¿De qué niño se trata?
Este trabajo corresponde a uno de los ejes de la investigación que se viene realizando dentro de la Conversación en ENAPOL: El niño amo. El equipo que participó en esta exploración está compuesto por colegas de las distintas Delegaciones de la NEL en Bolivia: Giancarla Antezana, Liliana Bosia, María Elena Cano, Edwin Jijena, Claudia Peñaloza, Diego Tirado, Ricardo Torrejón y Gabriela Urriolagoitia. En este texto se reflexiona sobre algunos conceptos que pueden dar cuenta de la cuestión del niño, siguiendo estos puntos de referencia: el niño freudiano, el niño lacaniano y el niño producto del hipermodernismo considerado como el niño amo/tirano.

El niño freudiano
En Introducción al Narcisismo, Freud concibe al niño instalado como objeto del deseo de los padres «Su majestad el rey»; niño privilegiado que inmortaliza el narcisismo de los padres. Simultáneamente y haciendo contrapunto pasa a la escena el niño «perverso polimorfo» que escandalizó la sociedad vienesa de principio en 1905. Se trata de un niño que goza con distintas partes de su cuerpo, es autoerótico en su modo de satisfacción. Esta erotización del cuerpo del pequeño revoluciona el concepto de la inocencia como parte constitutiva de la infancia.

Juanito es la estrella que retrata al niño freudiano. Presenta una formación sustitutiva: «miedo al caballo» producto de una actividad masturbatoria y del nacimiento de la hermana que lo expulsa del mundo idílico con la madre. Se revela así un excedente sexual que merece ser sofocado por la represión. Este caballo que corcovea, en realidad es un animal que muerde, y que muerde los genitales, revelando de esta manera un sufrimiento producto de un defecto en la amenaza de castración. Se trata de un hijo del Edipo, quien sostiene los ideales de la época, principios del Siglo XX, sujeto a las tradiciones de la moral victoriana. El padre de Juanito anticipa al padre permisivo, que no se incomoda y no responde, en el Siglo XXI.

El niño lacaniano
El niño lacaniano es esencialmente un niño traumado. En un primer momento de la enseñanza de Lacan-años 50- nos encontramos con un niño sujeto a la problemática edípica: ser el falo imaginario de la madre, quien a través de este niño resolvió su propia falta de pene. Los síntomas del niño se establecen como respuestas frente a la castración de la madre y ofician como sustitutos del Padre Real.

Posteriormente en el Seminario 11, aparece un sujeto-niño representado pero a la vez desmayado, en afánisis por la omnipresencia del sentido proveniente del Otro, y quien desplegará una estrategia de separación-muchas veces articulada al nombre del padre- para provocar una falta en el Otro del deseo y devenir él mismo un sujeto deseante. Acá la respuesta del niño se constituye en un síntoma que revela una forma de goce que sostiene al objeto a. Esta respuesta de goce es la separación. La dirección de la cura pasa por la sustracción-cesión- de este goce. El trauma se asienta en el encuentro con el Otro.

En el Seminario 20 Lacan opera un giro en el cual el lenguaje destinado a la comunicación y a la articulación con el Otro pasa a ser un dato secundario. El estatuto del lenguaje, como plantea Miller, es concebido como semblante junto con la comunicación, el concepto del Otro, el Nombre del Padre, el símbolo fálico. «En Aun cuestiona el concepto de lenguaje, que considera como un concepto derivado y no originario con relación a lo que inventa llamar lalengua, que es la palabra antes de su ordenamiento gramatical y lexicográfico».[1]Lalengua revela un goce del blablabá que reenvía al goce Uno que prescinde del Otro. El Otro es el Otro del Uno y la palabra se encarna en el goce Uno.

Luego del Seminario 20 y la Conferencia de Ginebra, el síntoma se cristaliza no en la relación con el Otro, sino en lalengua. Lo traumático se define por el encuentro con las palabras, con el S1 solo no significado por un S2.Lo simbólico es secundario con relación a este encuentro insólito, contingente de lalengua con el cuerpo. Este goce Uno revela que no existe el goce del Otro, por lo tanto se sostiene la proposición No hay relación sexual.

En el acontecimiento traumático encontramos un cuerpo afectado, donde se producen huellas de afecto displacenteras en la vida del ser – hablante, afirmará Miller. Luego, el acontecimiento contingente es el impacto de lalengua sobre el ser- hablante. «El afectoesencial es el trazante de la lengua sobre el cuerpo»[2]. Esto produce el trauma. El estatuto del acontecimiento: ya no es producido por Otro, por lo fantasmático, sino por la incidencia de lalengua que impacta el cuerpo.

Lacan cambia así la lectura de Juanito quien entra en la serie de niños afectados por un troumatisme: frente a la falta de sentido -S1- producido por la erección, que se evidencia en un goce desbordante, hace una fobia. Lacan pone de manifiesto que: los síntomas tienensentido en relación a la realidad sexual. Plantea que: «el inconsciente fue un invento de Freud…vinculado al encuentro que tienen ciertos seres con su propia erección»[3]. Este goce pasa a ser hetero, ajeno ya que Juanito tiene que enfrentar esto sin entender nada y está al principio de su fobia.

A propósito del caso Sandy, niña de 2 años y 5 meses, observación realizada por Anneliese Schnurmann[4], Lacan dice: «La primera frase verdaderamente larga y articulada que pronuncia – hay algún retraso en su evolución – es para decir que el perro le muerde en una pierna al niño malo, y esto en pleno acting de su fobia»[5]. Es interesante subrayar que el sinsentido del S1 sólo, que establece un agujero en el saber, es el que impulsa a la pequeña Sandy a hablar buscando un sentido (S2) que la pacifique. Tiene un accidente durante el baño, introduce un trozo de jabón en la vagina, acontecimiento del cuerpo que la conmociona, le es extraño y tarda mucho en calmarse. El uso del lenguaje es secundario y un efecto de este acontecimiento corporal es que se resuelve con la fobia.

¿Y hoy? El niño amo-tirano
En Una fantasía Miller subraya, siguiendo a Lacan, que el objeto a está en el cenit social. Este objeto plus de gozar comanda el discurso hipermoderno. «Juega su partida en la dimensión de un real que falla, de tal suerte que la relación de los dos sexos entre sí se volverá cada vez más imposible y que el uno-totalmente-solo, si puedo decirlo así, será el estándar poshumano»[6].

Hoy, la vida humana se regula por la inmediatez de la tecno ciencia y el tecno capitalismo. Miller plantea que: «El nombre del padre según la tradición ha sido tocado, ha sido devaluado, por la combinación de dos discursos, el de la ciencia y el del capitalismo»[7]. Las leyes del mercado han sustituido a las tradiciones. Estamos dominados por la dictadura del plus de gozar que hace estallar la tradición, el discurso del amo.

Nos encontramos con un niño ahora hijo del discurso capitalista, colocado como objeto de consumo de un mecanismo que empuja al goce. Desde este lugar el niño se constituye en amo tirano y caprichoso, comandando a los padres, a la familia, a los educadores, al Otro social. Este Otro al cual se dirige el niño es a su vez un padre y/o una madre productos del hipermodernismo ellos mismos cool, permisivos, hedonistas, en fin caprichosos.

Hoy, es frecuente ver a una madre capturada por la imagen del celular o de cualquier dispositivo informático mientras da de mamar. Se trata de padres, en un punto, ausentes, extremadamente arbitrarios, narcisistas e individualistas.

¿Y los niños? En estos niños caprichosos la pulsión no está regulada por lo simbólico. ¡Soy lo que soy! En Donc Miller recuerda que se trata de una elección forzada, elige ser yo, ser de goce, al rechazar el inconsciente. Luego: ¡Yo lo quiero, porque lo quiero! Hay una satisfacción directa de la pulsión, revelando un exceso de goce. Adela Fryd ubica a estos niños como «niños amos».[8]

Por otra parte, siguiendo a Miller constatamos que cuando este capricho se articula a una voluntad llega y dice: «¡Yo lo quiero, soy yo quien lo quiere!».[9]Encontramos un niño colocado en posición de objeto a que tiraniza con este «yo quiero» que es un yo quiero absoluto que acciona como pulsión. En el cuaternario sadiano este ejercicio de la voluntad produce en el Otro la división del sujeto, un sujeto barrado. La voluntad divisoria es equivalente a la voluntad de la pulsión, a la pulsión como voluntad de goce.

¿Acaso podríamos colocar en este lugar al niño amo, en el lugar de la V de la voluntad, produciendo la desesperación de la madre, del padre y del Otro social? Este niño se encuentra atrapado en una paradoja: simultáneamente se encuentra sometido al imperativo categórico él mismo, y a la vez comanda sobre el Otro. El principio de esta voluntad es el a, detrás de ese yo quiero.

Algunas reflexiones sobre el yo
Existe un significante, el S1 puro dirá Lacan en el Seminario 17, que es el Yo. Encierra un sentido absoluto y es ubicado en el lugar de la verdad en el discurso universitario. Es interesante subrayar este carácter absoluto de este S1, del Yo amo: «El Yo idéntico a sí mismo, eso es precisamente lo que constituye el S1 del imperativo puro.»10″Soy lo que soy», arroja un sentido absoluto en el lugar de la verdad y sostiene lo que Lacan designa como Yocracia, identidad consigo mismo. Se trata del S1 como el Yo del amo: «aquel que de algún modo encierra en sí como verdad cualquiera que enuncia un saber. Estamos en el reino del yo ideal, con una preponderancia de la imagen sobre lo simbólico, donde el goce de la imagen, con un resto de libido que no cede, desemboca en un goce narcisista caprichoso y terco.

Nos enfrentamos a un Yo en el que se cree. Miller dirá que:»se cree amo de su ser y se diceYo».11No sólo cree sino que se identifica con él. Se trata de una elección forzada y el niño elige el ser. Se despliega una locura fálica del yo que arroja al sujeto a un narcisismo desmedido, que no acepta pérdidas.

¿Se trata de niños infatuados con un empacho de narcisismo? Es pura captura del yo ideal en un delirio imaginario. En Donc Miller comenta que en la locura se trataría de una creencia que consiste en creer en una identidad de sí sin pasar por el Otro; en la locura se trataría de la inmediatez. ¿Acaso estos niños presentan una dificultad en la alienación que se vislumbra en creer que esta unicidad de la identidad se construyó sin pasar por el Otro? ¿Es posible pensar que la separación se juega a nivel del objeto y del cuerpo, evitando la respuesta desde el significante?

Una viñeta clínica
Una madre presenta a su hijo José de 7 años con muchos temores: cree que puede ser un futuro delincuente, siempre enojado, quiere estar en el grupo de los mafiosos del curso, tiene rabia es llorón y no entiende algunas situaciones. Interrogada la madre admite que ella no es imparcial, que prefiere a la hija menor, y que así como José la rechaza, ella también lo rechaza posición que la iguala al hijo.

El padre es pasivo y permisivo, intenta proteger débilmente al hijo frente al exceso materno, pero paradojalmente esta blandura incrementa la ferocidad de la madre.

Es una madre quien piensa que su hijo puede matar, que puede convertirse en un criminal. Finalmente asocia que su propia madre era muy violenta, la golpeaba contra la pared, pensó muchas veces que la quería matar. Así construye un fantasma donde se encuentran la abuela, la madre y José.

El primer día que llega José está acurrucado en la sala de espera, llora y dice que la madre no lo escucha. Pronto esta presentación de un niño contraído llorando se transforma en un niño caprichoso, quiere que se cumpla su voluntad y la impone con rabietas, gritos, y mucho movimiento. Se mueve excesivamente, sale corriendo del consultorio y entra, toca todo. Dirá que le gustan las peleas, los golpes y que ve películas de muertes. Busca provocar al Otro. Frente al semejante se sitúa con una tensión agresiva permanente pega, insulta y provoca.

Se evidencia una ferocidad en el comportamiento de este niño: hace lo que quiere, tiene una agitación que molesta al Otro. El Otro social, el colegio intenta tranquilizar a este niño desbordado probando introducir la norma a la fuerza: castigos diversos y un recurso médico: ritalina. Nada funciona.

Se puede pensar que José logra una estrategia de separación a través del cuerpo: agitación, gritos provocando la mirada y el fastidio en el Otro, pero paradojalmente esta maniobra hace que el niño caiga como un objeto de desecho. Se trata de un niño quien frente al Deseo del Otro responde desde la mirada y el grito.

Desde el dispositivo analítico se oferta una escucha y el niño poco a poco habla. José en varias oportunidades dirá «nadie me mira», pero en consultorio se oculta de la mirada de la madre revelándose un niño mirada para el Otro. En el dispositivo la analista sustrae la mirada que trae como consecuencia que José deje de presentarse como un niño que convoca la mirada del Otro mostrándose como un niño tirano.

José rompe los juguetes. Las intervenciones van por la vía de interrogar al niño si hay otra forma de jugar y quien es el otro para José. Habla del colegio: empieza a jugar y los amigos lo dejan solo. Después lo molestan. Él también molesta. Concluye: no son realmente buenos amigos. Luego admite que él mismo molesta y no acepta a los amigos, especialmente si tienen mal olor. Continúa planteando cuestiones referentes a sus compañeros: no le gusta ser rechazado. Sabe que para resolver esto tiene que dejar de violentar. Lo sabe.

José llega a plantear que la madre no lo escucha y él tampoco. Dirá que uno y otro son abusivos, gritones y caprichosos. Tanto la madre como José se presentan como dos amos en espejo, una verdadera locura en la cual aparentemente el Yo se construyó sin pasar por el Otro. En el dispositivo analítico la analista se oferta como un Otro que posibilita que José se haga de un lugar por fuera del objeto desecho.

Poco a poco José intenta preguntarse sobre este comportamiento agresivo. Concluye que algo tiene que hacer con esto. José intenta responsabilizarse.

Durante el año de análisis comenta que le gusta hablar, se recuesta en el diván y habla. Se constituye otro. Bajo transferencia sabe que hay al menos un Otro que lo escucha. Algo del goce se frena por la palabra y la vía del humor, por la desdramatización que no es sin responsabilidad y la posibilidad de relativizar los acontecimientos. Hubo cesión del goce mirada, José deja en algún punto de exhibirse y molestar sexualmente a los chicos, y se recorre del lugar de objeto «raro» para el Otro. También hubo a través del humor una acotación del goce de la voz- gritos e insultos permanentes- permitiendo otro uso de la palabra.

Para concluir
¿Cómo pensar la clínica con estos niños? E. Laurent plantea que el psicoanalista debe proteger al niño de estos delirios de la familia y del Estado, y «permitirle orientarse, encontrar su camino, discernir cómo él- que fue producto del «aborto» del deseo parental, de los impasses de la producción del niño como objeto en la civilización- puede y debe darse los medios de hacer, a su turno, un plano del edificio, condición ésta para encontrar una puerta de salida que le permita construir una solución viable, vivible para él y para los que luego serán sus hijos».12


Notas

  1. Miller, J.-A., «Los seis paradigmas del goce», El Lenguaje Aparato del Goce, Colección Diva, Buenos Aires., 2000, p. 172.
  2. Miller, J.-A., «El síntoma como Acontecimiento del Cuerpo», Biología Lacaniana y Acontecimiento del Cuerpo, Colección Diva, Buenos Aires, 2002, p.81.
  3. Lacan, J., «Conferencia en Ginebra sobre el Síntoma», Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1988, p.127.
  4. Schnurmann, Anneliese, «Observation of a Phobia», The Psychoanaliytic Study of the Child», New York, 1949, p.253, p.270.
  5. Lacan, J., «La dialéctica de la frustración», El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Paidós, Buenos Aires, 1994, p.74.
  6. Miller, J.-A., «Una Fantasía», Revista Lacaniana, N°3, Buenos Aires, 2005, p. 15.
  7. Miller, J.-A., «Lo real en el Siglo XXI», El Orden Simbólico en el Siglo XXI, No es más lo que era, ¿Qué consecuencias para la cura?, Grama, Buenos Aires, 2012, p.426.
  8. Fryd, A., «Amos del amo», Psicoanálisis con niños y adolescentes 2, Grama, Buenos Aires, 2009, p. 127.
  9. Miller, J.-A., «Capricho y Voluntad», Los usos del lapso, Paidós, Buenos Aires., 2004, p.168.
  10. Lacan J., «Verdad, Hermana de Goce», El Seminario, libro17, El Reverso del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992, p.66
  11. Miller J-A., «La inconsistencia del inconsciente», Donc, La lógica de la cura, Buenos Aires, Paidós, 2011, p.425
  12. E. Laurent, «El niño, ¿resto?», Psicoanálisis con niños y adolescentes 3, grama, Bs. As., 2011, p.26.