Skip to content

Rúbrica Eje 2 – FICCIÓN Y CANTO DE LA PALABRA

Gisela Smania – EOL/AMP

Un análisis implica enlazarse de manera original al hecho de hablar. Conminados a dar vueltas en el decir, inmediatamente los recuerdos encuentran su lugar como trozos de vida ejercidos a título de historia, impresiones, piezas infantiles que “la memoria – sospechosamente – piensa que reproduce”[i] y que llevan el afán de la revelación, del destello escurridizo de la verdad con la que sueña el inconsciente. Pero, como lo anuncia Lacan en su última enseñanza, con la hora de lo real, “no hay verdad que, al pasar por la atención, no mienta. Lo que no impide que uno corra detrás”[ii].

Algunos años antes de presentarnos esta especie de oxímoron con la verdad mentirosa, Lacan se detendrá especialmente en esas representaciones llamadas recuerdo que llevan el sello de lo infantil, signadas por el toque de lo imposible de soportar o, como diríamos con Miller, signadas “por lo inhaprensible, por un excedente de goce, por una desproporción que pone a la causa en juego”[iii].

Lacan señalará que en dichas representaciones, en dichos recuerdos, podemos encontrar el índice de “la inserción del ser vivo en la realidad, lo que él imagina de ella, su manera de responder a la misma”[iv]; también, la implicación de quien habla, la relación al saber como indeterminación del sujeto ahí donde algo se dice, sin que el sujeto lo sepa.

Hablar de la verdad mentirosa corre a la palabra de su querer decir para acercarla a la ficción y al canto que en ella anidan. Cuando la verdad muestra su estructura de ficción, los recuerdos asumen su papel de pantalla. El analista “les saca el jugo”[v], sin amar en ellos el cosquilleo de sentido que destilan. Capta en esa empresa “la verdad mentirosa que se insinúa en la transmutación de la contingencia en necesidad”[vi].

Lacan es categórico en este punto, advirtiéndonos que “incluso cuando los recuerdos – por ejemplo – de la represión familiar no fuesen verdaderos, habría que inventarlos, uno no se priva de hacerlo. El mito – nos dirá – es esto: el intento de dar forma épica a lo que se opera a partir de la estructura. El impasse sexual secreta ficciones que racionalizan el imposible del que proviene. No las digo imaginadas – nos dirá – leo ahí, como Freud, la invitación a lo real que responde de ellas”[vii]. Encontramos en esta aseveración una orientación precisa; frente a ese impasse, hay que inventar. Cada quien construye su pequeña invención, en transferencia.

Esa es la apuesta, el horizonte que puede llevar un análisis hasta sus últimas consecuencias. Poner algunos retazos de infancia, con su insoporte, a prueba de esa punta de existencia, real, contingente. Poner un puñado de relatos al servicio de la “hystorización[viii], para autorizar con ellos el testimonio sobre “las marcas (…) las cicatrices, las huellas”[ix], los puntos vivos sobre los que se posan un modo de satisfacción irrepetible y lo imposible en la palabra.


[i] Lacan, J. Universidad de Yale, Seminario Kanzer, Revista Lacaniana Nº 19, Buenos Aires, EOL; 2015.

[ii] Lacan, J. Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 599.

[iii] Miller, J.- A. El estatus del trauma, Causa y Consentimiento, Buenos Aires, Paidós, p. 139.

[iv] Lacan, J. La equivocación del Sujeto Supuesto Saber, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 354.

[v] Miller, J.- A. Ibid, p. 140.

[vi] Miller, J.- A. Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 143.

[vii] Lacan, j. Televisión, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 558.

[viii] Lacan, J. Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 600.

[ix] Miller, J.-A. Causa y consentimiento, Buenos Aires, Paidós, 2019.  p. 141.