Blanca Sánchez (EOL)

Esta cita de Lacan nos permite precisar un poco más el lugar de la familia, o como él mismo propone unas líneas después, calibrar su alcance. Puede haber muchas revoluciones, podrá cambiarse el centro de la organización del universo –y supongo que por eso apela hasta a los izquierdistas–, sin embargo, parece imprescindible que haya un centro a partir del cual el significado conserve siempre el mismo sentido, y lo que plantea es que ese centro que se mantiene a pesar de todo es la familia. Agrega Lacan: «Cada uno de ustedes están más apegados a ella de lo que creen». Esto se condice perfectamente con una afirmación de Eric Laurent según la cual «no hay niño sin familia», diría incluso «no hay parlêtre sin familia».

Otra referencia de Lacan nos permitirá orientarnos. Unos años después, en el seminario 24, en la clase del 19 de abril de 1977, Lacan hace referencia a Rodney Needham y su cuestionamiento de las estructuras elementales del parentesco. Para Needham, las formas de parentesco son tan variadas que nos harían cuestionarlo como tal. Lacan, en cambio, dirá que «la observación incontestable de que el parentesco tiene valores diferentes en las diferentes culturas no impide la machaconería por parte de los analizantes de sus relaciones con sus parientes próximos». Y agrega: «El hecho de que no hable sino de eso le tapona todos los matices de su relación específica», es decir, la especificidad que diferencia esa relación con sus parientes más cercanos de cualquier otra relación. Lacan, entonces, remarca de Needham el hecho de que valoriza un hecho primordial: «Es de lalengua que se trata, que el analizante no hable más que de eso porque sus parientes más próximos le han enseñado lalengua«. Es importante en este punto no taponar la especificidad de la relación reduciéndola a los lazos de la familia biológica o de la familia tradicional. Que no haya parlêtre sin familia implica que cada quien nace a -o es recibido por- un sistema de lazos, otros sujetos que son los que lo introducen en lalengua. Como decía Laurent, puede ser la institución o incluso la calle misma. Nadie, en tanto parlêtre, está exento de esto.

Por un lado, entonces, la familia parece ser la que, con su sentimiento de pertenencia, da el mismo sentido al significado; por el otro, la importancia del parentesco está dada para el analizante por el hecho de que le han enseñado lalengua. En un caso, «esa vieja rutina del sentido» pareciera estar del lado de lo necesario, es decir, de lo que no cesa de escribirse, así como también el hecho de que la familia, cualquiera sea ella, se constituye como el lugar del encuentro del parlêtre con lalengua. Pero este encuentro nos remite también a la contingencia, al hecho de que será contingentemente que algunos significantes y no otros toquen al cuerpo, hagan sus marcas de goce y determinen las condiciones del deseo.

Más allá de que la familia sea el lugar donde el parlêtre aprende y aprehende lalengua, o más bien es aprehendido por ella, es con la familia, por la familia y en la familia, donde con esas marcas primeras cada uno construye su rutina, el centro de su existencia colmado de un sentido.

Con las casualidades que nos llevan de derecha a izquierda, como dice Lacan, nosotros trenzamos nuestro destino porque hablamos, pero si bien «creemos que decimos lo que queremos, es más lo que quisieron los demás, más particularmente nuestra familia, que nos habla (…) somos hablados y, a causa de ello, hacemos con los azares que nos empujan, algo tramado. Y en efecto hay una trama, a eso lo llamas nuestro destino».[1]

La vieja rutina, entonces, a la que alude Lacan en el Seminario 20 se refiere, a mi entender, por un lado al hecho de que siempre la familia será el centro en donde cada uno aprenderá lalengua, será hablado; pero por otro lado, será también el lugar donde cada uno construirá la seguridad de un significado que conserve siempre el mismo sentido para guarecerse de lo real.

NOTAS

  1. Lacan, J, (1975). Joyce el síntoma II. Uno por uno 44. Barcelona: Paidós. 1997, p. 10.