Nora Guerrero de Medina
NEL – Guayaquil
¿Cómo estás? -suspira Rita- Imagínense que estoy con una camiseta y nada más y que puedes hacerme lo que quieras.
Es de esta manera -me cuenta Rita- que actualmente ella inicia sus encuentros sexuales con nada de romanticismo y mucha realidad virtual, ha hecho de la computadora, un compañero anónimo con quien satisface sus más íntimas fantasías sexuales “quiero que me ayude a ponerle un límite al sexo cibernético- me demanda- no quiero convertirme en una persona que sólo siente placer con la computadora. Me parece triste este placer pues es la máxima expresión de la soledad”
El Internet, la red informática que conecta ordenadores de todo el mundo, se ha convertido también en un refugio y punto de encuentro para sujetos eminentemente solitarios presos del drama del amor y del sexo.
Son muchos los servicios que el Internet ofrece a su amplía clientela; hombres y mujeres se encuentran para concretar sus fantasías sexuales, con solo marcar un botón, una dirección electrónica, etc.
La ciencia a través de sus múltiples objetos ofrece cada día nuevas posibilidades de placer o de goce para la eterna insatisfacción humana. Me inclino a pensar que el Internet ofrece ahora una asistencia técnica al fantasma singular de cada sujeto: generando a su vez nuevos síntomas, nuevas formas de sufrimiento que caracterizan la subjetividad de nuestra época ¿Y cómo definir la subjetividad de nuestra época?
Hay una articulación muy precisa entre la experiencia analítica y la aludida subjetividad de la época Lo que nos muestra la clínica actual, es que la época está invadida de objetos para producir goce, lo que parece confrontar al sujeto , de una manera hasta ahora no conocida con la incompatibilidad de un goce excesivo presente en el síntoma y la condición esencial de deseante de los humanos Cuando hablamos de síntomas en la época actual es extraer un término que aparece en la última enseñanza de Lacan; que aborda el síntoma no en su relación a lo simbólico como está presente en sus primeros seminarios sino como lo que viene a anudar los tres registros: imaginario, simbólico y real; a partir de su homologación en el nudo borromeo, pudiendo ubicarse de este modo en el lugar del Nombre del Padre En forma general podemos señalar que el síntoma tiene siempre la misma estructura, es significante y goce; es envoltura significante que rodea una sustancia gozante; la variabilidad de su presentación se va a referir, a la diversidad de envolturas formales estructuralmente vacías, exigiendo la presencia necesaria del síntoma como suplencia de goce, porque está en el lugar del goce que no hay Volvamos a la clínica, retomemos a Rita y a su demanda de ayuda. Ella viene a buscarme cuando apenas le faltan dos semanas, para viajar a los Estados Unidos a realizar sus estudios universitarios; dice estar muy asustada, con mucho temor de fracasar, sino resuelve algunas dificultades que se le presentan en lo que ella llama” la búsqueda de la sexualidad”
Rápidamente Rita entra al tema que el interesa y me dice que a los 12 años, hizo un acto de exhibicionismo; frente a su casa, había una construcción donde habían muchos obreros. Desde su ventana ella podía mirarlos y ser mirada, decide bañarse y luego desnuda, comienza a vestirse frente a ellos” no sé qué me movilizó a hacer ese acto mostrándome desnuda frente a extraños, todos ellos anónimos me miraban, me ponían atención y eso me gustaba Subrayo su frase: ” no se por qué”. Se ríe y me dice; bueno, si lo se fue mi deseo, era como vivir una fantasía sexual que se ve en las películas.
Yo tengo toda clase de fantasías sexuales-añade Rita- pero la más reiterativa es la de tener relaciones sexuales con gente que no conozca, un hombre cualquiera”
Rita sigue relatando escenas donde se van dibujando un patrón en sus fantasías sexuales.
La escena del exhibicionismo, la presencia reiterativa del objeto mirada, la seducción de parte de un sujeto adulto cuando ella era pequeña, constituyeron para Rita, como una escena típica, que en adelante, funcionó a modo de una matriz fantasmática, para sus prácticas sexuales.
Quiero hacer una acotación. En el trascurso de las entrevistas me llamó la atención que cuando Rita cuenta sus experiencias sexuales, sean estas las infantiles o las actuales, en vez de mostrarse abrumada avergonzada por las ” terribles cosas que ha hecho o hace”, según sus propios términos, por el contrario parecía experimentar una singular satisfacción como si hubiera encontrado un goce particular al relatar sus hazañas sexuales a la analista. El goce estaba en el relato; ya me había alertado Rita al respecto cuando me dijo “me encanta conversar todo lo que hago y ahora no puedo contar estas experiencias a nadie, pues pensarían muy mal de mí”.
Si-le dije- y ahora me lo está contando a mí.