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Humberto Werneck y la Literatura de Belo Horizonte: Memoria, Migración y Modernismo

Humberto Werneck nació en Belo Horizonte en 1945 y vive en São Paulo desde 1970. Empezó su trayectoria en el periodismo en el legendario Suplemento Literario del diario Minas Gerais, por invitación de Murilo Rubião. En una conversación marcada por la memoria afectiva y el análisis crítico, Werneck nos conduce a un viaje por la historia literaria de Belo Horizonte, revelando los caminos transitados por los escritores mineiros a lo largo del siglo XX.

Según él, Belo Horizonte,  aunque haya tardado en formar escritores nacidos y criados allí, siempre tuvo una vocación literaria. Ya a finales del siglo XIX, figuras como Alfredo Camarate escribían crónicas sobre la construcción de la ciudad, en una especie de periodismo literario pionero. Pero la capital mineira vivió durante mucho tiempo una ambigüedad: aunque era fértil para la formación de escritores, no ofrecía el ambiente necesario para que pudieran florecer. Por eso, irse a Río de Janeiro —y, más tarde, a São Paulo— se hizo casi inevitable.

En la década de 1920, con la llegada de jóvenes talentosos como Carlos Drummond de Andrade, Emílio Moura, Pedro Nava y otros, se consolidó lo que Werneck llama el “grupo modernista mineiro”, con un peso importante en el escenario nacional. Muchos de estos autores, sin embargo, pronto emigraron a Río, en su entonces, centro de la vida cultural y política del país. Esta “diáspora literaria” era casi un destino: ante la falta de respuesta local, los escritores buscaban reconocimiento en otros centros.

Werneck también destaca el papel singular del Suplemento Literario do Minas Gerais, que durante años fue el principal espacio de publicación literaria en el estado. Bajo la dirección de Murilo Rubião, su creador (1966), el suplemento era democrático y generoso: publicaba autores con visiones y estilos distintos, siempre y cuando hubiera talento. Según Werneck, nunca más encontró en ningún otro lugar un editor literario con la generosidad y la discreción de Murilo.

Belo Horizonte, para Werneck, es también un lugar de sombras —un “útero pantanoso”, como dijo una vez Hélio Pellegrino—. Un ambiente sofocante, moralmente cerrado, donde la literatura, en muchos casos, existía como un sustituto de la vida. La represión, la dificultad para expresarse libremente e incluso el prejuicio contribuían a esa atmósfera opresiva. Era un lugar donde brotaban escritores, pero no donde podían florecer.

Ese panorama, sin embargo, cambió con el tiempo. La migración literaria, antes orientada hacia Río, pasó a destinarse a São Paulo, especialmente a partir de los años 60. El propio Werneck hizo parte de ese cambio, al llegar a la capital paulista en 1970, donde construyó su carrera como periodista y escritor. Hoy, reconoce que Belo Horizonte ofrece un ambiente mucho más receptivo a la cultura y la literatura. Con editoriales sólidas, como Autêntica, y proyectos como los de Afonso Borges, la ciudad pasó a ser también un lugar de permanencia, y no solo de partida.

Al revisitar estos recuerdos y reflexionar sobre la trayectoria de la literatura mineira, Humberto Werneck nos ofrece un retrato rico de una ciudad y de una generación —o varias generaciones— que, entre el silencio de los bares cerrados y el murmullo de las letras, construyó una de las tradiciones literarias más densas de Brasil.