Por Silvia Salman

Habitar el mundo contemporáneo, tal como se nos presenta, nos pone a los psicoanalistas en la vía de revisar y renovar los conceptos fundamentales de nuestra práctica. Si bien la familia no es un concepto en sí mismo para el psicoanálisis, es un hecho que cuando analizamos a alguien ella está presente en el discurso desde sus comienzos. Los asuntos que tuvieron su origen en la infancia toman relieve en nuestra práctica y sirven de apoyo para que el analizante despliegue sus lazos, sus síntomas y sus identificaciones.

El próximo ENAPOL será la oportunidad para interrogar la idea de familia que podemos concebir hoy desde el psicoanálisis de la orientación lacaniana, así como los modos de tratar sus asuntos y arreglárselas con ellos.

Familia y discurso

Familia es un significante de la cultura que ha sabido mantener su potencia a lo largo del tiempo. Privilegiado en el discurso antropológico, tanto como en el jurídico y lo social, el psicoanálisis de la mano de Freud también mostró su interés y se sirvió de él desde sus comienzos. Desde la novela hasta lo ominoso, lo familiar se enredó en la práctica analítica freudiana desde siempre.

Que la familia no es lo que era, ya lo advirtió Lacan en 1938. Hacer de la figura (padre, madre) una función (nominación, cuidados) y de ello un discurso, ensancha el horizonte de lo que familia puede querer decir. Así, reducir la familia a un discurso pone de relieve los posibles anudamientos de los que está hecho cada ser hablante. Y pone de relieve también cómo ellos condicionan un cierto modo de enlazarse.

Es sobre ese fondo que el próximo ENAPOL es una oportunidad para interrogarnos no solo sobre qué es familia, sino y fundamentalmente, sobre eso que hace familia para cada uno, más allá de las estructuras elementales de parentesco nuevas o antiguas. Será la ocasión de poder leer qué hace familia para lo mejor y para lo peor en la infancia, en la adolescencia, en los modos de agruparse, en las instituciones y también será una oportunidad para interrogar, tal como lo señala el argumento, qué puede hacer familia en una Escuela de psicoanálisis.

Historias mínimas

¿Qué es familia? Es estar adentro de una historia que uno también escribe.

Ese modo de definirla, singular sin duda, es la concepción lacaniana de familia que puedo representarme en el horizonte ampliado del discurso. Es también una manera de concebir la hystorización, a la que se refiere Lacan al final de su enseñanza, como un modo de nombrar lo que es, o mejor dicho lo que fue familia para alguien que atravesó un análisis.

¿De qué está hecha esa hystoria? ¿A partir de qué elementos se construye?

Constatamos en nuestra práctica los modos en que el cuerpo y el lenguaje se anudan para hacer existir una vida pulsional afectada por palabras.

El cuerpo encuentra contingentemente a lalengua de la que se nutre para producir efectos que son afectos, es decir, asuntos del goce. A partir de ese encuentro lalengua designa lo que es el asunto de cada quien.[1] Allí se concentra el germen de la singularidad de cada uno. Allí se enraíza el síntoma único que Lacan calificó como acontecimiento de cuerpo.

Allí residen también, las causas mínimas del familiarismo que nos habita.

Un psicoanálisis debe circunscribir esas causas mínimas que la neurosis infantil y la novela familiar, en el mejor de los casos, han podido velar. Y la hystoria que cada uno se escribe, las enmarca en una conjunción propia e inédita entre la ficción y lo real.

Cada quien asume, a su manera, la impostura de un destino. Objetar esa impostura hasta desbaratarla, desaprender lalengua materna o incluso olvidarla, hacen parte del principio de des-familiarización[2] que la operación analítica promueve.

¿En qué se transforma eso que hace familia? ¿Cuáles son los nuevos asuntos con los otros?[3] Estas preguntas también serán parte del próximo ENAPOL.

Asuntos analíticos

El grupo analítico es también en cierto modo una familia, así fue concebida la Asociación Internacional fundada por Freud. La solución IPA,[4] que aún hoy con una estabilidad inigualable persiste, mantiene una estructura de árbol y de jerarquía generacional tal que reproduce si no la familia, al menos la solidez de una institución organizada de punta a punta por el principio de identidad. Dicho principio concluye en un saber y una definición estandarizada de lo que es ser analista.

Por su parte, Lacan se opone al estándar. A partir de un cuestionamiento implacable a la Sociedad analítica a la que él mismo pertenecía, desemboca en la excomunión, un nombre posible para designar lo fuera-de-familia.

¿Cuál fue su respuesta? La creación de la Escuela, tan solo como siempre estuvo en relación con la causa analítica. Esa es su pequeña invención para ir en contra del familiarismo analítico y el clan fraterno. Con la Escuela y sus dispositivos, Lacan intentó tratar y operar sobre eso que incesantemente hace familia en una institución.

Reclutar a sus miembros por su relación con el inconsciente y proponer el procedimiento del pase para verificar que hay analista son modos de objetar el grupo y poner en cruz el análisis didáctico. Es decir, modos de objetar las patologías de la identificación. Por otra parte, la pregunta abierta acerca de qué es un psicoanalista y la desigualdad entre ellos como principio son los rasgos prevalentes de una erótica que podemos nombrar como la del deseo del analista.

Y bien, el deseo del analista no es un asunto de familia, es un asunto de Escuela.

El próximo ENAPOL será entonces la ocasión para explorar en los distintos campos del quehacer analítico, los múltiples y variados matices que pueden alojarse entre lo que hace familia y la excomunión.

NOTAS

  1. Lacan, J. (1981), El SeminarioLibro 20Aun, Buenos Aires: Paidós, p. 166.
  2. Bassols, M. (2016), Famulus, Lacan XXI. Extraído 25 de octubre de 2016, http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/famulus/
  3. Sinatra, E. (2016), Asuntos de familia: El Otro en Uno, Lacan XXI. Extraído 25 de octubre de 2016, http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/asuntos-de-familia-el-otro-en-uno/
  4. Arenas, G. (2015), Sobre la tumba de Freud, Buenos Aires: Grama, p. 43.