Por Marcela Almanza

La imagen que acompaña la propuesta del próximo ENAPOL, Asuntos de familia: sus enredos en la práctica,plantea de entrada una especie de collage muy sugerente que, por simpático e irreverente, tradicional y moderno, fuera de proporciones, desopilante, mezcla de algo conocido y desconocido a la vez, propone algo que no termina de encajar pero que igualmente encuentra su lugar allí donde parece que tiene que estar, logrando transmitir muy bien aquello que hace parte de la familia actual.

El efecto «piezas sueltas» se impone, no se hace esperar, y por supuesto nos conduce a un más allá de la imagen, pues interroga decididamente nuestra práctica, nuestra posición analítica a la hora de calibrar el modo de alojar de la buena manera esas transformaciones familiares y el modo en que estas se inscriben de manera singular para cada ser hablante, allí donde otros discursos y otras prácticas también tienen su incidencia en el mundo contemporáneo.

Sabemos que J. Lacan se ocupó muy tempranamente de estos asuntos, y desde su texto La familia (1938) nos instó a pensar la familia humana como una estructura de relaciones simbólicas hecha de complejidades que siempre indican un más allá del hecho biológico, en tanto institución hecha de lazos, de funciones precisas, como un dispositivo de transmisión y de instancia reguladora que sin lugar a dudas deja su huella en el viviente.

Muchos años después, en su famoso texto Dos notas sobre el niño (1969) Lacan nos orienta sobre «la función de residuo que sostiene (y a un tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades, resalta lo irreductible de una transmisión -perteneciente a un orden distinto al de la vida adecuada a la satisfacción de las necesidades- que es la de una constitución subjetiva, que implica la relación con un deseo que no sea anónimo».[1]

Es desde allí que precisa la función del padre «en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la ley en el deseo» y de la madre «en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por la vía de sus propias carencias»[2] estando advertidos que, para ambas funciones, deberá instaurarse siempre una particularidad contra el ideal, ya que sabemos de los efectos devastadores que se producen cuando algo no opera de esta manera.

Si la familia es el lugar del Otro de la lengua, del Otro de la demanda, el lugar del Otro de la ley, «la familia es un mito que da forma épica a lo que opera a partir de la estructura, y las historias de familia siempre son el cuento de cómo le ha sido robado al sujeto el goce que merecía, al cual tenía derecho». «En la familia, el goce está prohibido y se propone un goce sustitutivo, el gozar de la castración, es decir, gozar del robo mismo del goce».[3]

Llegado a este punto, me pregunto entonces por el estatuto de esas ficciones que se imponen a nivel de lo que hace familia para cada uno, aun en nuestra época collage, al escuchar a esos sujetos contemporáneos que portan sobre sí la marca del desamparo, de la desorientación, la desinhibición, pero también aquellos que llevan adelante la férrea decisión de no formar una familia o bien de hacerlo convencidos, cueste lo que cueste, allí donde el recurso a la ciencia, a la ley y a otros artificios le dan un cauce.

La práctica analítica nos permite entonces alojar esas cosas de familia en el inconsciente cada vez que alguien llega a nuestra consulta con una pregunta, con su sufrimiento a cuestas, y nutre su discurso de esas historias en las que cada uno inevitablemente está enredado en tanto parlêtre… una vía que nos lleva a preguntarnos cómo hacer para reducir esas historias al síntoma que las soporta reconduciendo el sentido al goce, revelando en la interpretación lo que el sentido debe al goce.

Por otro lado, frente a las inevitables historias de familia, sabemos que hoy en día existen una serie de propuestas terapéuticas que trabajan desde la palabra, que actúan desde la sugestión y que gustosamente se ocupan de la familia y de sus múltiples problemáticas, enredos y malestares, allí donde siempre habrá algo más por tratar ya que la familia fue, es y seguirá siendo, una fuente inagotable de malentendidos.

Si bien estas terapias no son del todo nuevas, ya que echan sus raíces en teorías que ya llevan unos cuantos años, quizás lo nuevo radica sobre todo en el creciente uso y función que adquieren dichas prácticas en el actual mercado de las terapias alternativas, pues lo que se oferta para tratar los asuntos de familia encaja muy bien en los ideales propios de esta época: efectividad y rapidez son puestos al servicio de la resolución de problemas para abordar creencias, pensamientos y emociones que no son satisfactorias y que se repiten frecuentemente como patrones. Las llamadas Constelaciones hablan del abordaje de un inconsciente familiar, para tratar los aspectos problemáticos que han producido bloqueos. De lo que se trata es de sacar rápidamente a la luz la dinámica que causa el sufrimiento y, si se dan las circunstancias apropiadas, corregirla en el mismo momento. Una propuesta de resolución sin resto, que parece captar muy bien el tipo de demandas actuales.

Es evidente que nuestra práctica analítica, orientada por la enseñanza de Lacan, concibe otro modo de alojar esas demandas que anudan el sufrimiento humano a algo familiar y extraño a la vez, allí donde la insatisfacción, la repetición y el inconsciente son tomados por otro sesgo.

No solo nos desmarcamos radicalmente de este tipo de prácticas sugestivas, sino que además, tal como nos recuerda J.-A. Miller, «…queda claro que Lacan, en su ultimísima enseñanza, se hartó del psicoanálisis basado en el Otro (…) se cansó un poco de estas historias de familia que le cuenta la gente. Está claro que está determinado a escuchar otra cosa que el Otro, algo distinto al discurso del Otro. Está más bien enfocado en el sinthome del Uno».[4]

Una orientación muy precisa que nos invita a ponernos a trabajar hacia el próximo ENAPOL y que presagia por esa vía una práctica menos familiar…

NOTAS

  1. Lacan, J., (1988), Dos notas sobre el niño, Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires: Manantial, p. 56.
  2. Ibid, p. 57.
  3. Miller, J.-A., (2007), Cosas de familia en el inconsciente, Mediodicho. Maldita familia, Revista de Psicoanálisis 32, Córdoba: Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Sección Córdoba.
  4. Miller, J.-A., (2012), El ultimísimo Lacan, Buenos Aires: Paidós, p. 139.