Por Margarida Elia Assad (EBP)

La Familia es para Lacan un síntoma de la no relación sexual. Él crea el neologismo hommelle,[1] mecanismo perverso que provee al Otro con algo que sustituya la falta fálica y lo compara con lo que ocurre en el campo de la neurosis donde encontraríamos otro neologismo familiel o famil + ella, la propia familia: un sueño neurótico para sustituir el imposible de la relación entre el hombre y la mujer. Posteriormente, Lacan se pregunta: «¿En qué consiste la función metafórica de la familia misma?»[2]

¿Qué es lo que metaforiza una familia? Siempre hay un malentendido en la pareja sexual donde circula el deseo de familia. De este malentendido, de este secreto sobre el goce entre la pareja, o incluso en la soledad del goce autista, surge una transmisión desde donde pasa a la formación de los síntomas. Esta lógica es conocida por la clínica psicoanalítica. Pero ahora, lo que buscamos saber, es acerca de las nuevas familias y sus asuntos.

Hoy los efectos de la no relación sexual no producen metáforas, como era el caso de la familia edípica. La no relación sexual no encuentra en el Padre su transmisión simbólica. Al no encontrar una forma de ser sostenida por un deseo paterno, y como nos dice Laurent, no anónimo, lo imposible de la relación entre los sexos pasó a ser sinthomatizado por las nuevas familias. «Si la familia intentaba ordenar lo real del goce, lo real del goce reordena hoy la familia, y ello en formas tan dispares como equivalentes entre sí».[3] Bassols aquí se refiere a la caída del Nombre del Padre, donde cualquier significante amo vale tanto como cualquier otro. Las nuevas familias que se forman en virtud de las nuevas formas de procreación –alquiler de vientre, embriones congelados, inseminación artificial con un dador de esperma anónimo…- nos demuestran que ese real escapa a la posibilidad de una transmisión por la vía del deseo. El niño ya no ocupa el lugar del síntoma de los padres, sino más bien, se torna el objeto, objeto a ahora liberado.[4] El niño no es fruto del deseo de una pareja, es el objeto de goce liberado, razón para que se cree una familia, inscribiendo así al sujeto en el campo del Otro social. Serán así creadas las familias sinthoma, invenciones de lo real que están exigiendo de los psicoanalistas una nueva mirada sobre el arreglo entre simbólico, imaginario y real. El nuevo tratamiento de ese arreglo arroja otra mirada sobre esas invenciones familiares. Las familias sinthoma no resultan de la metáfora paterna, sino de una nueva père-versión que, aunque no dispense las soluciones edípicas, lo que podría hacer de estas interpretaciones un vasto delirio tal como advirtió Lacan en su proposición de 1967, deben no obstante, llevar al reconocimiento de un nuevo amor. Lacan al referirse a las leyes freudianas de Totem y tabú, propone que se lea la función paterna no como un puro significante: «La Ley de la que se trata en este caso es simplemente la ley del amor, es decir, la père-versión«.[5]

Propongo escuchar los asuntos derivados de estas nuevas familias con ese recurso: hay ahí un nuevo amor en juego, la père-versión.

Traducción: Silvina Molina – Silvina Rojas

NOTAS

  1. Lacan, J. (2008), El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Buenos Aires: Paidós, p. 267.
  2. Ibíd., p. 268.
  3. Bassols, M., Famulus, Lacan XXI. Extraído http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/famulus/?lang=pt-br
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otroop. cit., p. 268.
  5. J. Lacan, El Seminario, libro 23, El Sinthome. Buenos Aires, Paidós, 2006, pág. 148.