Mariana Isasi
“La indignación como intento de operar simbólicamente sobre el goce, ¿una nueva manera de hacer lazo?”. Tal línea temática, propuesta en un boletín OCI, resume la lectura de tres detalles de un caso.
1. Un joven se declara indignado porque su novia está con amigos o familia sin invitarlo. Entiende por qué ella procede así, pero, aunque no es nada grave, le basta para cortar por un tiempo la relación.
2. Indignación letal fue la que tuvo a los 12 años cuando descubrió la mentira de los padres en torno a papá Noel. Ese acontecimiento incrementa su eterna “desconfianza de base”. Hoy convive con la vivencia renovada del Unglauben, bautizada Truman Show. Dada la suspicacia, que siempre está, es difícil dar con el texto de las voces. Tener en cuenta que Truman Show tiene una dimensión de autoengaño acota, por ejemplo, la interpretación celotípica.
3. Indignación también tuvo el día que, tomado por la interpretación conspirativa, se alcoholizó y gritó al cielo: “Si estoy loco, ¿por qué no me lo dicen?”. El destino de discapacitado lo atormenta. Redirige esa pregunta a la analista, por lo cual algo había que responder. La teoría del superyó y la gran variedad de sus versiones le sirvió, desde entonces, para nombrar algunos de los fenómenos xenopáticos.
Si la indignación surge como respuesta ante una afrenta a la dignidad, y ésta es referida por Lacan a lo singular, ¿de qué está hecha la dignidad aquí? Una vía es releer los tres recortes desde esa pregunta.
1. El momento en que se indigna con su novia fue precedido por una escena en la que su pareja no encuentra el sentido de seguir viviendo. Esto pudo haberlo confrontado al propio sinsentido. En ese entonces, retoma la fórmula: “si la raza humana se a extinguirse, no tiene sentido seguir viviendo”. Tal certeza advino hace unos años, ante el retorno de la sensación de apocalipsis y vacío que había vivido de niño un día muy contundente y del cual mucho no puede decir. Esa experiencia inaugural del vacío desmoronó la significación del mundo. Se indignó con su novia como último paso. Antes había declarado, abatido, las vacaciones en el trabajo mental de combatir al superyó, como entregado a la denigración alucinatoria.
2. En la indignación con los padres, más que el engaño parece haberlo afectado el desengaño. Querer creer en papá Noel era una solución forzada frente al mundo en su grado cero, su compensatory make-believe del Nombre del Padre que reencarnó en un Otro más difuso y generalizado. Con Truman show resurge la tentativa de reconstituir el mundo bajo la égida de un Otro que, al tener voluntad de engaño, nos asegura mucho más que existe. Así construye un lazo basado en la indignación por el engaño del Otro. Para indignarse es preciso creer en su existencia, y él trabaja para ser un enfermo del Otro. Ese trabajo es, en este punto, lo más cercano que encuentro a la dignidad.
3. Hay que pensar la indignación transferencial tomando en cuenta que el lazo está compuesto por el engaño que me supone y por el engaño patente que él ejerce. Parece que prefiere escuchar que está loco como todos – bajo el engaño del superyó – y no loco discapacitado, y que la indignación lo reafirma subjetivamente, le da la idea de tener dignidad y un Otro de quien indignarse. Del otro lado quedan las experiencias que lo acercan al vacío, al sinsentido, en las cuales su respuesta no va más allá de la perplejidad, la ironía, o manifestaciones del tipo de la indignidad. Si se puede hablar de indignidad en este caso, ¿cómo entenderla? ¿Como una reacción al desmoronamiento de la solución de hombre indignado, o bien como condición inicial (identificación al objeto indigno) que, de a ratos, logra camuflarse en el sujeto de la indignación?