Rúbrica Eje 4 – ADVERTENCIA PREPOSICIONAL
Celeste Viñal – EOL/AMP
Página en blanco, no me decido. La propuesta de Tambor repercute haciendo su tarea y el título de nuestro próximo ENAPOL me resuena evocando posibilidades distintas.
Si hablase, en lo personal, a manera de “hablo con el corazón” para sustituir a desde, ¿qué diría?
¿Cómo hablar desde el niño que uno fue? – con lo poco que de eso el Yo retuvo – Me pregunto, si le diese voz a la que recuerdo haber sido, sería a aquella de los cuatro años o a la de los diez. ¿Cuándo se considera haber sido niño? ¿Es un solo estado, una franja etaria? ¿Hasta cuándo se lo es? ¿Hay niños mayores, así como mayores aniñados? Una experiencia singular, sin dudas.
¿Qué tiene que pasar para que podamos asegurar ser mayores? Según Lacan, evocado en el argumento de Fernanda Otoni Brisset, nunca se lo llega a ser.
De todo modo… es caso perdido elegir ponerle fecha a ese niño si se intenta hablar desde él. Cualquier edad y todas las intermedias estarían atravesadas por los años, por la experiencia del análisis, entonces, esa nena – si es que pudiésemos pensar en una continuidad – debería captarse en sus hilachas, en lo que sinthomaticamente pudo haberse convertido. El resto: amnesia, recuerdo encubridor, ficción retroactiva.
Ahora, si “Hablar con el niño” fuese hacerlo mediante, ¿sería lícito otorgarse su voz? Al estilo que se lo propone Saint Exupéry, ¿hablar mediante el niño para hacerlo decir? Un ventriloquismo inconveniente fuera de la literatura (y a veces adentro también). Eso nos acecha cuando debemos presentar la clínica, también cuando la practicamos, abstenernos de ese “hablar mediante”.
Entonces, “Hablar con el niño” implicaría que tampoco hablamos hacia el niño, que traba en la unidireccionalidad, sino que el título nos orienta en que éste, además, debería respondernos.
Y en este festival de preposiciones podríamos estar cometiendo también el error de hablar sobre el niño, como un objeto de estudio.
O hablar para el niño, lo que nos dejaría en una posición pedagógica que tampoco le conviene al analista.
Hablar según el niño, estaría del lado de ponerse como traductor o par, conforme a él, en pie de igualdad.
Tampoco hablar del niño, un exotismo documental.
Por lo tanto “Hablar con el niño” nos desafía a hacernos destinatarios de su palabra, tenga la edad que tenga y tomarlo como sujeto analizante de pleno derecho que también soporte la intervención del analista. Ese con (del latín cum – en compañía de – y del indoeuropeo kom – cerca de) es la preposición que instala solamente en tres letras, la medida de cercanía y diferencia en la disimetría transferencial del dispositivo analítico.