En la cuna del acorde/despertara[1][2]
Maria Josefina Sota Fuentes[3]
Quiero empezar agradeciendo al Bureau de la FAPOL y a las organizadoras responsables del XII ENAPOL por esta invitación. Comenzaré por el punto de partida del inspirado argumento de Fernanda Otoni[4]: “Arrancamos desde allí, ¡del deseo de hacer hablar eso que habla en cada uno! […] Pero ¿cómo hacer hablar en el ENAPOL esa lengua imperfecta que se habla en el análisis?” La vía encontrada fue “hablar con el niño, porque no se hace otra cosa en un análisis que hacer hablar al niño”.
Desde el inicio, me pareció importante subrayar que, en un análisis, hablamos y hacemos hablar al niño que nos habita, partiendo de una concepción del lenguaje muy precisa, que atraviesa la enseñanza de Lacan. Desde el lenguaje que crea y da sentido a la vida y al mundo del ser hablante, hasta llegar a su hueso, a la letra muda que toma cuerpo, y a la materia sonora de la lalengua, que puede fascinar y producir grandes alegrías, pero que es fundamentalmente extraña, ilegible, impregnada de gritos y silencios, ruidos y tumulto.
Ocurre que el “alfabeto se enfurece”, tal como lo muestran los artistas plásticos León Ferrari y Mira Schendel en obras que abordan “una visión mucho más compleja y enriquecedora del lenguaje”[5], según la curaduría, cuando este es concebido como materia encarnada, dando voz, en lo singular, al elocuente “cuerpo mudo del lenguaje”[6].
Llegamos así al furor de la lengua, al mutismo de la palabra cuando ésta ya no comunica nada y hace temblar los sentidos fijos y los sueños de una verdad sedentaria, lo que terminó por sacudir todo el edificio conceptual de la enseñanza de Lacan. En efecto, lalengua, irrumpiendo en un equívoco, desarmó los cimientos del concepto de lenguaje y condujo a lo que Miller llamó la ultimísima enseñanza.
En “La función y el campo de la palabra y del lenguaje”, en 1953 Lacan ya había puesto al revés el psicoanálisis practicado por los posfreudianos, con el fin de consolidar las bases simbólicas de la operación analítica, regida por las leyes del lenguaje, y así extraerla de los desvíos de la obscenidad imaginaria. Hicieron falta suelo firme y un eterno retorno a la razón desde Freud para establecer los fundamentos del inconsciente estructurado como un lenguaje, en la instancia que toma la palabra al pie de la letra.
Pero Lacan supo extraer de los poderes de la palabra algo distinto de lo que el legado estructuralista había aportado en términos de simbolización y de la intención de un querer-decir en la comunicación. Ya habíamos aprendido con Lacan que el significante es ese tesoro creacionista que crea y organiza un mundo, y que el inconsciente, como discurso del Otro, le habla al niño mucho antes de su llegada, otorgándole un lugar y un destino en el deseo del Otro.
Sin embargo, veinte años después, Lacan vuelve del revés sus propias tesis para subrayar, en “El atolondradicho”, en el equívoco de sus proposiciones, la “ficción y canto de la palabra”[7], evocando entonces la “potencia musical”[8] de la palabra en el campo de la lalengua, fuera del sentido y enigmática, deconstruyendo el campo del lenguaje que produce sentido al operar según las leyes del significante. Se destaca el aspecto ficcional que resulta de esta operación de incidencia de las palabras sobre los cuerpos, concebida entonces por Lacan a partir del concepto de lalengua, poniendo en juego el propio “equívoco de la palabra”[9] que marca el cuerpo. Este es permeable a lo que se transmite a través de la musicalidad de la lalengua llamada materna, presente en el canto de la palabra incluso antes de que el niño entre en el dominio de la lengua común.
El encuentro de la lalengua con el cuerpo del niño deja marcas inolvidables. En efecto, del primer amor nunca se olvida, si es que es posible olvidar algún amor. “Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sentidos y comienza la nueva armonía”, cantan las voces infantiles en los versos con los que Rimbaud anuncia la llegada de un “nuevo amor”. Con ellos, Lacan[10] entrega la fórmula del acto que instaura el discurso analítico. Hace falta un golpe sobre el tambor para que la palabra, en su “sustancia sonora”[11], en su “potencia musical”, reverbere en la materia corpórea: la lalengua, explorada especialmente en la música[12] y en la poesía[13], pero también en la propia interpretación del analista. Según Lacan: “Un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa que el sentido. El sentido, es lo que resuena con la ayuda del significante. Pero lo que resuena, eso no llega lejos, es más bien flojo. El sentido, eso tapona. Pero con la ayuda de lo que se llama la escritura poética, –añade– ustedes pueden tener la dimensión de lo que podría ser la interpretación analítica.”[14] Se trata de captar el alcance del decir del analista fuera del sentido, implicando la resonancia del cuerpo de la palabra cantada, como en la poesía china, que nos da la sensación de que “no se está reducido a eso”[15], al determinismo del dicho o de una marca, en función del deslizamiento producido por la modulación de la voz en sus variaciones tonales.
De este modo, el propio canto presente en la palabra –hecha de timbres oscilantes, ruidos y silencios– repercute en el cuerpo del niño más allá de los sentidos vehiculados en la palabra materna, y en él se inscribe. En la “rección del cuerpo”[16], la madre también es afectada por su lalengua y está atolondrada, por las vueltas de los dichos que aturden y traumatizan, no por el significado que portan, sino justamente por no portar ningún significado, sino la presencia de un goce ilegible presente en el habla. Ella encarna la lalengua constituida “de aluviones que se acumulan de los malentendidos”[17], allí donde irrumpen los equívocos.
Constatamos, así, que no hay una comunicación entre aquello que los padres transmiten y lo que llega al niño, sino el abismo de una relación imposible entre un decir que ha quedado olvidado en los dichos parentales y aquello que el niño escucha, y lo que, de esas palabras, como un meteorito, hiende las tierras del real del cuerpo del niño con un agujero. Es en ese “motérialisme –dice Lacan– donde reside el asidero del inconsciente”[18], destacando cómo la materia de la lalengua marca de manera contingente el cuerpo del niño y se fija como una letra muda, fuera del sentido, a partir de la cual el niño fabrica su cuerpo y sus síntomas, teje sus ficciones y erige su mundo.
Nacer atolondrado
Así, pasados veinte años, Lacan pone en evidencia ya no la determinación del Otro, sino un punto de real relativo al origen subjetivo del niño que nos habita: ese que ya ha nacido traumatizado en la cuna del malentendido. Es fruto de un deseo oscuro, para el cual jamás existirá la última palabra, ni una explicación definitiva sobre su propia procedencia. Deseado o no deseado, el niño encarna un límite a toda ficción posible; es un real que escapa a los sueños que lo preceden, a la trama simbólica e imaginaria que la engendraría. Aborto espontáneo[19] de un deseo, dirá Lacan: eso es lo que somos todos nosotros para aquellos que nos criaron. Y concluye: “Y ahí́ es donde ustedes deben reconocerse, el psicoanálisis se lo enseña.”[20]
Hay, por lo tanto, muchas maneras de hablar con el niño. Una vía bastante practicada –ya sea en el análisis con niños o no– fue inaugurada por Anna Freud, quien, como una detective, salía a investigar lo que ocurría en el entorno familiar con el fin de encontrar la causa del síntoma del niño, tomando lo que entendía por “principio de realidad” y la reeducación del Yo como grandes aliados. Mientras que a Freud le correspondió la gran contribución del psicoanálisis –dice Lacan–: “es explotar el malentendido. Con una revelación al final, que es de fantasma.”[21]
¿Fueron o no verdaderas las escenas de los recuerdos infantiles de la represión familiar? De todos modos –responde Lacan–, es necesario inventarlas, tal como en el mito edípico, que da “forma épica a lo que se opera a partir de la estructura”[22]. Así, lo que se pone en cuestión para Lacan no es la veracidad de tales escenas que deberían ser rescatadas en las memorias de la infancia[23]. Tampoco se trataría de encontrar una explicación definitiva, la causa última, esa que consume al analizante en su búsqueda del sentido de su síntoma. La causa está perdida desde el momento en que el niño se engendra a partir de una pérdida inaugural, relativa al traumatismo de ese acontecimiento primordial del cuerpo en el choque con la lalengua materna, en el furor del lenguaje. A partir de allí, deberá fabricar su cuerpo y su objeto plus de gozar, tejiendo ficciones en torno a un agujero. Es eso lo que finalmente revela la fantasía de Pega a un niño, tal como lo explica Miller: el fundamento del puro “sadismo del significante”[24], el dispositivo del goce por la palabra que golpea el cuerpo.
De este modo, para que el analista no se extravíe ni delire, es necesario mantener en el horizonte ese despertar traumático, en la cuna del acorde/despertar, allí donde el agujero de un imposible reverbera en cada uno, pero también donde un fatal determinismo puede perder sus razones en el aflojamiento de la lengua, en la modulación de la tonalidad, en la reverberación de otros acordes.
La cantinela
Lalíngua con el “la” fue la elección de Haroldo de Campos[25] en la traducción de lalangue al portugués, subrayando que en ese neologismo Lacan conjuga la lengua con el laleo[26], el balbuceo de los sonidos aún sin sentido en el deleite del bebé, que poco a poco va formando su pequeña batería retumbante de vocalizaciones, en la medida en que consiente con el lenguaje.
Así, con esos acordes nacen los acuerdos, y el niño freudiano inventa su primera canción: un agudo y prolongado o-o-o-o, seguido de una pausa, y a continuación un allegro a-a-a-a, sonidos con los que se divierte en el juego de lanzar fuera de su cuna un carretel. He ahí el júbilo de la lalengua presente en este dispositivo del goce, en el que el bebé, provisto de un par de significantes, salta las fronteras del foso creado en los bordes de su cuna frente a la madre que desaparece.
Así, sin contar aún con los recursos del lenguaje para comunicar su dolor, lo que se pone en juego en este juego es la satisfacción encontrada en la propia lalengua que toma cuerpo en el niño[27]. A medida que consiente con el discurso del Otro, el goce de la lalengua va infiltrándose en la lengua común. En efecto, Freud supo reconocer en esos sonidos el esfuerzo del niño por pronunciar en alemán un Fort y un Da, el “se fue” y el “esta acá” con los que el niño simboliza la ausencia materna y amuebla su mundo. Con ese salto, dice Lacan, comienza la “cantinela”[28], teniendo como primera marca del sujeto la producción del objeto perdido, dispuesto como un plus de gozar, con el cual se sustrae –tal como el carretel lanzado fuera de la cuna del goce solitario. En esa magia de la palabra, el bebé goza de su lalengua y, por ello, podrá componer nuevos poemas, tal como sugiere Esthela Solano[29]. Es él mismo quien se compone, como un poema.
“Música en todas partes”[30], escribe Joyce, el “amo de la lalengua”[31], que supo hacerla sonar magistralmente en los equívocos de la lengua inglesa[32] para enfrentar su canto de sirenas. En el ejercicio del arte y en el ardor de un bien “decir magistral”[33], en un acuerdo singular con el lenguaje, la lalengua se infiltra y resuenan los acordes ininteligibles y singulares de Joyce. “Eso incluso puede ser cantado –dice Lacan–, y Joyce no se priva de hacerlo. Tampoco Lacan se priva de la alegría de crear sus propios ritornelos[34]: “L’on l’a, l’on l’air de l’aire, de l’on l’a”[35] –escribe Lacan.
Concluyo con una breve viñeta clínica de una joven de 17 años, llevada al análisis por sus padres, preocupados por su melancolía, por su modo de estar afectada por la lalengua. En efecto, allí el dolor de existir grita en estado puro, revelando la triste verdad del divorcio entre las palabras y los cuerpos, cuando lo real del goce del cuerpo se desparrama por todas partes, y la palabra, en vano, no lo alcanza, impotente para aparejar el goce con el lenguaje[36].
Hasta que un día, quejándose nuevamente ante la analista de sus miserias, al decir que ya no soportaba entrar a las redes sociales donde todos derrochan una vida feliz que jamás será la suya, aparece en la “regencia del cuerpo” el equívoco de la lalengua: “Estragran”.
Jamás hubiéramos imaginado de dónde brotaría su alegría.
Traducción: Juliana Gomes
Revisión: Silvina Molina
[1] Texto presentado en la Preparatoria de la EBP del XII Enapol, en 31/05/2025.
[2] En el título original em portugués, “Berço do acorde”, la palabra “acorde”, que significa “acorde”, equivoca con “despierta”.
[3] AME-EBP/AMP
[4] Otoni, F. B. “Argumento del XII ENAPOL: Hablar con el niño”. In: https://enapol.com/xii/es/argumento/.
[5] Pérez-Orama, L. León Ferrari y Mira Schendel: el alfabeto enfurecido, con ensayos de Andrea Giunta y Rodrigo Naves. Madrid: TF Editores; Museo Reina Sofía; MoMA, 2009, p. 5.
[6] Ibidem., p. 43.
[7] Lacan, J., “El atolondradicho”. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 485.
[8] Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. Escritos II. Buenos Aires: Paidós, 2008, p. 510.
[9] Lacan, J., “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”. Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Ediciones Manantial, 1988, p. 125.
[10] Lacan, J. Le Séminaire, livre 15 : l’acte psychanalytique. Paris : Seuil et Le Champs Freudien, 2024, p. 93.
[11] Otoni, F. B. “Argumento del XII ENAPOL: Hablar con el niño”, op. cit.
[12] Cf. Musachi, G. “Música para tus oídos”. Cuerpos que buscan escrituras. Paidós: Buenos Aires, 2014, p. 119. Gorenberg, R. La música de lalengua: la incidencia del objeto voz en la clínica psicoanalítica. Buenos Aires: Grama Ediciones, 2016.
[13] Guéguin, P.-G. «Pouètes de Pouasie». Quarto, n.70, ECF-ACF en Belgique, Bruxelles, avril 2000, pp.24-26.
[14] Lacan, J. Le Séminaire, livre 24 : L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre. (19/04/1977). Inédito.
[15] Ibid.
[16] Lacan, J. “Joyce el síntoma”, Otros escritos, op. cit. p. 596.
[17] Miller, J.-A., “El monólogo de la apalabra”. La fuga del sentido. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 147.
[18] Lacan, J. “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, op. cit., p. 125.
[19] En el original, Lacan emplea el término “fausse-couches” y no simplemente “avortements”, tal como señala Sergio Laia al destacar la indeterminación y el carácter ininteligible que se desprende de ese aborto espontáneo. “Mãe”. Curinga, n. 59, Belo Horizonte, EBP-MG, mayo, 2025, pág.137.
[20]Lacan, J., El Seminario, Libro 17 (1969-1970). El reverso del psicoanálisis., Buenos Aires: Paidós, 1992, p. 192.
[21] Lacan, J. “O mal-entendido”. Opção lacaniana, n. 72, Ed. Eólia, São Paulo, março, 2016, pág.10.
[22] Lacan, J. “Televisión”. Otros escritos, op. cit., p. 558.
[23] Cf. Laurent, É. “De ‘l’enfant père de l’homme’ à la père-version”. La petite girafe, n. 25, junio 2007, pp. 140-149.
[24] Miller, J.-A., El hueso de un análisis. Buenos Aires: Tres Haches, 1998, p. 70.
[25] Campos, H. “O afreudisíaco Lacan na galáxia de lalíngua”. Correio n. 18/19, São Paulo, janeiro, 1998, pp.136-158.
[26] Lacan, J. “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, op. cit., p. 125.
[27] Cf. Solano, E.-S. “Dante et le Fort-Da”. La petite girafe, n. 31, avril 2010, pp. 19-22.
[28] Lacan, J. El Seminario, Libro 11 (1964), Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1987, p. 70.
[29] Solano, E.-S. “Dante et le Fort-Da”, op. cit.
[30] Joyce, J. Ulises, Barcelona: Editorial Lumen, 1999, p. 315.
[31] Lacan, J. “Joyce el síntoma”, Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 596.
[32] Cf. Mattos, S. “Música: por que uma arte suprema?” Derivas analíticas, n. 22, março/2025. In: https://www.revistaderivasanaliticas.com.br/.
[33] Lacan, J. “Joyce el síntoma”, op. cit., p. 593.
[34] Lacan, J. J. Le Séminaire, livre 21: les non dupes errent (8/01/1974). Inédito.
[35] Lacan, J. “Joyce el síntoma”, op. cit. p. 595.
[36] Cf. Laurent, É. As paixões do ser. Salvador: EBP-BA, 2000.