Cristina Vidigal (EBP)

Las razones por las cuales un libro, una obra, una escena, conmueven o repercuten en muchas personas en todo el mundo son extensamente examinadas por Lacan en sus lecciones sobre Hamlet del Seminario 6, El deseo y su interpretación. El hecho de que el libro Por trece razones[1] y la serie de televisión basada en él hayan conmovido a un sinnúmero de jóvenes por el mundo, nos lleva a preguntarnos qué estructura toca al punto de convocar a las personas a hablar de eso y hasta tener un cierto temor sobre la cuestión central que aborda. A pesar de la falta de calidad literaria, podemos considerar inicialmente que el libro toca una cuestión que aún es considerada tabú: el suicidio de un adolescente. Sabemos que ante la imposibilidad de sublimación de la muerte sí es posible idealizarla o desplazarla, por ejemplo, en una forma que se volvió cada vez más habitual, esto es, a través de la segregación.

Cuando se le pregunta a un psicoanalista sobre la cuestión de la muerte inmediatamente se remite a Freud y la pulsión de muerte en su relación a lo real. Freud intentaba abordar un hecho perfectamente constatable y enigmático: más allá de la tendencia a la inercia, se encuentra en los sujetos una tendencia inconsciente a reconstruir antiguas situaciones olvidadas o no reconocidas, donde se repiten especialmente los errores, las fallas. Esa repetición es diferente de la reminiscencia, de la búsqueda del objeto perdido, del arrepentimiento o de la nostalgia. Freud insistió sobre el silencio en el cual la pulsión de muerte opera y buscaba articular de una manera lógica la oposición muerte y vida.

Algo del orden de la repetición tiñe con algunos colores al personaje principal, en la medida en que el autor presenta, en breves párrafos, su esperanza de que en la nueva escuela no se repita lo que sucedía en la anterior. Ella se coloca así frente a una nueva oportunidad, a una nueva vida. Sin embargo, el relato marca exactamente que algo de una repetición se instala, aunque a lo largo del libro no se haga ninguna referencia a una escena o a la escuela anterior donde algo del sujeto pueda localizarse. El sujeto no se interroga sobre su posición, es decir, no se encuentra quien pueda hacer un manejo mínimo de rectificación subjetiva que la moviera de su posición. Yendo rápidamente a la cuestión introducida por el personaje central, no se nos escapa inicialmente la operación con la cual ella deja la vida: se sacrifica para generar la culpa de los que la rodean como intento de barrar el goce que localiza en ellos, suponiendo que ellos lo encarnan.

Sabemos que las cuestiones sobre el sexo y la muerte son el apoyo de todas las creencias. La escena final del libro, cuando uno de los protagonistas sumido en la culpa, vence su timidez y camina para conversar con una joven que presenta los mismos signos de la joven que se suicidó, triste y solitaria, puede darnos un indicio. La escena parece revelar la creencia de que los jóvenes se suicidarían por la falta de prevención por parte de la sociedad, el cuidado, alguna oferta de conversación, algo que mitigue el bulling y la violencia entre los jóvenes. Es esta una posición simple.

Lacan, en «Siete lecciones sobre Hamlet», articula el acto imposible de realizar y nos muestra el sujeto frente a la estructura del deseo, donde es preciso que encuentre el deseo, demostrando que la posición de sujeto de deseo precisa ser construida. En el personaje central de la serie esa falta de construcción es evidente. Ella espera una palabra y una posición del otro que la colocarían en el buen uso de ese campo, como si eso ocurriera por iniciativa del otro y no por un posicionamiento y una construcción del sujeto. La posición de la protagonista es de una entrega pasiva y nunca de una interrogación. Su vía preferencial es la de esperar algo del otro, algo que le daría un lugar, una posición. ¿Qué encuentra ella? La decepción. Ella puede hasta pensar que tiene un problema, pero apunta siempre al otro en su cobardía, en su abuso, en su incongruencia, es decir, señala que el otro goza. La posición final de abandono de la protagonista señala el encuentro con el goce del otro sin el recubrimiento que el campo del deseo podría tratar. Ella se decepciona, desiste, elige morir: en el libro, con pastillas que, según su investigación, era la manera menos dolorosa de morir. En la serie de televisión, es cortándose las arterias profundas de sus brazos, ciertamente para un efecto dramático más impactante que la lógica pasiva del personaje. Podemos pensar que la protagonista desiste por no tener una elaboración en el campo del deseo que daría un marco a su encuentro con el goce.

Lo que la serie 13 Razones parece promover es la idea juvenil, descripta muy bien por Freud en los sueños con la propia muerte, de que el sujeto podría seguir viviendo en el sufrimiento de aquellos en los que imagina que les hará falta. La muerte entraría allí en una economía de goce que articula falta, remordimiento y culpabilidad. Como en los sujetos de los sueños, el personaje se engaña en que va a vivir en el remordimiento del otro, de que enseñará algo al otro. Podemos pensar aquí también el caso de la joven homosexual que buscaba con su posición enseñar algo al padre.

Una de las marcas de la modernidad del libro es la afirmación de que ningún ritual fue realizado después de la muerte de la protagonista, lo que da una cierta consistencia a la falta de un lugar para la palabra, para el luto y para las elaboraciones subjetivas. Eso retorna entonces en la voz acusatoria que la protagonista dirige a los compañeros. Esto nos hace retomar las dificultades de elaboración en el campo del goce y del deseo, de la falta y del tratamiento del síntoma, como uno de los trazos más cruciales de la contemporaneidad.

Podríamos finalmente preguntarnos por la diferencia que encontramos en los intentos de pasaje al acto que conocemos en nuestra clínica y en los casos en los que se trata de una elección sostenida, en una decidida voluntad de morir. Sobre esto, donde volverse amo de su vida y de su muerte es un articulador, encontramos el excelente texto de Pierre Naveau «El síntoma en la encrucijada: un caso extremo de rechazo»,[2] cuya lectura recomiendo a todos los analistas interesados por los problemas del suicidio en jóvenes. Aquí la diferencia y aquello que se juega en la elección por la muerte está muy bien trabajado por Naveau. Lo que él nos enseña a través del caso de un joven de 15 años que se decidió inapelablemente por el suicidio, toma una densidad y un tratamiento que sólo el psicoanálisis puede dar.

Traducción Silvina Rojas – Silvina Molina

NOTAS

  1. Asher, J. Por trece razones. Buenos Aires: V & R Editoras. 2016.
  2. Naveau, P. «El síntoma en encrucijada: un caso extremo de rechazo». Almanaque N°16. Revista electrónica del IPSMMG