Nada. Nadie.
Eugenia Serrano
“Me gustan esas frases de Freud tan prudentes, juiciosas, viejas, inenvejecibles: Las innumerables particularidades de la vida amorosa humana son restos de infancia. La ternura maternal es sexual. Es la latencia la que entrega a todos los niños a la perversidad. El amor no tiene objeto. La pulsión sexual es anormal (no normada). Una especie sexuada ¿puede decir nosotros? No. Nunca.” Restos de la infancia, Pascal Quignard, Complementos, p.181.
Agradezco a Charly Rossi que me haya acercado esta referencia tan hermosa.
La fiesta freudiana
Para mí siempre es una fiesta volver a Freud.
Pasan los años y este festín no me defrauda nunca. A veces pienso que se trata de lo que dice, otras simplemente creo que el secreto de lo que me atrapa está en la forma en la que dice lo que dice.
Encontré algo hermoso de Jacques-Alain Miller hace un tiempo, una pequeña anécdota escondida en una conferencia suya sobre un tema que no deja de tener resonancias con lo que nos convoca hoy aquí. Miller se pregunta en esa oportunidad si la violencia infantil es un síntoma y dice que para poder orientarse se dirigió a Freud: “Quise estar seguro de la definición freudiana de síntoma”[1]. Voy a insistir para darle al cuento todo su peso, ¿es el mismísimo Miller diciendo que retorna a Freud para estar seguro de su definición de síntoma? Si, es. ¿No les resulta conmovedor?
No se necesitan excusas para asistir a una buena fiesta, y si la fiesta es freudiana como nos enseña Miller el motivo puede ser el síntoma o como en este caso el factor infantil. Pero creo que hay algo más en esta anécdota. Lo diré así, la fiesta de Freud tiene algo de reencuentro con un viejo amigo; uno conoce sus mañas, los temas musicales que no faltarán, los giros repetidos de algunas conversaciones, etc., sin embargo en ese escenario de intimidad conocida, incluso en el seno mismo de esa familiaridad algo inédito, algo impensado puede ocurrir.
El factor sexual
Freud se encontró desde muy temprano en su recorrido con el estatuto problemático de la satisfacción. Lo que debía vivirse satisfactoriamente, podía adquirir un carácter displaciente y viceversa, y lo efectivamente satisfactorio se presentaba como malogrado, insuficiente. Miller señala que Freud expresa esto muy claramente en su texto El malestar en la cultura: “hay algo que vuelve al hombre incapaz de una satisfacción completa, hay algo podrido en el reino del goce”[2] Por otra parte, muy rápidamente ubicó el carácter traumático para el ser hablante de la sexualidad. En su pluma es posible percibir el esfuerzo por situar las razones por las cuales la sexualidad deviene traumática a tal punto de requerir de una respuesta defensiva.
¡Fue una vivencia temprana pasiva! ¡No, no! ¡Fue activa con ganancia de placer! ¡Ni activa, ni pasiva, es la prematuración! ¡No fue una vivencia, es la fantasía! ¡Quizás la noción de excedente posterior a la pubertad!
En fin.
Sin embargo, como nos recuerdan en la Revista Lacaniana 26 y retoma Irene en uno de los textos de orientación para este ENAPOL, Freud también dijo en una Carta a Fliess lo siguiente: “A la pregunta por lo que ocurrió en la primera infancia, la respuesta reza: Nada, pero había ahí un germen de moción sexual”[3]
El germen infantil
Aunque me declaro absolutamente fan de los Tres Ensayos -de mis textos preferidos de Freud, sin duda-, creo que no había leído nunca la Conferencia Número 20 titulada “La vida sexual humana”. Como soy del grupo de herejes que marcan los libros sin ningún tipo prurito puedo reconocer rápidamente que leí y que no.
“Tres ensayos para una teoría sexual” es de 1905, “La vida sexual humana” de 1917. En la Conferencia mencionada retoma de manera un poco condensada lo desarrollado en sus Tres Ensayos. Quizás sea esta condensación que lo hace avanzar mucho más rápido la que me permitió situar la secuencia que quiero compartirles hoy.
Hay una dialéctica en el texto que me interesa cernir. Son tres los movimientos freudianos que me importa aislar, tres operaciones sobre lo que en la edición de Ballesteros se traduce como “desviaciones sexuales”.
Entonces, primer movimiento.
Las desviaciones / perversiones sexuales son más normales de lo que se cree, no hay nada raro en ellas. El punto de partida de Freud es clínico, el constata que en el corazón de los síntomas neuróticos se ocultan todo tipo de satisfacciones sexuales. Freud normaliza, para decirlo de manera más actual “despatologiza” las perversiones sintomatizándolas.
“Hemos dicho que los síntomas neuróticos son satisfacciones sexuales sustitutivas, y les he indicado que la confirmación de esta tesis mediante el análisis de los síntomas chocará con muchas dificultades. En efecto, sólo se certifica si bajo ‘satisfacción sexual’ incluimos las necesidades sexuales de los llamados perversos, pues con sorprendente frecuencia tenemos que interpretar los síntomas en ese sentido” [4]
Con el segundo movimiento dará un paso más que es bien conocido por nosotros, Freud nos indica que las inclinaciones perversas se arraigan en la infancia.
“La sexualidad perversa no es otra cosa que la sexualidad infantil aumentada y descompuesta en sus mociones singulares”. “En verdad, es algo evidente; si el niño tiene en efecto una vida sexual, no puede ser sino de índole perversa, pues, salvo unos pocos y oscuros indicios, a él le falta lo que convierte a la sexualidad en la función de la reproducción”. “Ustedes incurren en el error de confundir sexualidad y reproducción, y así se cierran el camino para comprender la sexualidad, las perversiones y las neurosis” [5]
Señalaré al pasar que este es un tema enormemente actual si tenemos en cuenta algo que Miller mencionó hace algunos años cuando caracterizó el siglo XXI entre otras cosas como atravesado por el empuje al porno. Hay una nueva manera diría yo de confundir la sexualidad infantil no ya con la reproducción, si no con la dimensión del acto sexual. Nos trae enormes dificultades para quienes trabajamos con niños pequeños y abre toda una problemática que es la de la clínica del acto antes de la pubertad que conviene interrogar cada vez.
Resta situar el tercer movimiento, para ello los remito a la Conferencia 23 “Los caminos de la formación de síntomas” -esa si la tenía totalmente marcada- donde Freud desarrolla sus series complementarias. Este tercer paso sintetiza los anteriores. Los repaso:
Primer movimiento, en el corazón del síntoma la satisfacción es perversa.
Segundo movimiento, la infancia perversa y polimorfa.
Tercero y último, la satisfacción perversa en el síntoma tiene su raíz en la infancia.
Nada. Nadie.
El retorno de Lacan a Freud es un retorno de depuración. Si Freud dice “el factor infantil”, con Lacan podríamos prescindir hasta de lo infantil y quedarnos solo con factor, podríamos incluso contentarnos con la palabra germen. Creo que germen es una muy buena palabra, contiene cierta equivocidad, tiene la potencia de lo que se propaga, de lo que infecta, para bien o para mal.
“Entre los 5 y los 7 años un niño es visitado por una fantasma que proviene de la habitación de sus padres. El movimiento era preciso, venía desde allá y el sujeto la esperaba aparecer. La veía venir con susto hasta que llegaba a su cama y en ese momento de miedo máximo se cubría con las frazadas. Escapaba justo, pero permanecía cubierto y encerrado. El grito quedaba ahogado sin pedir ayuda. El niño sabía que cada noche vendría la fantasma y con ella el miedo.”
“Una niña de 5 años observa a su madre arreglarse frente al espejo, suena el teléfono y atiende. Del otro lado del auricular una voz femenina dice el nombre de la niña y se presenta como la novia de su padre. La pequeña sujeto no sabe quién cortó la llamada. Nuevamente con su madre esta le pregunta quién era, su respuesta no tarda en llegar, la niña contesta: “No sé, nadie”.”
Seguramente conozcan bien estos fragmentos, están extraídos de los testimonios de Alejandro Reinoso y Débora Rabinovich, en ambos se recorta la presencia ominosa de lo femenino. En el primero la cosa dura tres años, en el segundo apenas lo que lleva decir una frase corta. En ambos casos podemos gritar ¡bingo! “Quedé allí fijada”, señala Débora. “No había escape” afirma Alejandro.
Le agradezco a Reinoso la luz que ha echado sobre mi clínica cotidiana que haya llamado a su fenómeno “mi pequeña alucinación infantil” -cada vez que discuto con alguien que quiere hacer diagnóstico en un niño por la presencia aislada de una alucinación cito su caso- por otra parte que le diga “pequeña” tiene toda su ironía. Pero ahora que para esta noche me atrevo a colocar el fragmento de Débora junto con el de Alejandro me doy cuenta que en realidad la voz en el teléfono tiene un carácter similar.
Esa nada.
Ese nadie.
Un germen.
Un factor alrededor del cual es posible inventarse una vida.
[1] Miller, J. -A. “Niños violentos”, em De la Infancia a la Adolescencia, Colección del Instituto Clínico de Buenos Aires, Paidós, Buenos Aires, 2020, p.52.
[2] Miller, J.-A., Los divinos detalles. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 29.
[3] Freud, S., “Fragmentos de la correspondencia con Fliess 1950 (1892-99)”, Obras Completas, Tomo I, pp.318-319. Bs. As. Amorrortu.
[4] Freud, S., “20 Conferencia: La vida sexual humana”, Obras Completas, Tomo 16, p. 281, Bs. As.: Amorrortu.
[5] Freud, S., “20 Conferencia: La vida sexual humana”, Obras Completas, Tomo 16, p. 284, Bs. As.: Amorrortu