La crisis de las normas y la agitación de lo real

Responsable: Ernesto Sinatra (EOL)
Integrantes: Nicolás Bousoño, miembro EOL, Darío Galante, miembro EOL, Mabel Levato, miembro EOL, Claudio Spivak, miembro EOL, Jazmín Torregiani, miembro EOL.

Introducción: L@s nuev@s adict@s
Interrogamos la agitación de lo real y las crisis de las normas en el estado actual de la civilización -la globalización híper-moderna considerada en la perspectiva del No-Todo- para desprender algunas particularidades sobre los usos que los parlêtres hacen de los cuerpos en el consumo actual de tóxicos.

Jacques-A.Miller demostró que la globalización obedece a la lógica del No-Todo[1] por la sustracción producida de la excepción -del lado macho de las fórmulas de la sexuación- la que se encarnaba hasta ayer en la autoridad del padre. Designó feminización del mundo a ese momento de la civilización en el que el Todo ya no puede constituirse del modo tradicional por aquella extracción.

A partir de ello, la crisis de las normas también se manifiesta en la epidemia actual de las clasificaciones. Las teorías del género han implosionado en innúmeras micro-totalidades en un intento –siempre fallido- de definir (y/o cuestionar) una identidad sexual, en pos de asegurarse una diferencia irreductible con las otras clasificaciones: homosexuales; bisexuales; transexuales; intersexuales; variaciones queer…hasta los auto-denominados asexuales[2] se agregan a la repartición tradicional.

La secuencia que enmarca nuestra investigación:
1º Caída del padre
2º Declinación de lo viril
3º Feminización del mundo

¿Qué destino para los cuerpos toxicómanos cuando los parlêtres han dejado de responder a la autoridad del padre –quien aseguraba un conjunto cerrado de leyes que regulaban el goce desde la interdicción[3]-? Ellos llegan al analista afectados por todo tipo de malestares -que suelen mostrar en sus cuerpos[4]- frecuentemente ligados a acciones realizadas, delictivas y/o con presencia de substancias tóxicas, pero sin interrogación alguna respecto de la conexión entre lo padecido y lo realizado.

¿Se trata aquí de la versión ‘siglo XXI’ de «los delincuentes por sentimiento de culpabilidad», en los que la función de excepción del padre ya no regula en la civilización como antes?

A partir de estas coordenadas intentamos descifrar los códigos e intereses de los nuev@s adict@s[5] en su polifonía (a los que denotamos con el signo arroba para cifrar dos rasgos de la época: la web-globalización y la impronta en el lenguaje de las batallas del género): adictos a las drogas –con substancias cada vez más sofisticadas-, pero no menos a una variedad de consumos tan extendida como las acciones que denotan los más diversos modos de gozar: work-alcoholics; cyber-adictos; tele-adictos; ludo-adictos; sexo-adictos; personas tóxicas…Aquí también la lista parecería interminable.

Por nuestra parte incluimos en la lista los cuerpos agitados -usos maníacos del cuerpo como efecto de la falta del regulador fálico-; los nuevos usos de los agujeros del cuerpo –vodka eyeballingchilly Willy, tampax on the Rocks; hasta los ‘propietarios’de cuerpos-máquina. Abordamos su tratamiento con el principio de que toda acción humana propicia siempre una forma específica de goce singularizada según la modalidad de satisfacción fantasmática de cada parlêtre.

Las tribus urbanas: micro-totalidades de goce
«Siempre se puede explicar que la estructura del no-todo es abstracta y que, de hecho, en la realidad las cosas no funcionan así. Y es que esta máquina implica la constitución insistente de micro-totalidades que, al ofrecer nichos, abrigos, cierto grado de sistematicidad, estabilidad, codificación, permiten restituir cierto dominio. Sin embargo, esto es a costa de una especialización extrema de los sujetos allí atrapados, que traduce la presencia de dicha máquina. Así para restituir un dominio, es preciso elegir un campo muy restringido de significantes, un campo muy restringido de saber»
Jacques A.Miller [6]

Consideremos las modificaciones en el lazo social: múltiples agrupamientos que responden al estallido del universal –las denominadas tribus urbanas- que se refugian en micro-totalidades: sistemas abiertos que agrupan integrantes por identificaciones a un rasgo a partir de la coalescencia de saber y goce: Skaters; Grunges; Góticos; Heavies; Hard Cores; Skin Heads; Emos; Raperos, Floggers…la lista no cierra, mostrando su inconsistencia estructural.

El elemento aglutinante de las tribus es un goce éxtimo: excluidos del universo social con inclusión solidaria en la banda; marginación de las leyes del Otro con inserción fuertemente normativa en su micro-totalidad. Las substancias tóxicas suelen ser coadyuvantes del lazo asociativo, y en ocasiones advienen rasgos determinantes del accionar compartido, como sucede en ‘el rito del botellón’ una modalidad de ciertas tribus urbanas.

Las tribus del botellón –un rito urbano
El declive del padre arrastró en su caída los grandes ritos, a él dirigidos. Ya no existen los síntomas tradicionales del siglo freudiano descifrados siguiendo las trazas nítidas del inconsciente; ellos han estallado y surgen en su lugar nuevas formaciones –las que a menudo no llegan a cristalizarse en síntomas. Es una consecuencia mayor del pasaje del «¡No gozarás!» al «¡Debes gozar!»

Tales formaciones se ensamblan hoy en el cuerpo del parlêtre -pero no menos en el cuerpo social- mostrando que el impacto con lo imposible sigue determinando las más variadas formas de goce. Si bien en el siglo freudiano eran las amnesias histéricas y los rituales obsesivos síntomas clásicos los que mostraban la predominancia de la defensa, hoy los síntomas revelan más decididamente formas de goce. Defensa y goce dividen sus aguas entre los dos siglos.

No hay organización social del toxicómano; por más granjas o comunidades que se le ofrezcan él no «socializa» fácilmente -salvo para participar del circuito de las drogas. El ‘adicto’ solo responde a la dimensión autista del síntoma, él es el representante mayor de una práctica que produce un cortocircuito de goce en el cuerpo ¿Cómo hablar entonces de ritos toxicómanos?

El «rito del botellón» nació en los espacios más exclusivos de Madrid y ha llegado a nuestro continente. Es una práctica colectiva realizada por jóvenes, circunscripta a territorios confinados por calles angostas –zonas del botellón– que aterroriza a los vecinos y que se propala muy rápidamente.

Consideremos sus pasos a la luz de la comida totémica freudiana en Tótem y Tabú.

Primero, la reunión de todos los integrantes es una condición necesaria para la fiesta; luego se prepara el consumo reglado con el armado del botellón incorporando los ingredientes de la pócima – suelen agregarse diversas drogas, aunque no necesariamente; después: la ingesta; más tarde los intercambios entre los integrantes (ya no reglados); finalmente el resto del rito: los desvanecidos y los desechos orgánicos esparcidos por doquier. Los desmanes suelen ser de tal proporción que han pergeñado una «legislación anti-botellón».

Analicemos el fenómeno.

No se trata ni del habitual goce autista del toxicómano ni de una fiestita privada o semi-pública, sino de una organización social paroxística y a repetición: un encuentro[7] reglado de una tribu urbana en torno del uso común de una substancia tóxica -substancia tóxica y no alcohol para enfatizar la función del tóxico[8] y aplicarla ahora a un conglomerado social: la tribu del botellón.

Además, aceptamos que se trata de un rito, ya que la repetición de la acción toxicómana es condición necesaria de su efectuación –siempre en presencia de la comunidad, nunca como acción aislada.

Podemos hablar aquí de «retorno hiper-moderno del alcoholismo», ya que los alcohólicos puros que se habían extinguido -nostálgicos vindicantes en el nombre del padre, generalmente por amores contrariados- se reciclan en tribus urbanas. Pero también podemos denominar máquina de guerra[9] a este dispositivo ritual, el que se instala en el centro del principio del placer del mercado para devolverle sus restos: los individuos caídos del sistema, objeto real del consumo[10].

Otra consecuencia es que, a diferencia de las sociedades antiguas tribales organizadas en torno del padre-tótem[11], en este ritual híper-moderno en el lugar del padre hay un vacío y en él resta la huella del goce de una pisada hedionda, resto tan inclasificable como el del goce toxicómano, huella vaciada de la obediencia retroactiva al padre muerto freudiano. Pero, entonces, un rito sin padre del nombre que lo sostenga ¿es un rito?

Reencontramos aquí nuestra hipótesis inicial. Este rito urbano es paradigmático del estado actual de la civilización, nombrado feminización del mundo: Luego de que el padre-Uno se hubo retirado dejando un vacío central, estructuras inconsistentes -en serie y abiertas- rigen la organización social desde el No-Todo esparciendo sus goces.

Cuerpos toxicómanos

1 – Cuerpos máquina
«no sabemos qué es el ser viviente, excepto que es un cuerpo, eso se goza»
Jacques Lacan[12]

Jacques- A. Miller afirmaba que Lacan sabía que iríamos cada vez más en el sentido de Descartes, de operar sobre el cuerpo, «de descomponerlo como una máquina»[13]. La idea «de unidad del cuerpo ha quedado atrás, siendo lo que está en marcha es un devenir cuerpo fragmentado, una operación sobre lo real del cuerpo»[14].

Un entrevistado, consumidor de múltiples tóxicos en los que el alcohol tiene un sitial privilegiado relata lo que llama «paliza»: serie de consumos organizados racionalmente, de los que extrae efectos diversos según cada tóxico. El desencadenante lo ubica en una tensión que se incrementa cuando el Otro -jefe, padre, novia- se le presenta como demasiado exigente. Goza de la paliza mientras pretende liberar una tensión. Su problema: cuando ello escapa de control.

En la búsqueda de alivio consume alcohol, repetidamente. Luego utiliza cocaína para inhibir los efectos del alcohol. Sin embargo, el cálculo no siempre es el adecuado y un exceso de cocaína ha de ser inhibido por otra ingesta de alcohol. Esta actividad trae un efecto no buscado: la impotencia; entonces consume sildenafil para recuperar la potencia, pero luego se encontrará con el rechazo de la novia por abordarla «químicamente» y/o con dificultades para eyacular.

Concluido el circuito se siente vacío y dolorido en cada segmento de su cuerpo. De su consumo dirá «la máquina necesita combustible para funcionar». La máquina en cuestión es su cuerpo; pero luego precisará que es su pene.

Su consumo excede el alivio que dice buscar: «la menor excitación, lo que hace desaparecer la tensión»[15]; la iteración muestra el circuito de la paliza con su lado oscuro: un cuerpo gozando en el dolor ¿Retorno de los golpes del padre, figura del goce? ¿père-versión del castigo?

Habrá que esperar la ocasión en que la intervención analítica se apropie del malentendido para verificar si es posible hacer existir en este individuo un inconsciente transferencial. Mientras tanto él seguirá con su circuito de goce intentando disciplinar a su cuerpo como a una máquina sin poder lograrlo jamás.

Como señala Eric Laurent[16]la sociedad técnica nos dice que nos consideremos máquinas, que imaginemos el cuerpo como si fuera un automóvil, que cuando algo ande mal sólo busquemos piezas de repuesto.

Así, cuando la aspiración continua de cocaína erosiona el tabique nasal, sólo habría que recurrir a su restauración quirúrgica

Este empuje a la domesticación del cuerpo como máquina, no es menos la pretensión de los (auto)denominados ‘consumidores racionales’, buscadores de efectos controlados que simulan, al igual que los economistas, la promoción de ganancias calculables. Pero más allá de lo razonado de cualquier emprendimiento descubrimos en la experiencia analítica la falla de ese cálculo, la imposibilidad del individuo de encontrar un punto donde detenerse.

El empuje que lleva más allá de los límites, convierte toda actividad humana en adicción, ya que toda acción está siempre comandada por una satisfacción.

Sin olvidar que tratar al cuerpo como máquina es el ideal de las tecno-ciencias: un reemplazo automático de las piezas para que respondan a sus yo-propietarios.

2 – Cuerpos agitados
Un cuerpo agitado muestra una alteración de la relación que el sujeto tiene con el objeto a. Desde el franco desencadenamiento maníaco en el cual «es la no función de a lo que está en juego»[17] pasando por toda una gama de situaciones que confluyen en la medicalización de la existencia, hasta llegar a los clásicos casos de toxicomanía en los que la acción del tóxico obtura la relación del sujeto con el falo.

¿Qué limita la agitación de un cuerpo? Paradójicamente debemos escribir: nada, y debemos leer en esa ‘nada’ una forma del objeto a. Es el nada que acalla el murmullo pulsional que empuja a la acción.

Cuerpos agitados indican a un parlêtre que es llevado por ‘su’ cuerpo sin poder poseerlo, tenerlo, mientras desconoce lo que causa su agitación.

Describamos algunos ejemplos de agitación corporal cuando falla el lastre del objeto causa.

Lipoaspiración twitteada

Una joven mediática, devenida vedette, recorre innúmeros quirófanos y da notas para narrar cada una de sus transformaciones corporales. Insatisfecha con las repercusiones mediáticas obtenidas decide twittear sus imágenes para que vean los cambios casi en tiempo real. Allí ofrece su cuerpo traumatizado por una lipo-aspiración (para sacarse «esos rollitos de más») con imágenes sin velo -todo es expuesto a la mirada del Otro. En nombre del amor al ideal, se trafica el goce escópico del traumatismo.

Música-electro agita cuerpos anónimos

En las fiestas rave reina el primado del ritmo, ahí no hay nombres, ni palabras, ni expresiones; solo el ritmo importa. Es un frenesí que solo busca el goce de la agitación en el cuerpo, lo real desanudado de lo simbólico. No hay Otro, hay uno y uno y uno; solo importa la vibración del cuerpo en un continuo que se extiende durante toda una noche. Por supuesto, para que ese cuerpo soporte se requiere de la ingesta de pastillas de diseño fabricadas para tal fin. Cada tanto tenemos noticias de los cuerpos que no resistieron la falta de capitoneado, de este ritmo sin fin y perecieron en el intento.

Furor por la vida sana.

La agitación de los cuerpos se extiende –también- a la «vida sana». Se calcula que la mitad de los nacidos en el 2001 podrán vivir hasta los 100 años. Notable avance de la ciencia sostenido en un retraso del envejecimiento del cuerpo –del viviente, diríamos nosotros. Sucede que a ese avance científico le sigue un empuje al cuidado, que en algunos casos adviene un objeto más de consumo.

«Somos lo que comemos» dicen los nutricionistas, pero también «somos lo que corremos….» dice los maratonistas y todos a correr ¿Por qué no extraer lo mejor del vino tinto con un extracto de resveratrol? ¡Excelente idea! Nada de perder el tiempo compartiendo una copa con amigos.

Luego la medicina ortomolecular y la promesa de vivir 120 años y -por supuesto- pasarla bien: solo se necesita comprar una dieta balanceada y una serie de pastillas de por vida. Hay un goce mortífero también en la salud que agita los cuerpos: la medicalizacion de la existencia incluye un plan de vida plena sin dolores ni signos de envejecimiento, adiós al malestar y -por supuesto- a la angustia. Cualquier signo de extrañeza es resuelto por el cuerpo ortomolecular a través de una terapéutica a base de una pastilla. Y una, y una…

Se evidencia hasta qué punto un fin noble aparentemente apuntado por Eros, puede impulsar un desencadenamiento maníaco tanático, cuando no media la función reguladora del objeto sobre el goce del cuerpo: allí el individuo, su ser vivo, es el objeto real del consumo.

3 – Cuerpos con agujeros infiltrados de goce
Ciertas prácticas de intoxicación le dan al alcohol una función diferente del circuito tradicional, nostálgico, freudiano: aquél que, en el nombre del padre efectuaba el matrimonio con la botella. Hoy los amores contrariados dejan su lugar al cinismo del goce, para volver a evitar el encuentro con el partener sexuado.

Se trata de prácticas que hacen del alcohol un instrumento que instila goce directamente en los orificios del cuerpo, sin mediación de ningún recorrido significante que regule lo que allí se pone en juego.

Se encuentran en You Tube videos de -lo que denominan- «vodka eyeballing«: verter un shot de vodka directamente en el ojo. La práctica se realiza habitualmente en grupos de amigos que, en un clima festivo, se filman mientras lo hacen todos al mismo tiempo. Ellos comparten la curiosidad, las ganas de probar, el dolor y la falta de preocupación por las consecuencias.

Un nuevo procedimiento entre los consumidores de cocaína «sniffeo de vodka», permite liberar las vías nasales usualmente obstruidas por la mucosidad que se desprende por el efecto analgésico de aquella. Al aspirar el alcohol opera su efecto vasodilatador, destapándolas.

Aspirar vodka no sólo es una práctica para continuar consumiendo cocaína, el «Chilly Willy» o el «Oxy shot» –de moda en las discos– acelera el proceso de borrachera. Se produce en grupos que gozan de la mirada, segregando el dolor del Otro: «no hay una explicación lógica ni motivo para hacerlo; lo único que genera diversión es ver sufrir al idiota que le toca hacerlo, nos reímos de su cara de dolor»[18]

Pero nariz, ojos y boca no son las únicas vías de ingesta, hay quienes empapan tampones con vodka para insertarlos en la vagina -o en el recto: Tampax on the rocks, práctica ligada en ocasiones a la prostitución.

Otra forma de tomar tequila equivoca los cinco sentidos. Se exprime limón en los ojos, se aspira la sal y se traga el alcohol; sigue una cachetada y al final el grito. Nuevamente el goce del dolor se extrae del uso del alcohol. Acción preformativa que hace lo que dice: Tequilazo deja de ser un nombre para transformarse en el goce (shot) mismo. Cae el uso de la medida fálica que introduciría allí el malentendido de lalengua, queda el puro goce del cuerpo fragmentado.

A pesar de la variedad, la lista se torna monótona, evocando las «120 jornadas de Sodoma» de Sade. Se verifica la afirmación de Eric Laurent en el argumento del Encuentro: «Las palabras y los cuerpos se separan en la disposición actual del Otro de la civilización».

Más allá de la diferencia entre estas prácticas, se trata en cada una de ellas de la infiltración del goce en los agujeros del cuerpo. Es notable hasta qué punto se intenta subvertir así el funcionamiento de los sentidos del viviente para mostrar que el cuerpo goza; para intentar olvidar las marcas singulares del significante en el cuerpo que marcaron a cada parlêtre de un modo único e irrepetible al confrontarlo con el troumatismo de lalengua.

Colofón
Existe una condición que adviene principio: estar advertidos de que el estado actual de la civilización requiere de cada psicoanalista el cuestionamiento de sus propios prejuicios, condición necesaria para sostener una práctica que siga siendo eficaz en tratar la angustia de la época: una experiencia orientada más acá (pero no menos: más allá) de la continua transformación de los semblantes y de los renovados procedimientos de las tecno-ciencias, los que intentan re-diseñar -siempre de un modo que resulta sinthomático– lo real de la sexuación.

Partimos de la diferencia entre lo viviente del individuo y su cuerpo, para precisar que las modificaciones producidas en lo real de un organismo para buscar ciertos efectos (ya sea con substancias tóxicas, ya sea con procedimientos quirúrgicos de transformaciones en la identidad sexual), no son necesariamente acompañadas por el cuerpo libidinal. Conjeturamos que es ésta la brecha por la que el psicoanálisis puede introducir su oferta a la comunidad en el estado actual de la civilización.


Notas

  1. MILLER, J.-A: El Otro que no existe y sus comités de ética (con E. Laurent); PAIDOS Editorial; Págs.76/79
  2. Produciendo en su demanda una verdadera paradoja en la nominación, ya que requieren ser reconocidos como el cuarto sexo, cuando a su vez rechazan que sea el sexo el que determine su posición en el mundo.
  3. Íbid, pág.14
  4. Cuerpos que a menudo suelen presentarse como superficies de inscripción de lo que no puede escribirse (tatuajes, piercings, cortes, etc.)
  5. SINATRA, Ernesto: L@s nuev@s adict@s -la implosión del género en la feminización del mundo. Editorial TRES HACHES, Bs. As. 2013
  6. MILLER, J.-A. : El inconsciente es político; en LACANIANA N°1; Ediciones EOL, pág. 16
  7. Un encuentro, un encuentro y uno…: debemos consignar la iteración del Uno que inicia la serie.
  8. SINATRA, E.: ¿Todo sobre las drogas? GRAMA Ediciones; Bs.As. 2010. Pág. 70: Función del tóxico en la economía de goce de un sujeto, con ella se invita a precisar el valor de la substancia en juego -llámese ésta alcohol o droga-. La variación -que puede parecer insignificante- incluye una generalización que desdibuja la diferenciación entre el denominado alcohólico y el toxicómano
  9. El término «máquina de guerra» lo tomo de Gilles Deleuze
  10. Ídem (8) págs.34/52,
  11. La père-version del rito sacrificaba el padre al hijo, para luego manducarlo en una transgresión reglada con todos ahí
  12. LACAN, Jacques. (1972-73): El seminario, libro 20: Aun, Paidós, Barcelona, 1981.
  13. Miller, Jacques-Alain. Biología Lacaniana y Acontecimiento del Cuerpo. Colección Diva. Buenos Aires. 2002
  14. Ibídem
  15. Lacan, Jacques. «Psicoanálisis y Medicina», en Intervenciones y Textos 1. Editorial Manantial. Buenos Aires, 2002.
  16. Laurent, Eric. «¡Es difícil no estar deprimido!». Diario Perfil. Edición del 9-12-07
  17. Lacan, J: El Seminario. Libro 10. La Angustia. Paidós, Buenos Aires, 2011.
  18. Oyhanarte, R. «Beber con el cuerpo». Diario Perfil.com. Buenos Aires. 27/3/2011.