Por Márcia Mezêncio (EBP)

Los padres y una niña, de menos de un año, esperan la extracción de sangre de la niña, inmóvil en el regazo de su madre, su mirada se encuentra fija en el celular que está seguro delante de ella. Sólo se mueve si la madre cambia la posición en que sostiene el celular. Ellos no conversan, el padre está ocupado con su propio celular. No hay palabras. Todos parecen tranquilos. La extracción de sangre ocurre sin llanto y sin angustia.

El «saber en el bolsillo» tiene como consecuencias el desvanecimiento de la angustia y una docilidad del cuerpo. La palabra que calma es sustituida por el aparato que inmoviliza. «Si la familia intentaba ordenar lo real del goce, lo real del goce reordena hoy a la familia», afirma Bassols[1]. Las tecnologías actuales producen un lazo social que desarticula la palabra y la desconecta del cuerpo. «Cuanto menos cuenta un sujeto con las palabras para defenderse de lo real, más coloca en juego a su cuerpo»[2]. Sin la palabra, se presenta el objeto que no conecta el deseo sino el goce.

Traducción Cecilia Parrillo

NOTAS

  1. BASSOLS. M. «Famulus«. In: http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/famulus/?lang=pt-br. Consultado em: 20/03/2017.
  2. MITRE, J. «Hiperconectados: lo que varía y lo que no». In: http://ampblog2006.blogspot.com.br/2017/03/hiperconexion-y-cybors-por-claudio.html. Consultado em: 20/03/2017.