Julio Cesar Lemes de Castro

A partir de Freud, Lacan establece una distinción entre el yo ideal –i(a)– y el ideal del yo –I(A). El primero, cuyo ejemplar inaugural es la imagen del cuerpo en el espejo, consiste en la matriz de la identificación primaria. El segundo, que aparece en su origen como una instancia de referencia para el niño de su imagen especular como objeto del deseo del Otro, consiste en la matriz de la identificación secundaria. El yo ideal, efecto de la proyección imaginaria, corresponde a la imagen idealizada de sí. El ideal del yo, resultado de la introyección simbólica, es el modelo que ya sirve de parámetro a esa idealización, desdoblándose en el súper yo, que le acrecienta el poder de la sanción garante del cumplimiento de la ley.

El régimen de poder característico de la modernidad es ejercido, conforme al análisis de Foucault (1975), en el interior de las diferentes instituciones disciplinarias –la fábrica, la escuela, el cuartel, el hospital, la prisión. Podemos decir que cada una de esas instituciones valoriza un cierto tipo de ideal del yo, conectado a un súperyo represivo que vela por la adhesión a los padres normativos. La relativa homogeneidad de esos modelos de identificación es perfectamente compatible con el individualismo moderno, debido a que cada uno, tomado individualmente, procura adecuar su yo ideal a esos modelos.

El andamiaje simbólico de la sociedad disciplinaria es complementado así por el ascenso del imaginario moderno, situada a grosso modo entre el siglo XV –“cenit imaginario del hombre moderno” (Lacan, 1949/1966, p. 97)– y el siglo XVII –“aurora de la era histórica del yo” (Lacan, 1953/1966,p.283). En el cambio del siglo XIX al siglo XX, el imaginario moderno gana un nuevo impulso, en función de la expansión del consumo de masa y de los medios masivos de comunicación. Aquí, la construcción del yo ideal continúa teniendo como parámetro un repertorio limitado de tipos de ideal del yo. Y ese ideal del yo se acopla a un súperyo que ya no es la misma instancia represiva de las instituciones disciplinarias, aunque se entrelace con esta y sea en alguna medida limitado por ella.

Históricamente, la proliferación de las imágenes tiene un efecto acumulativo, llevando al desgaste gradual de las referencias simbólicas. Ese proceso llega a un punto de viraje en el cual se reconoce claramente la prevalencia de las imágenes, alrededor de los años 60, cuando Debord (1967/1987) propone su caracterización de la sociedad del espectáculo. La inflación de lo imaginário en detrimento de las referencias simbólicas se articula a un requerimiento superyoico de goce, que, como detecta Lacan (1972-1973/1975, p. 10), se vuelve dominante en la sociedad contemporânea: “El súperyo es el imperativo de goce: ¡Goza!”. La valorización de las imágenes viabiliza el requerimento de gozar porque, a través de ellas, se tiene la impresión de que ese requerimento está siendo cumplido –o sea, el imaginario constituye el canal de transgresión socialmente aceptable que permite el ejercicio constante del imperativo de goce.

Con la declinación del súperyo represivo que acompaña la escalada de lo imaginario, la sociedad disciplinaria examinada por Foucault da lugar a la sociedad de control vislumbrada por Deleuze (1990/2003). Así, el “imperio”, el edificio de poder contemporáneo descripto por Hardt y Negri (2000), que ilustra el funcionamento de la sociedad de control y es citado por Miller (2002/2011) en “Intuiciones milanesas”, podría ser entendido como “el imperio de las imágenes” –el paradigma del espectáculo es la condición del paradigma del control.

En la medida en que en la sociedad de control el ideal del yo está conectado con un súperyo que ordena al goce, mientras el efecto normativizador del súperyo represivo se eclipsa, se torna en ella posible la multiplicación de los modelos simbólicos de identificación. Desde el punto de vista económico, esa transición corresponde al pasaje del régimen de acumulación fordista, caracterizado por la producción y por el consumo en masa, al post-fordista, caracterizado por la producción y por el consumo flexibles, que requieren una identidad más fluída. También el funcionamiento de la psicologia de las masas se modifica: en lugar del líder que cohesiona a la masa en Freud (1921/1967), tenemos la fragmentación de líderes y de investiduras libidinales presente en las movilizaciones en red contemporáneas.

Una mayor amplitud del ideal del yo se corresponde con una plasticidad del yo ideal, que ya no precisa adecuarse a modelos preestablecidos pero puede modularse de acuerdo con las circunstancias. Se amplía el margen social de maniobra de la investidura narcicista, debido a que le cabe a cada uno promover su capital humano, según la fórmula del emprendimiento de sí que distingue el sujeto neoliberal, para Focault (1978-1979/2004), y que comprende los mecanismos de presentación de sí en la vida cotidiana descriptos por Goffman (1956/1959).

Eso puede ser constatado especialmente en ciertas esferas. Lejos de subordinarse a las necesidades materiales, el consumo aparece cada vez más como espacio privilegiado de la construcción de identidad, sobre todo en la medida en que proporciona herramientas para cultivar la imagen de sí. En Internet, la promoción de la imagen personal evolucionó de los foros y chats a las páginas personales y de estos hacia los blogs, hasta llegar a las redes sociales como Facebook, instrumento por excelencia para esa finalidad. En esos contextos, la imagen de sí que cada uno procura proyectar funciona como imagen especular: se trata de algo perfecto, completo, de lo cual se omite la falta. Se circunscriben de un modo bastante maleable las identificaciones imaginarias, el Otro aparece como referencia omnipresente, más parecido al “padre que dice sí” que al “padre que dice no”; no es casualidad que Facebook disponga de un link para indicar “me gusta” pero no haya un recurso para manifestar reprobación.


Referências:

DEBORD, Guy (1967), La société du spectacle, Paris, Gérard Lebovici, 1987.

DELEUZE, Gilles (1990), “Post-scriptum sur les sociétés de contrôle“, En: Pourparlers: 1972-1990, Paris, Minuit, 2003, pp. 240-247.

FOUCAULT, Michel, Surveiller et punir: naissance de la prison, Paris, Gallimard, 1975.

FOUCAULT, M. (1978-1979), Naissance de la biopolitique: cours au Collège de France, 1978-1979, Paris, Gallimard/Seuil, 2004.

FREUD, Sigmund (1921), “Massenpsychologie und Ich-Analyse“, En: Gesammelte Werke, dreizehnter Band: Jenseits des Lustprinzips / Massenpsychologie und Ich-Analyse / Das Ich und das Es, 5. Aufl. Frankfurt am Main, S. Fischer, 1967, pp. 71-161.

GOFFMAN, Erving (1956), The presentation of self in everyday life, rev. ed. New York, Anchor Books, 1959.

HARDT, Michael; NEGRI, Antonio, Empire, Cambridge (MA) & London, Harvard University Press, 2000.

LACAN, Jacques (1949), “Le stade du miroir comme formateur de la fonction du Je“, En: Écrits. Paris, Seuil, 1966, pp. 93-100.

LACAN, J. (1953), “Fonction et champ de la parole et du langage en psychanalyse“, En: Écritsop. cit., pp. 237-322.

LACAN, J. (1972-1973), Le séminaire, livre XX: encore, Paris, Seuil, 1975.

MILLER, Jacques-Alain (2002), “Intuições milanesas“, Traducción de Inês Autran Dourado Barbosa, Opção Lacaniana online nova série, n° 5, julio de 2011.

Traducción: Cecilia Parrillo (Revisión: Pablo Russo).