EDITORIAL

Carlos Augusto Nicéas

 

En lugar de “reina”, la imagen se convierte en soberana de su Imperio, si recordamos cómo hablábamos de ella anteriormente, en 1995, suponiéndola poder ser un equivalente, en lo imaginario, del significante-amo en lo simbólico. Ahora cuando pretendemos interrogarla, nuevamente, en 2015, “no nos cabe contemplar la realidad sino recoger lo que cae del imperio como pedazos de lo real que, desde siempre, modulan el síntoma”, como ya fue dicho aquí en uno de los editoriales de este Boletín (1). Así, en el ENAPOL VII, compartiremos lo que nuestra práctica clínica nos ha enseñado sobre los nuevos síntomas de la civilización, a la escucha que estamos de sujetos contemporáneos de este inicio de siglo, afectados por el poder de las imágenes. Analistas de orientación lacaniana, no estaremos reunidos, por lo tanto, para hacer una “sociología psicoanalítica”, de la actualidad del Imperio, sino para insistir en lo inquietante que se esconde por tras de su fascinación (2).

Una relación estrecha entre “El imperio de las imágenes” y “El inconsciente y el cuerpo hablante”, temas del ENAPOL de 2015 y del Congreso de la AMP de 2016, parece apoyar la mayoría de los textos de este Flash 07. Un autor, Fernando Vitale, nos trae con precisión el eje sobre el cual se desarrolla su texto: en una civilización “que desdobla triunfalmente todas esas increíbles posibilidades en el campo de las imágenes, la clínica parece mostrarnos que los cuerpos informan algo que hace obstáculo” (3), orientado que está por lo que ya dijera Miller: “La voluntad en juego, que opera por tras de ese imperio, vehicula, por definición, una lógica que es siempre de incitación, intrusión, provocación y forzamiento ante cualquier limite que se le oponga” (4). La lectura de dos testimonios de AE, el de Ram Mandil y el de M. A.Vieira, privilegiando el encuentro de cada uno con una imagen particular al final del análisis, le permite ir al Lacan de la última enseñanza para concluir su texto: al lanzar una nueva mirada sobre lo Imaginario, Lacan habría localizado, entre lo Imaginario y lo Real “una enigmática referencia a un Otro goce que él llama Goce de la vida”. El autor nos deja, entonces, con esa referencia de la cual deberíamos servirnos para pensar nuestra clínica de hoy (5).

Marcus André Vieira nos da un texto que pone en relación las imágenes que en la actualidad de nuestra civilización son “tomadas como real y no como significantes” y el psicoanálisis, que no para de reafirmar Lacan desde su conferencia de 1953, “SIR”, introduciéndonos, recuerda Marcus, a un necesario espacio para el enigma en la experiencia: “Solo es material para el análisis aquel elemento que pueda significar otra cosa que él mismo”, cita Marcus (6). Ahora, si hoy se considera que “no hay más imposibles para la ciencia, se hace difícil llevar a alguien a abrirse a la dimensión del enigma”. Repensar el “inconsciente y el cuerpo hablante”, permite entonces a Marcus comenzar a responder a esta pregunta: “¿La falencia de las narrativas, por ocaso de la falta, del deseo y del agujero, serian la falencia del psicoanálisis?” (7)

Irene Greiser, respondiendo a la invitación de Miller en la presentación del VI Congreso de la AMP, piensa la posición del analista delante de la pornografía como síntoma actual de la civilización. Ella quiere hacernos reflexionar sobre como la escucha del analista puede propiciar al sujeto una experiencia singular con la fantasía inconsciente, confrontado como viene a la oferta masificadora de imágenes pornográficas vía Internet (8).

Mirta Berkoff va a hacernos interesar por los cambios de las coordenadas del goce del sujeto contemporáneo frente a la “presencia de lo femenino y de la mujer”: el imperio de las imágenes le “parece facilitar hoy que una identificación a la imagen de la mujer responda a la falla en la construcción del cuerpo”. De ese modo, ella nos invita más particularmente a interrogar, en la clínica con niños, de qué manera esa “feminización”, en la actualidad de nuestra civilización, puede afectar a los niños en el ejercicio de su sexualidad (9).

El encuentro del analista, en su práctica, con “acontecimientos de cuerpo que revelan un fracaso, una ruptura del ser hablante con la imagen narcisista de lo mismo” es de grande interés clínico en la elaboración que nos ofrece Susana Dicker (10).

Cerrando este Flash 07, Maria Helena Barbosa nos propone para su lectura un ejercicio riguroso y fecundo para encontrar los términos de una homología de estructura entre dos textos-referencias del psicoanálisis de orientación lacaniana (11).

Una alegre lectura.

 


 

(1) Luis Fernando Carrijo, Editorial. Flash 3.

(2) Fernando Vitale, “Impossible is nothing o la enigmática sonrisa del gato de Chesire”

(3) Idem, ibidem

(4) Miller, en la presentación del tema del próximo Congreso de la AMP (www.wapol.org)

(5) Fernando Vitale, “Impossible is nothing…”

(6) Marcus André Vieira, “Sujeto, objeto y cuerpo: ¿quien habla?”

(7) Idem, ibidem

(8) Irene Greiser, “Pornografía”.

(9) Mirta Berkoff, “La identificación a la imagen femenina como respuesta a la falla en la construcción del cuerpo”.

(10) Susana Dicker, “El drama del espejo”

(11) Maria Helena Barbosa, “(Imagen reina, I), (Significante amo, S) (objeto R)”

 

 

Traducción del portugués: Pablo Sauce

Vídeoflash 4 – Miquel Bassols Conferência de Encerramento do XX Encontro Brasileiro do Campo Freudiano Parte 2

Como creo que lo indican muy bien, los 3 ejes temáticos que se desprenden del argumento con el cual se lanzó la convocatoria al trabajo dirigida al conjunto de los colegas nucleados alrededor de las tres Escuelas de América, el VII ENAPOL nos invita a explorar el modo en que se anudan para nosotros hoy las tres perspectivas que deben ser interrogadas en su íntima articulación a los fines de mantener vivo al psicoanálisis de la orientación lacaniana en el siglo XXI.

Explorar los impasses actuales de nuestra civilización, dar cuenta de la incidencia de los mismos en la transformación de la clínica a la que cada uno de los practicantes se confronta ya sea en su consultorio o en los más diversos dispositivos institucionales y revisitar nuestros conceptos para intentar ceñir con más precisión aquello que efectivamente hacemos y compartir entre todos los resultados que se desprenden de ello, es la oportunidad que nos brinda el poder encontrarnos en San Pablo los días 4,5 y 6 de septiembre próximos.

Exploremos un poco entonces, algunos de los interrogantes al que el Encuentro nos convoca.

Es indudable que el título “El imperio de las imágenes” es una manera precisa de caracterizar uno de los aspectos más notorios de la realidad efectiva en que se desarrolla hoy nuestra práctica. No decimos nada nuevo con solo afirmar que las increibles posibilidades que los nuevos dispositivos surgidos de las tecnociencias han permitido realizar en el mercado de las imágenes, han transformado radicalmente en unos pocos años el mundo en el que vivimos. Lo que se trata de indagar en tanto psicoanalistas son los nuevos síntomas que acompañan dicho proceso. Respecto de esto podemos constatar que al mismo tiempo que el sujeto contemporáneo parece tener al alcance de la mano a toda hora y para los fines más diversos todas las imágenes que se nos ocurran, lo que observamos en nuestra clínica es una dificultad creciente en el anudamiento del Imaginario corporal. Tendremos que explorar por qué en esa misma civilización que despliega triunfalmente toda esas increibles posibilidades en el campo de las imágenes, la clínica parece mostrarnos que los cuerpos nos informan de algo que hace obstáculo.

En ese sentido, una cuestión en la que me parece importante detenernos es si con la expresión “El imperio de las imágenes” nos estamos refiriendo a una transformación definible solamente en su aspecto cuantitativo o si hay allí en juego algo más inquietante. Miller ha planteado que la voluntad en juego que opera detrás de ese imperio vehiculiza por definición una lógica que es siempre de incitación, intrusión, provocación y forzamiento respecto de cualquier límite que quisiera oponérsele 1. Cuando repetimos que las incidencias en las agrupaciones sociales por el efecto conjunto del discurso de la ciencia más el discurso del capitalismo, implican por estructura la puesta en cuestión de todo aquello que en ellas ocupaba antes la función de lo que Lacan llamó los Nombres del padre, no estamos haciendo sociología psicoanalítica sino que nos estamos refiriendo a cuestiones que palpamos diariamente en nuestra práctica.

Para poder sopesar esta afirmación, hay que hacer antes una precisión. Debemos distinguir el modo absolutamente singular en que habita en cada uno esa instancia de goce repetitivo que llevó a Freud a postular la existencia de aquello que llamó Pulsion de Muerte, de los modos de goce colectivos que se han elaborado, construido y sostenido en las agrupaciones humanas durante siglos y que han decantado en tradiciones, sabidurías sedimentadas etc 2. Es a esto a lo que aprendimos con Lacan a llamar los Nombres de padre y que encarnan en cada una de las diferentes culturas, la dimensión del gran Otro a las que cada una se refiere. Esos modos de goce ya suponen un modo de hacer algo con esa instancia de goce repetitivo por definición opaca y extraviada dada la ausencia de la formula de la relación sexual.

Ante cada nueva invención que surge del discurso de la ciencia, su inserción en los mercados no puede sino hacer tabla rasa con las organizaciones culturales previas que demuestran así, su estatuto de semblantes. Para tomar tan solo un ejemplo: ¿podemos suponer acaso que los modos que prescribian el encuentro entre los sexos podrían quedar exentos de las incidencias del efecto Tinder?

Podemos afirmar entonces que el tipo de imagen que se hace imperio bajo la promesa del “impossible is nothing” es una ilustración perfecta de aquello que Mauricio Tarrab ubicaba como la matrix operante detrás de ese imperio 3. Frente a ello, el sujeto contemporaneo queda cada vez más solo y sin recursos frente a los embates de lo real.

Como ha planteado en reiteradas oportunidades Eric Laurent, Lacan captó con precisión que Freud llegó en una epoca en la ya no quedaba más que el síntoma como lo que verdaderamente interesaba a cada uno en tanto lo interroga sobre aquello que viene a perturbar su cuerpo.

Ahora bien, debemos en primer lugar reconocernos en ese mismo movimiento que tantas veces nos cansamos de describir con tanta precisión.

Nuestra práctica, esté esclarecida en ello o no, apunta a confrontar al sujeto luego de la puesta en cuestión de los Ideales con que cada uno sueña con poder finalmente normalizarse, con esa misma instancia repetitiva que resiste a la operación de desciframiento y que demuestra que cada uno está habitado por marcas singulares que producto del puro encuentro entre lalengua y el cuerpo, inducen un goce que no haría falta, parasitario y que por estructura trastoca el sueño del goce supuesto de su naturaleza de cuerpo.

Como plantea Lacan: “El síntoma es irrupción de esa anomalía en que consiste el goce fálico, en la medida en que en él se despliega a sus anchas, aquella falta fundamental que califico de no relación sexual”, a lo que agrega: “Que el goce fálico se vuelva anómalo al goce del cuerpo es algo que se ha percibido sopotocientas veces” 4.

Recordemos brevemente el itinerario del recorrido de nuestra formación: de los espejismos del imaginario a los poderes de lo simbólico articulado al universo de las reglas. De los poderes de lo simbolico a su desfallecimiento frente a lo real de ese goce que resiste y que el sentido no hace más que engordar.

Planteemonos al respecto algunas preguntas básicas:

¿Es solo ese el real que nos orienta? ¿Es entonces el deseo del analista, un deseo puro?

Recuerdo respecto a este punto un señalamiento preciso de JA Miller:

Si se contentara con formar pareja con las exigencias libidinales del síntoma, el pensamiento del psicoanalista cuando llega a esa zona en la cual desfallece la interpretación, a esa zona del análisis donde experimentamos el estancamiento, corre el riesgo de quedar aspirado, fascinado, cautivado, inmovilizado por lo que del síntoma gira en redondo 5.

Frente a ello cobra importancia no olvidar que al final de su eseñanza Lacan reinterroga de manera renovada el registro de lo Imaginario planteando que frente al sin límites del empuje al goce que habita en cada uno, el único límite real lo da no el Nombre del Padre, sino la manera en que cada cuerpo encuentra la manera de poder mantener anudadas sus tres consistencias.

Haciendo honor a la tierra que nos va a albergar en septiembre, voy a tomar dos breves referencias de dos testimonios de AE: uno de Ram Mandil y otro de Marcus André Vieira.

Ram Mandil se encuentra al final de su análisis con una imagen muy particular extraida de las 3 fotografías que existen de su padre en un campo de concentración. En todas ellas el mismo aparece sin camisa, con el cuerpo esquelético pero siempre sonriendo. Precisa entonces lo que eso le evoca: “bajo la sombra de la muerte, la sonrisa de la vida”. Le dice entonces a su analista: “Amar la vida, hacer de mi vida mi partenaire, he aquí para mi un nuevo nombre del padre, un nuevo sinthome. ¡Es eso!” 6.

Marcus André Vieira refiere también el surgimiento inesperado de una imagen que solo le aparece al final de su análisis. “En uno de esos últimos encuentros veo como el analista rie mostrando los dientes. Nunca había reparado en eso. Solo me recordaba de su sonrisa pero no de su risa. Al comentar esta observación, el me ofrece lo que tomé como un último regalo, me recuerda la sonrisa del gato de Alicia para indicar lo que resta del analista al final. Aquella sonrisa que ahora llevo conmigo, que ahora está escrita en mi, siempre será para mi risa, llena de dientes, mordida…” 7.

Podríamos decir de cada una de esas imágenes que valen más que mil palabras. Eso siempre será una verdad mentirosa. Pero. ¿habrá que obedecer a Wittgenstein y decir que lo que no se puede decir es mejor callarlo o se trata para cada uno de ellos de mostrar algo que por definición no puede sino transcurrir en un campo por fuera de lo simbólico?

¿No ubicó Lacan allí, entre lo Imaginario y lo Real una enigmática referencia a un Otro goce al que llama Goce de la vida? ¿Qué nos enseñan estas referencias respecto a la efectividad de la práctica analítica hoy?

 

Fernando Vitale

 


 

  1. Miller, J.-A. “El inconsciente y el cuerpo hablante”, en wapol.org
  2. Miller, J.-A. “Extimidad”, Editorial Paidós, Buenos aires, 2010, pág 52.
  3. Tarrab, M. “El ojo bulímico y el lobo”, en Flash 04, oimperiodasimagens.com
  4. Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1991.
  5. Miller, J.-A. “El lugar y el lazo”, Editorial Paidós, Buenos aires, 2013, pág 305.
  6. Mandil, R., “Conjunto vacío”, en Revista Lacaniana de Psicoanálisis, número 15, Grama ediciones, Buenos Aires, 2013, pág 92.
  7. Vieira, M. A. “Primer Testimonio”, en Revista Lacaniana de Psicoanálisis, número 14, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2013, pág 92.

El Impacto de las imágenes y el cuerpo hablante

Parto del tema del próximo Encuentro Americano: “El imperio de las imágenes”. Podemos contraponer el “imperio de las imágenes” al “cuerpo hablante”. La primera expresión se dirige a lo que convencionamos llamar “la ciudad”, proponiendo una lectura: vivimos el imperio de las imágenes. La segunda, más enigmática, se dirige a nuestra comunidad, ella nos convida a avanzar en nuestro entendimiento sobre el modo como el analista debe situar su práctica en el momento actual de la civilización, centrándola en el inconsciente como cuerpo hablante más que como mensaje cifrado.

La propuesta de J. A. Miller, que es vector para nuestra comunidad, es esa: el inconsciente hoy muchas veces se presenta más como cuerpo hablante que como Otra escena.

¿Y nuestros días, cómo andan? El tema del ENAPOL nos ayuda. Él indica, para empezar, que nuestra civilización ha escogido, colocando los poderes de la palabra sometidos al imaginario. Así entiendo la idea de un “imperio” hoy, radicalmente diferente del imperio del padre, mucho más como una presencia maciza de las imágenes con su exigencia superyoica de subordinación. La referencia aquí es el Imperio de Negri y la Biopolítica de Deleuze.

En los términos de Lacan, diría que nuestros días viven en el imaginario “como si” el simbólico no existiera. Es el mundo de las imágenes tomadas como real y no como significantes. Este mundo, con sus certezas inmediatas impera sobre el tiempo linear de las narrativas con sus certezas conquistadas.

Un ejemplo: el modo como nos referimos a los exámenes de imagen cerebral. Ellas son tomadas por si solas, como si fueran reales. Antes había toda una discusión diagnóstica entre pares para decidir que significaban aquellas manchas. Era en ese contexto de narrativa clínica que las imágenes ganaban la función de representar un real. Las imágenes podían ser un ícono de lo real, pero siempre en una narrativa que venía traducirlas como índices de una enfermedad. Hoy, las imágenes son tomadas como lo real en sí, sin discusión, pues el diagnóstico no es más una producción discursiva y los elementos que lo componen tienden a ser procesados por las computadoras. Son ellas que en principio realizan el diagnóstico.

En el extremo opuesto, el psicoanálisis no para de demostrar como una imagen (en un sueño, por ejemplo) puede ser tomada en un juego de decir en la estructura del significante. En este caso ella podrá venir a decir mucho más de lo que indica, por esto abre la dimensión del enigma. La referencia aquí es la conferencia “SIR” de Lacan que en 1953 ya definía “solo es material para el análisis aquel elemento que pueda significar otra cosa que no el mismo”.

Pero para esto es necesario que haya un espacio para el enigma, un vacío en el saber, un punto ciego en la estructura. Hoy, cuando todos consideran que no hay más imposibles para la ciencia, se hace difícil llevar a alguien a abrirse a la dimensión del enigma, y sin enigma, ¿cómo contar una historia? El Otro del discurso y de la narrativa exige este punto de agujero. ¿La falencia de las narrativas, por ocaso de la falta, del deseo y del agujero, seria la falencia del psicoanálisis?

 

El cuerpo hablante

Pero bien, el inconsciente nunca fue solamente un discurso de lo sexual reprimido. Si sumergimos en nuestra historia como hacemos en un análisis, siempre damos de tope con algo que habla sin ser, sin embargo, narrativa, discurso articulado. Escenas, fragmentos de escenas de olores e imágenes: el inconsciente no siempre es Otra escena (con estructura encadenada análoga a la de la consciencia), es más una alteridad disparatada no encadenada, pero así mismo lenguajera, que Lacan llamó de lalengua.

Es lo que busca destacar la expresión “El cuerpo hablante”, con un gano de peso: dar lugar a esa experiencia de la lengua antes de la lengua. Ella no es cosa del cielo de las ideas, sino una experiencia de cuerpo, o mejor, de un cuerpo “pre-cuerpo”, ya que el cuerpo es habitualmente el espacio de una unidad y estamos hablando de algo esencialmente múltiplo. Así, no se experimenta exactamente el cuerpo hablante, ya que una experiencia supone una subjetivación por un yo bien arreglado. Por esto, decimos con Lacan e Miller que el cuerpo hablante, como lugar de la lalengua no se experimenta, apenas se presenta, es vivido como un evento, un “acontecimiento del cuerpo”.

Dicho de Otro modo: un análisis envuelve toda una serie de experiencias corporales (de la Madeleine de Proust al mal-estar causado por un recuerdo desagradable) vividas por un yo, en su cuerpo, como reacción al material inconsciente. Mas ella envuelve también eventos corporales que no son del ego y de su cuerpo, sino de algo que lo perturba por no ser la experiencia de un Otro discurso afectando el cuerpo, pero sí lo hablante del cuerpo que vibra y produce un acontecimiento. Es lo hablante de la lalengua que hace vibrar algo corporal que, entretanto, no es ningún órgano del cuerpo, mucho más “entre los órganos” para usar la expresión célebre de Freud para localizar su inconsciente.

 

Traducción del portugués: Paola Salinas      

El tema que nos convoca hacia el VII Enapol actualiza la paradoja del espejo: su condición de soporte de identificación pero también objeto que causa angustia. Esto se enraíza en las dos caras del drama del espejo, que Lacan desarrolla en su texto de 1949[1], y de lo cual nos ofrece testimonios la clínica de la neurosis, pero también la de las anorexias-bulimias, de las psicosis y, por qué no, las experiencias con adolescentes.

Momento crucial en la medida en que hace posible el anudamiento de las dimensiones Real, Simbólica e Imaginaria. Momento estructurante, donde el triunfo del infans es el logro de una identificación, reconocerse en una imagen de sí mismo Pero también paradojal en tanto la imagen de ese cuerpo que se reconoce en el espejo no es lo más propio, viene del Otro, de la imagen del otro que reconoce antes que a la suya. Es una operación libidinal, circulación de libido que es pérdida de goce- que hasta ahí era goce logrado, autoerótico- pero también condición para que la imagen se sostenga y haga de un cuerpo fragmentado-real del cuerpo en fragmentos-una unidad formal e imaginaria. Esta es la paradoja: “La imagen, en su exterioridad, es constituyente respecto al ser del sujeto”.[2]

Sin embargo, en nuestra práctica nos encontramos con acontecimientos del cuerpo que revelan un malogro, una ruptura de la relación del ser hablante con la imagen narcisista del mismo. Son experiencias de extravío del propio cuerpo en ciertas anorexias, cuando ya no se reconoce como propio. Se trata de un defecto capital en la constitución narcisista de esa imagen, que se muestra insuficiente para mantener unidos los registros Simbólico y Real y, por lo tanto, insuficiente como soporte identificatorio. “Una devastación de la imagen (ravage dell’imagine) que comporta que el cuerpo se haga presente en su puro estatuto de objeto a”[3]. De allí que lo pusional retorne desde el exterior como imperfección de la imagen, revelando la dificultad de simbolizar la dimensión real corporal.

La imagen del cuerpo delgado nos permite acercar una diferencia entre la clínica de la neurosis y lo que muestran los diferentes cuadros de anorexias. En el primer caso, esa imagen puede jugar como significante del deseo del Otro, hacer del semblante lo que viene al lugar de la ausencia de falo para entrar en la dialéctica deseo-goce. Y conocemos de ese empeño en cultivar la figura delgada en nuestra época, a través de tratamientos variados que incluyen dietas, ejercicios, cirugías. Pero ese cuerpo delgado puede encarnar una pasión- algo que no nos es extraño en la anoréxica contemporánea- y como tal ser testimonio del apego narcisista, de la fascinación mortífera con la propia imagen especular que, en su delgadez, encarna un ideal de belleza que se separa del cuerpo sexual y pone en el centro el objeto mirada, ya no para causar el deseo del Otro- tan familiar a la histeria- sino provocar la angustia del Otro.

Más radicales, aún, los casos de anorexia psicótica, donde “no es sólo goce del vacío, sino también una modalidad de tratamiento del vacío, del riesgo psicótico de una disolución de la imagen del cuerpo.”[4] Allí donde se experimenta una ruptura del vínculo imaginario entre el cuerpo y el sujeto, tenemos una particularidad de la anorexia psicótica donde los huesos toman el relevo de la imagen narcisista, insuficiente para formar el cuerpo, para darle identidad. En su lugar, la visión del hueso en la extrema delgadez, apacigua al psicótico pues lo rescata de la angustia ante la descomposición del cuerpo. El cuerpo-hueso, el cuerpo-esqueleto se transforma en objeto, le da consistencia, “unariza al sujeto, en tanto el cuerpo anoréxico no se deja fecundar por el símbolo. Es ésta su esterilidad fundamental”[5]

Nombrándolos imagen reina, J. A. Miller nos habló del propio cuerpo, del cuerpo del Otro y del falo, como esas imágenes que “sobreviven del mundo de las imágenes en psicoanálisis”[6]. Todas ellas son el cuerpo y, por lo tanto, “son el lugar donde lo imaginario se amarra al goce”[7]… siempre que hagamos de ellas un significante. Y allí está el tropiezo, incluso el fracaso, en algunos de los ejemplos mencionados.

 


 

[1] Lacan, J (1983): “El estadio del Espejo como formador de la función del yo” en Escritos I, Siglo XXI Editores, México

[2] Recalcati, M. (2003): Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis, p 80, Síntesis, España

[3] Recalcati, M- Op. Cit., p 54

[4] Recalcati, M: Op. Cit, p 72

[5] Recalcati, M: Op Ci, p 64.

[6] Miller, J. A. –(1998): “La imagen reina” en Elucidación de Lacan, p 581, EOL Paidós, Colección Orientación Lacaniana, Argentina

[6] Miller, J. A. –Op. Cit., p 585.

Estamos en un momento donde la presencia de lo femenino y la mujer cambia las coordenadas del goce del sujeto contemporáneo. Pero no es solo la aspiración femenina actual sino también el imperio de la imagen la que parece facilitar hoy que una identificación con la imagen de la mujer de respuesta a la falla en la construcción del cuerpo.

Esta Identificación imaginaria da unidad al cuerpo ante la falla del Espejo y puede suplir la falta de significación fálica en los casos en los que esa lógica no esté presente.

Es importante tener en cuenta que lo que se juega allí puede no ser una elección sexual sino una respuesta a la falla en la corporización, respuesta que interpreta el goce.

Cuando esta feminización se da en el caso de los niños vemos que si bien no es tiempo aún de inventarse una sexuación no podemos decir que esta temprana interpretación del goce no tendrá efectos sobre su posterior elección. Sin embargo esto no hace que nos impliquemos en ella.

Por ejemplo en un caso en que un niño que consulta está en posición de realizar el fantasma materno haciéndose Uno con la imagen de la hermana realizamos construcciones en sesión para que no se aplasten los planos, para dar volumen al cuerpo y vivificarlo, para que éste no quede reducido a su envoltorio .

La pornografía en la que se exhiben esos cuerpos en goce enuncia la verdad que la relación sexual no existe . La pornografía por Internet hace uso de la inexistencia de la relación sexual . Se vende sexo y se comercializan los fantasmas para todos. Voyeres, exhibicionistas, sadomasoquistas, de a dos de a tres, como no hay menú fijo para la relación sexual, por Internet se ofrecen menús a la carta .

Si Miller en su presentación del X Congreso invita a los analistas a interesarse en este fenómeno obviamente que no es por la vertiente de dar una respuesta desde la moral. La pornografía como síntoma de la civilización es la forma que toma hoy el discurso capitalista, forcluyendo lo singular del fantasma de cada sujeto para promover una industria que vende sexo para todos, los sujetos ya no tienen que recurrir a sus fantasmas porque estos aparecen por Internet. Responder a esa masificación desde el psicoanálisis implica ofrecer en nuestros consultorios una escucha que propicie los ratones de cada uno que no salen a la venta por Internet .

Maria Helena Barbosa

La hipótesis que pretendo desenvolver aquí es la que dice que el texto La Imagen Reina es homologa del texto La Tercera.

La Imagen Reina, fue presentada por J.-A. Miller en el V Encuentro Brasileiro del Campo Freudiano en ocasión de la fundación de la Escola Brasileira de Psicanálise en Rio de Janeiro, en abril de 1995. Se encuentra publicada en el libro Lacan Elucidado*, que reúne as conferencias de Miller en el Brasil desde 1981 hasta la fundación de la EBP.

La Tercera**, de J. Lacan está en la revista Opção Lacaniana. Es una intervención de Lacan en el VII Congreso de la Escuela Freudiana de Paris, ocurrida en Roma en noviembre de 1974, el mismo año en que pronuncio el, seminario XXII, R.S.I. La misma pertenece a una serie de tres intervenciones de Lacan en Roma, siendo que la primera es Función y Campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis, de 1953, en ocasión del Seminario I, Los Escritos Técnicos de Freud, la segunda es El Psicoanálisis. Razón de un fracaso, de diciembre de 1967 en la época del Seminario El Acto Analítico. Es como se Lacan hiciese un movimiento de après-coup sobre esos textos, añadiendo cada vez los años que se interponen entre ellos.

Cada uno, a su modo trabaja a partir de la noción de gozo y de la topología del nudo Borromeo avanzando más allá del Edipo y de la lógica cartesiana. Miller está envuelto con el imaginario y Lacan sustenta La Tercera por lo real que ella contiene.

Miller, en la primera página, propone introducir la expresión imagen reina como homologa al significante amo, la primera en el imaginario, y la segunda en lo simbólico. Lacan al desenvolver la noción de real, situara el objeto como homologo al S1, o sea uno a lo real, el otro a lo simbólico.

En la matemática, se consideran homólogos los elementos equivalentes, correspondientes, aun cuando sean más o menos diversos. Propongo, entonces, alinear estos términos de la siguiente forma:

(imagen reina, I), (significante-amo, S), (objeto a, R)

Los dos, inicialmente privilegian el objeto mirada como encarnación del objeto a, como soporte del gozo. Presentan el trayecto que va desde inscribir, primero el gozo como imaginario, en la orden especular, en el estadio del espejo, hasta llegar a la pulsión escopica como paradigma del objeto a, no más reducido el imaginario a lo especular y avanzando, vaciándolo de cualquiera substancia o semblante posible (seno, heces, mirada, voz y falo – los objetos parciales), para llegar al objeto a de pura formula, en lo real, donde no hay ninguna esperanza de alcanzarlo por medio de la representación.

Miller para desenvolverlo se vale del relato de Freud y de la conmoción que tuvo al visitar el Acrópolis para mostrar como todos los enunciados proferidos por él serian defensas frente al gozo, a un plus do gozo visual contenido en la imagen perceptiva y su júbilo excesivo. La mirada del padre surge para funcionar como censura, para interdicción del gozo. La visión lo llena, ocupa, y es ahí que surge la mirada del padre, que recae sobre él, en su gozo. Miller apunta que esta mirada surge antes de todo del plus de gozo que provoca la censura. La realeza de la imagen que realiza la captura significante del gozo, sucede sobre el imperio de la mirada que sería un “a más”, no una imagen y si “el sin imagen”.

En La Tercera, Lacan, sucesivamente, vacía el objeto mirada a partir de la operación significante, tal cual lo desenvolvió a lo largo de su obra, privilegiando en la estructura de lo simbólico el efecto metonímico, de soporte de gozo y no su aspecto metafórico de sentido, de significación o sexual. Solamente por el psicoanálisis el objeto mirada puede ser comprendido como objeto a, en tanto una esquirla del cuerpo, destacado del cuerpo. El objeto a se mantiene únicamente por la existencia del nudo que lo constituye y solo puede ser aprendido en el bloqueo de lo simbólico, del imaginario y de lo real .Esto lo torna operante en lo real como el objeto del cual, precisamente, no hay idea, relacionado a la lógica.

En lo que respecta al significante amo, Miller señala que a pesar de ser el significante distinto por el cual el sujeto busca ser representado en lo simbólico y vehiculado en la cadena significante, efectivamente, no existe un significante privilegiado – la propia definición de significante es un elemento x susceptible de metáfora y metonimia

Lacan inserta el significante amo como un representante comercial que introduce el sujeto en el discurso sin, no obstante, dar cuenta del saber que es siempre imposible de ser reintegrado por el sujeto. Es el significante amo que solo se escribe al hacerlo, sin ningún efecto de sentido. La interpretación no es una interpretación de sentido, pero juega con el equívoco, donde el saber en qué consiste el inconsciente solamente está enlazado al cuerpo hablante por lo real del cual se goza.

Ya el imaginario, tanto para Miller cuanto para Lacan, será abordado por el fantasma y localizado en el cuerpo.

Esto es ampliamente desenvuelto en el texto de Miller, inclusive porque es su tema. Presenta tres imágenes reinas del psicoanálisis, todas del cuerpo, todas cuestiones del cuerpo – el cuerpo propio, el cuerpo de Otro y el falo. A estas imágenes corresponden tres operadores siendo el espejo para el cuerpo propio, el velo para el cuerpo del Otro, y para el falo toda una serie de palabras – el apoyo, el pedestal, el encuadre, la hendidura, la ventana.

Estos operadores son operadores visuales que delimitan y aíslan lo que queda expuesto como una imagen, una que, como tal, pasa a ser significatizada y investida en la fantasía, término que a traducción utiliza para referirse al fantasma.

Miller articula que a fantasía, por un bies, es considerada una frase que tiene función de axioma, y que solo podemos hacer de la imagen un elemento de registro imaginario si hacemos de ella un significante. Por otro bies, afirma que no hay fantasía que no se ofrezca en la orden imaginaria, donde la imagen es una modalidad inevitable de la fantasía La imagen fantasistica es una imagen inmóvil, un elemento suspenso, fijado y errático, que subsiste a todo tratamiento dado por la palabra, En ella se concentran los dichos del analizando y las deducciones del analista. La diferencia entre la imagen reina y el significante amo, se apoya en que la imagen reina no representa al sujeto, pero se coordina con su gozo. De ese hecho surge la antinomia entre lo que es propio al campo de la realidad perceptiva, que supone la represión del sujeto, y lo que es recordado que, en el ejemplo de Freud, es la extracción del objeto a, que vino a inscribirse en el espectáculo como plus-de-gozar y como mirada. Es la distinción que Lacan restableció entre percepción y perceptum, una nueva teoría de la imagen, por donde él pasa a interrogar al campo de la percepción a partir del deseo y del gozo, mientras que Freud lo aborda a partir de la represión, elidiendo el plus de gozar

Lacan introducirá el imaginario por medio del sentido que aparece en la unión entre lo simbólico y lo imaginario, reduciendo la función de la representación al cuerpo, localizado en el cuerpo.

Sin pelos en la lengua, Lacan afirma, que el pensamiento consiste en palabras que introducen en el cuerpo algunas representaciones imbéciles. El cuerpo es introducido, por él, en la economía del gozo por la imagen. La relación del hombre con su cuerpo es del orden de lo imaginario, y donde la imagen alcanza su valor en el proceso germinal, desenvuelto en el estadio del espejo, que no establece relación con el Otro.

Lacan en una finesse, introduce el más ala del estadio del espejo, diciendo que “hay para cada un algo que se ama todavía mas que su imagen” y que sabemos, se refiere al objeto a. Encontramos aquí, el deseo implicado en la relación con el objeto a través del fantasma y donde el fantasma es la interpretación misma del deseo en su ciframiento, en su relación con la pulsión, colocando el objeto en el estatuto de lo real. Analizar el fantasma es encontrar en el la estructura que se revela una unidad – elemento que, promueve un punto de basta en el deslizamiento del sentido, del desciframiento.

En La Tercera, Lacan localiza el imaginario como el registro que operaria en el sentido de hacer parar el deslizamiento infinito de lo real que no cesa de no se escribir, y del deslizamiento de lo simbólico que no cesa de escribirse. El imaginario seria el registro que se manifiesta en el sentido de atar os otros dos, constituir el nudo.

Los registros en el psicoanálisis y solamente en ella, pueden estructurarse cada un por sus elementos correspondientes – imagen reina, significante amo y objeto a., con la condición de no constituir un nuevo imaginario instaurando sentido, y si una orientación de lo real.

Pero Lacan no para por ahí! Aclara que es preciso que el analista sea este nudo, ofrecerlo, al analizante como causa de su deseo, que debe operar a través de la interpretación que retira el sentido, con el objetivo de reducir el gozo fálico, y de aquello que del síntoma esta fuera del lenguaje, y soportarlo en tanto acto en la transferencia.

En su próximo seminario el XXIII, Lacan desenvolverá el concepto de sínthoma colocando los tres registros desgarrados entre si agarrados por un cuarto nudo, el sínthoma.

Una última frase de Lacan en La Tercera.: “Los gadgets, por ejemplo, será que realmente tomaran la delantera? Llegaremos a tornarnos, nosotros mismos, realmente animados por los gadgets? Esto me parece poco probable, debo decir”

 


 

*Lacan Elucidado, palestras no Brasil, Miller, Jacques-Alain, Jorge Zahar Editor, p. 575.

**A Terceira, Lacan, Jacques, Opção Lacaniana, nº 62, Edições Eolia, p. 11.