LA DESEROTIZACIÓN DEL MUNDO – PASIONES TRISTES DE TODOS LOS GÉNEROS
SALA: LO SEXUAL DE LO INFANTIL
LA DESEROTIZACIÓN DEL MUNDO
PASIONES TRISTES DE TODOS LOS GÉNEROS
“No hay una condición universal de elección de objeto. Por eso siempre surge una
peculiaridad contingente cuando alguien toca la dimensión de esas condiciones, y el
Otro se burla de esos pobres sujetos, uno a uno, con sus particulares condiciones de
amor” (Miller, J.-A. Lógica de la vida amorosa. Editorial Manantial año 1991. p 37).
Relatores: Lorena Greñas (NEL); Heloisa Telles (EBP); Gisela Smania (EOL)
Participantes: Agustín Farré (San Juan), Andrés Amariles (Medellín), Bruna Albuquerque (Belo Horizonte) Camila Ventura (Rio de Janeiro), Dalia Virgilí (Buenos Aires), Diego Cervelin (Florianópolis), Edgar Vásquez (Ciudad de México), Florencia Fernández (Montevideo), Iara Suárez (La Plata), Iván Delgado (Maracaibo), Marina Fragoso (João Pessoa), Miguel de la Rosa (Guayaquil).
Introducción
Este informe fue elaborado por las tres Antenas del Observatorio La deserotización del mundo – Pasiones tristes de todos los géneros, constituido en enero de 2025 por la FAPOL. Una vez concluida la fase inicial, con la discusión de los textos producidos por cada Antena, se llevó adelante el camino de elaboración y escritura que nos trajo hasta acá, considerando especialmente el nudo temático propuesto para una de las Conversaciones Federativas. El desafío estaba planteado: ¿cómo hacer resonar la deserotización (del mundo) y lo infantil?
Partimos del sintagma “del mundo” para -corridos de todo afán sociológico- designar “la espira de nuestra época”[1], advertidos que la misma se define en su carácter transindividual, en el nudo ineludible que constituyen lo individual y lo colectivo. Nos toca extraer aquellos axiomas que comandan el espíritu de nuestro tiempo, para producir desde allí -más allá de la pregnancia de los fenómenos de época- una lectura posible.
Entonces, desde la práctica analítica[2], ¿cómo leer la deserotización en cada parlêtre, en los tiempos actuales? Subrayamos dos cuestiones fundamentales que sirvieron como punto de partida en la investigación:
1- El niño se revela, se concibe cada vez más en las ficciones que animan a la civilización, como “objeto pasionalmente deseado y rechazado”, tornándose la policromía del perverso polimorfo: índice de un insoportable.
2- La omnipresencia de la pornografía se vuelve hoy tributaria de las pasiones tristes, de la que testimonian especialmente los jóvenes.
Ponemos a consideración, a partir de aquí, los siguientes hilos para la discusión y conversación:
I. Del escándalo al empuje al goce
Tres detalles clínicos nos permitieron captar el valor perturbador que agita hoy las demandas. Dos de ellos ubican cómo -por ejemplo- el cuerpo del niño, como objeto, concentra, condensa esa dimensión del escándalo, rechazando la manera singular en que un cuerpo, en tanto vivo, goza. El tercer detalle, avanza sobre el modo en que las pasiones tristes le dan la espalda a la causa escrita en el inconsciente.
Una madre consulta angustiada al haber descubierto a su hijo en el baño con su primo, tres años mayor. Llega con el convencimiento de que lo que allí aconteció fue un abuso. La analista solicita conversar a solas con el niño, quien refiere que eso ya había ocurrido otra vez y que le causa vergüenza. Habla del enojo materno y el distanciamiento, el escándalo familiar suscitado por la escena. Refiere que para él eso fue un juego. La analista equivoca allí lo abusivo, introduciendo cierto impasse: “Tal vez sea necesario que eso que pasó pueda empezar a nombrarse de otro modo”.
En otro caso, un niño, tras un toque fugaz en su cuerpo por parte de un vendedor durante un viaje, relata lo acontecido a su madre, quien reacciona con pánico y avanza con la denuncia. Mientras la familia se moviliza atenta a “la prevención del trauma” que esto causará en el niño, él se dedica a contar la historia en la escuela, llegando a decirle al analista: “Me encanta ser el centro de atención”.
Aunque pueda haber hechos claramente excesivos con respecto a los niños, hay una distancia entre lo que es vivido como escándalo por los adultos y aquello singular que se vive como desorden en la experiencia de cada niño.
Freud, con la sexualidad infantil, ha “turbado el sueño del mundo”[3]. Éric Laurent, en una lectura actual de los Tres ensayos, propone una cuestión fundamental: “[…] interrogar de nuevo dónde cabe situar realmente el escándalo. Claramente, hay algo de lo sexual que no se puede inscribir en el discurso de la cultura; algo que siempre se debe acotar, limitar […]”[4]. Este es el real que hay que tener en cuenta y, como tal, seguirá siendo inquietante, perturbador. Freud escandaliza porque lo aberrante es el sexo mismo, ya que lo sexual no tiene reglas, no encaja[5].
Por otro lado, como paradoja, la propia civilización empuja con su oferta, su imperativo de goce: el sexo está en las pantallas y es fácilmente accesible, incluso para los niños. Como señala Laurent, “este empuje al goce va muy bien […] con el goce autoerótico de una pornografía generalizada, desarrollada con la realidad ficticia, […] sin partenaire”[6].
El tercer detalle del que nos servimos: un joven se despierta a las 6 de la mañana, lee noticias y luego comienza a ver pornografía, siempre el mismo tipo de material predeterminado por el algoritmo. El credo que profesa le indica que tales hábitos son condenables, se reprocha ser débil de espíritu y fe. Ese momento se le impone como condición para iniciar el resto de las actividades que, además, tampoco le proporcionan ningún placer, va al gimnasio, corre y entrena box. Llega a la conclusión de que, si dedica más tiempo a entrenar, tendrá menos energía para mirar porno, así lo hace y luego del entusiasmo inicial llega la decepción, tiene más tiempo, pero no sabe qué hacer con él.
Respecto a las pasiones tristes, siguiendo a Spinoza, Lacan sitúa en “Televisión”[7] que se trata de aquellas que impiden la acción y tornan imposible la dimensión del placer, incluyendo en esa serie no solamente a la cobardía moral de la tristeza, la desazón y melancolía, sino también al aburrimiento, la morosidad y el mal humor. La justificación es sencilla y elegante, puesto que todas esas afecciones dan cuenta de un extravío respecto de la relación del sujeto con el inconsciente y el bien-decir, por lo tanto, del campo del Otro y por ello del deseo y el goce.
La performance que implica la pornografía no deja de evocar la ausencia del erotismo que encuentra su soporte en los semblantes. Hay, más bien, un imperio de la técnica sobre la sexualidad, un tabú de la palabra, un goce del cuerpo que se supone bastarse a sí mismo, un llamado a un goce separado del inconsciente[8].
II. El factor infantil
Lacan ha asociado la dignidad del psicoanálisis a producir grandes personas[9], dado que nos las hay[10]. No se trata de un asunto etario o cronológico sino de una posición de responsabilidad respecto del goce, una ética. Grandes personas son aquellas que logran responsabilizarse del goce que les habita y vitaliza sus cuerpos, haciendo inconsistir al Otro lo suficiente para ello.
Incluso en la clínica psicoanalítica con niños, se trata de tomar el goce en una escala que no es la familiar, porque “la escala de tratamiento del goce que es la metáfora paterna- el Edipo- está tomada en un orden de subversión mayor”[11]. El factor infantil[12] deviene entonces un elemento a situar en la orientación por lo real, ese punto preciso del golpe de lalengua en el cuerpo, aquello que perdura para toda la vida[13], más allá de la estructura clínica, porque erotiza, causa, marca. Distinto de la neurosis infantil -en tanto es su núcleo estructurante, pero no incluye su novela- el factor infantil define la relación del ser hablante con su objeto de satisfacción.
La pregunta que se impone es ¿cuál es el instrumento de goce que un hablante ser se construye? Tanto en los niños como en los adultos se trata de la construcción de una relación con el objeto de goce, bajo la forma de una ficción, eventualmente un fantasma. Apostar a que el cuerpo no quede capturado él mismo como objeto de los fantasmas parentales, tutorales, epocales[14], sino lo suficientemente separado de estos, o sea subjetivado, para construir una relación propia al objeto ($ <> a).
Lacan alertaba que, en el liberalismo, el problema de la época sería el recorte del cuerpo en trozos[15], la deslocalización del goce, su imposición generalizada y dispersa, “…la segregación puesta a la orden del día por una subversión sin precedentes”[16], eso mismo que Miller nombró como ascenso al cenit de la civilización del objeto a. El plus de goce que el capitalismo promueve, a través del consumo invita a una experimentación fragmentada del cuerpo, irrumpe.
En la época actual, los psicoanalistas están llamados a apostar a algo más que al Padre, operando una doble localización en los decires: el sujeto y el objeto. Con suerte se podrá incluso producir allí una relación ($ <> a) que anime, aunque advertidos de que al fantasma nunca se le llega verdaderamente a poner la mano encima[17].
Freud encuentra ese lazo fundamental entre el síntoma y lo que deja marcas indelebles, lo que resurge como acontecimiento de goce, más allá del Eso habla, una vez que lo infantil “escribe la importancia de lo que resta fuera del sentido para el sujeto […], es un nombre de lo real en la experiencia analítica”[18].
III. Perturbar las pasiones tristes: el gay sçavoir
¿De qué erótica hablamos hoy, frente al empobrecimiento de los semblantes y el goce en el zenit de lo social?
A partir de un punto preciso en su enseñanza, desde Televisión, Lacan señalará que el “Otro de la civilización universal va a llamarse discurso capitalista”[19]. Nos toca cernir el alcance de esta definición en la subjetividad de la época. Así, podemos leer que el sujeto -en su estatuto de consumidor- puede quedar atrapado en una reedición continua de la satisfacción, para la cual sólo hay espacio para la “máxima excitación, imperdible”[20]. En este sentido no son raras las situaciones en que “uno llega a elegir la certeza del goce pleno de un objeto sin deseo”[21].
Lacan esclarece que la función del discurso es producir el lazo social. En este sentido, todo lazo social es, en última instancia, un lazo erótico, un lazo de amor.[22] Sin embargo, en la clínica contemporánea, nos encontramos con los efectos subjetivos del pseudo discurso capitalista que ignora, rechaza los asuntos del amor, contribuyendo a la deserotización del mundo, cuya valencia clínica toma la forma de las pasiones tristes.
El sujeto corre de esta manera detrás de la incansable producción de objetos, en detrimento del objeto íntimo, ese que llamamos con Lacan objeto a. Tal como lo ha ubicado Christiane Alberti, nuestra civilización está caracterizada por el hecho de que el hacer y el tener prevalecen sobre el espesor del ser[23]. “¿Qué ocurre cuando los objetos de la realidad, del bien, prevalecen sobre la causa del deseo? Cuando el sujeto permanece encerrado con sus gadgets, casi en una satisfacción autista, marcado con el índice de exterioridad, se ve desposeído de una parcela de interioridad”[24]. Esta interioridad que constituye la palabra y que se debe al eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Sin ese hábitat interior de la palabra, con la dimensión erótica que supone, muchos jóvenes y adolescentes se ven -por ejemplo- sin poder servirse de la imaginación, del despertar de la fantasía. Más bien, parecen aliviados de tener que producir sus propias ensoñaciones, ahí donde el objeto tecnológico los atiborra de sueños ya soñados, hechos para todos, prêt-à-porter. El umwelt tecnológico los pone a dormir, al amparo del “toque de lo real”[25], del eco de la palabra y su efecto de afecto en el cuerpo.
Un detalle clínico enseña sobre el papel ineludible de esta parcela íntima de la palabra en su encuentro contingente con el cuerpo, del modo en que a cada quien le ha sido “instilado un modo de hablar”, marca sobre la que se funda la hipótesis erótica del inconsciente.
“Me siento muy niño”. Así se presenta en análisis un paciente que habla casi para no ser oído. El “no poder hablar” constituye un rasgo infantil que perdura. Habla rápido, un poco sin vida, en un portugués marcado por su lengua materna.
La analista hace un gran esfuerzo a la hora de seguirlo, atenta más a eso que suena en la palabra que al significado. El paciente dice que en ningún sitio se siente escuchado como cuando se analiza. ¿Qué posibilidades de erotizar un decir?
Sirviéndose de “el tiempo que hace falta”, el paciente comienza a hablar de su “compulsión” con el alcohol, las drogas y la pornografía. Comienza a preguntarse cómo anudar amor, deseo y goce; cómo afrontar la disminución de la frecuencia de las relaciones sexuales con la pareja, frente a la alucinante exposición a la pornografía y al poder pagar por el sexo. Así, entre “la voz que no sale, el ruido y el silencio”, logra extraer de sus dichos y de sus excesos alguna medida de lo que le es insoportable.
¿Qué podemos extraer de esta clínica de sujetos aburridos frente a la inexistencia de la relación sexual, que retroceden a la hora de asumir una posición respecto a lo sexual, al cuerpo? En este tiempo, en el que las máximas de “autoayuda” en su carácter universal se multiplican, ¿podríamos hablar de un rechazo al valor erótico de la lengua, siempre dicha en singular?
La pornografía está al servicio de ese estado de “vacuidad semántica”, que acompaña a la banalización y el desencanto que hoy afecta a los sujetos. En “Televisión”, Lacan afirma que la subjetividad moderna está atrapada en el aburrimiento y lo que conduce a dicho afecto es reducir el Otro al Uno, o confundirlos[26] [27]. El psicoanálisis lucha contra la depresión, el aburrimiento, incluso la morosidad, porque afirma al sujeto que, en el horizonte de la subjetividad de su tiempo, hará siempre un agujero en el Otro[28].
Entre las distintas manifestaciones del exceso y las determinaciones que siempre fallan en hacer consistir un plus de satisfacción duradero, las pasiones tristes parecen presentarse en los dichos de los pacientes como testigos de un saber que sumerge especialmente en la impotencia. De hecho, Miller observa que “cuando el saber es triste, es impotente para poner el significante en resonancia con el goce, [de modo que] este goce permanece exterior”[29]. En este sentido, un análisis, puede constituirse como el espacio donde uno se perciba capaz de reubicar lo imposible allí donde antes solo había impotencia, en consonancia con una ética del bien-decir –gay sçavoir[30]– que es muy diferente del saber todopoderoso y que “consiste en cercar, en encerrar, en el saber, lo que no puede decirse”[31].
[1] Cf. Lacan, J. (1953). “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Buenos Aires, Siglo XXI, Escritos 1, 1990, p. 309.
[2] La materia de los Observatorios es la misma que la de la experiencia analítica: es la hipótesis sostenida en el texto de presentación de la propuesta. Ver: Otoni, F. A materia do Observatório FAPOL. Texto presentado en Rio de Janeiro en 2025. Disponible en: La-materia-del-observatorio-FAPOL.pdf.
[3] Freud, S. (1914), “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, Obras completas, Vol. XIV, Buenos Aires Amorrortu, 1992, pp. 20-21.
[4] Laurent, É. (2024) “La sexualidad infantil”. Freudiana, n. 103 – El desorden de lo real. Barcelona: ELP, Comunidad de Cataluña, 2025, p. 23. Destacados nuestros
[5] Idem, p. 26.
[6] Idem, p. 49-50.
[7] Lacan, L. (1974) “Televisión”. Otros escritos. Buenos Aires. Paidós, 2012, p. 551-553.
[8] Cottet, S. (2016) “Las referencias freudianas sobre el cuerpo”. Texto de orientación del X Congreso de la AMP El cuerpo hablante. El inconsciente en el siglo XXI. Rio de Janeiro, 2016. Disponible en: AMP 2016. Ver también: Miller, J.-A. El inconsciente y el cuerpo hablante. Disponible en el mismo sitio.
[9] Laurent, É. (1991). ¿Hay un fin de análisis para los niños?, Buenos Aires, Diva, 2003, p.23.
[10] Lacan, J. (1967). “Alocución sobre la psicosis del niño”. Otros escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, p.389.
[11] Laurent, É. (2003). ¿Hay un fin de análisis para los niños?, op. cit. p.33.
[12] Expresión que usa Freud en “Tres ensayos de una teoría sexual” (1905), Capítulo 2. La sexualidad infantil. Véase también la sección V (Algunos debates) en el caso de “El hombre de los lobos”.
[13] Rabinovich, D. (2008). “Nota Editorial”. Lacaniana, n. 26, Buenos Aires, Grama, p.7.
[14] Cf planteado por Éric Laurent desde Lacan (Seminario 16, clase del 30/04/1969): el niño como “objeto a liberado, producido”, una vez que la familia “no se constituye más a partir de la metáfora paterna, sino enteramente en la manera en que el niño es el objeto de goce […] no solamente de la madre, sino de la familia y más allá, de la civilización”. En: Laurent, E. “Las nuevas inscripciones del sufrimiento del niño”. El niño y su familia. Buenos Aires: Diva, 2018, p. 71.
[15] Laurent, É. (1991) ¿Hay un fin de análisis para los niños?, op. cit. p.42 y Lacan, J. (1967). “Alocución sobre la psicosis del niño”. Otros escritos, op. cit. p.389.
[16] Lacan, J (1967). “Alocución sobre la psicosis del niño”. Otros escritos, op. cit. p.383.
[17] Laurent, É. (1991) ¿Hay un fin de análisis para los niños?, op. cit. p.42.
[18] Bonnaud, H. (2023) “L´infantile”. Ironik !, n. 54, (www.lacan-universite.fr), p. 3.
[19] Cf. Laurent, É. (1997) “La lucha del psicoanálisis contra la depresión y el aburrimiento”. Enlaces – psicoanálisis y cultura. Enlaces online, n. 21, septiembre 2015, p. 4. Ver Lacan, J. “Televisión”, Otros escritos, op.cit. p. 555-558.
[20] Cosenza, D. (2024). Clínica del exceso, Xoroi, p. 79.
[21] Idem.
[22] Miller, J.-A., (1988) “Una charla sobre el amor”, Conferencias Porteñas 1, Buenos Aires, Paidós, 2009, p.230.
[23] Cf. Alberti, C. “El psicoanálisis en dirección de la juventud hoy”. Intervenção no XVI Congresso Internacional de Pesquisa e Prática Profissional em Psicologia, realizado na Faculdade de Psicologia, UBA, em Buenos Aires, em 27 de novembro de 2024. Inédito.
[24] Idem.
[25] Lacan, J. (1974) “Televisión”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós. 2012, p. 553.
[26] Idem.
[27] Laurent, E. (1997) “La lucha del psicoanálisis contra la depresión y el aburrimiento”, Enlaces No. 21. Online, op. cit.
[28] Idem.
[29] Miller, J.-A. (1986). “A propósito de los afectos en la experiencia analítica”. Matemas II, Buenos Aires, Manantial, 1988, p. 162.
[30] Lacan, J. (1974) “Televisión”. Otros escritos. op. cit. p. 552. En esa escritura, Lacan usa gay (feliz, pero también lo que de lo sexual es fuera de las normas) y ça, el Eso; una relación al saber que implica el inconsciente, el deseo, el goce, la sorpresa.
[31] Miller, J.-A. (1986). “A propósito de los afectos en la experiencia analítica”. Matemas II, op. cit., p. 162.