Por Marisa Morao (EOL)
«Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla. Este nos debe entenderse como un complemento directo. Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan algo tramado. Hay en efecto, una trama, nosotros la llamamos nuestro destino».
Lacan, J. (2006), Conferencia: Joyce el síntoma, El Seminario, Libro 23, El sinthome, p. 160.
En primer lugar, podemos destacar que en el párrafo que antecede a esta cita, Lacan hace mención a su salida de Stanislas, Colegio elegido para su educación, es decir, a un asunto de familia.
Respecto de la cita propuesta, hay que señalar que en este momento para Lacan, la historia es una trampa, es el «más grande de los fantasmas». La existencia no se desarrolla en la historia sino tiene lugar en el campo de la contingencia.
El azar, la contingencia, no se enlaza con nada. Alrededor de la contingencia, del suceso vivido, el analizante, su pensamiento -por la articulación misma del discurso analítico-, teje su historia.
Las contingencias de la vida de los asuntos de familia no tienen un orden en sí, no poseen un sentido. Se ordenan a partir de lo simbólico. El inconsciente transferencial pone en acto este ordenamiento a través de sus articulaciones. J.-A. Miller lo señala en Sutilezas analíticas: «Un S1 azaroso se enlaza con un S2, y eso produce un efecto de sentido articulado. El azar cobra sentido». Se produce a partir de un S1 del azar una historia de destino trágico. Es bajo esta perspectiva que la operación analítica se orienta por el «desprecio por la historia».
El trabajo analítico apuesta a desbaratar el destino construido de asuntos de familia para aislar los acontecimientos azarosos. De este modo se pone de relieve en qué agujeros de amor, deseo y goce cae el sujeto en su llegada al mundo.
A. Vicens, lo trasmite así: «Digamos mejor que se trata de lo que no tiene remedio, salvo –y esta salvedad es esencial– para mostrarlo en un discurso sin queja y sin abandono. No elegí a quienes me dieron el ser, como no elegí el país ni la época en que nací. No hay vuelta atrás. Pero lo que se puede hacer (…) es rectificar la posición subjetiva respecto de eso: la discreción, gracias a la cual alguien puede decir ‘si volviera a nacer, volvería a elegir lo mismo'».[1]
Febrero 2017
NOTAS
- A. Vicens, Presentación. Extraído de http://www.unsamedita.unsam.edu.ar/Presentaci%C3%B3n-Vicens.pdf