El Imaginario-Real del cuerpo de mujer

En un primer momento, la expresión «cuerpo de mujer» puede causar cierta extrañeza. Es un sintagma bastante provocativo, que nos hace trabajar, que puede abordarse desde diversos ángulos. En la perspectiva gramatical, la locución adjetiva «de mujer» especifica al sustantivo cuerpo. No se trata ahí de un cuerpo cualquiera.

Hay otra perspectiva, que es la que abre, en lo imaginario, a cierta dimensión real del cuerpo, de la cual encontramos marcas en diversos momentos de la enseñanza de Lacan. Cuando Lacan hace un giro en su perspectiva teórica y clínica, afirma que todo comienza por el goce, que el significante se «forcluye» como ser, que existe apenas como goce. De esta manera, él afirma: «lo que sólo existe no siendo» (Lacan, …o peor 1971-1972, p. 133). A partir de ahí, nos vemos convocados a repensar el cuerpo.

El encuentro entre el significante y el cuerpo anatómico produce un cuerpo de goce que es lo que, precisamente, permanece; lo que existe. En este acontecimiento, el significante se corporiza. Hay un cuerpo que goza. Pensándolo así, toma valor la materia que el cuerpo anatómico ofrece al significante, lo cual nos lleva a volver a la polémica Freud-Lacan: ¿la anatomía es o no el destino?

Tomaremos un camino que da cuenta del cuerpo y del goce, partiendo de Freud («El yo y el ello», p. 27, nota de página 16) que, en la tercera década de su construcción teórica, ya decía: «El yo es sobre todo una esencia-cuerpo…deriva en última instancia de sensaciones corporales, principalmente las que parten de la superficie del cuerpo…». Así, la vida entra en el campo de lo mental por el polo corporal.

Enunciando que «la anatomía es el destino», (1912, «Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa…», p. 183), Freud considera que, de la misma forma que nacemos entre orina y heces, el amor conserva un carácter animal, que hace que en el acto sexual encontremos nuevamente aquello que envolvió nuestra venida al mundo. Podemos acordar, sin duda, con esta versión freudiana de la frase de Napoleón: «La geografía es el destino».

En este momento Freud destaca que la pulsión se descompone en principio en una gran serie de componentes o, mejor aún, proviene de ellos. Resalta también que algunos de esos componentes no pueden ser acogidos en su conformación ulterior; deben ser suprimidos o destinados a recibir otro uso en una fase anterior –esto se corresponde con lo que Miller (, Sutilezas analíticas, 2008-2009, p. 163) denomina operación de mutación.

Volvamos a Freud. El remarca que especialmente los elementos pulsionales coprófilos demuestran ser incompatibles con nuestra cultura estética, probablemente desde que al adoptar la marcha erecta, apartamos de la tierra nuestro órgano olfatorio; lo mismo vale para buena parte de los impulsos sádicos que pertenecen a la vida amorosa.

El enfatiza también el hecho de que estos procesos de desarrollo sólo atañen a los estratos superiores de la compleja estructura. Los procesos fundamentales que llevan a la excitación amorosa no han cambiado. Lo excrementicio forma con lo sexual una urdimbre íntima e inseparable. La posición de los genitales –entre orina y heces- sigue siendo el factor decisivo e inmutable. Los genitales no han acompañado el desarrollo hacia la belleza de las formas del cuerpo humano; conservan aún hoy un carácter animal como lo fue en todo tiempo. En esa dirección, debemos admitir que entre las pulsiones amorosas y la cultura no hay armonía.

Retomemos el punto que dice respecto del encuentro del significante con el cuerpo –el cuerpo biológico debe ofrecer al significante una materia de goce diferente en cada ser. Esto quiere decir que hay un primer momento, cuando se forja un cuerpo, de puro goce corporal, goce para cada uno. Este goce, concebido por Lacan como goce femenino, está en todo hablanteser, sea mujer u hombre.

Se trata de un goce fuera del Edipo y, según Miller, (Curso de Orientación Lacaniana, 2011) parte de un acontecimiento de cuerpo. Miller lo afirma así:

¿Qué entendemos cuando retomamos la expresión goce femenino, sino que su régimen es profundamente distinto del goce del macho? Entonces, ¿se trata de un binarismo: la mujer tendrá el goce femenino y el hombre tendrá el goce masculino?…no es así,…El entrevió, por el sesgo del goce femenino…que, hasta entonces en el psicoanálisis siempre se había pensado el régimen del goce desde el lado viril…lo que abre su última enseñanza es el goce femenino concebido como principio del régimen del goce. Por eso, lo define goce como tal. (Miller, 2011, lección del 12-3-2011).

Qué significa, aquí, este goce como tal? El goce como tal es el goce concebido como sustraído de, fuera de la maquinaria del Edipo, reducido al acontecimiento de cuerpo y que se da como conjunto abierto e infinito.

El cuerpo de mujer implica un encadenamiento propio de simbólico, real e imaginario, que se realiza no sólo como especular sino también en su constitución sustancial. Vale la pena decir que se efectúa en distintos momentos de la vida.

El encuentro de lo real del cuerpo con los significantes de lalengua toman consistencia en el cuerpo imaginario. En el momento del establecimiento del lenguaje y de la instalación del campo fálico, las cosas se complican, y es posible que tome peso la materia del cuerpo imaginario.

Se produce un drenaje de goce femenino al goce fálico, definiendo las posiciones: hombre como aquel que hace el drenaje y mujer como aquella que hace un drenaje bastante menor para conservarse en el goce femenino, lo que va a designarla como no-toda.

Se introduce entonces una cuestión: ¿influye el cuerpo anatómico en ese drenaje del goce femenino al goce fálico? Encontramos algunos fundamentos en Lacan que se aproximan a nuestra cuestión.

Lacan (El Seminario libro XX: Aún. 1972-73 p.89) hace referencia a cierta dimensión real de una mujer, afirmando: «Sólo hay mujer excluída de la naturaleza de las cosas que es la de las palabras». Esto quiere decir que es exactamente por el hecho de ser no toda que ella está excluída de la naturaleza de las cosas. Hay un goce más allá del falo del cual la mujer nada sabe; apenas lo experimenta en el cuerpo. Esto lo lleva a comentar, en el capítulo IX de este mismo seminario, «Si hay algo que fundamenta al ser es, ciertamente, el cuerpo». En el Seminario RSI, Lacan (1974-1975) indica nuevamente el estatuto real de las mujeres en tanto seres parlantes no sin cuerpo.

Finalmente tomemos la lectura que propone Miller en El partenaire-síntoma sobre las fórmulas de la sexuación como estructuras significantes del cuerpo. Aquí, él introduce al Otro como cuerpo.

El Otro no es un cuerpo mortificado, es un cuerpo vivo, al menos en cierto nivel de lo que podemos llamar la actividad humana….Es importante agregar este carácter, porque no hay cuerpo humano que no sea sexuado. Miller, 2008, p.406/7).

Por otro lado, Miller distingue la estructura del orgasmo masculino de la estructura del orgasmo femenino en relación con los dos lados de las fórmulas de la sexuación, leyendo su lógica como una lógica corporal, en la cual la función de excepción del lado izquierdo se encarna en el órgano fálico como «fuera del cuerpo» en el hombre, en tanto la inexistencia de la excepción del lado femenino se encarna en el cuerpo mismo como «fuera del cuerpo» para la mujer.

Así, Miller considera:

. …el plus del orgasmo masculino como emergencia del goce fálico, que se distingue por su lugar «fuera del cuerpo». En esta zona del «,para todo x» represento el cuerpo en su armonía, constituyendo un conjunto.

Luego, una pequeña zona delicada pero muy interesante, que es suplementaria, y que tiene un lugar aparte en la economía psíquica. (Miller, 2008, p. 412).

Abajo, la representación del orgasmo masculino:

En relación al goce femenino, él destaca:

Del mismo modo, podemos representar del otro lado el goce femenino por el no-todo. También debo representar la ausencia de este punto suplementario y encontraremos, en efecto, la estructura diferente y bien conocida del orgasmo femenino, con su modalidad en fases y potencialmente, si no infinito, al menos escalonado. Aquí no encontramos el punto «fuera del cuerpo» como en el hombre, porque el cuerpo mismo se convierte en «fuera del cuerpo».(Miller, 2008, p.413)

Abajo, la representación del orgasmo femenino:

Tecnociencias y cuerpo anatómico

Freud («El sepultamiento del Complejo de Edipo» 1924) presenta una segunda versión de la frase «la anatomía es el destino». La primera, ya referida, se remitía al cuerpo pulsional. Esta vez Freud articula este enunciado con las consecuencias psíquicas de la distinción anatómica entre los sexos. Haciendo una vinculación entre el falo, el Edipo y la castración, se da cuenta de que analiza con más criterio el desarrollo del Edipo en los niños, y se pregunta: ¿cómo se realiza el desarrollo correspondiente en las niñas?

Reconoce que, aún cuando el sexo femenino desarrolle un complejo de Edipo, un superyó y un período de latencia, las cosas no se dan de la misma manera que en los ñiños. Considera también que la exigencia feminista de iguales derechos para los sexos no añade mucho, porque la distinción morfológica está destinada a encontrar su expresión en diferencias de desarrollo psíquico. Enfatiza que el clítoris en la niña se comporta inicialmente como un pene, pero ante una comparación con un compañero del otro sexo, la niña se siente inferiorizada y víctima de una injusticia. De ahí proviene la posibilidad de consolarse con la expectativa de que se pueda adquirir un apéndice tan grande como el del niño, y de esto surge el complejo de masculinidad de la mujer.

Freud esclarece también:

Pero la niña no comprende su falta actual como um carácter sexual, sino que lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y después lo perdió por castración. No parece extender esta inferencia de sí misma a otras mujeres, adultas, sino que atribuye a estas, exactamente en el sentido de la fase fálica, un genital grande y completo, vale decir, masculino. Así, se produce esta diferencia esencial: la niñita acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación. (Freud, 1924, p.186).

Lo que la época actual introduce como novedad es que las tecnociencias consiguen modificar el cuerpo anatómico por medio de una serie de intervenciones complejas, permitiendo a algunos seres hablantes (como los transexuales) pensar que la anatomía no sea el destino. Esta posibilidad abre también a una nueva concepción de la persona en el sentido jurídico del término, que involucra al cuerpo. Las leyes se van transformando de tal manera que abren un espacio de separación entre lo que se constituye como identidad civil (que incluye la referencia al género) y el cuerpo anatómico. Aquí se incluyen no sólo los transexuales sino también ciertos travestis que cambian su sexo civil. Creemos que la frase freudiana se mantiene en el sentido de que, aún en estos casos, los sujetos deben realizar toda una serie de operaciones médico-legales para hacer coincidir su destino con la anatomía deseada, y no con la que les es dada por la naturaleza.

La relación entre el discurso de la ciencia médica y el del psicoanálisis es analizada por Calmon y Moreira (2012), que parten de la siguiente pregunta: ¿cómo se efectúa en el transexualismo la aprehensión del cuerpo? Tomando la cuestión del cuerpo de mujer en el transexual masculino, estos autores mencionan, recorriendo la literatura, el caso relatado por el autor francés H. Frignet (2002), que se considera el acto que marcó el «nacimiento» del transexualismo. Se trata de la intervención endócrino-quirúrgica practicada en 1952 en George Jorgensen, de 28 años, ex soldado del ejército norteamericano. Esta cirugía se convirtió en un acontecimiento en el campo científico y social. Este acto inaugural hizo brotar una demanda desmedida por las cirugías transgenitales.

Lacan (…o peor,1971-1972/2012, p.17) afirma la condición psicótica de los transexuales, y esto permite pensar que la certeza de pertenecer al sexo femenino y la necesidad imperiosa de efectuar la castración se relacionan con el empuje a la mujer, como empuje al goce femenino. Así, la castración se realiza en lo real del sexo por la extirpación del pene y, al mismo tiempo, cumple la función de suplencia.

Un poco más adelante, Lacan (íd.) enuncia que el transexual debe «pagar el precio» por no hacer la separación entre real y simbólico. Es en esta confusión de tomar uno por el otro que el transexual intenta extraer el significante eliminando lo real, extirpando el órgano. Lacan señala que es en tanto significante que él no lo quiere más, no como órgano. La locura del transexual consiste en querer librarse de este error –no ve que el significante es el goce y el falo es solo significado. Padece del error de querer forzar mediante la cirugía el discurso sexual.

La demanda de corrección quirúrgica del transexual es el pedido de que el discurso de la ciencia le dé un cuerpo de mujer. Millot ( Exsexo, 1984, p.37) demuestra esto según lo representado en la figura de abajo:

El fracaso de la expectativa provocada por la demanda de hacer La Mujer toda, y no solo una neovagina, evidencia que este cuerpo de la anatomía hombre no tiene éxito en la tentativa de alcanzar el goce femenino.

El sintoma transexual tendría, según Millot, una función estructural análoga a la que Lacan atribuye a la escritura para Joyce. Esto permite comprender por medio de qué suplencia se evita la psicosis. Geller («Transexualismo», 2011) considera que los sujetos psicóticos, que no construyen un delirio de transformación en mujer como Schreber, no consiguen una invención para interpretar el goce del órgano pene, intentando entonces suprimirlo mediante la cirugía.

En otra dirección -una transformación en cuerpo de mujer que no ocurrió en función de una demanda transexual- el caso Bruce (Colapinto, Sexo trocado, 2001), marca el afán de la ciencia ante el deseo imperioso de determinar la condición sexual humana. Bruce nació niño. Una cirugía para una circuncisión le dejó una lesión seria en su pene. Sus padres, habiendo tomado conocimiento de los estudios del psicólogo John Money sobre género, decidieron consultarlo y éste les aconsejó someter al niño a una cirugía de re-designación sexual, que transformaría el pene lesionado en una vagina, y, a partir de allí, el niño tendría que ser educado como una niña.

En esta experiencia notamos que el énfasis en el determinismo sexual está puesto en la cultura y en la evidencia de que el niño es puesto en posición de objeto de prácticas científicas. Fue exactamente el impedimento de la emergencia de un lugar como deseante lo que ocasionó el desastre de la experiencia, pues Bruce rechazó el papel del género femenino que le fuera dado por el Otro de la ciencia y también se distanció de la elección respectiva de objeto sexual que le fuera impuesta por la cultura.

Cuando pequeño no se sentía como una niña, lo que se manifestaba en actos como romper vestidos y rehusarse a jugar con muñecas. A los 14 años, sus padres decidieron contarle la verdad. Esta decisión llevó a Bruce a iniciar la búsqueda de rescatar su lugar de hombre, sometiéndose a una serie de intervenciones en el cuerpo, además de rectificar su nombre civil. Sin embargo, ese intento de rescatar el órgano anatómico no salió tan bien, según lo que evidencia el relato del caso. David, como pasó a llamarse por su propia elección, llegó a casarse con una mujer; pero ésta, luego de catorce años de convivencia, cansada del «carácter melancólico» de su marido, le propuso la separación. Pocos días después, David se pegó un tiro.

Frente a la respuesta caprichosa de la ciencia de construir un cuerpo de mujer preguntamos: ¿la ciencia estaría operando en el sujeto al servicio del delirio? Ansermet («Ciencia», 2011) considera que la ciencia, en el intento de operar sobre lo real por lo simbólico, permite intervenir de manera inédita en la realidad, que puede quedar revirada: con las biotecnologías contemporáneas, se puede llegar al punto de hacer delirar a la realidad. O, por lo menos, todo sucede como si se tuviesen los medios para hacer que el fantasma penetre en la realidad.

Así, para este autor, hoy se puede intervenir en las referencias simbólicas hasta desarreglarlas. Las diferencias de sexo, por ejemplo, se pueden perturbar a través de la oferta de la posibilidad de procreación y de gestación en un transexual mujer que se convierte en hombre. Si fuera posible efectivamente modelar así la realidad, entonces el fantasma avanza sobre la realidad, penetra en todos lados, hasta penetrar, según Miller (El banquete de los analistas, 2000, p. 310), lo real. Si el goce -como dice Ansermet- es el resto, el producto de la operación de la ciencia, puede advenir de allí un llamado al psicoanálisis. Se trata de estar dispuesto a acoger, recibir la miseria del goce producido por los efectos de la ciencia.

La conclusión a la que llegamos es a que las prácticas tecnológicas de cambio de sexo, al hacer delirar a la realidad, revelan la falla estructural de lo Simbólico para tratar lo Real, permitiendo la producción de alucinaciones cada vez más aberrantes, que tienen como consecuencia la conformación del cuerpo al ideal Imaginario. Acompañando esta lógica, Miller (Entrevista a Le Point, 2010) propone una reflexión sobre la idea de que el hombre desea convertirse en un producto de síntesis; si así fuera, «mañana la ingeniera biológica, el genio genético, hará de este sueño realidad y pesadilla».


Referencias

  • Ansermet, F. «Ciencia». En: Scilicet. El orden simbólico en el siglo XXI.
  • Colapinto, J. Sexo trocado. Rio de Janeiro: Ediouro, 2001.
  • Calmon, A. S. C.; Moreira Júnior, W. C. A ciência a serviço do delírio. In: Santos, T. C.; Santiago, J.; Martello, A. (Org.). De que real se trata na clínica psicanalítica? Rio de Janeiro: Companhia de Freud, 2012.
  • Freud, S.»El sepultamiento del Complejo de Edipo»(1924) en Obras completas, volumen XIX. p.181. Ed. Amorrortu. Bs.As.1979.
    ______.»El yo y el ello»(1923) en Obras completas, volumen XIX. p.13. Ed. Amorrortu. Bs.As.1979.
    ______«Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología del amor II)»(1912)en Obras completas, volumen XI, p.173. Ed. Amorrortu. Bs.As.1979.
  • Frignet, P. O transexualismo. Rio de Janeiro: Cia de Freud, 2002.
  • Geller, S. «Transexualismo». En: Scilicet: El orden simbólico en el siglo XXI
  • Lacan, J. El seminario, libro 18: De un discurso que no fuera del semblante (1971). Ed.Paidós. Bs.As. 2009.
    ______. El seminario, libro 19: …o peor (1971-1972). Ed.Paidós. Bs.As.2012
    ______. El seminario, libro 20: Aún (1972-1973). Ed.Paidós. Bs.As.1981.
    ______. Seminario RSI (1974-1975). Clase del 11 marzo de 1975. Inédito.
  • Miller, J.-A. El banquete de los analistas 1990. Ed. Paidós. Bs.As. 2000.
    ______. Curso de Orientación Lacaniana. Clase del 12 marzo. 2011.
    ______. Sutilezas analíticas 2008-2009. Buenos Aires: Paidós, 2011.
    ______El partenaire-síntoma. Ed. Paidós. Bs.As. 2008.
    ______»Tu ojo es subyugado mientras tu mente es puesta a dormir» . Entrevista publicada en la revista francesa Le Point, No. 1.953, el 25 febrero de 2010. Versión castellana: Hilos de Ariadna (publicación virtual), 9 de noviembre 2011.
  • Millot, C. Exsexo: ensayo sobre el transexualismo. Ed. Catálogos SRL. Bs.As,1984.

Notas

  1. Trabalho coletivo, elaborado por Analicea Calmon, Bernardino Horne, Celia Salles, Fátima Sarmento (relatora), Graciela Bessa, Lucy de Castro, Nieves Soria DaFunchio.