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Rúbrica Eje 2 – “DAFNIS Y CLOE. DEL SIGLO 2 AL SIGLO 21”

Susana Schaer – NEL/AMP

Sabido es que la pubertad es el encuentro con los grandes enigmas: el cuerpo, la sexualidad, la relación con el otro. Un encuentro con lo imposible de la relación sexual, lo imposible de decir que no termina de subjetivarse. Es con esto con lo que el púber tiene que arreglárselas.  “Aquello a lo que Lacan llamó, lo real”[1].

Lo muestra “Dafnis y Cloe”[2], una novela pastoril del siglo II, referencia de Lacan en el Seminario XI. Trata del encuentro entre dos jóvenes pastores que se conocen desde niños. Al llegar a la pubertad se sienten atraídos, preguntándose, no sin angustia, por esto que les acontece y no pueden nombrar. Dirá Dafnis “¡Oh dolencia nueva cuyo nombre ignoro!”.

Lacan evoca esta novela para señalar que “Lo que hay que hacer como hombre o mujer, pertenece al drama, a la trama que se sitúa en el Campo del Otro. El Edipo es propiamente eso”[3].

Dicha trama podemos decir, no es sin la instrucción amorosa de Lycenia, o el nombre de “Amor” dado por el anciano, o la aceptación de los padres al mensaje divino transmitido en sus sueños. No sin la ficción, no sin los sueños, no sin el Otro abordan el encuentro con la relación sexual que no existe.

Pero ¿qué versión para el siglo 21? Hoy, en la época del Otro que no existe, ese camino encuentra mayores dificultades.

En nuestra versión contemporánea de narrativa posmoderna, a Dafnis y Cloe no suele convocarlos el amor. Inquietos, angustiados y curiosos, se disponen a experimentar un posible encuentro sexual. Tal como sucedió 1825 años atrás y pese a la instrucción de Pornografía en lo solitario de su celular, el púber, en ocasiones, no cuenta hoy con los recursos para “saber hacer” con esto que le acontece. No cuenta ni con la instrucción amorosa, ni con el nombre dado por el anciano, ni con la aceptación de los padres, ni con la ficción, ni con los sueños…

Hablar con el niño significa, en un espacio de escucha, poner palabras al suceso, poder cifrar la experiencia, abordar elecciones, alojar su propia manera de gozar.

Posibilidad que en ocasiones fracasa dado que, como planteaba Ludwig Wittgestein, hoy “cualquier aserción se anuncia como verdad”[4]. Lacan refiere que existe en el planteamiento de este autor una ferocidad psicótica, y que su lógica irrefutable nos llevaría a un mundo paranoico.

¿Qué salida propone Lacan? Refiere que es la enunciación la que garantiza lo verdadero y no el contenido de los enunciados. La verdad, no pudiendo figurar en los enunciados porque falta el significante que caracterice a todo deseo, habla mediante la enunciación, surge en el deseo que vehiculiza la enunciación, siendo por ello que puede estar presente lo verdadero en un enunciado mentiroso.

Si bien la cuestión puede enredarse en embrollos familiares, acusaciones o asuntos judiciales de los que se debe dilucidar una verdad, la dificultad no se encuentra allí. Se trata del encuentro con lo imposible de la relación sexual, con lo que empuja hacia el Otro sexo, con eso con lo que no se sabe ni qué, ni cómo hacer. Un imposible que no logra decirse sino a medias.


[1] Mitre, J. La adolescencia: esa edad decisiva. Grama ediciones, Olivos, 2014, p.20.

[2] Longo, Dafnis y Cloe, Alianza editorial, Madrid, 1996.

[3] Lacan, J. El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidos, Bs. As., 1987, p. 212

[4] Lacan, J. El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidos, Bs. As., 2008, p.63.