¿Cómo se inscriben estás afirmaciones en las nuevas constelaciones familiares?

Por Silvia Ons (EOL)

Freud hace suya la antigua fórmula jurídica: «El padre siempre es incierto la madre es certísima».

El mundo que plantea Freud es un mundo con los polos diferenciados: la madre inmodificable -una sola-, el padre incertus puramente simbólico; con la madre la lógica de los sentidos, con el padre la de la palabra. No tan diferente es aquel al que se refiere Lacan dándole a la madre la potencia del deseo que encamina hacia el Nombre del Padre o -al final de su obra- afirmando que el respeto hacia el padre se sostiene en que como hombre ha deseado a la madre como objeto a, su causa. Las nuevas técnicas de reproducción asistida introducen una separación cada vez más creciente entre la reproducción y el acto sexual, óvulos y espermas donantes, alquiler de vientres, etc., incrementarían no solo la antigua creencia acerca la incertidumbre respecto al padre sino que la extienden a la madre.

Dice Miller: «La metáfora paterna remite, en mi opinión, a una división del deseo que impone que, en este orden del deseo, el objeto niño no lo sea todo para el sujeto materno. Hay una condición de no-todo: que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un hombre». [1]

¿Cómo se inscriben estás afirmaciones en las nuevas constelaciones familiares? Vemos que forzaríamos los planteos de Freud y de Lacan reduciendo la familia a funciones separadas totalmente del cuerpo sexual. Hacerlo sería ir al unísono con la ciencia. La incertidumbre respecto al padre de la que habla Freud no podemos leerla desde Lacan solo con relación al espermatozoide ya que la función simbólica que ocupa introduce necesariamente la dimensión de la creencia y no la de la certeza. En cuanto a la madre, sea el hijo producto de un óvulo donante o proveniente de una adopción, ella será la gestora de la emergencia del primer goce apertura de las zonas erógenas, Otro primordial. El cuerpo sexual para el psicoanálisis no se reduce al útero, al óvulo, al espermatozoide, ya que conlleva el goce singular del ser hablante que lo conduce a las funciones que ocupará.