Silvia Bermúdez (EOL)
Los sujetos hablantes, sexuados y mortales, embrollados en su propia sustancia gozante, designan sentidos.
El goce es la sustancia que nos comanda es de lo que estamos constituidos.
Nos marca y ahí entramados/entrampados cada quien forma parte de ese mundo: «pequeña familia» que no es sagrada, es dispar, fallida, incompleta. Hecha de malentendidos. Loca y necesaria.
Un agujero alrededor del cual cada uno teje y deshila puntos, nudos, lapsus; traumas/tramas. Un recurso para que el amor condescienda el goce al deseo.
Un día o una noche -no importa si el sol ilumina o se encuentra escurridizo, si hay tierra o mar- irrumpe un instante singular y contingente donde esa novela cae, y se rescribe, desprendidos de ese sentido dejamos de girar en falso.
El centro que comanda será el mismo, los efectos otros.
Quizás sea esta la verdadera revolución.