LA MAGNÍFICA DESOLACIÓN Y LA ENCARNACIÓN DEL CORTE
Ram Mandil – EBP/AMP

El episodio es poco conocido. Instantes antes de hacer el primer aterrizaje en la Luna, una alarma suena en la computadora del Módulo Lunar: el enigmático “código 1202”, indicando sobrecarga de datos en el sistema. Ni los astronautas a bordo, Neil Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin, ni el centro de control en Houston conocían las causas. Tensión, seguida de la verificación de todos los parámetros para fundamentar la decisión: GO o ABORT STAGE. Aun sin saber exactamente la causa, Houston da su veredicto: “Optamos por el GO”. Los análisis indicaban que se trataba de un “riesgo aceptable”.
Cuarenta años después, “Buzz” Aldrin, en su libro Magnificient Desolation: the long journey home from the Moon[i], aclara el motivo de la sobrecarga de datos en la computadora de a bordo durante el descenso a la Luna: “En algún momento, después que Eagle [el Módulo Lunar] se separó de Columbia [la nave nodriza], yo debería haber apagado el ´radar de rendez-vous´ [el radar que permite el acoplamiento de vuelta a la nave nodriza para el regreso desde la superficie lunar] pero opté por no hacerlo (…) y directamente lo dejé encendido.” Justificación: “Quería una medida de seguridad en caso que tuviéramos que realizar un ascenso rápido, alejándonos de la superficie de la Luna y regresando al espacio para alcanzar a Mike Collins y al Columbia, nuestro transporte de regreso a casa”. Lo que lo lleva a reconocer que “en realidad, no teníamos idea de que las computadoras no podrían procesar simultáneamente la información del ‘radar de rendez-vous’ y del ‘radar de aterrizaje”[ii].
Nadie, excepto Buzz Aldrin, podría haber sospechado que el éxito de la misión implicaba una cuestión subjetiva frente a la idea de separación.
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Una separación de tipo especial, que puede leerse a partir de las tesis de Lacan acerca del destete (le sevrage). El destete, entendido como “regulación de una función social”, es decir, una regulación cultural y no instintiva, cuya función sería suplir “una insuficiencia vital”[iii]. Se trata, incluso, de un momento en que “una tensión vital” se encuentra asociada a una “intención mental”[iv]: por ejemplo, la de aceptar y/o rechazar el destete. Como “fijación”, el destete marca, de modo permanente, “la relación biológica que interrumpe”[v]. Por extensión, el nacimiento también es comprendido en la perspectiva de un destete: aquel que “separa al niño de la matriz, separación prematura de la que proviene un malestar”[vi]. Es de aquí que, para Lacan, provienen las “nostalgias de la humanidad”: “espejismo metafísico de la armonía universal, abismo místico de la fusión afectiva, utopía social de una tutela totalitaria, surgidas todas ellas de la obsesión por el paraíso perdido anterior al nacimiento y de la más oscura aspiración a la muerte”[vii].
Estas no serán las últimas palabras de Lacan sobre el tema. En el Seminario 10: La angustia, el partenaire del niño en el destete ya no será la madre, sino el objeto. Es con el “objeto seccionado”, separado no del organismo de la madre sino del propio niño, que se establece la “dialéctica del destete”. La relación fundamental es con ese objeto, que no garantiza un vínculo pleno con el Otro[viii].
En esta dialéctica, conviene señalar la función del corte y la emergencia del objeto cesible. El corte —o, si se quiere, la mordida del significante— no se produce entre el niño y la madre, sino “se produce entre aquello que va a convertirse en el individuo arrojado al mundo exterior y sus envolturas,” sean estos la placenta o el seno.[ix] La “angustia del destete” no proviene de la falta del seno para suplir una necesidad del sujeto, sino, más bien, del hecho de que el niño debe ceder un objeto “del que pende como de una parte de sí mismo.”[x]. En resumen: “no es cierto que el niño sea destetado. Él se desteta. Se desprende del seno, juega.”[xi] Del “objeto seccionado”, pasamos ahora al “objeto cesible” y a la satisfacción que acompaña ese singular juego del fort-da mediante el soltar y volver a tomar el seno. Es por esta vía que Lacan evocará un “deseo de destete”[xii]. Si no fuera posible reconocer tal deseo, “¿cómo podríamos concebir siquiera los hechos muy primitivos, muy primordiales en su aparición, de rechazo del seno, las formas primeras de la anorexia, acerca de las cuales nuestra experiencia nos enseña a buscar enseguida sus correlaciones en el plano del Otro con mayúscula?”[xiii].
La incidencia del corte y la emergencia del objeto cesible no ocurren sin la función de un borde. Conviene recordar que el acto de succión solo entra en funcionamiento a partir de los labios, ese borde que hace que el orificio sea operativo: “Que el labio nos presente la imagen misma del borde, que sea ella misma la encarnación, por así́ decir, de un corte, es como para hacemos percibir que pisamos un terreno seguro.”[xiv]¿Qué terreno seguro sería ese? ¿Se trataría de una referencia al borde considerado como litoral, donde se enlazan el cuerpo y la lengua, el orificio corporal y la articulación labial de los fonemas?
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El trayecto entre el impasse para ceder el objeto y la posibilidad de manejar el objeto cedible no fue recorrido sin dejar sus marcas en Buzz Aldrin. Al posar sus pies sobre la superficie lunar y mirar a su alrededor, lo único que se le ocurre decir es: “¡qué desolación magnífica!” (“magnificent desolation”). Sin embargo, lo que más parece haberlo conmovido en el suelo lunar fue la huella que dejaron sus botas sobre esa superficie. Marcas indelebles de su presencia y, al mismo tiempo, de su inminente ausencia. Los surcos allí trazados no dejan de evocar la metáfora del abarrancamiento de Siberia por donde, según Lacan, se deposita el goce que se precipita a partir de la ruptura de los semblantes.
El reencuentro de Buzz Aldrin con su madre, a su regreso del viaje a la Luna, ya no estaba en el horizonte. Marion Moon había dejado este mundo, por decisión propia, el año anterior a la misión espacial. Años después, en mensajes publicados en Twitter, considera la posibilidad de que haya sido el nombre de su madre lo que lo habría conducido a la Luna, y si en ese nombre ya no estaría escrito su destino como “pionero”. Pero también podemos preguntarnos si, una vez que logró desprenderse de la nave madre, Buzz Aldrin pudo, por fin, constituir para sí un borde, al imprimir las marcas de su cuerpo en la superficie lunar y lograr el acoplamiento de lo “magnífico” con lo que bien podría haber sido una desolación sin fin.

[i] Aldrin, Buzz (com Ken Abraham). Magnificent Desolation: The Long Journey Home from the Moon. London: Bloomsbury Publishing PLC, 2009.
[ii] Ibidem, p.17.
[iii] Lacan, J. Los complejos familiares en la formación del individuo. En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012. pp.44- 45.
[iv] Ibidem p. 41.
[v] Ibidem.
[vi] Lacan, J. Los complejos familiares en la formación del individuo. En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012. p. 44.
[vii] Ibidem, pp. 46-47.
[viii] Lacan, J. El Seminario, Libro 10: La angustia (1962-1963). Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Buenos Aires: Paidós, 2007. p. p. 325. Clase del 20/03/1963.
[ix] Ibidem, p. 252.
[x] Ibidem, p. 338.
[xi] Ibidem, p. 354.
[xii] Ibidem.
[xiii] Ibidem, pp. 354-355.
[xiv] Ibidem, p. 251.