Cartel de Nel-Maracay
Alba Alfaro (Miembro)
Luisa Arias (Asociado)
Adriana Meza (Miembro) Responsable del documento final
Ángel Sanabria (Miembro)
Ronald Sánchez (Asociado)
Yumilis Rojas (Participante)
Nakary Romero (Participante)

Una de las preguntas sobre las que partió este cártel[1] fue en relación a cómo el deseo logra ser medicalizado, tomando en cuenta la siguiente afirmación de Miller:

«El deseo está en el polo opuesto de cualquier norma, es como tal extranormativo. Y si el psicoanálisis es la experiencia que permitiría al sujeto explicitar su deseo en su singularidad, este no puede desarrollarse más que rechazando toda intensión terapéutica. Así, la terapia de lo psíquico es la tentativa profundamente vana de estandarizar el deseo para encarrilar al sujeto en el sendero de los ideales comunes, de un como todo el mundo». [2]

Lo enigmático es que si desde el punto de vista del amo el deseo resiste, rechazando las tentativas terapéuticas, entonces cómo explicar el éxito del discurso de la ciencia para tratar el deseo, al punto de convertirlo en un motor para el consumo, tal como ocurre hoy. Una parte de nuestro trabajo de cártel lo dedicamos a dilucidar este punto y otra a estudiar algunas consecuencias en la clínica contemporánea de este proceso.

El triunfo de la medicina o el triunfo de la ciencia.
El término «medicalización» tal como fue estudiado por M. Foucault y otros autores, hace referencia a un proceso que implica un ejercicio de poder por parte de la medicina en todos los aspectos de la vida humana. El escritor francés Jules Romains nos ofrece, a principios del siglo XX, una ilustración de la medicalización a través de una comedia teatral titulada: «Knock o el triunfo de la medicina»[3]. En esta obra, «Knock, un joven médico recién graduado, transforma una población de campesinos, renuentes a la atención de la salud, en una población consumidora de servicios médicos. Partiendo de la premisa de que: «toda persona sana es un enfermo que ignora que lo es», logra difundir entre los aldeanos la idea y el temor de contraer enfermedades para atraerlos a su consulta. En poco tiempo, diagnosticando síntomas extraños e inculcando la necesidad de prevención permanente, transformó el pueblo en una especie de hospital y se hace rico.

Esta comedia ha sido estudiada por algunos autores para ubicar la manera en que se realiza el poder médico en la civilización contemporánea. Estos análisis destacan que el poder médico se funda sobre «la vulnerabilidad del enfermo»[4] como estrategia fundamental. Algunos señalan que Knock convierte de manera calculada, la «infirmitas» (categoría ontológica que plantea la debilidad humana) en «enfermedad» (categoría nosológica de la medicina que implica un orgánico o funcional del cuerpo)[5].

La medicalización traduce el hecho de que el saber de la ciencia deviene saber amo en nuestra época, tal como lo estudia Lacan. Por tanto el triunfo de la medicina no se trata de otra cosa que de un triunfo de la ciencia como discurso. Tal como lo describe Lacan, el discurso de la ciencia introdujo un cambio respecto a lo real en nuestra época.

La ciencia en su sentido positivo y por su realización como saber absoluto es analizada por Lacan como el elemento que provoca una mutación del discurso del amo en discurso capitalista. El analiza este rol de la ciencia a partir del cambio histórico sufrido por este discurso. La ciencia se sitúa en posición de significante amo a partir del momento en que el saber toma el lugar del agente en el discurso. Ocupando esta posición el saber del amo se produce «como un saber enteramente autónomo del saber mítico». Y «es esto lo que se llama la ciencia» [6], dice.

Miller explica que por la incidencia de la ciencia el amo puede recuperar estandarizar y regular el saber que estaba libre en el mundo, para que este pueda servirle.[7].

Pero el principio científico en tanto que imperativo del amo es el saber por el saber, cueste lo que cueste, sin querer saber nada de sus consecuencias. Y estas no van en el sentido de la utilidad máxima para la humanidad sino « en el sentido de una amenaza constante »[8]. Su función, no es haber «introducido un conocimiento del mundo mejor y más extenso, sino que ha hecho surgir en el mundo cosas que no existían en modo alguno en el nivel de nuestra percepción»[9]. La ciencia contribuye a crear semblantes, ficciones, las cuales ella trata como real.

En la época del mercado global la ciencia toma aun una función más precisa y más radical en esta misma dirección de ser ciencia del amo. Abocada al servicio de la tecnología y del capital, se presenta bajo una doble función: sirve a la espoliación del saber, y por tanto, a la producción de objetos plus-de-goce en provecho del capital. Y a la vez, en un mismo movimiento ella promueve esos objetos como « necesarios » al goce, como semblantes de objeto a, ligados al saber científico.

En el discurso de la ciencia, que en el seminario 17 Lacan sitúa a partir del discurso universitario, el significante amo ocupa el lugar de la verdad y por esta vía no queda a nivel de la verdad sino el puro imperativo.[10] En consecuencia, «toda pregunta por la verdad resulta, hablando con propiedad aplastada».[11]

La ciencia como un operador del mercado
En la época de la mundialización la ciencia ofrece las bases ideológicas por las cuales el mercado opera como un significante-amo, de vocación totalitaria.

El borramiento de los límites de lo real, limites propios de la estructura discursiva bajo el imperativo de la búsqueda del plus-de-goce es lo que permite situar, tal como lo elabora Lacan, una mutación del discurso del amo.

Los principios liberales imponen en esencia que: «ningún obstáculo aduanero, fiscal o reglamentario logra frenar los intercambios internacionales«.[12] Este imperativo propio de la economía neo-liberal opera también a nivel del lazo social. Eliminar los límites u obstáculos al goce deviene una condición esencial para la creación de nuevos mercados. Es aquí que opera el saber de la ciencia como mecanismo desregulador.

Si desde sus inicios el modo de producción capitalista se sostiene y desarrolla a partir de fabricar la ficción de una relación directa con el objeto, en el lugar de la relación sexual que no existe; en la época de la globalización esta ficción surge como una realidad impuesta, como verdad absoluta, por la vía del el «mercado único», «mercado global» como significante-amo. En efecto, si Lacan había previsto un porvenir de «mercados comunes» para nuestras sociedades, caracterizado por «una extensión cada vez más dura de procesos de segregación«[13], el significante-amo de nuestras sociedades no es ya el del mercado común sino el mercado «único», un «mercado global«[14]

Bajo este significante amo la sociedad se ordena como sociedad de consumo y en este contexto el campo de la salud mental constituye un objetivo esencial a controlar. La alianza de la ciencia y el mercado radicaliza su poder en el campo de la salud mental, bajo la forma del «control global». La estrategia es colocar el deseo bajo control, orientando los términos de la demanda.

Esta estrategia elimina toda referencia al sentido, a los significantes propios del sujeto, al tiempo, al inconsciente y al goce[15]. Se trata de una oferta que, articulada a los medicamentos por una parte y a las TCCs por otra, captura al sujeto en la medida en que le permite «liberarse de toda explicación causal, de todo sentido y afirmarse en una ilusión de todo poder»[16]. De esta manera él puede legítimamente desconocer lo real con el cual se topa y eludir su responsabilidad por el goce.

Una ilustración de esta estrategia es que a partir de la publicación del DSM-IV hay en el campo de la salud mental un abandono de la subjetividad, se erradica la palabra y elimina todo valor a la transferencia, en provecho de lo objetivo, lo cuantificable y lo comparable de un paciente a otro. Además, se definen los criterios de lo normal y lo patológico a partir de un consenso de expertos, lo cual instala un ateoricismo conveniente a la industria farmacéutica. A partir de esta etapa se promueve en el campo de la salud mental, un «para todos» y un «sueño biológico» para explicar y ordenar el goce. En síntesis se trata de una forma de «forclusión del sujeto» en el contexto de una supuesta «neutralidad» del saber científico.[17]

Con la difusión de datos estadísticos se legitima la presencia de trastornos de conducta y otros, en la población, y se genera a la vez inquietud y sospecha de estar padeciendo un trastorno mental. Este temor opera como un desregulador de las identificaciones.

Este proceso viene tomando el giro de lo ilimitado, en lo que G. Wacjman ha definido como una «extorsión de lo íntimo»[18]. Se trata de que el temor y la sospecha de padecer un trastorno mental recae ahora incluso también sobre los niños. Estos, bajo la amenaza de devenir un peligro para sí mismo y la sociedad, deben ser evaluados y tratados preventivamente desde la edad maternal. En la medida en que se multiplican los pasajes al acto y los estragos de la sociedad de consumo, estos datos sirven para renovar el temor y la sospecha y relanzar la creación permanente de nuevos mercados de consumo de medicamentos y de tecnologías diagnósticas.

Tal como afirma Wacjman, las políticas sanitarias en el campo de la salud mental suponen que todo el mundo, sin importar quien sea, puede a priori ser considerado culpable. La población considerada así en riesgo, sería una clase potencialmente peligrosa, lo cual justifica colocarla bajo vigilancia en su conjunto y lo más pronto posible. Sobre estas premisas se vigila y evalúa constantemente diferentes sectores de la población de manera coercitiva a fin de justificar la medicación desde la más temprana edad.[19]

Pero este afán de control de la ciencia aliada al mercado progresa también en ofertas de modificación del cuerpo y de superar limitaciones biológicas. La manipulación genética, así como las cirugías reconstructivas y estéticas, extienden cada vez más el límite de lo real en lo que respecta a la sexualidad, el cuerpo, la reproducción, el envejecimiento y la muerte.

El deseo medicalizado
El deseo medicalizado se presenta en términos de una urgencia que demanda un saber científico. Se trata del deseo bajo la forma de la angustia.

La desregulación del sentido que ordena las identificaciones, el goce y, en suma el lazo social, apunta a introducir el fenómeno de lo siniestro, de la angustia, haciendo extranjero lo familiar.[20] Por esta vía se hace del objeto-causa una forma para generar demandas y ofrecer soluciones de normalización, siempre renovadas, por parte del mercado. El fin es enganchar al sujeto o, como dice Miller, encarrilarlo al consumo por la vía de los «ideales comunes».

La eficacia de este tratamiento podemos basarla en el estatuto de lo real en la angustia. Tal como afirma Miller lo real «es lo que constituye el verdadero amo y la causa del deseo. «[…] en psicoanálisis el ser, el sí mismo, es el resto, y es en el resto que se concentra el verdadero amo. Es en este resto y para este resto que en realidad se vive. Es a este resto de irrisión que Lacan llamaba la causa del deseo, donde el sí mismo se busca»[21].

De acuerdo entonces con esta propuesta de Miller, el significante-amo del discurso del amo, sería ese imperativo del sentido, de darle un sentido mítico a ese real sin sentido del goce, resto y causa de deseo. Este significante viene a ser: «la obligación que tenemos de relacionar nuestra persona a una identidad. Estamos obligados a ser uno, con una identidad bien destacada«.[22] En esto consiste «la captura del ser humano a partir del discurso del amo, de la obligación de ser uno.»[23]

Miller plantea la función de defensa que tendría el Nombre del padre ante lo real del deseo, frente al objeto a, ese resto que causa, «[…] como si el padre fuese el vestido magnífico de este pequeño resto, donde el secreto del ídolo debería ser buscado.»[24] Visto de esta forma, explica Miller el Edipo estaría «del lado del discurso del amo». Es decir del lado del sentido que cubre lo real, ese real que es el objeto a, causa del deseo y resto de goce.

Entendemos entonces que la manera de operar el discurso de la ciencia es la de cuestionar el sentido que cubre lo real, para ofrecer identidades y soluciones de goce estándares, adaptadas al mercado.

Miller propone que el objeto a, en tanto resto, pieza suelta, es lo que define el estatuto del objeto en lo contemporáneo. El dice: «La función de la pieza suelta es aislada como tal en el seminario de La angustia, como un módulo de objetos característicos de la experiencia moderna. La pieza suelta vale ahí como una aproximación, un esbozo de lo que Lacan elucubra como objeto a. la pieza suelta no es un todo. Lo que la constituye como tal es que ella se refiere a un todo que ella no es. Ella es extraída de ese todo, de un todo donde ella tiene su función. [25]

La pieza suelta es aquí el objeto como trozo de real, resto del cuerpo, y al mismo tiempo un resto del aparato discursivo rebajado, despreciado, un plus de gozar separado del sentido. Miller sitúa el lugar de este real, este resto, en el contexto de un mundo ordenado por los semblantes:

«Es así que la más tonta de las piezas sueltas, una vez aislada de su función como tal, deviene enigmática. Uno no sabe lo que ella quiere decir porque ella no sirve para nada […] la significación, el sentido, es el uso. Por esta vía la pieza suelta cuando ella no sirve para nada es una figura fuera-sentido, fuera del sentido. Y es entonces en ese momento preciso, cuando ella no sirve para nada, que ella puede entonces servir y prestarse a mil y un uso, y de entrada a un uso de goce puro, si el goce es precisamente, como lo evoca Lacan al inicio del seminario Aun, lo que no sirve para nada.»[26]

Podemos entonces plantear que si este trozo de real, esta pieza suelta hace de causa de deseo, búsqueda de sentido, en la época de la subida al zenit social del objeto a, deviene un objeto de goce en sí mismo, en la medida en que es transformado en una pura búsqueda del plus-de-gozar. De esto se trataría la extorsión de lo íntimo que plantea Wacjman como operación propia de la medicalización del deseo: arrancarle al sujeto los significantes y sentidos que sitúan las coordenadas de su deseo y del goce, para orientar su ser de acuerdo a los términos propios del discurso científico y de las ofertas del mercado.

Tal como Lacan lo formula en el discurso capitalista, ese sujeto tachado, en posición de agente, deviene, comandado por el imperativo Goza!, la figura contemporánea del deseo, un sujeto en una búsqueda infinita e ilimitada del plus-de-gozar, un sujeto consumidor y consumido.

¿Qué lugar para el psicoanálisis en el contexto del deseo medicalizado?
Miller plantea, en la presentación del IX congreso de la AMP, las características y consecuencias para nuestra práctica de esta condición de lo real en nuestra época. «Se trata de dejar atrás el siglo XX, dejarlo detrás de nosotros para renovar nuestra práctica en el mundo, él mismo bastante reestructurado por dos factores históricos, dos discursos: el discurso de la ciencia y el discurso del capitalismo»[27] De acuerdo con Miller con el desvanecimiento de la naturaleza como real, este deviene un resto, por estructura, desordenado. Así: «Se toca a lo real por todos lados según los avances del binario capitalismo-ciencia, de manera desordenada, azarosa, sin que pueda recuperarse una idea de armonía.»[28]

Si el inconsciente en tanto que discurso puede ponerse en orden, por la experiencia analítica, es en la medida en que, afirma Miller, «la elucubración transferencial consiste en dar sentido a la libido, que es la condición para que el inconsciente sea interpretable. Eso supone una interpretación previa, es decir, que el inconsciente mismo interprete.»[29]

Instalar la dimensión de lo real del inconsciente en nuestra práctica clínica implica entonces poder de entrada cuestionar y desmontar los sentidos y las demandas que vienen en el sujeto acopladas al discurso de la ciencia y del mercado. Dar el espacio requerido para la elucubración de saber, propia del sujeto, que instala el inconsciente como suposición de saber.

«Lo real inventado por Lacan no es lo real de la ciencia»[30] En el psicoanálisis se trata de «un real azaroso, contingente, en tanto que falta la ley natural de la relación entre los sexos. Es un agujero en el saber incluido en lo real.»[31]

En el siglo XXI al psicoanálisis le corresponde «explorar otra dimensión: la de la defensa contra lo real sin ley y fuera de sentido […] para entrar en el Siglo XXI, nuestra clínica deberá centrarse sobre el desbaratar la defensa, desordenar la defensa contra lo real.»[32]

Es el desafío que nos plantea la clínica contemporánea, donde la angustia y el goce aparecen articulados, como defensa contra lo real, fijando al sujeto a la demanda.


Notas

  1. Este cartel se constituyo de forma ampliada y se efectuaron 5 reuniones. A partir de las interrogantes y elaboraciones y de la revisión bibliográfica, se elaboró el documento final.
  2. J.-A. Miller, Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 36.
  3. J. Romain, Knock o el triunfo de la medicina, del 1923, publicada por Editorial Bruño, España en 1991.
  4. J. A. Mainetti, La medicalización de la vida y del lenguaje, Fuente: www.bioetica.org, http://hipocratesyfreud.blogspot.com/2008/04/la-medicalizacin-de-la-vida-y-del.html
  5. Ibídem.
  6. J. Lacan, Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Barcelona, 1992, p. 103
  7. J.-A. Miller, ¿Qué se busca en el saber?, Cuadernos andaluces de psicoanálisis, N° 2, 1990.
  8. Ibídem.
  9. Ibídem.
  10. J. Lacan, Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, Ob.cit, p. 111.
  11. Ibídem, p. 110.
  12. P. Deubel, et autres, Analyse économique et historique des sociétés contemporaines, Pearson Education France, Paris, 2008, p. 277.
  13. J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967, Ornicar ? n° 1, p. 27.
  14. M.-H. Brousse , Marchés communs et ségrégation, Ob.cit., p. 45.
  15. Ibídem, p. 17.
  16. Ibídem.
  17. D. Laurent, Le médicament saisi par la logique de la technique, Mental N° 19, Mai 2007, p. 14.
  18. G. Wacjman, L’extorsion de l’intime, Mental N° 18, Octobre 2006.
  19. G. Wacjman, L’extorsion de l’intime, Mental N° 18, Octobre 2006, p. 26-27.
  20. Este proceder lo vemos ilustrado también, como tendencia, en la programación de las series televisivas, documentales, etc., cuyo tema es la sospecha de locura, criminalidad, perversión, hacia personas aparentemente inofensivas, vecinos, familiares, e incluso en sí mismo.
  21. J.-A. Miller, Seminario El deseo de Lacan, Atuel, Buenos Aires, 1997, p. 77.
  22. Ibídem, p. 82.
  23. Ibídem, p. 83
  24. Ibídem, p. 78.
  25. J.-A. Miller, Pièces détachées, LCF N° 60
  26. Ibidem, p.157.
  27. J.-A. Miller, Presentación del tema del IX Congreso de la AMP, Lo real en el siglo XXI, http://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=38&intEdicion=13&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2468&intIdiomaArticulo=1
  28. Ibídem.
  29. Ibídem.
  30. Ibídem.
  31. Ibídem.
  32. Ibídem.