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“Soy un artista Multindisciplinar”

Marco Paulo Rolla se define como un artista “multindisciplinar”. Una letra que transforma la palabra, nombra a un artista y que al mismo tiempo le permite a su cuerpo transitar por las diversas formas de expresiones artísticas. Su trayectoria está marcada por experiencias simultáneas en música, danza, performance, teatro y artes visuales; es reflejo de una visión expandida del arte, donde los lenguajes no se separan, sino que se atraviesan y se alimentan. Desde los tiempos de formación en la Fundación de Educación Artística, en Belo Horizonte, Rolla ya transitaba entre múltiples expresiones: estudiaba música, bailaba, performaba. “Todo al mismo tiempo”, como él mismo afirma. Esa mezcla, lejos de ser confusa, era (y sigue siendo) el cimiento de su práctica.

Para él, esa fluidez no es solo una elección personal, sino que también está ligada al modo en que el artista contemporáneo se forma —ya no restringido a categorías estancas, sino abierto a atravesamientos y experimentaciones. Rolla ve en figuras como Alberto da Veiga Guignard un ejemplo precursor de esa postura, especialmente en el contexto minero. Guignard, recuerda él, no aceptaba los moldes conservadores de la academia de Río de Janeiro y prefería dar clases al aire libre, en contacto directo con la naturaleza y lo cotidiano, desafiando la rigidez institucional y proponiendo una experiencia artística más integrada a la realidad.

Esa herencia, según el artista, reverbera hasta hoy en las prácticas artísticas de Minas Gerais, donde él percibe un cierto “barroquismo energético”, una mezcla intensa entre fe, arte, política y caos creativo que conforma un caldo fértil para la creación. Ve en la performance, en el acontecimiento, en el cuerpo en acción, territorios naturales de expresión, más que en la obra final en sí. Marco recuerda, por ejemplo, la importancia de algunos proyectos artísticos como el “Museo de Arte Viva” dentro de la Fundación de Educación Artística, que tenían lugar casi de forma clandestina, siempre que la dirección tradicional se ausentaba —una celebración del improviso, del nonsense, de la ruptura con la lógica lineal.

Después de años viviendo y estudiando en Europa —especialmente en Holanda, donde participó en iniciativas dirigidas a la creación de redes artísticas del sur global— volvió a Minas motivado también por cuestiones afectivas. Pero ese retorno no fue un recomienzo pasivo: trajo con él un bagaje internacional y una disposición de “pasar la topadora” por la escena local, expandiendo fronteras y conectando artistas y experiencias.

Hoy se siente más necesario aquí. Actúa como catalizador de nuevas conexiones y sigue invirtiendo en proyectos que promueven la mezcla entre lenguajes, culturas y geografías. Su arte, profundamente enraizado en el cuerpo y en el acontecimiento, es una respuesta directa a las estructuras rígidas y a las opresiones políticas que aún atraviesan al país. Con humor, crítica y libertad, Marco Paulo Rolla continúa encarnando la potencia del artista que se rehúsa a caber en cualquier molde —y justamente por eso, permanece relevante, provocador y absolutamente contemporáneo.