El Boletín Asuntos! #12 se suma a la serie ya esperada por todos, desde pequeños textos y entrevistas que vienen componiendo la interesante acuarela, donde se van matizando los diferentes asuntos de la familia. ¡Sus enredos en la práctica son tema de nuestro VIII ENAPOL!

Valiéndose también de las artes, especialmente de la literatura y el cine para ilustrar el tema abordado, los autores nos presentan sus contribuciones originales, intrigantes, algunas de ellas acompañadas de un fino humor, puntuadas y articuladas con las enseñanzas de Freud, Lacan y Jacques-Alain Miller, brújula esencial para la dirección de nuestra clínica, ¡atentos para no dejarnos enredar!

En su entrevista, Samuel Basz se propone ayudarnos a responder a estas preguntas difíciles – ¿qué es un padre, una madre, un hijo?-, sus papeles y modos de ejercer sus funciones, basándose en lo que un analista puede escuchar de sus analizantes en ese sentido. En relación a la familia, es «el lugar donde todo eso se equivoca», dice… A ver por qué y cómo.

En «Madre, sólo hay una», Susana Dicker habla sin perder el humor, sobre la universalidad de esta declaración, debido a la famosa «certíssima» con que Freud destaca la figura materna y sus consecuencias, a veces nefastas, referidas por Lacan, en el nivel del sujeto. Por último, pero no menos importante, nos recuerda una frase de Miller «¡la madre suficientemente buena, si no lo es demasiado!»

Bernardino Horne también al modo de una entrevista, menciona con entusiasmo el argumento de nuestro VIII ENAPOL, por el abanico de rasgos presentados por él en nuestro work in progress. En este sentido, sugiere una pregunta: «¿cómo un sujeto subjetiva la trama del discurso familiar, cómo lidia con los imperativos de goce que impregnan ese discurso?»

En su texto, «Saberse hijo del deseo- Sobre la père-version«, Luiz Felipe Monteiro hace uso de la última novela de Ian McEwan –Cáscara de Nuez en la que el narrador es un feto de 38 semanas de edad, que no puede dejar de escuchar lo que sucede a su alrededor. Valiéndose del humor sutil que condimenta la primera frase de la novela, comienza su texto: «Así que aquí estoy, cabeza abajo dentro de una mujer». De un modo inventivo, McEwan retoma la trama de Hamlet, de lo que se sirve Luis Felipe para pensar el tema de la versión-del-padre.

Héctor Gallo, inicia su texto «Padre», diciendo que el gran problema de Freud, en sus reflexiones sobre el inconsciente y las estructuras clínicas, «no fue: ¿qué quiere una mujer?, sino qué es un padre». Valiéndose de una cita de Lacan, resalta la importancia subjetiva «de esa ficción que es el padre» para la crianza, para estar en el mundo, «sin importar como lo caracterice.»

Bajo el título «Deberíamos nacer huérfanos», Diana Campolongo aborda la cuestión de las formas en que la familia está presente, a pesar de que estamos en la época del surgimiento de lo que se llama convencionalmente nuevas parentalidades, ya sea por medio del amor, de la culpa, del rechazo o de la desaprobación.

Enmarcando este número, tenemos el comentario de Analía Trachter sobre la inquietante película Festern (La celebración, 1998) dirigida por Thomas Vinterberg, la primera película del movimiento Dogma 95.

¡Buena lectura!

Vera Avellar Ribeiro, Responsable de Traducciones EBP, VIII ENAPOL

Traducción: Estefanía Elizalde

¿Qué se celebra?

Esta película danesa del Director Thomas Vitenberg es la primera del movimiento Dogma 95, cuyo manifiesto se basa en la intención de recuperar la pureza del cine, un cine sin ilusiones tanto desde lo técnico como en su trama, lo que deriva en el efecto de crudeza natural de las escenas.

La primera escena de la película La celebración nos sitúa en la Mansión de una familia de clase alta danesa donde se realizará el festejo de los 60 años del dueño. Van llegando los hijos y los invitados.

No parece ser la ocasión ideal para exponer los Asuntos de familia, pero no es lo que tiene en mente Christian, el mayor de los hijos.

El primer encuentro entre padre e hijo nos transmite la incomodidad que afronta Christian ante la presencia de su padre, quien luego de preguntarle por el estado de su vida, le pide que fuera él quien diga unas palabras sobre su hermana muerta.

Los otros dos hijos son Michael, el más chico, ya casado y con hijos, nervioso, alterado y el segregado de la familia y Helene, la independiente y rebelde.

El comienzo del festejo está enmarcado en una serie de tradiciones danesas y cánticos ofrecidos al homenajeado. Luego viene el brindis.

Es Christian quien toma la palabra titulando su discurso: «El cuento de la verdad, cuando papá se bañaba» y así, sin más, denuncia frente a todos los invitados el horror de haber sido violados sistemáticamente él y su hermana melliza suicidada hace poco tiempo desde muy pequeños por su padre cada vez que iba a bañarse. «Comprendí cuando mi hermana murió que mi padre era muy pulcro y me pareció que era hora de compartirlo».

Los invitados se mantienen en silencio, murmuran, pero no parecen horrorizados.

El abuelo paterno toma la palabra y es para contar anécdotas exponiendo burlonamente las dificultades de su hijo en la juventud para asumir su masculinidad.

Teniendo un primer impulso de dejar las cosas así con su denuncia, Christian se está por ir cuando su amigo de la infancia lo frena: «Te vas a ir sin ganar la batalla».

De ahí en más, la dinámica de la película gira en torno a las idas y vueltas para que el secreto familiar logre salir de su escondite y, a la vez, los esfuerzos del otro lado para hacerlo callar.

Es así que el padre, tocado pero no herido aún, confronta a su hijo amedrentándolo, recordándole lo perverso que fue con sus amigos en la infancia, su internación, sus fracasos con las mujeres por lo poco hombre que es, o como abandonó a su hermana cuando más lo necesitaba y ella no pudo despedirse. Y casi lo logra, se lo ve a Christian, intimidado por su padre, balbuceando unas disculpas. Su padre lo manda a la casa.

Como dice Lacan:[1] «El sádico intenta completar al Otro quitándole la palabra e imponiéndole su voz y tanto más cuando ese Otro tiene menos autoridad».

Pero el secreto del goce paterno ya había empezado a rodar y parecería que una vez lanzado ya no podía detenerse. En un nuevo intento, el hijo frente a todos pide que alcen las copas por «el asesino de su hermana». Pero logran callarlo con más música y baile.

Es la madre ahora quien en su brindis intenta detener la verdad, declara el amor a su marido y subestima y ridiculiza a cada uno de los hijos burlándose de Christian que confunde fantasía con realidad. La virulencia del secreto ya revelado lanza a Christian a responder a su madre acusándola de no haber detenido a su padre y dejarlos sin protección.

A cada revelación la fuerza por detenerlo es mayor.

Mientras ¡la fiesta continua! Bailes y canciones tradicionales dedicadas al homenajeado logran por algún momento borrar lo siniestro.

Solo cuando la hermana se atreve a leer la carta que dejó la hermana muerta es que el secreto se revela ante los ojos de todos con toda su crueldad, ya sin poder esquivarla.

Como dice Lacan: «La carta siempre llega a destino». Ya no se trata entonces de un suicidio sino de una hija arrasada por su padre que la empuja a la puerta de la muerte.

A la pregunta desesperada del hijo, «Solo quiero saber por qué lo hacías», responde el sadismo del padre «¿Qué culpa tengo yo si sólo servían para eso?», pero su respuesta es también una confesión sin vueltas.

El secreto guardaba el horror del goce del padre, el capricho de su goce que abandonaba a esos niños a la desolación y la desprotección.

Confesión que sacude a los otros dos hijos. Michael golpea al padre en una escena desoladora. Los separa Christian, el padre tirado en el piso le dice «me estás matando».

«Matar al padre» esa es, efectivamente, la celebración de la que trata la película, de la única salida que le quedaba al hijo luego de la muerte de su hermana, matar al padre gozador, tal como en la horda primitiva, para poder acceder al goce. Esta celebración, como en la comida totémica, salva a los hijos instaurando un nuevo ordenamiento para cada uno.

NOTAS

  1. Lacan, J. (2008), El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Buenos Aires: Paidós.

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