Por Irene Sandner

«El fondo de todo drama humano, y en particular de todo drama teatral radica en que hay vínculos mudos, hay pactos establecidos. Los seres humanos ya están ligados entre sí por compromisos que han determinado su lugar, su nombre, su esencia. Otros discursos, otros compromisos, otras palabras llegan entonces».
Jacques Lacan [1]

El encuentro con un analista es una experiencia de palabras, en la que cada día escuchamos historias, donde la familia es protagonista. El analizante habla de palabras que al sujeto le fueron dichas y palabras que no le fueron dichas pero que esperaba que fueran dichas, estas dejaron una marca en el sujeto.

Para el psicoanálisis la familia es un tejido donde se envuelve un enigma, un tejido de palabras y de silencios. No hay familia sin secretos, no hay familia sin un punto de lo que no se habla. El secreto familiar se basa en un goce que ha sido rechazado, ya que no ha encontrado la palabra para ser dicho.

El psicoanálisis escucha a cada sujeto en su singularidad dándole cabida para que hable de las ficciones que rodearon su encuentro con el goce, invenciones que dan cuenta de cómo el goce le ha sido negado y cómo ha sido sustituido por otro arreglo.

NOTAS

  1. Lacan, J. (1983), El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires: Paidós, p. 295.