Guanaqueros, Chile. 9 de marzo 2021
Querido Felipe,
Deseo comenzar esta carta tomando una frase de “A primera vista” de Pedro Aznar, canción que acompañó mi matrimonio y lo sigue haciendo “Aun”. “…Cuando llegó carta la abrí…”, es así, con el sonido de esa canción de fondo, que quería preguntarte sobre las flechas. He leído como has apuntado las flechas de Eros tanto en la sede, cuando aludes al “vector”, y también ahora para el X ENAPOL. Entonces, quería preguntarte ¿Qué piensas, a partir del mito de Eros y Psique, sobre esa flecha de Eros que contingentemente lo rozó?, una flecha que supuestamente haría que Psique se enamorara de un chancho, y… es el mismísimo Eros quien se roza con esa flecha, y así, es él quien a primera vista se enamora. Una contingencia que marca algo nuevo. Teniendo en consideración que para el psicoanálisis la contingencia es uno de los nombres de lo real.
Le robo otra frase a la canción para despedirme,
“Cuando me llamó, allá fui”.
Un abrazo
Santiago, Chile. 13 marzo 2021.
Querida Pauli,
¡Abrí tu carta! … es decir, me abrí a su efecto.
Me recuerdas el amor que tengo por la topología, ¡es que es eso!, constatar que hay flechazos que transforman los espacios de la experiencia (¿o la experiencia del espacio?); por ejemplo, un vector se tuerce y nos hace andar por una banda no orientada y nos comunica con lo íntimo afuera; otro flechazo puede marcar las marejadas de un torbellino y abrirnos los ojos (“cuando el ojo brilló, entendí”, dice la canción que citas) al vértigo de la vida tórica, al huracán de la vida.
Sabemos que amor, deseo y goce se hacen cosquillas, se rozan y afectan como en el mito que traes; a veces se habilitan, a veces condescienden. Eros y Psique. Oí que hace un tiempo exploras este mitema. Hay una versión del mismo mito que señala que Eros, al ver a Psique, queda cautivado y esa flecha insidiosa que tenía preparada la arroja al mar. Allí es Psique y no Eros causa de lo que acontece. ¿Qué piensas de eso? ¿Qué enseña ese mito de la relación entre amor y deseo? ¿De dónde sale el vector transformador? También querría saber con qué música de fondo escribirás tu próxima carta. Te he escrito escuchando Chet Baker.
Otro abrazo
Guanaqueros, Chile. 15 de marzo, 2021
Querido Felipe:
Hoy son las olas del mar las que acompañan esta carta… y es el sonido que ha acompañado este lapso de intercambio de letras.
Me preguntas, ¿qué enseña ese mito de la relación entre amor y deseo?, ¿de dónde sale el vector transformador? Y aquí vuelvo a lo que me gustó del Mito, una contingencia. Ya sea que Eros se rozó él mismo con la flecha, o que en el solo hecho de ver a Psique se “flechó”, algo cambió, algo pasó. Consentir al efecto contingente de una flecha, que ésta pueda tocar ese cuerpo vivo, consentir a sus consecuencias, y permitir un cambio de – tal como dices– “la experiencia del espacio”, creo que es algo que constatamos desde el psicoanálisis, «sólo el amor permite al goce condescender al deseo».
Para despedirme te comparto una pregunta que me ha dado vueltas, y me sirvo de tu respuesta para darle una vuelta más. Preguntabas sobre el amor y el deseo, y yo me pregunto, ¿quieres lo que deseas?
Un abrazo, de esos que hacen falta.
Santiago, Chile. 16 de marzo de 2021.
Querida Pauli:
Trajiste a este intercambio la flecha y la contingencia. Me has abierto una perspectiva: quizás Eros no dispara flechas sino estiletes, es decir, dispara para escribir la flecha del deseo que ya estaba ahí, o para acentuar el agujero deseante que ya estaba ahí. Quizás el amor -el que entendemos como mediador simbólico- sea el Eros que dispara escrituras. Su modalidad, entonces, sería la de lo posible, escribe y puede dejar de hacerlo (sabemos que el amor también se borra). Lo contingente, pienso, sería la flecha del deseo que, de tanto en tanto, admite se la escriba y deja que el amor la marque en algún árbol ¿Las bodas de lo contingente con lo posible? Quizás eso sea querer lo que deseas. Cuando Eros escribió para sí mismo lo que Psique le causó pudo arrojar la flecha que le sobraba al mar, ese mismo mar que escuchas de fondo, ese que no cesa de no escribirse y donde no hay estilete que haga marca pues ahí no hay surcos… sólo estelas.
Un abrazo y gracias por escribir.