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¿CURAR EL NIÑO? – UNA CONEXIÓN CON EL LIBRO “CONTRA MIM” DE VALTER HUGO MÃE

Cristina Frederico
Daiane Ribeiro
Élida Biasoli Lenci
Niraldo de Oliveira Santos[1]

Nacido en Angola y radicado en Portugal desde la infancia, Valter Hugo Mãe es uno de los escritores más destacados de la literatura contemporánea en lengua portuguesa. También es artista plástico y cantante. Su obra literaria se caracteriza por un lenguaje poético y profundamente sensible, abordando temas como la infancia, la soledad, la marginalidad y la complejidad de la existencia humana. Es autor de novelas galardonadas como “El remordimiento de Baltazar Serapión” (premio José Saramago, en 2007, uno de los más prestigiosos de la literatura lusófona) y “La máquina de hacer españoles” (Gran Premio Portugal Telecom de Literatura, en 2012), publicada también en Brasil con gran repercusión.

Para la interlocución que sigue, extraeremos algunos fragmentos del libro “Contra mim” (Biblioteca Azul, 2020), que reúne fragmentos de la infancia y adolescencia del autor —de Angola à Caxinas, en Portugal— y refleja memorias personales, desde la muerte del hermano hasta descubrimientos sensoriales, afectivos y sexuales. La escritura se enmarca en un estilo autobiográfico, con estructura de crónicas. Para nosotros, que integramos el equipo de Tambor, las palabras de Hugo Mãe se aproxima muchísimo a “hablar con el niño” cuando este se confronta con los “años de cretinización amplificatoria que constituye por lo común eso que llaman la educación”[2].

“Pensé que se esforzaban por curarnos de la infancia. Curar la infancia. Así pensaba. Estábamos como enfermos de esa maleza y necesitábamos normativas estrictas para encaminarnos hacia la lucidez, que solo alcanzaba a los adultos”[3], escribe Valter Hugo Mãe. En “Contra mim”, esa idea atraviesa todo el recorrido del narrador-niño: una infancia entregada a la pedagogía como proceso de amputación del sujeto, una cura que, en lugar de liberar, asfixia. La escuela, los adultos y el lenguaje que busca disciplinar, parecen intentar extirpar de la infancia aquello que Lacan, en el Seminario 4, llamaba “actos espontáneos […] mucho más directos y más vivos”[4]—justamente aquello que, para Lacan, la educación convencional busca cretinizar.

La infancia, para Valter Hugo Mãe, es la materia más viva y poética del ser. Al describirla como una enfermedad que debe ser curada, el autor ironiza sobre una pedagogía de los años 70 en el interior de Portugal que actúa como medicina contra la desviación, el exceso de imaginación y la palabra libre:

Se pegaba a los niños para castigarlos de la infancia y urgirles a ser adultos. Algunos, estoy seguro, eran adultos antes de terminar la primaria. Enfrentaban la vida con desamparo, con tanto desafecto, que parecería que estaban en el declive de la peor vejez, el cuerpo entero castigado por respirar, por estar aún vivo[5].

En ese punto, su escritura encuentra eco en lo que Lacan afirma en el Seminario 16, que el saber impuesto por la pedagogía es una invención, y que aprender requiere atravesar “toda la estupidez de los que les explican las cosas”[6]. La verdadera sabiduría, dice, no es la que se enseña, sino aquella que “se produce en un relámpago”[7], inesperada, disruptiva, como el momento en que el niño de “Contra mim” descubre que sus palabras secretas eran poema — aunque él rechazaba ese extraño nombre dado por la profesora. Para Hugo Mãe, eran simplemente “mis palabras favoritas”[8].

En el mundo de la infancia narrado por Hugo Mãe, las palabras eran un juguete, un tesoro, una forma de supervivencia. El niño que pide permiso para morir en lugar de ir a la escuela, que se refugia en el campo, que escucha con devoción las palabras de las tías y recoge vocablos como quien recoge frutos — ese niño encarna el sujeto del deseo que resiste la lógica del Otro pedagógico. La pedagogía tradicional, como indica Lacan en el Seminario 10, busca “hacer avanzar lo que se llaman las capacidades mentales del niño mediante problemas que las superan ligeramente”[9], pero no le interesa escuchar el punto vivo desde donde habla el sujeto. Y es ese punto vivo del significante el que Hugo Mãe defiende con vehemencia.

Por ser tan niño y a la deriva, era admitido a presenciar las mejores conversaciones. (…) y yo tardaba en dormir porque buscaba en las voces las palabras más exuberantes y temas increíbles que creaban en mi pensamiento y en mi vida aquello que hasta entonces no existía. Las palabras eran joyas. Escuchar a mis tías conversando era como recoger dinero que caía de sus bocas. Yo solo dormía por agotamiento. Nunca porque fuera lo suficientemente rico[10].

La educación, en el libro, se convierte entonces en un campo de violencia simbólica y literal. Los niños son castigados para convertirse en adultos, “se pegaba a los niños para castigarlos de la infancia”[11]. Esa expresión evidencia el proceso de normativización: de la misma forma que Lacan critica la lógica pedagógica como adaptativa y represiva, Hugo Mãe revela que la escuela suele funcionar como aparato de normalización y silenciamiento. Las palabras necesitan caber en significaciones autorizadas; los cuerpos, en gestos normativizados. El sujeto que escapa de eso es ridiculizado y castigado. A menos que invente una salida. Veamos el siguiente fragmento de “Contra mim”:

Entonces, mi madre me preguntó si no me gustaría aprender a guardar las cosas en la cabeza. (…) Después ella dijo: las cosas de pensar. Tienes que aprender a guardar las cosas de pensar. Si sabes escribir, las hojas de papel serán pequeñas cajas donde podrás arreglar con palabras todo aquello que no quieres olvidar. Y las hojas de papel, tan planas y aparentemente vacías, adquirían profundidad, una inmensidad inesperada, porque, si supiera escribir “pirilampo” (luciérnaga), para siempre una luciérnaga estaría allí, quizás incluso con la cola encendida, esperándome. Mío. Sin irse. Yo dije: es mi palabra favorita. Mi madre respondió: lo sé. Acepté ir a la escuela, porque acepté ser torturado a cambio de la deslumbrante ciencia de aprender a guardar la fortuna de las palabras. El dinero que caía de la boca de las personas[12].

El niño-poeta resiste a la educación como domesticación, precisamente por estar habitado por una lógica diferente — la del juego, la sorpresa, lo vivo de la materia del significante. La infancia, como tiempo de apertura al deseo, es irreductible a la lógica de la adaptación y de la mera utilidad. La tentativa de “curar” la infancia es una operación de borrar el sujeto en nombre de un discurso de amo. Al contrario, la escritura — como la que el niño realiza en su cuaderno — es el lugar de la emergencia del sujeto.

Para Lacan, en el Seminario 21, “el niño debe aprender algo para que el nudo se haga. Para que él no sea (…) si cabe decirlo, no incauto (non-dupe)”[13]. Es lo que también nos afirma Jacques-Alain Miller, cuando dice que, si la debilidad está para todos, no hay forma de ajustarse a lo real; la única vía que se abre más allá es “montar un discurso en el que los semblantes atrapen un real, un real en el que creer sin comulgar con él, un real que no tiene sentido” [14].

Lo que “Contra mim” evidencia es la pedagogía que se pretende objetiva y disciplinante, pero que falla precisamente por no tener en cuenta el inconsciente. El niño que dice “ser feliz”, cuando le preguntan qué quiere ser al crecer, aún mantiene viva la potencia del deseo. Es el mismo sujeto que, años después, escribe para poder soportarse, como dice en las últimas páginas del libro. Su escritura no es solo testimonio, sino una operación ética: escribir es “llegar más cerca de soportarme y, esencialmente, soportar la contingente distancia en la que están los otros y la incapacidad de comunicarnos y entendernos” [15]. ¿No sería esto una cierta operación sobre el trauma?

Al igual que la ética del psicoanalista que Lacan delinea en su enseñanza, esta escritura no busca adaptar al sujeto, sino permitirle sostener su deseo. La infancia, lejos de ser curada, necesita ser escuchada en su singularidad y vivacidad. Y quizás, como dice Valter Hugo Mãe, “ser niño o nada más, para siempre, era la solución evidente”[16]. No como una permanencia literal, sino como fidelidad a aquello que, en el sujeto, insiste como potencia de invención y de poesía:

En lugar de lo que no había, no llegaba, no se explicaba, era un silencio insoportable, siempre puse una palabra. Todavía lo hago. No es una forma de mentir. Es una forma de creer desde un ángulo diferente. Uno que me justifica sobrevivir y, sin sorpresa, gustar mucho de sobrevivir (…). La observación clara de estos acontecimientos, exponiendo la emoción que los acompañó, y, al menos para mí, que soy el objeto inventado por esta infancia, algo de valor inconmensurable (…). Por eso, mi soledad es festiva[17].

Traducción: Ishtar Rincón

Revisión: Aliana Santna


[1] Integrantes de la Comisión de Boletín del XII ENAPOL: “Hablar con el niño”.

[2] Lacan, J. “El Seminario, libro 4: La relación de objeto”. Buenos Aires. Ediciones Paidós, 1994, p. 275.

[3] Mãe, VH. “Contra mim”. Rio de Janeiro: Biblioteca Azul, 2020, p. 54. (raducción nuestra.

[4] Lacan, J. “El Seminario, libro 4: La relación de objeto”, p. 275.

[5] Mãe, VH. Op. cit., p. 47. Traducción nuestra.

[6] Lacan, J. “El Seminario, libro 16: De un Otro al otro”. Paidós, 2008, p. 185.

[7] Lacan, J. “El Seminario, libro 16: De un Otro al otro”. Paidós, 2008, p. 185.

[8] Mãe, VH. Op. cit., p. 52. Traducción nuestra.

[9] Lacan, J. “El Seminario, libro 10: La angustia”. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 279.

[10] Mãe, VH. Op. cit., p. 46. Traducción nuestra.

[11] Mãe, VH. Op. cit., p. 47. Traducción nuestra.

[12] Mãe, VH. Op. cit., p. 49. Traducción nuestra.

[13] Lacan, J. “El Seminario, libro 21: Les non-dupes errent. Lección de 11/12/1973. Inédito.

[14] Miller, J-A. “El inconsciente y el cuerpo hablante”. En: Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en   el siglo XI. Grama ediciones., 2016, p.23.

[15] Mãe, VH. Op. cit., p. 247. Traducción nuestra.

[16] Mãe, VH. Op. cit., p. 129. Traducción nuestra.

[17] Mãe, VH. Op. cit., p. 252. Traducción nuestra.