Entrevista a Osvaldo Delgado (EOL)
Por Karina Castro

En un párrafo del argumento dice: «Las clases sociales ya no alcanzan como concepto reunificador que dé cuenta de los acontecimientos; con los fenómenos de la globalización, las familias atraviesan los diversos escenarios de la pos-modernidad».

1- Pensando en uno de los ejes del VIII Enapol que es Violencia y segregaciones familiares, ¿qué relaciones te parece pueden encontrarse entre el párrafo y este eje?

2- ¿Qué posición sería la que conviene a un analista con sus enredos en la práctica?

Osvaldo Delgado

Hay que pensar los asuntos de familia desde el desencadenamiento del discurso capitalista, como lo trabajamos nosotros en la Escuela, y sus efectos en la contemporaneidad.

También hay que poder ubicar algo muy interesante que plantea Lacan en su Seminario «Los no incautos yerran» respecto a la forclusión del Nombre del Padre en la cultura y su retorno en lo real, y el deseo de la madre sin barrar, por lo tanto, como goce que toma la aptitud de poder nominar. Esto lo vemos en el caso del campo científico y, sobre todo, en las cirugías médicas que se toman el lugar de poder nominar la supuesta identidad de género. Lacan dice que este retorno en lo real a partir de esa forclusión va a producir todo tipo de catástrofes. Es importante tenerlo en cuenta.

No estoy diciendo con esto que las nuevas configuraciones familiares sean todas catástrofes, en absoluto, pero efectivamente encontramos nuevas configuraciones familiares de diversa índole: familias ensambladas, monoparentales, homoparentales, etc, etc, etc. Esto tiene problemáticas propias de acuerdo a las clases sociales que existen, porque estas nuevas configuraciones familiares, aunque se dan en todas las clases sociales, a su vez tienen modos de expresión distinta en cada clase .

No es que hayan desaparecido las clases sociales sino todo lo contrario: el discurso capitalista contemporáneo ha producido un incremento de la confrontación de clases en estos últimos años, como hace mucho tiempo que no se veía, y efectivamente las realidades son muy distintas tratándose de familias ricas, familias de clase media, familias pobres, con problemáticas laborales, económicas. No podemos hacer un combo como si fuera todo lo mismo, bajo ningún punto de vista. Es como cuando hablamos de las travestis: una cosa es la travesti de clase media, profesional y otra cosa es una travesti en la villa, cuyo destino es la prostitución y una muerte muy temprana. No es lo mismo, sino que hay configuraciones. Además del uno por uno, hay configuraciones sociales que marcan realidades de vida totalmente distintas y realidades respecto a muertes tempranas, por ejemplo, infecciones, asesinatos, violencia policial, etc.

Respecto a la problemática para los psicoanalistas, hay una cuestión muy importante respecto a las nuevas configuraciones familiares y es que el deseo del analista no es sin un fundamento neurótico.

También es importante tener en cuenta un punto muy, muy esencial que es que los psicoanalistas actuales nos hemos constituido como sujetos en un mundo radicalmente diferente que el actual, no sólo por la cuestión de la tecnología, sino también porque las diversas configuraciones familiares no existían o eran excepciones, muy raras excepciones. Sin dejar de mencionar que nuestra formación en psicoanálisis es una formación clásica. Esto efectivamente es una problemática de la subjetividad de los analistas, y los enredos que la subjetividad de los analistas pueden tener respecto a la escucha.

Igualmente, en tanto analistas no tendríamos por qué tener ningún inconveniente ni complicarnos porque nosotros trabajamos no solamente en el uno por uno, sino también escuchando al analizante en la producción de su inconsciente. Por ejemplo, si viene una travesti a consultarnos, en realidad no sabemos absolutamente nada de ante quién estamos hasta que empiece a producir sus formaciones del inconsciente. Y nos orientamos en relación a eso, no a tal o cual categoría de si es travesti, si su familia es homoparental, monoparental. Lo que hacemos es escuchar del mismo modo que cuando viene alguien que diga yo soy padre de familia y soy heterosexual: no sabemos nada de él hasta que no empiece a tener sueños, lapsus, fallidos, etc.

En ese sentido nosotros no tenemos inconvenientes. Al escuchar la singularidad y orientarnos en eso no tenemos por qué tener inconvenientes respecto a todo lo que se puede presentar como novedoso en los nuevos ensambles familiares. Pero sí tenemos que estar advertidos de este punto que señalo: así como existe el fundamento neurótico del deseo del analista también nos hemos constituido como sujetos en un mundo totalmente otro, y esta es una marca muy fuerte. Muchas veces escucho psicoanalistas hablando en reuniones de amigos o en encuentros en bares, y aparecen dichos muy prejuiciosos, cuestión que nos hace preguntarnos qué se hace con el prejuicio.

Es cierto que no se espera que un psicoanalista sea una persona sin las mismas miserias humanas que los otros humanos, pero en su acto tiene que tener muy en cuenta esto: no solo el fundamento neurótico y lo que tiene que ver con el trauma de la neurosis infantil, sino que además la neurosis infantil se armó en una época del mundo que no tiene ninguna relación con la actual, en otro paradigma cultural, otro paradigma familiar. Esto sí es muy importante para que los analistas nos formemos y estemos muy advertidos de este punto, es fundamental para nosotros si no va a quedar caduco el psicoanálisis.

Hubo cierta apoyatura falsa del sexo biológico con la apoyatura del sexo psíquico y la normativa social -lo estoy diciendo un poco burdamente pero es para que se entienda. Todo eso aparece ahora como más complicado y, sin embargo, para el psicoanálisis es menos complicado, porque para nosotros la función paterna siempre fue una función, por eso hablo de una apoyatura falsa.

Esto tiene como problemática lo que decíamos recién de los prejuicios, cómo nos conformamos como sujetos, etc., pero también hay una ganancia que tiene que ver con que queda más claro que las funciones son funciones, que no se apoyan ni en una cuestión cultural, ni se apoyan en un sexo biológico ni en nada por el estilo, que son funciones absolutamente simbólicas. En este sentido es una ganancia.