Por Paula Kalfus (EOL)
La inteligencia artificial provista por los gadgets de los que nos servimos ya es parte de nuestra forma de vida. El quid de la cuestión es que Big Data posibilita que la información se interprete a sí misma y se adelante a nuestras intenciones.
En poco tiempo la cantidad de información digital va a superar a la información biológica. Y la única manera de interpretarla es con máquinas; es por ello que cada vez tenemos más. Y cada vez estas almacenan más datos -lo que se conoce como Deep Learning– volviéndonos usuarios cuidadosamente vigilados.
De cualquier manera, vivimos con la tecnología -es un hecho- que en algunos aspectos es mejor que nosotros… la pregunta es qué cosas dejamos a la inteligencia artificial y qué cosas no.
En la práctica nos confrontamos con esta disyuntiva a partir del relato de nuestros pacientes.
En un caso la causa del padecimiento subjetivo era atribuida a un otro que diseminaba por las redes información que le concernía. En otro, el uso de las redes proporcionaba un semblante de lazo social allí donde este se veía reducido al mínimo.
Orientarse por el uso, entonces, no es asunto de reglas generales, sino de tomar en consideración los goces concernidos en cada quién.