Por Gloria González

La familia es un lugar de referencia fundamental al que siempre volvemos, en él tejemos lazos muy firmes, lazos hechos de amores y desamores.

Digo que volvemos a él porque es un lugar de partida y de constante retorno a lo largo de una experiencia analítica. En dicha experiencia comprobamos que aquellos que se constituyeron en Otros primordiales para nuestra existencia a partir de sus dichos, sus silencios, sus gestos, su presencia o ausencia, no fueron más que referentes para la construcción de otros personajes acordes con nuestras propias formas de gozar, por eso, la familia es también el lugar de origen de nuestros propios fantasmas.

A la manera que un utilero hace uso de las misceláneas tras bastidores, cada uno de nosotros toma de su familia aquellos elementos que convienen para construir ficciones «en forma», afines con su manera singular de obtener una paradójica satisfacción. Sólo un análisis da acceso a lo que se oculta tras esos ropajes y nos permite ver más allá de nuestras propias construcciones, develar la utilidad de las mismas y elegir otros usos que nos den acceso a una vida menos pesada, a otra satisfacción.