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EL GOCE Y LA ALEGRÍA

SALA: EL “QUIZÁ” DEL NIÑO Y SU LOCURA
EL GOCE Y LA ALEGRÍA

“[…] Freud sintió que debía reintroducir nuestra medida en la ética por medio del goce

[…] ¿Y no es tratar de actuar con ustedes [en ese sentido] […] dejarlos con la pregunta:

¿qué alegría encontramos en eso que constituye nuestro trabajo? (Lacan, J. “Alocución

sobre las psicosis del niño”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 389)

Relatores: Liège Goulart (EBP) – Francisco Pisani (NEL)

Participantes: Ana Sanders (Belo Horizonte), Christian La Torre (Cochabamba), Cynthia Barreiro Aguirre (Buenos Aires), Diana Ortiz (Ciudad de Mexico), Francisca Menta (Rio de Janeiro), Gabriel George (La Habana), Gisela Calderon (Buenos Aires), Irene Rosero (Cali), Luciana Silva Pedron (Brasília), Nanci Nakamura (Salvador), Natalia Kalejman (Buenos Aires), Pablo Olivero (Buenos Aires).

¡Que extraña alegría!

Tomamos la cita (1) y la diseccionamos. Nos interrogó, y más aún: hizo surgir un deseo habitado por un trabajo alegre. Nos interesó el entusiasmo, la ética y el deseo del analista, pero también una frase de Lacan sobre no tener con quién compartir sus alegrías. (2) Ella sugiere que no es para uno solo, sino que requiere ser transmitida. Un hacer pasar eso a otros, quizás esto se puede ligar a la transferencia de trabajo.

La palabra alegría proviene del latín y significa vivaz, animado, ligero, ágil o vigoroso (3). Tiene connotaciones de movimiento, energía y entusiasmo. ¿Qué alegría nos habita en este trabajo que nos confronta con el goce, el dolor, el fuera de sentido? Tal vez sea la alegría de saber hacer contingentemente cada vez con lo incurable y transmitir, incluso en silencio, la marca del deseo del analista.
Marie H. Brousse nos acerca también a lo “vivaz” y “animado” cuando considera que la alegría que produce nuestro trabajo es “de la improvisación”. (4) Argumenta que la experiencia analítica en cuanto práctica tiene una relación con lo múltiple, y de esta manera, va a contrapelo de la inercia, la repetición y la rigidez.

Entonces, ¿Hay alegría en ocupar el lugar del analista?

Esa pregunta es una interpelación ética: ¿desde qué lugar opera el analista?, ¿qué busca, en ese trabajo con lo incurable, con el exceso y con la transmisión?

El psicoanálisis no es solo una práctica clínica, sino que “la dimensión misma de la experiencia es ética” (5), en tanto confronta al sujeto con lo real del goce y con el extravío en que se encuentra respecto a él. Para ello, Miller señala que dicha experiencia involucra una elección ya que “buscar la verdad del propio goce perturba indudablemente el bienestar.”(6)

Lacan sostiene que la ética tradicional se vincula con el Ideal o lo irreal, señalando que lo propio del psicoanálisis es un camino inverso, que profundiza lo real (7), conformando una ética que nada tiene que ver con la moral. El carácter superyoico de la cultura implica un tratamiento a partir de la ética del psicoanálisis como su reverso. Lacan la revitaliza por resultarle esencial para comprender nuestra experiencia y animarla desde esa ética (8). En la línea de la cultura y sus exigencias, prevalecen ciertos sacrificios que emiten sufrimiento, enlazados a ideales culturales que no se emancipan de la idea de amor universal: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, máxima, que genera hostilidad y odio.
La lectura lacaniana ha sido enlazar eso mismo como un “mandamiento” articulado a la civilización que exige resolver un problema ético, a saber, que el goce permanece interdicto como antes de que se supiera que Dios ha muerto. Un problema del mal que fue eludido por los moralistas tradicionales, pero no por aquel que ha planteado un Más allá del principio del placer, formulando: el goce es un mal. ¿Por qué? Lo es en tanto entraña el mal del prójimo. “Era esto lo que se anunciaba, se revelaba, se desplegaba, a medida que avanzaba la experiencia analítica. Esto tiene un nombre —es lo que se llama el más allá del principio del placer.” (9)

Lacan se libera de la problemática del bien, la separa de lo que implica la experiencia psicoanalítica. Porque si se recuerda a Kant, el bien no puede más que engendrar un exceso real -goce- cuya consecuencia fatal es la tragedia.

Lacan dice algo más acerca de lo que nos orienta en “nuestro trabajo”: “cuanto más santos seamos, más nos reiremos” (10). El bien decir es ético, y lo mal dicho, dirá, apunta a lo peor. El bien decir no dice dónde está el bien y lo aleja de un asunto moral y hedonista. Hay que bien decir lo que falla para cada quien en la estructura. (11)

El bien decir no ignora lo que surge como imposible, Lacan, en Alocución, se preguntaba si estamos a la altura de aquello que parece que somos, por la subversión freudiana, llamados a sostener eso que se llama ser-para-el-sexo, es decir, el no hay. Y, continúa, no somos suficientemente valientes para sostener esa posición ni tampoco lo suficientemente alegres (12). La alegría lacaniana, de esta manera, se emerge ligada con la castración.

Se trata de no operar solo con la pasión del lenguaje, las palabras bellas o aquello que haga quedarse en la ficción sin entender nada de la estructura en la que ella se realiza (13). ¿No es acaso sobre el fondo de lo real, de lo imposible, de lo que hay y de lo que no hay? El corte, el silencio como parte del acto del analista pueden hacer aparecer el goce de la lalengua.
Miller plantea que la última enseñanza de Lacan es más realista al no tomar como referencia el lenguaje, sino la lalengua —que concibe como una secreción del cuerpo— y al ocuparse menos de los efectos de sentido que de esos efectos que son afectos, irreductibles al sentido (14). El cuerpo está marcado por los acontecimientos de goce, por los traumas de esa lalengua. Esta perspectiva hace resonar lo que es de otra materialidad, lalengua, que hace su aparición en trozos por medio de la palabra.

Miller (15) señala que, cada vez que el saber —como mito— se descompone y el significante falta allí donde se lo esperaba, se produce un efecto de sujeto: un sujeto dividido por su goce. Esto constituye un punto crucial para orientar la experiencia analítica, en la medida en que se trata de verificar al sujeto como una discontinuidad en lo real.

Lacan, en Alocución (16), hace un llamado a no eludir aquello que mortifica o vivifica por habitar el cuerpo del niño. Lo que un análisis enseña no es tanto lo que un niño fue, sino lo que aún persiste como resto de lo infantil en el goce. La pregunta por la infancia, en la clínica, surge así no como arqueológica, sino como una actualidad del goce. Es una vía para localizar el real con el que el sujeto tropieza hoy.

El deseo del analista, entonces, es también deseo de dar lugar a eso que no ha sido representado, y que retorna en la repetición.

Entonces, ¿cuál sería la alegría de nuestro trabajo?

Puede tratarse de una alegría que no desconoce la castración ni la ética del bien decir, ni los principios psicoanalíticos. Una alegría que puede sostenerse para quienes el trabajo los lleva por donde no hay un hilo, donde hay fallas e imposibles. Precisamente porque se puede sostener el lugar de la causa, como el santo seco de goce, para leer dónde lo vivo se captura. Un saber en lo real ha sido traducido también como “haber cernido la causa de su propio horror de saber”: un analista es portador de esa marca que no es más que la de su propia singularidad, el que no desconoce lo vivo, presente en el decir.

De manera más contundente aun, Lacan lo ha dicho con la noción del santo en Televisión, que es quien no hace caridad, más bien se pone a “hacer de desecho: descarida”, decía. (17) Si el santo goza, ya no opera… ya no es alegre.

Sea niño o adulto, el registro de satisfacciones es el mismo, por lo tanto, no hay personas mayores. No olvidemos que el descubrimiento freudiano fue precisamente que el niño es un perverso polimorfo atravesado por pulsiones parciales, es decir, goza. Y para un analista, el trabajo es leer esa trama de fijaciones.  Todo eso resulta accesible a partir de lo que se es dicho en transferencia.

Privilegiar la marca que se inscribe en el cuerpo, constituido por la trama de lalengua, permite abrir la vía por la cual el sujeto pueda advenir como sujeto del inconsciente. En el discurso del analista, recordemos, el operador lógico que ocupa el lugar del agente es el objeto a, en tanto causa del deseo. En este marco, resuena la afirmación de Lacan: “¿Cuándo se verá que lo que yo prefiero es un discurso sin palabras?” (18), aludiendo a una lógica donde lo que opera no es el sentido, sino la incidencia del goce que el significante deja en el cuerpo.

Gracias a ciertas relaciones estables, incluida la del objeto a, se puede leer algo que se inscribió de forma más amplia, mucho más allá de los enunciados. Y la enunciación es un enigma en tanto se pone en juego el sujeto que habla en el niño. Por lo tanto, hacer hablar al niño, para escuchar al sujeto de la enunciación, involucra un deseo decidido por parte del analista en hacer escuchar esas huellas vivas. Hacer resonar lo que es de otra materialidad, lalengua, la que es letra en el mismo inconsciente y que su aparición en surge en trozos por medio de la palabra.

Donde sea que se instale el discurso analítico, encontraremos al niño como su agente, cuando de repente, se da cuenta de su presencia -vaciada en tanto esencia-, surge el objeto en su ex-sistencia como causa inspiradora, allí donde nada hay.

La alegría de nuestro trabajo, podemos pensarla como marcada por el arte de producir una necesidad de discurso, es hacer avanzar al sujeto por su estructura para alcanzar la virtud que no absuelve del pecado original, pero que lleva a la gaya ciencia –gay savoir-. La virtud de no comprender, la del bien decir sobre aquello que causa horror al saber y puede teñir la felicidad común. ¿Para qué? Para hacerlo pasar por el buen agujero de lo que a cada quien se le ofrece como singular. Como se lee en Extimidad (20) no decimos que el Otro es alegre, porque el Otro no existe, y “nosotros” en “nuestro trabajo” podemos serlo con la condición de no decir que descubrimos un saber porque no hay nada para descubrir, sino de que se construya e invente.

Es preciso localizar, en cada uno, ese goce no-todo que puede apuntar a una ética de lo singular, que se encuentra en el núcleo del síntoma y que, no segregado sino leído de otro modo, permite un bien-decir que incluya lo fuera de sentido y lo fuera del campo común de lo universal. Una orientación hacia lo real implica esa vertiente del inconsciente como real, donde el analista puede encarnar un supuesto saber del goce, de ese resto que no hace historia o que no es historia pero, por no hacer comunidad, puede hacer lazo cuando, en el discurso del analista, permite hacerse soporte de la letra como agente de ese discurso que produce efectos que resuenan en el cuerpo y en el programa de goce de cada uno.

En ese sentido, se hace necesaria una maniobra que permita situar el lugar desde donde eso goza. Para ello, el analista orienta su acto con una dosis de osadía, cuyo coraje se requiere para cortar la infinitud del hablar – que tiende a deslizarse como una recta sin fin – y que decante: un decir. Esta operación supone una lectura de lo que se escribe en el cuerpo, allí donde puede inscribirse un goce que equívoca la escritura. Lacan señala que no se trata de jugar con los equívocos, sino de desmitificarlos. (20)

La orientación por lo real hace del cuerpo una caja de resonancia, de vibración en sintonía con lalengua. Aquí se trata de hacer emerger el goce de lalengua, de dar cuerpo a eso que se sitúa como fuera de sentido, como un trozo de lo real: una intervención que equivoca un significante que toca lalengua del cuerpo.

Inventar recursos para encarnar la “abyección” del Uno del goce es un instrumento ético que puede propiciar una torsión. Esta topología debe mantenerse durante todo el recorrido analítico, y no solo al final, cuando el infierno de un goce alcanza una torsión en el punto de la causa del deseo y de la causa del decir, como potencia de contracción y hiancia entre sentido y goce, entre enunciado y enunciación, entre el dicho y el decir, entre la palabra y la vociferación.

Laurent Dupont, en su testimonio de pase, habla que al final del análisis, lo que quedó fuera de sentido, a través de la letra, fue la resonancia de lalengua, que pudo producir un efecto de risa. Ese efecto de lo real, como agujero en el sentido, diferente del goce fálico articulado a la frase que condensa el “entusiasmo” del fantasma, produce un goce no-todo: “Puedo estar solo en el camino y reír al borde del vacío”. (21)

La alegría, en el entusiasmo lacaniano, es la que acompaña a la idea del objeto a como causa del deseo y letra de goce. Y por ello, como el santo, ¡Reírnos! ¡Reírnos con otros!

 


(1) Lacan J., Otros escritos, Alocución sobre las psicosis del niño, [1967] (2012), Paidós, Buenos Aires. P. 389.

(2) Lacan J., Otros escritos, Alocución sobre las psicosis del niño, [1967] (2012), Paidós, Buenos Aires. P. 339.

(3)Gómez de Silva, Guido. Breve diccionario de la lengua española (1998). México: FCE, Colmex.

(4) Brousse, Marie-Hélène. (2013). “Eldeseodelanalista” En, Freudiana 68, Revista Psicoanalítica en Barcelona Bajo Los Auspicios de La ELP. p. 82.

(5) Miller, J-A. (2018). La ética del psicoanálisis. En Del síntoma al fantasma. Y retorno. Paidós, Buenos Aires, p.144

(6) Miller, J-A. (1988). Lacan clínico. Matemas II. Ediciones Manantial. Buenos Aires, P132.

(7) Lacan, J., El seminario 7, La ética del psicoanálisis, [1959-1960] (1988), Paidós, Buenos Aires. P. 21

(8) Lacan, J., El seminario 7, La ética del psicoanálisis, [1959-1960] (1988), Paidós, Buenos Aires. P.53.

(9) Lacan, J., El seminario 7, La ética del psicoanálisis, [1959-1960] (1988), Paidós, Buenos Aires. P. 223.

(10) Lacan J., Otros escritos, Televisión, [1973] (2012), Paidós, Buenos Aires., P. 546.

(11)  Lacan J., Otros escritos, Televisión, [1973] (2012), Paidós, Buenos Aires. P. 569.

(12) Lacan J., Otros escritos, Alocución sobre las psicosis del niño, [1967] (2012), Paidós, Buenos Aires. P.385.

(13) Lacan J., Otros escritos, Alocución sobre las psicosis del niño, [1967] (2012), Paidós, Buenos Aires. P. 386.

(14) Miller J.-A., Piezas Sueltas. Ciudad de Buenos Aires, Paidós (2013). P.71

(15) Miller J.-A., Respuestas de lo real, El sujeto, respuesta de lo real. Los cursos psicoanalíticos de Jacques Alain Miller, [1983] (2024), Paidós, Buenos Aires. Pp.  29-30.

(16) Lacan J., Otros escritos, Alocución sobre las psicosis del niño, [1967] (2012), Paidós, Buenos Aires. P.366.

(17) Lacan J., Otros escritos, Televisión, [1973] (2012), Paidós, Buenos Aires. P.545.

(18) Lacan J., Otros escritos, Alocución sobre las psicosis del niño, [1967] (2012), Paidós, Buenos Aires. P.391.

(19) Miller J.-A., Extimidad, La consistencia lógica de a, Los cursos psicoanalíticos de Jacques Alain Miller, [1986] (2011), Paidós, Buenos Aires. p 466-468

(20) Lacan, J. El semanario 23: El sinthome. (1975-1976) Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Paidós, Buenos Aires., 2006. P. 135.

(21) Dupont, Laurent. In: https://shs.cairn.info/revue-la-cause-du-desir-2016-2-page-85?lang=fr