, que no implica el bienestar del otro.
J.-A. Miller enlaza la castración femenina con el odio a la feminidad16 y, de manera similar, el goce del Otro con el odio racista17. Ambas fórmulas podrían reducirse a una sola: se odia la manera particular en que el Otro goza, justamente porque no es la propia o porque sustrae la propia. Pero ese Otro es Otro en mí, o sea que la raíz del racismo es el odio al propio goce. Sin embargo, ¿cómo entender la violencia que ese racismo puede suscitar? Hay aquí algo en lo que debemos detenernos: la distinción entre odio y violencia. El odio al goce del Otro es lo que Lacan refiere al kakon18. ¿Es entonces el odio un modo de constituir al Otro, aunque más no sea mediante su exclusión?
Aquí afrontamos una cuestión crucial: el crecimiento de los racismos y de las segregaciones en el mundo ¿obedece acaso a la tentativa de restituir al Otro? El avance del pensamiento xenófobo, junto al aumento de los movimientos extremistas de cualquier signo ideológico, político y religioso, cuyas consignas giran en torno al odio, ¿no están al servicio de eso mismo?
También nos interesará profundizar en la distinción entre las formas de racismo y de segregación, con sus correspondientes modalidades de odio.
CÓLERA
Según Lacan, el odio, al igual que las demás pasiones relativas a lo simbólico, debe distinguirse con claridad de la cólera como irrupción de lo real que surge cuando, en una trama simbólica bien establecida, las clavijas dejan de entrar en los agujeritos (según la expresión de Péguy)19. Ello no significa que odio y cólera carezcan de relación –se puede pasar de uno a otro. ¿Pero cuál es la especificidad de la cólera?
Este afecto no fue objeto de una atención especial por parte de Freud, pero en los Estudios sobre la histeria Breuer lo vinculó con la ruptura de la asociación y con la pérdida del sentido20 – algo que hoy caracterizaríamos como un quiebre en el enlace entre S1 y S2. De hecho, Lacan considera que ningún afecto y ninguna pasión, de la angustia a la cólera, puede comprenderse sino en relación con el significante21.
Luego, resaltamos que si la cólera, como irrupción de un real, está necesariamente vinculada al significante, diferenciarla de la violencia nos lleva a constatar que ésta puede ser la consecuencia de aquella, en la medida en que la separación respecto del Otro puede llevar a un cortocircuito donde la palabra falta al discurso.
INDIGNACIÓN
Según Lacan, el odio, al igual que las demás pasiones relativas a lo simbólico, debe distinguirse con claridad de la cólera como irrupción de lo real que surge cuando, en una trama simbólica bien establecida, las clavijas dejan de entrar en los agujeritos (según la expresión de Péguy)19. Ello no significa que odio y cólera carezcan de relación –se puede pasar de uno a otro. ¿Pero cuál es la especificidad de la cólera?
Este afecto no fue objeto de una atención especial por parte de Freud, pero en los Estudios sobre la histeria Breuer lo vinculó con la ruptura de la asociación y con la pérdida del sentido20 – algo que hoy caracterizaríamos como un quiebre en el enlace entre S1 y S2. De hecho, Lacan considera que ningún afecto y ninguna pasión, de la angustia a la cólera, puede comprenderse sino en relación con el significante21.
Luego, resaltamos que si la cólera, como irrupción de un real, está necesariamente vinculada al significante, diferenciarla de la violencia nos lleva a constatar que ésta puede ser la consecuencia de aquella, en la medida en que la separación respecto del Otro puede llevar a un cortocircuito donde la palabra falta al discurso.
Comisión científica del IX ENAPOL
NOTAS
1 Lacan, J., “Radiofonía”. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 436.
2 Miller, J.-A., “Una fantasía”, Punto cenit, Buenos Aires: Diva, 2012, p. 41.
3_________ Extimidad, Buenos Aires: Paidós, 2010, p. 466.
4Lacan, J., “Los complejos familiares en la formación del individuo”. In: Otros escritos. Op. cit., p. 49.
5Freud, S., “Tres ensayos de teoría sexual”. In: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu, 1994, vol. VII, pp. 151-152.
6________ “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”. Ibid., vol. X, pp. 143, 186-188. “La predisposición a la neurosis obsesiva. Contribución al problema de la elección de neurosis”, ibídem, vol. XII, p. 345.
7_________ “El yo y el ello”, Ibid., vol. XIX, pp. 43-45.
8_________ “Pulsiones y destinos de pulsión”, Ibid., vol. XIV, pp. 131-134.
9_________ “La negación”, Ibid., vol. XIX, pp. 256-257. Lacan, J., “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”, Escritos, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2009, p. 369.
10Freud, S., “Psicología de las masas y análisis del yo”, Op. cit., vol. XVIII, p. 74; Moisés y la religión monoteísta, Obras completas, op. cit., vol. XXIII, pp. 87-88.
11Lacan, J., “Variantes de la cura-tipo”, Escritos, Op. cit., p. 341.
12_______ “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Ibid., pp. 597-599.
13________ “El atolondradicho”, Otros escritos, Oc. cit., p. 500.
14________ Los escritos técnicos de Freud, El Seminario, libro 1, Buenos Aires: Paidós, 1990, pp. 403-404.
15________ Aun, El Seminario, libro 20. Op. Cit., p. 118.
16Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Buenos Aires: Paidós, 2005, p. 420.
17_________ Extimidad, op. cit., p. 53.
18Lacan, J., “La agresividad en psicoanálisis”, Escritos, op. cit., pp. 115, 119; “Acerca de la causalidad psíquica”, ibídem, p. 173.
19_______ El deseo y su interpretación, El Seminario, libro 6, Buenos Aires: Paidós, 2014, p. 159.
20Freud, S. y Breuer, J., “Estudios sobre la histeria”. In: Obras completas. Op. cit., vol. II, pp. 212-214.
21Lacan, J., “La identificación”. (seminario inédito), clase del 2 de mayo de 1962.
22_______ La transferencia, El Seminario, libro 8. Buenos Aires: Paidós, 2003, p. 319.
23Arenas, G., La flecha de Eros. Buenos Aires: Grama, 2012, pp. 36-37.
24Lacan, J., La transferencia, Op. cit., pp. 167, 199.
25_______ “La psiquiatría inglesa y la guerra”. In: Otros escritos. Op. cit., p. 122.
26Arenas, G., En busca de lo singular. Buenos Aires: Grama, 2010, pp. 285-286.
27________ Ibíd., p. 140.
28________ La flecha de Eros. Op. cit., p. 150.