Fernando Vitale
Como creo que lo indican muy bien, los 3 ejes temáticos que se desprenden del argumento con el cual se lanzó la convocatoria al trabajo dirigida al conjunto de los colegas nucleados alrededor de las tres Escuelas de América, el VII ENAPOL nos invita a explorar el modo en que se anudan para nosotros hoy las tres perspectivas que deben ser interrogadas en su íntima articulación a los fines de mantener vivo al psicoanálisis de la orientación lacaniana en el siglo XXI.
Explorar los impasses actuales de nuestra civilización, dar cuenta de la incidencia de los mismos en la transformación de la clínica a la que cada uno de los practicantes se confronta ya sea en su consultorio o en los más diversos dispositivos institucionales y revisitar nuestros conceptos para intentar ceñir con más precisión aquello que efectivamente hacemos y compartir entre todos los resultados que se desprenden de ello, es la oportunidad que nos brinda el poder encontrarnos en San Pablo los días 4,5 y 6 de septiembre próximos.
Exploremos un poco entonces, algunos de los interrogantes al que el Encuentro nos convoca.
Es indudable que el título “El imperio de las imágenes” es una manera precisa de caracterizar uno de los aspectos más notorios de la realidad efectiva en que se desarrolla hoy nuestra práctica. No decimos nada nuevo con solo afirmar que las increibles posibilidades que los nuevos dispositivos surgidos de las tecnociencias han permitido realizar en el mercado de las imágenes, han transformado radicalmente en unos pocos años el mundo en el que vivimos. Lo que se trata de indagar en tanto psicoanalistas son los nuevos síntomas que acompañan dicho proceso. Respecto de esto podemos constatar que al mismo tiempo que el sujeto contemporáneo parece tener al alcance de la mano a toda hora y para los fines más diversos todas las imágenes que se nos ocurran, lo que observamos en nuestra clínica es una dificultad creciente en el anudamiento del Imaginario corporal. Tendremos que explorar por qué en esa misma civilización que despliega triunfalmente toda esas increibles posibilidades en el campo de las imágenes, la clínica parece mostrarnos que los cuerpos nos informan de algo que hace obstáculo.
En ese sentido, una cuestión en la que me parece importante detenernos es si con la expresión “El imperio de las imágenes” nos estamos refiriendo a una transformación definible solamente en su aspecto cuantitativo o si hay allí en juego algo más inquietante. Miller ha planteado que la voluntad en juego que opera detrás de ese imperio vehiculiza por definición una lógica que es siempre de incitación, intrusión, provocación y forzamiento respecto de cualquier límite que quisiera oponérsele 1. Cuando repetimos que las incidencias en las agrupaciones sociales por el efecto conjunto del discurso de la ciencia más el discurso del capitalismo, implican por estructura la puesta en cuestión de todo aquello que en ellas ocupaba antes la función de lo que Lacan llamó los Nombres del padre, no estamos haciendo sociología psicoanalítica sino que nos estamos refiriendo a cuestiones que palpamos diariamente en nuestra práctica.
Para poder sopesar esta afirmación, hay que hacer antes una precisión. Debemos distinguir el modo absolutamente singular en que habita en cada uno esa instancia de goce repetitivo que llevó a Freud a postular la existencia de aquello que llamó Pulsion de Muerte, de los modos de goce colectivos que se han elaborado, construido y sostenido en las agrupaciones humanas durante siglos y que han decantado en tradiciones, sabidurías sedimentadas etc 2. Es a esto a lo que aprendimos con Lacan a llamar los Nombres de padre y que encarnan en cada una de las diferentes culturas, la dimensión del gran Otro a las que cada una se refiere. Esos modos de goce ya suponen un modo de hacer algo con esa instancia de goce repetitivo por definición opaca y extraviada dada la ausencia de la formula de la relación sexual.
Ante cada nueva invención que surge del discurso de la ciencia, su inserción en los mercados no puede sino hacer tabla rasa con las organizaciones culturales previas que demuestran así, su estatuto de semblantes. Para tomar tan solo un ejemplo: ¿podemos suponer acaso que los modos que prescribian el encuentro entre los sexos podrían quedar exentos de las incidencias del efecto Tinder?
Podemos afirmar entonces que el tipo de imagen que se hace imperio bajo la promesa del “impossible is nothing” es una ilustración perfecta de aquello que Mauricio Tarrab ubicaba como la matrix operante detrás de ese imperio 3. Frente a ello, el sujeto contemporaneo queda cada vez más solo y sin recursos frente a los embates de lo real.
Como ha planteado en reiteradas oportunidades Eric Laurent, Lacan captó con precisión que Freud llegó en una epoca en la ya no quedaba más que el síntoma como lo que verdaderamente interesaba a cada uno en tanto lo interroga sobre aquello que viene a perturbar su cuerpo.
Ahora bien, debemos en primer lugar reconocernos en ese mismo movimiento que tantas veces nos cansamos de describir con tanta precisión.
Nuestra práctica, esté esclarecida en ello o no, apunta a confrontar al sujeto luego de la puesta en cuestión de los Ideales con que cada uno sueña con poder finalmente normalizarse, con esa misma instancia repetitiva que resiste a la operación de desciframiento y que demuestra que cada uno está habitado por marcas singulares que producto del puro encuentro entre lalengua y el cuerpo, inducen un goce que no haría falta, parasitario y que por estructura trastoca el sueño del goce supuesto de su naturaleza de cuerpo.
Como plantea Lacan: “El síntoma es irrupción de esa anomalía en que consiste el goce fálico, en la medida en que en él se despliega a sus anchas, aquella falta fundamental que califico de no relación sexual”, a lo que agrega: “Que el goce fálico se vuelva anómalo al goce del cuerpo es algo que se ha percibido sopotocientas veces” 4.
Recordemos brevemente el itinerario del recorrido de nuestra formación: de los espejismos del imaginario a los poderes de lo simbólico articulado al universo de las reglas. De los poderes de lo simbolico a su desfallecimiento frente a lo real de ese goce que resiste y que el sentido no hace más que engordar.
Planteemonos al respecto algunas preguntas básicas:
¿Es solo ese el real que nos orienta? ¿Es entonces el deseo del analista, un deseo puro?
Recuerdo respecto a este punto un señalamiento preciso de JA Miller:
Si se contentara con formar pareja con las exigencias libidinales del síntoma, el pensamiento del psicoanalista cuando llega a esa zona en la cual desfallece la interpretación, a esa zona del análisis donde experimentamos el estancamiento, corre el riesgo de quedar aspirado, fascinado, cautivado, inmovilizado por lo que del síntoma gira en redondo 5.
Frente a ello cobra importancia no olvidar que al final de su eseñanza Lacan reinterroga de manera renovada el registro de lo Imaginario planteando que frente al sin límites del empuje al goce que habita en cada uno, el único límite real lo da no el Nombre del Padre, sino la manera en que cada cuerpo encuentra la manera de poder mantener anudadas sus tres consistencias.
Haciendo honor a la tierra que nos va a albergar en septiembre, voy a tomar dos breves referencias de dos testimonios de AE: uno de Ram Mandil y otro de Marcus André Vieira.
Ram Mandil se encuentra al final de su análisis con una imagen muy particular extraida de las 3 fotografías que existen de su padre en un campo de concentración. En todas ellas el mismo aparece sin camisa, con el cuerpo esquelético pero siempre sonriendo. Precisa entonces lo que eso le evoca: “bajo la sombra de la muerte, la sonrisa de la vida”. Le dice entonces a su analista: “Amar la vida, hacer de mi vida mi partenaire, he aquí para mi un nuevo nombre del padre, un nuevo sinthome. ¡Es eso!” 6.
Marcus André Vieira refiere también el surgimiento inesperado de una imagen que solo le aparece al final de su análisis. “En uno de esos últimos encuentros veo como el analista rie mostrando los dientes. Nunca había reparado en eso. Solo me recordaba de su sonrisa pero no de su risa. Al comentar esta observación, el me ofrece lo que tomé como un último regalo, me recuerda la sonrisa del gato de Alicia para indicar lo que resta del analista al final. Aquella sonrisa que ahora llevo conmigo, que ahora está escrita en mi, siempre será para mi risa, llena de dientes, mordida…” 7.
Podríamos decir de cada una de esas imágenes que valen más que mil palabras. Eso siempre será una verdad mentirosa. Pero. ¿habrá que obedecer a Wittgenstein y decir que lo que no se puede decir es mejor callarlo o se trata para cada uno de ellos de mostrar algo que por definición no puede sino transcurrir en un campo por fuera de lo simbólico?
¿No ubicó Lacan allí, entre lo Imaginario y lo Real una enigmática referencia a un Otro goce al que llama Goce de la vida? ¿Qué nos enseñan estas referencias respecto a la efectividad de la práctica analítica hoy?
- Miller, J.-A. “El inconsciente y el cuerpo hablante”, en wapol.org
- Miller, J.-A. “Extimidad”, Editorial Paidós, Buenos aires, 2010, pág 52.
- Tarrab, M. “El ojo bulímico y el lobo”, en Flash 04, oimperiodasimagens.com
- Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1991.
- Miller, J.-A. “El lugar y el lazo”, Editorial Paidós, Buenos aires, 2013, pág 305.
- Mandil, R., “Conjunto vacío”, en Revista Lacaniana de Psicoanálisis, número 15, Grama ediciones, Buenos Aires, 2013, pág 92.
- Vieira, M. A. “Primer Testimonio”, en Revista Lacaniana de Psicoanálisis, número 14, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2013, pág 92.