Freud en 1908 escribió La novela familiar de los neuróticos, allí cita la siguiente fórmula jurídica: «El padre es siempre incierto, la madre es certísima» y lo hace en medio de una descripción de las fantasías en que los niños sustituyen a sus padres por otros a quienes han conocido y les parecen mejores. Esa sustitución sólo alcanzaría a la figura del padre al comprender el niño el alcance de la citada fórmula jurídica. Lejos estamos de aquellos días y hoy aquella fórmula ya no se sostiene en tanto basta con un análisis de ADN para establecer con certeza la filiación. Entonces, si ambos son certísimos ¿el niño vería menoscabada la posibilidad de fantasear? ¿Ya no podría imaginar o desear ser hijo de otros padres diferentes de los que le tocaron en suerte? ¿Cuáles serían las consecuencias para el necesario desasimiento de la autoridad paterna?
En la película francesa Divines, ganadora de la Cámara de Oro a la mejor ópera prima en el Festival de Cannes de este año, dos amigas adolescentes que viven en un asentamiento en los suburbios de París fantasean con tener una Ferrari, beber champagne y comprar anteojos Ray-Ban, pero para hacer realidad esa fantasía quieren «money, money, money» y tratarán de conseguirlo sin reparar en los costos. No se trata de pagar el precio por el acceso al deseo, porque ¿cómo hablar de la ley del deseo con los apremios de la vida en los márgenes? Ante el empuje al consumo y las desigualdades sociales, ese deseo –no busca una satisfacción fantaseada sustituyendo a los progenitores por otros de mejor posición social–, se realiza en pasajes al acto. Podemos conjeturar que, en esta trama, como consecuencia de la imposibilidad de servirse del padre el desconocimiento de cualquier clase de autoridad viene al lugar del desasimiento.