Por Ana Lúcia Lutterbach-Holck

«…ser contemporáneos sea, ante todo, una cuestión de coraje: porque significa ser capaces no sólo de mantener la mirada fija en la sombra de la época, sino también percibir en esa sombra una luz que, dirigida hacia nosotros, se aleja infinitamente de nosotros. Es decir: llegar puntuales a una cita a la que sólo es posible fallar».
Giorgio Agamben[1]

El psicoanálisis freudiano promovió una verdadera revuelta en la moral victoriana y, consecuentemente en la familia, al fundamentar el orden social en la muerte del Padre y en el incesto y colocar el mito edípico en el centro de la subjetividad, al explorar la sexualidad infantil y la fijación pulsional, al interrogarse sobre la sexualidad femenina, al retirar la homosexualidad de las clasificaciones patológicas, etc.

Después de Freud, cierto psicoanálisis, al valorizar un yo fuerte y lleno de «fuerza de voluntad», propició una interpretación de los síntomas que dejaba recaer sobre los padres la culpa por los síntomas del sujeto, desresponsabilizándolo así de su destino. O sea, la culpa era de la madre, confundiendo el psicoanálisis con una educación o una intención de normalización del comportamiento. Y hoy vemos la actualización de tal práctica en la jerga que se popularizó como «calidad de vida»: patrones de alimentación, ejercicios, medicalización y objetos de consumo que supuestamente garantizarían la longevidad y una vida «saludable», ignorando que nuestras acciones están orientadas por otras coordenadas que no pueden ser expresadas ni imprimidas en recetas ideales.

Lacan recupera e innova la experiencia analítica al promover, inicialmente, el mito a la estructura y el inconsciente estructurado como lenguaje. La familia es reducida a sus elementos estructurales y una nueva formalización, los discursos como matemas, permitirán pensar las relaciones como lazos. Más tarde, el aforismo de Lacan «no hay relación sexual» coloca en primer plano el goce singular trazado por los vacíos dejados por los significantes en el cuerpo, cuyas vías de satisfacción en el final de un análisis se tornan sinthoma como invención con lo que del goce resta como pura reiteración de lo mismo.

En esta perspectiva, hay un movimiento de lugares y funciones y un sin saber que nos deja en la oscuridad de nuestra época. Este Encuentro sobre los «Asuntos de familia» nos induce al coraje, coraje para explorar lo contemporáneo, siempre inaprehensible, a partir de nuestra práctica cotidiana, cuando los hombres, mujeres, padres e hijos, rompan con la tradición patriarcal y nos inviten a la invención.

NOTAS

  1. Agamben, G. (2009), Qué es ser contemporáneo? Y otros ensayos, Chapecó: Argos editor da Unochapecó.