I
Bipolaridad se convirtió en una palabra de uso común, habitual, hablada en las calles, medios de comunicación, consultorios. ‘Ser bipolar’ no produce espanto o vergüenza Por lo contrario, en medio a las variaciones ciclotímicas de la economía global, crecen en el net, comunidades de bipolares y, en la psiquiatría, diagnósticos de bipolares. Hay una epidemia bipolar. ¿Todos bipolares?[2] La bipolaridad parece haberse transformado en un modo privilegiado de nombrar el dasein y el sosein post-modernos.

El término se utiliza en áreas diversas: botánica, física, política, economía, medicina.[3] El éxito actual se debe a la difusión del discurso de ciencia. Toc, pánico, depresión, tdah, autista, bipolar se difundieron de la psiquiatría para el dominio público. Significantes de la moda, sufren de la vulgarización de los términos usados fuera de su campo y modulan la percepción del hombre contemporáneo sobre sí mismo. Hay invasión de la psicopatología en la vida cotidiana y, correlativamente, una tendencia a la psiquiatrización de las relaciones sociales.

En la psiquiatría, no se utiliza el substantivo bipolaridad, sino el adjetivo bipolar. El Trastorno Afectivo Bipolar (TAB), creado por Leonhard en 1957, adoptado en 1980 en el DSM III y en 1992 en el CID 10 substituyó la Psicosis Maníaco-Depresiva (PMD), término que era consagrado, pero que languideció. Por un lado, en función de los postulados de las nuevas clasificaciones de ser descriptivas, ‘ateóricas’, evitando la utilización de términos ‘problemáticos’ como psicosis, neurosis, histeria, enfermedad y, optando por términos más neutros como disturbios o trastornos. Por otro, por la constatación de que, entre pacientes diagnosticados como PMD, no ocurrían, necesariamente, manifestaciones psicóticas como delirios y alucinaciones.

El TAB (F 31) se clasifica, en el CID 10, entre los trastornos de humor (afectivos) (F30 – F 39), «en los cuales la perturbación fundamental es una alteración del humor o del afecto, en el sentido de una depresión con o sin ansiedad asociada o de una euforia acompañada, generalmente de una modificación del nivel global de actividad. La mayoría de los otros síntomas es secundario a las alteraciones del humor y de la actividad o fácilmente comprensible en el contexto de estas alteraciones. Tienden a ser recurrentes.[4]

TRASTORNOS DE HUMOR (AFECTIVOS)
CID 10
EPISODIO MANÍACO
F 30
TRANSTORNO BIPOLAR
F 31
EPISODIO DEPRESIVO
F 32
TRASTORNO DEPRESIVO RECURRENTE
F33
TRASTORNO DE HUMOR PERSISTENTE
F 34

El criterio que se utiliza es la evolución: episódico (episodio depresivo o maníaco aislado), recurrente (unipolar o bipolar) o persistente. Como los demás trastornos del grupo, el TAB tiene tipos, clasificados de acuerdo con su presentación actual, gravedad y presencia o ausencia de manifestaciones psicóticas.

Hasta el DSM II y el CID 9, la clasificación se basaba en las distinciones establecidas por la clínica psicodinámica para la cual existían tres categorías bien diferenciadas donde estos síndromes se incluían. En el caso de las depresiones: reactivas, neuróticas y psicóticas. A partir de los años 80 la psiquiatría llega a abordar los trastornos de humor, no a partir del funcionamiento subjetivo y de la estructura (como a psicoanálisis) o de las modalidades de existencia (como el existencialismo), sino en la intensidad del humor.[5] Serían variaciones cuantitativas de una función psíquica (afecto, humor), provocadas por variaciones cuantitativas de neurotransmisores como serotonina y noradrenalina, de causas múltiples, especialmente genéticas. Es una clínica apoyada en los psicofármacos, capaces de modificar a neurotransmisión e interferir en la función psíquica trastornada de forma independiente de la estructura, de la existencia o del sujeto.

Regularmente se lanzan nuevos estabilizadores de humor, antidepresivos y anti maníacos. Se reconoce la eficacia de los estabilizadores, pero poco se sabe a cerca de sus mecanismos de acción. Curiosamente, la mayor parte son medicaciones antiepilépticas a pesar de que no hay relaciones causales demostradas entre epilepsia y bipolaridad. [6] Las demandas y ofertas terapéuticas, así como las prescripciones y la polifarmacoterapia aumentaron significativamente.

II
El TAB y sus variantes – manía y depresión/melancolía –tienen una larga tradición. Son necesarios cuidados para manejar términos tan antiguos. Es una ilusión suponer que el mismo término nombre una misma ‘cosa’ en contextos tan diversos, como si estuviese allí desde siempre, inmutable. De origen griega, manía significa locura y melancolía, bilis negra, una referencia a la teoría hipocrática que creía que estados patológicos eran causados por el desequilibrio de humores del cuerpo. Se atribuye también a Hipócrates (460 a.C. – 370 a.C.) la primera discriminación entre manía, melancolía y paranoia. Aristóteles[7] (384 a.C. – 322 a.C.) asoció la melancolía al hombre de genio – la tristeza melancólica sería una pre condición de la capacidad creativa y la creación una respuesta al dolor de existir – inaugurando una tradición que siglos más tarde desembocaría en un culto de la melancolía, como en la literatura romántica del siglo XVIII.[8][9] Desde la antigüedad se observaban las relaciones entre la melancolía y la manía, pero estas ‘enfermedades’ permanecieron separadas hasta mediados del siglo XIX. En 1854, J. P. Falret y Baillarger describieron, casi al mismo tiempo, la misma enfermedad, llamada de locura circular por el primero y de locura de doble forma por el segundoEnAlemania, muchos autores estudiaron la entidad bajo el nombre de psicosis periódica.

Fue Kraepelin, en 1899, por la descripción y análisis minucioso de los estados de transición y de las imbricaciones de las crisis maníacas y melancólicas, quien llegó a la noción de los estados mixtos y demostró la identidad de éstas dos formas. Agrupó todas las locuras descritas como intermitentes, circulares, periódicas, de doble forma o alternadas en una enfermedad fundamental, y propuso clasificarlas en el cuadro de la locura maníaco-depresiva, considerada un cuadro esencialmente endógeno o constitucional.[10] Nombró la entidad como ‘locura’ y no ‘psicosis’ [11] y utilizó ‘melancolía’ y ‘depresión’ como sinónimos.[12]

La locura maníaco-depresiva «comprende, de un lado, el dominio completo de la locura periódica y de la locura circular y, de otro, la manía simple la mayor parte de los estados patológicos designados por el nombre de melancolía y también un número considerable de casos de amência. En el cuadro clasificamos igualmente, algunas disposiciones de humor más o menos acentuadas algunos momentos como pasajeros, en otros, durables que pueden pensarse como el primer grado de problemas más graves y que, de otro lado, se basan sin límites nítidos con el conjunto de las disposiciones naturales del individuo.» [13]Describió varias formas clínicas que, a pesar de la diversidad fenoménica, eran manifestaciones de un mismo proceso patológico. [14]

Mania Estado misto Melancolia
Hipomanía Melancolía simple
Manía aguda Estupor
Manía delirante Melancolía grave
Manía confusa Melancolía paranoide
Melancolía fantástica
Melancolía confusa

La concepción amplia de la locura maníaco-depresiva, abarcando prácticamente todos ‘trastornos afectivos’ no se establecieron sin controversias. Hasta 1900, Kraepelin diferenciaba la depresión de la locura maníaco-depresiva, caracterizada por intensa inhibición, de otras formas de depresión, marcadas por la agitación y angustia.[15] Es un debate de su tiempo, que aún actualmente prosigue y que se traduce en la continua reorganización de los cuadros y de los términos en las varias clasificaciones y propuestas de clasificación como, más recientemente, la de Akiskal y su espectro bipolar que amplia aún más el campo bipolar.

Freud participó de este debate resaltando, en Luto y Melancolía (1915), el estatuto problemático de la melancolía: «su definición es variable, asume muchas formas clínicas, y su agrupamiento en una única unidad, no parece haber sido establecida con certeza, algunas formas sugiriendo afecciones antes somáticas que psicogénicas.»[16] «Su característica más notable y aquella que más precisa de explicación es su tendencia de transformarse en manía, su opuesto, lo que no sucede con toda la melancolía. Algunos casos siguen su curso en recaídas periódicas, entre cuyos intervalos señales de manía están ausentes. Otros revelan la alteración regular de fases melancólicas y maníacas que lleva a la hipótesis de una insanidad circular.»[17]

En las nosografías que formuló, el lugar de la melancolía/ locura maníaco-depresiva varió de acuerdo con el momento de su teoría: neurosis actual (diferenciada de las psiconeurosis); psicosis o neurosis narcisista, junto con la paranoia y la esquizofrenia (diferenciada de las neurosis de transferencia); neurosis narcisista (diferenciada de la psicosis y de la neurosis).[18]

III
La concepción amplia de la locura maníaco-depresiva, abarcando prácticamente todos ‘trastornos afectivos’ no se establecieron sin controversias. Hasta 1900, Kraepelin diferenciaba la depresión de la locura maníaco-depresiva, caracterizada por intensa inhibición, de otras formas de depresión, marcadas por la agitación y angustia.[15] Es un debate de su tiempo, que aún actualmente prosigue y que se traduce en la continua reorganización de los cuadros y de los términos en las varias clasificaciones y propuestas de clasificación como, más recientemente, la de Akiskal y su espectro bipolar que amplia aún más el campo bipolar.

Freud participó de este debate resaltando, en Luto y Melancolía (1915), el estatuto problemático de la melancolía: «su definición es variable, asume muchas formas clínicas, y su agrupamiento en una única unidad, no parece haber sido establecida con certeza, algunas formas sugiriendo afecciones antes somáticas que psicogénicas.»[16] «Su característica más notable y aquella que más precisa de explicación es su tendencia de transformarse en manía, su opuesto, lo que no sucede con toda la melancolía. Algunos casos siguen su curso en recaídas periódicas, entre cuyos intervalos señales de manía están ausentes. Otros revelan la alteración regular de fases melancólicas y maníacas que lleva a la hipótesis de una insanidad circular.»[17]

En las nosografías que formuló, el lugar de la melancolía/ locura maníaco-depresiva varió de acuerdo con el momento de su teoría: neurosis actual (diferenciada de las psiconeurosis); psicosis o neurosis narcisista, junto con la paranoia y la esquizofrenia (diferenciada de las neurosis de transferencia); neurosis narcisista (diferenciada de la psicosis y de la neurosis).[18]

El hueco producido en el Otro por la pérdida del objeto provoca un shock de I(a) y i(a), del circuito a-a’ donde se ubica el yo y sus objetos[30]y, por lo tanto, un shock profundo del funcionamiento psíquico, de la homeostasia, de las relaciones consigo y con el mundo. El destino luto o melancolía va a depender de las formas de responder a este shock. El luto se relaciona esencialmente con i(a), con la imagen, con el objeto de amor en su estructura narcisista y corresponde a la pérdida del objeto através de un carnaval imaginario y narcisista. [31] El -φ, velado hasta entonces por el objeto, es desvelado y todo el proceso va a movilizar el enfrentamiento de la castración. En la melancolía, no existe un i(a) sustentado por la función fálica de la castración y la pérdida del objeto hace el sujeto depararse con la forclusión.[32] Son dos formas de responder a la pérdida lo que permitiría dividir las depresiones en dos grandes grupos según el mecanismo en juego (lo que Freud no hizo por no haber formulado el mecanismo específico de las psicosis).

«En el punto en que se llama el NP puede, pues, responder en el Otro un puro y sencillo agujero [Po], el cual, por la carencia de efecto metafórico provocará un agujero correspondiente en el lugar de la significación fálica [Φo].»[33] «Es la falta del NP en este lugar que, por el agujero que abre en el significado da inicio a la cascada de reorganización del significante de donde proviene el desastre creciente de lo imaginario.» [34] [35] «Está claro que se trata de un desorden provocado en la junción más íntima del sentimiento de vida en el sujeto».[36]El modelo utilizado por Lacan para explicar el desencadenamiento de una demencia paranoides puede aplicarse, con matices, en el desencadenamiento de la melancolía. No hay, en el caso, el ‘encuentro con un padre’, [37] pero la pérdida de un objeto cuja subjetivación, metabolización y resolución dependen de la función NP y de su operación sobre la castración. [38]

En el lugar donde debería estar el NP, la pérdida de objeto hace aparecer un agujero que pone en shock la red significante, las significaciones y el régimen de gozo. Por el agujero abierto en el psiquismo, a libido se disipa, como una hemorragia libidinal. «El complejo melancólico se comporta como una herida abierta, atrayendo para sí las energías catexias provenientes de todas las direcciones, y vaciando el ego hasta este quedarse totalmente empobrecido».[39]Hay un empobrecimiento de la excitación que atraviesa las neuronas y las reservas libres de libido[40] que deriva una mortificación del sujeto y del Otro.[41]Surge toda una fenomenología del dolor, tristeza, vacío, inhibición, del dolor de existir. Una clínica del vacío y no de la falta.

Lo que es forcluído retorna a lo real en la forma de ‘fenómenos elementares’, agrupados por Séglas en el tríada del dolor moral – disturbios cenestésicos – disturbios intelectivos[42], que afectan todas las esferas expresándose como anomalías de las sensaciones, sentimientos, representaciones, impulsos, voluntad, ideación, sueño, alimentación… El ‘trabajo melancólico’ que absorbe y vacía el ego permanece enigmático. Lainhibición puede ser generalizada, llegando hasta el estupor, y se expresa en las varias formas de negativismo del Delirio de las Negaciones.[43]

La melancolía exhibe una disminución extraordinaria de la auto estima, un empobrecimiento del ego, considerado desproveído de valor, incapaz de cualquier realización, moralmente despreciable. El sujeto se reprende, se envilece, quiere ser expulso, punido, degradarse ante todos. Una parte del ego se coloca contra la otra, la toma como objeto, juzga críticamente y encuentra satisfacción en el desvelamiento de sí mismo.[44]Freud no aborda los delirios de desprecio, indignidad y culpa a partir del ‘error de juicio'[45], pero de la verdad y de la certeza. Si el paciente dice que su ego es así, es porque debe ser así. En su autocrítica delirante, se acusa por sus debilidades, las debilidades humanas. ¿Por qué es necesario que un hombre tenga que enfermarse para tener acceso a esta verdad?[46] Es la lucidez melancólica delante de un real sin mediación. El delirio es un intento de interpretar el estado del sujeto, de dar una forma a lo que se opera en la estructura. [47] Es un delirio moral y ético.

Detrás de la crítica a sí mismo, Freud descubre la crítica al otro: el sujeto, en realidad, ataca el objeto con el cual está identificado. La libido libre desligada del objeto no es usada para invertir un nuevo objeto, pero retirada para el ego y empleada para establecer una identificación del ego con el objeto abandonado. «La sombra del objeto cae sobre el yo».[48] El sujeto vuelve a ser un objeto, reducido a sus sombras; es este objeto. Como pre condiciones para tal proceso, Freud supone una fuerte fijación al objeto amado, la ambivalencia, la elección objetal de base narcisista y la regresión de la libido a la fase oral. La catexia objetal, al enfrentarse con obstáculos, retrocedería al narcisismo; a identificación narcisista seria un substituto de la catexia erótica.[49] Esto coloca en cuestión la formación del ‘yo melancólico’ (así como del ‘yo maníaco’), los avatares de sus identificaciones primarias y secundarias así como la constitución de su imagen especular.[50]

Cuando el ideal del yo que venía suplir la forclusión está en shock, el yo pierde el revestimiento narcisista y entra en evidencia su estatuto de objeto fuera de cualquier puntuación fálica, objeto a como agujero, como vacío, como deshecho, como real, equivalente a la forclusión.[51] Perdiendo las vestimentas narcisistas, la imagen cae y el sujeto se ve identificado con el objeto/basura, se convierte en el vacío, sin consistencia, nada.[52]

Diferente del régimen de luto, en que el sujeto puede perder lo que perdió, en la melancolía el sujeto queda pegado al objeto, identificado, no logra perderlo. Es un efecto de la forclusión, en la medida en que ella implica a la no operación de la castración, ya que es la castración que reordena, retroactivamente, los pasos libidinales en una operación que posibilita la separación y la extracción de los objetos del cuerpo. «Los objetos a se inscriben en el lugar de la castración, en el corazón del objeto a existe el –φ.» [53] La vigencia de la forclusión, en la melancolía, va a resultar en una modificación profunda del régimen de los objetos a lo que produce ciertos fenómenos clínicos. En los síntomas hipocondríacos, el objeto queda pegado a un órgano/región del cuerpo, o como errante, sin límites o localización, como en la cenestopatia. En la auto-mutilación, o melancólico intenta retirar a la fuerza aquello que no fue extraído por la vía simbólica. También son consecuencia de la no extracción del objeto a los fenómenos alucinatorios, pseudos alucinatorios e interpretativos asociados, predominantemente, la esfera visual e auditiva, pero que pueden afectar todos los sentidos. Los objetos pulsionales naturales – oral, anal, fálico, voz, mirar – sufren un cambio de estatuto durante el episodio melancólico. De la misma forma, se modifica el acceso y usufructo de los objetos de la cultura. [54]

Se la castración es la causa del deseo y, en razón de una equivalencia substitutiva, el objeto a es la causa del deseo, a no extracción del objeto, en la melancolía, va a perturbar profundamente su función de objeto-causa.[55]Hay una abolición del deseo, una experiencia del no deseo o deseo de nada, un rechazo del Ics que se refleja en la posición de inmovilidad petrificada del melancólico. El sujeto recua del deber ético de decir bien su deseo[56] simplemente porque no hay más deseo a sustentar. En el suicidio melancólico, el sujeto se identifica con el agujero que falta en el Otro. Él es sin recurso, pues no hay la tendencia a completarlo, es un suicidio de separación: el sujeto toma licencia de la cadena significante, no se deja más representar, se arroja, cayendo juntamente con su objeto.[57] El pasaje al acto no engaña, es una salida de la escena que no deja más lugar a la interpretación, al juego significante. [58]

IV
Diferente de otras psicosis, la melancolía freudiana tiene un curso fásico, cíclico y bipolar: puede evolucionar para a cura, recurrir o polarizarse para la manía. ¿Qué determina un curso u otro? ¿Cómo se cura después de cierto tempo? ¿Qué ocurre en los intervalos libres? ¿Cómo se invierte en manía y viceversa? Para Freud, es imperioso extender una explanación analítica también para estas cuestiones, pero afirma que no conseguirá hacerlo. [59]

La manía es lo opuesto de la melancolía en sus síntomas. El contenido de ambas no difiere; a pesar de las apariencias, luchan con el mismo ‘complejo’. [60] En la melancolía, el ego sucumbe al proceso, en la manía lo domina o lo pone de lado. No definida directamente, la manía puede ser inferida: «ánimo exaltado, un grande interese por el mundo externo, o aumento de la capacidad de procurar objetos, a hiperactividad, aumento de los sentimientos de auto-estima a punto de encontrar expresión en auto-engrandecimientos, culminando en delirios de grandeza.» Freud compara a manía con la fiesta. Los estados como alegría, exultación y triunfo dependen de las mismas condiciones económicas: un dispendio de energía se convirtió desnecesario y ahora está disponible para aplicarse y descargada de varias formas. La perspectiva económica intenta esclarecer el cambio radical de régimen libidinal del circuito bipolar.

El humor maníaco es tomado, en el plan del afecto, como una alegría y un alborozo aparentemente inmotivados. E n el plan de la conducta, como levantamiento de la inhibición. La alegría de la transgresión pasa a ser la clave de la manía como era el dolor de la pérdida en la melancolía. La fiesta es una colocación en suspenso periódica e socialmente organizada de las prohibiciones y limitaciones que regulan las pulsiones es un momento de liberación. La festividad maníaca se deja concebir como la derrota de la instancia que censura en provecho de la afirmación narcisista, triunfal y orgiástica de las exigencias pulsionales.[61] Si, en la melancolía, la imagen es de un hueco por donde la libido se escoa, en la manía, la imagen es de una erupción que esparrama libido.

Freud no considera el afecto maníaco como un fenómeno primario, pero sí como efecto de una causa anterior. El júbilo maníaco sería efecto de la cesación del gasto psíquico con el ‘trabajo melancólico’. «El ego debe haber superado la pérdida del objeto o tal vez el propio objeto y, consecuentemente, toda la cuota de anticatexia que el penoso sufrimiento de la melancolía había atraído para sí, viniendo del ego, se habrá puesto disponible, convirtiéndose en energía liberada en afecto en la transgresión.»[62] La manía derrumba las instancias de control, sus exigencias son momentáneamente suprimidas. Pero aquello que el ego dominó y aquello sobre el cual triunfó permanecen ocultos.[63]

La manía freudiana, de acuerdo con la definición dada, puede clasificarse como manía aguda o manía delirante en la clasificación kraepeliniana y como manía con síntomas psicóticos en el CID 10.[64]Su fenomenología es exuberante: exaltación, inquietud, aceleración, locuacidad, hipersensibilidad, inestabilidad, alegría, furor, agresividad, delirios de grandeza, filiación, invención, místicos, asociación por asonancia, insomnio, inapetencia, aumento de la disposición, etc. Lacan reduce toda la profusión de esta fenomenología a una expresión: la excitación maníaca, «retorno en el real de aquello que se rechazó del lenguaje (del inconsciente) y que se hace mortal.» [65] Menos que la entidad manía, Lacan apunta hacia cierto tipo de fenómeno.

La manía freudiana se inscribe en la estructura psicótica. Lo que se ha rechazado del lenguaje del inconsciente, esto es, forcluído, retorna en el real. Los fenómenos de ‘retorno en el real’ afectan profundamente la experiencia psíquica, la vivencia de sí, del cuerpo, espacio, tiempo, deseo, habla. La fuga de ideas evidencia la ruptura del encadenamiento significante, la falla de la función del punto de capitoné. El maníaco puede decir cualquier cosa lo que es diferente de la asociación libre. Los significantes maníacos, lejos de encontrar su sentido entre la retroacción y la anticipación, se ponen de forma no orientada, desobligada de la semántica. [66] El sujeto queda disperso en el infinito del lenguaje que lo atraviesa, en el automaton de signos del cual él es marioneta. No ubicándose, no puede parar ni reconocerse, queda a la deriva. «Es la no función del que está en causa, y no simplemente su desconocimiento. El sujeto no se ancora en ningún a, lo que lo deja entregado, a veces, sin ninguna posibilidad de liberación, a la metonimia pura, infinita y lúdica de la cadena significante.» [67] [68]

Un daño en el nivel del discurso es siempre un daño en la regulación del gozo. En la excitación maníaca no existe apenas desenganche de la palabra y desorden de la historicidad, como también la conmoción de la homeostasia del viviente, que reduce las necesidades vitales del cuerpo, que lo hace infatigable, insomne, animado por una vida paradójica capaz de llevarlo a la muerte. La excitación maníaca es un gozo que la función fálica no regula y en la cual el cuerpo es asediado por los múltiples del lenguaje en el real.[69] El sujeto no cesa de obturar el hueco de lo simbólico, sin integrarlo. [70]

Al abordar ‘las pasiones del alma’ [71] [72], específicamente, la tristeza, Lacan afirma que «la tristeza, calificada de depresión (…) no es un estado de alma, es simplemente una falla moral, como se exprimían Dante y hasta Espinosa: un pecado, lo que significa una cobardía moral, que sólo se sitúa, en última instancia, a partir del pensamiento, esto es, del deber decir bien, o de referenciarse en el inconsciente, en la estructura. Y lo que se sigue – bastando que esa cobardía, por ser rechazo del inconsciente, llegue a la psicosis – es el retorno en el real de aquello que se rechazó de lenguaje; es la excitación maníaca por el cual ese retorno se faz mortal.»[73]

Es una concepción sorprendente, que inscribe las manifestaciones maníacas y depresivas en el campo de la ética, ratificando el enunciado del delirio de culpa, y que parece inaugurar una perspectiva continuista entre psicosis y neurosis, al colocarlas en una escala de graduación y bajo una misma causa. De una a otra el mismo pecado, la misma causa subjetiva: la cobardía. Es el hilo secreto que enlaza las manifestaciones maníacas con las depresivas en un ‘mismo complejo’. La tesis de Lacan unifica la tristeza con la excitación maníaca, el circuito bipolar, en el nivel de una misma causa subjetiva. Es una causa que asume la forma de culpa y que no deja de evocar la ‘insondable decisión del ser.’

Asimilar la tristeza a una culpa moral restablece una tradición religiosa. La referencia a Dante y Espinoza laiciza la cuestión. Para Espinoza, la tristeza no es tanto una culpa contra la fe, pero contra la razón. Puesto que ‘a la idea adecuada procura una alegría sin resto’, quien se atiene a ella no puede estar triste.[74] Para Lacan, el pecado consiste en ceder sobre el deseo de saber, de saber del inconsciente, de situarse en la estructura.[75]

Deberemos proseguir la investigación.


  1. Trabajo realizado por el Cartel de la Conversación que contó con la participación de Carmen S. Cervelatti, MariaBernardete S. Pitteri, Perpetua Medrado Gonçalves, Luciana Gramacho, Denise Levy, Elsa G de Oliveira, Marcia Assumpção, Paula Christina VerlangieriCaio , ElianeChermannKogut, Claudia AldigueriRodriguez, MariaRosáliaPinfildi Gomes, Marcia Aparecida Barbeito, Estela Mares de Melo
  2. Yellati, N – Todos bipolares- El «espectro» bipolar (o las razones de una epidemia) – Efecto Mariposa, año 1, nº 1, septiembre de 2010
  3. Houiass – Diccionario de la Lengua Portuguesa – Objetiva. RJ 2009
  4. CID 10 – Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados a la Salud – Edusp
  5. Maleval, J. C. – ¿Por qué estala la burbuja de la depresión? – Aperiódico Psicoanalítico , n 16
  6. con excepción de los cuadros bipolares asociados a la epilepsia, una minoría tanto entre los epilépticos como entre los bipolares, y que representan un caso particular de la asociación entre trastorno bipolar ytrastornos orgánicos y sintomáticos
  7. Hay controversias acerca de la autoría de este texto, nombrado Problema XXX
  8. Levy, D – Sinopsis y resumen del Trabajo hasta ese momento – Trabajo presentado en el cartel
  9. Goes, E – Historia – Trabajo presentado en el cartel
  10. Alkmim, W. D. ¿Qué es trastorno bipolar? www.institutopsicanalise-mg.com.br/..http://www.enapol.com/es/3.%20O%20que%20é%20o%20
  11. En aquella época, el término psicosis designaba simplemente cuadros con manifestaciones psíquicas – véase Freud en Neuropsicosiss de Defensa
  12. En aquella época los autores las usaban como sinónimos.
  13. Kraepelin, E – locura maníaco depresiva – RJ, Forense, 2012 – p 3
  14. Kraepelin – ídem – p 67
  15. Como la melancolía involutiva, por ex
  16. Freud, S. – Luto y Melancolía – Vol. XIV de las Obras Completas – Imago Editora Ltda., Rio de Janeiro, 1ª Edición, p.. 275
  17. Idempg 286
  18. Kogut, E – melancolía en Freud – presentado en el cartel
  19. Levantamiento realizado por el Núcleo de Pesquisas de Psicoanálisis de la CLIPP
  20. Freud, S. –Luto y Melancolía – citado – p. 275
  21. Freud, S. – Publicaciones Pre Psicoanalíticas – Vol. I Obras Completas – Imago Editora Ltda., Rio de Janeiro, 1ª Edición – p. 276
  22. Freud, S. – Luto y Melancolía p. 275 – citado
  23. El Hombre de los Lobos fue tratado por Kraepelin antes de Freud con el diagnóstico de locura maníaco-depresiva
  24. Freud, S. – Luto y Melancolía – Ídem, pg. 276
  25. Ídem, pg. 275
  26. F31.5, F32.2 o F33.3 dependiendo de su alternancia con los episodios maníacos y de su recurrencia.
  27. Idem, pg. 277
  28. Cottet, S. – Nota sobre la depresión en psicoanálisis – Estudios Clínicos – Factor – Salvador, 1988
  29. Lacan, J. – Una Cuestión Preliminar a todo el tratamiento de la psicosis – Esquema R – Escritos Jorge Zahar Editor, RJ, 1998, pg. 559 (onde M Es el significante del objeto primordial, I lo ideal del yo, i y m los de los términos imaginarios de la relación narcisista el yo y la imagen especular)
  30. Cervelatti, C.S. – El objeto en la melancolía – Trabajo presentado en el cartel
  31. Miller, J-A – Introducción a la lectura del Seminario X – opción Lacaniana 43
  32. Quinet, A. – La Clínica del sujeto en la depresión – El Dolor de existir – Kalimeros – Escuela Brasileña de Psicoanálisis – Contra-Capa Librería – RJ, 1997, p 138
  33. Lacan, J. – Una Cuestión preliminar a todo el tratamiento posible de la psicosis – Escritos- RJ: Jorge Zahar Ed.,1998, p 564
  34. Idem, pg. 584
  35. Cervelatti, C. S – O objeto en la melancolía – Trabajo presentado en el cartel
  36. Lacan, J – una Cuestión – citado p. 565
  37. Que, para Lacan, estaríaasociada al desencadenamiento de la psicosisschreberiana
  38. Gonçalves, P. M. -Foraclusión en la manía y melancolía – Trabajo presentado en el cartel
  39. Freud, S. – Luto y Melancolía, pg. 286, ya citado
  40. Freud, S. Rascuño G – Melancolía – Publicaciones pre psicoanalíticas – Vol. I Obras Completas – ya citado
  41. Soller, C. Pérdida y culpa en La melancolía – Estudios sobre las psicosis- Buenos Aires: Manantial 2008 p 35
  42. Quinet, A. – Fenómenos elementares ydelirio en la melancolía para J. Séglas – Extravíos del deseo – Marcos d’água Editora, RJ, 1999, pg. 77
  43. Cotard, J. – Del delirio de las negaciones – Extravíos del deseo – ya citado
  44. Freud, S. – Luto y Melancolía – ya citado, pg. 278
  45. Modo clásico de abordar eldelirio en la psicopatología
  46. Idem
  47. Quinet, A – Fenómenos elementares ydelirio en la melancolía por J. Seglas – ya citado
  48. Miller, J-A. – Silet – Los paradojos de la pulsión de Freud a Lacan – Jorge Zahar Editor, RJ, 2005 – Campo Freudiano en Brasil, p. 268
  49. Freud, S – Luto y Melancolía ya citado p 282
  50. Gomes, MRP – La identificación en la melancolía – Trabajo presentado en el cartel
  51. Quinet, A – La clínica del sujeto en la depresión – Extravíos del deseo – ya citado,
  52. Aldiguieri, C – Puntuaciones sobre la melancolía en Lacan – Trabajo presentado en el cartel
  53. Miller, J-A – Silet – ya citado, pg. 260
  54. Miller, J-A. – Los objetos en la experiencia psicoanalítica – Opción Lacaniana 43
  55. Miller, J-A – Silet – ya citado, pg. 261
  56. Lacan, J. – Televisión – Otros Escritos – Jorge Zahar Editor, RJ, pg. 524
  57. Cottet, S – Nota sobre la depresión en psicoanálisis, ya citado
  58. Miller, J-A, una Introducción a la lectura del Seminario X – ya citado
  59. Freud, S. Luto y Melancolía – ya citado – p 286
  60. Freud, S. ídem, p 286
  61. Soller, C – Manía: pecado mortal- Estudios sobre las psicosis – Buenos Aires: Manantial 2008 – p 55
  62. Freud, S. – Luto y Melancolía – citado p 287
  63. Barbeito, M.- Manía de Freud a Lacan – Trabajo presentado en el cartel
  64. F 31.2 o F 30. 2 dependiendo de la alternancia o no con la fase depresiva .
  65. Lacan, J – Televisión – Otros Escritos – ya citado – p 324, 325
  66. Soler, C – Manía: pecado mortal – citado – p 62
  67. Lacan, J. – Seminario 10 A Angustia p 365
  68. Cervelatti, C. S – Trabajo presentado en el cartel
  69. Soler, C.- Manía: pecado mortal – citado – p 61
  70. RSI
  71. Lacan, J – Televisión – Otros Escritos p 526
  72. Pitteri, MB – Sobre las Pasiones del Alma – Trabajo presentado en el cartel
  73. Lacan, J – Televisión – Otros Escritos – citado p 524, 525
  74. Pitteri, MB – Sobre las Pasiones del Alma – citado
  75. Soler, C – Manía: pecado mortal – citado – p 60-61