Carlos Márquez

Como Hector Gallo anotó ya (1), en el título de nuestro próximo Encuentro “El Imperio de las Imágenes”, habría que leer “imperio” como soberanía. Una soberanía que, siguiendo las indicaciones de Foucault, no hay que entender como lo que prohíbe o restringe, sino como performativa. En su despliegue produce constantemente nuevos modos de ser y de relacionarse.

Tarrab le da el estatuto de una renegación de lo real (2). Dando la apariencia de un “congelamiento del tiempo”, hace que la entropía caiga fuera del campo de lo enunciable, pues si “todo es recuperable”, nada se pierde. Pero si la entropía ha caído fuera del campo de lo enunciable, no es sin nuestro consentimiento, sin nuestra participación en este desorden del mundo.

Es una soberanía dócil a las ganas de cada uno, a las ganas de pan y circo. Por ello es tan difícil denunciarla y hace falaces las denuncias que heredamos del siglo XIX. “¿Cómo lo quiere usted?” Se le pregunta al consumidor en los grupos focales. “Lo que hago, lo hago por tus derechos y representándote” le dice el funcionario al ciudadano de esta nueva soberanía global. No más automóviles negros idénticos saliendo de las líneas de ensamblaje, no más una soberanía que se ejerce en nombre del derecho del soberano, condensador de la nación, única excepción a la condición de sujeto (sujet, súbdito). La soberanía reside en el pueblo, dicen las constituciones y por lo tanto el que manda es mandatario. Pero más allá de ellas, se constituye a partir de la inmanencia de los cuerpos que nacen con un determinado catálogo de derechos. Hasta dónde este es un cuerpo vivo, pulsional y hasta dónde es una pantalla imaginaria donde se proyectan las necesidades que la ciencia le endilga, es lo que se pone en juego en el campo de batalla abierto entre los mercados y las burocracias.

Por ello el documento “El empoderamiento de la mujer y el psicoanálisis” (3) muestra bien cómo posicionarse frente a esta batalla. En ese texto se trata de forzar la entrada de la feminidad del “no-todo”, frente al empuje a la feminización que implica el “no existe alguno que no”. Es decir, que si hay imperio de las imágenes, hay que evitar las polaridades que exuda esta forma de soberanía, tomando posición con lo que no tiene posición.

De modo que frente al pan de la necesidad que las burocracias nos dan a masticar, en vez de la huelga de hambre, más valdría darle la palabra en lo social al me pantes. Frente al circo-ular permanente del mercado, en vez de una inhibición, sostener una clínica que se oriente por la objeción que presenta el síntoma, que “se pone en cruz para que impedir que las cosas anden” (4). Frente a la realización imaginaria por medio de la renegación de la muerte, en vez de hacer presente la inevitabilidad de la muerte a la manera de los cercenadores de cabezas, aprovechar el tropiezo de lo simbólico para encontrarse con lo inconsciente como lo que es del orden de lo no-realizado.


(1) Gallo, Héctor. El Imperio de las Imágenes. En Página del VII ENAPOL, El imperio de las imágenes. http://oimperiodasimagens.com/es/faq-items/el-imperio-de-las-imagenes-hector-gallo/

(2) Tarrab, Mauricio. El ojo bulímico y el lobo. En Página del VII ENAPOL, El imperio de las imágenes. http://oimperiodasimagens.com/es/faq-items/el-ojo-bulimico-y-el-lobo-mauricio-tarrab/

(3) Álvarez, Patricio. El empoderamiento de la mujer y el psicoanálisis. http://nel-medellin.org/blogigualdad-de-genero-y-diversidad-sexual-en-relacion-con-el-empoderamiento-de-la-mujer-un-punto-de-vista-psicoanalitico/

(4) Lacan, Jacques. La tercera. En Intervenciones y textos II, Manantial, pág. 87.