Fátima Pinheiro

Así como la práctica clínica nos enseña sobre los síntomas contemporáneos, a partir del afectamiento de los sujetos por el imperio de las imágenes, el arte también nos enseña sobre los efectos de las imágenes en el cuerpo. Las imágenes contemporáneas en su avalancha mediática e imperativa nos llevan, cada vez más, a reflexionar sobre “el vasto océano del registro imaginario”.[1] El poder de la imagen se manifiesta hoy desde la televisión, en la que la imagen pasa por fracciones de segundos y se procesa en un continuo, el noticiero se mezcla con el anuncio del jabón en polvo, que a su vez se confunde con la transmisión del fútbol —hasta llegar a Internet con la pulverización de las imágenes fakes.

William John Thomas Mitchell,[2] crítico de arte norteamericano y editor del Critical Inquiry, en su libro Iconology, al cuestionar el valor de la imagen, hace una distinción muy precisa entre image y picture, distinción que no acostumbramos a hacer en la lengua portuguesa en tanto que usamos la palabra “imagen” de forma amplia. Lo plantea de la siguiente forma: usted puede colgar una picture, pero no puede colgar una image. Nos parece bastante interesante lo señalado por este pensador del campo de las artes, influido por Marx y Freud: separar la imagen del orden de lo visible, como un objeto del mundo, de la imagen que es del orden de la invisibilidad, fuera del campo de la representación. Esa apreciación diferencial, aunque no esté basada en la concepción lacaniana de lo imaginario, recorta aquello que de la imagen escapa a la producción de clichés, cuestión que la mirada como objeto devela. Es en el punto en el que las imágenes contemporáneas están integradas en un sistema de producción de clichés en donde el arte viene justamente a cavar un vacío. Como sabemos, el arte así como el psicoanálisis, permite un acceso a lo real por la vía del objeto. Lo real en juego en el objeto pulsional, lo real del goce, como afirma Miller, “… no es del orden de un objeto del mundo, no es un objeto de representación”.[3]

La francesa Sophie Calle, artista conceptual y perfomer, en su exposición Pour la dernière et pour la première fois,[4] en el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal (2015), hace dos meses atrás, reunió dos de sus más recientes proyectos: La Dernière Image (2010), una serie de fotografías acompañadas por textos, y Voir la mer (2011), un conjunto de filmes digitales (de 2010), que cuestionan la relación del sujeto con la imagen, en donde la imagen es tratada a partir del lenguaje, es decir, con aquello que le escapa. Esos dos trabajos encuentran particular resonancia en la era de la producción y consumo de imágenes, entre el exceso y la falta de las mismas, y realizan una reflexión poética sobre la ceguera en su articulación con la belleza y lo sublime. Esos trabajos ganan relevancia en la medida en que una imagen sólo podría evocar lo indecible o lo inefable si estuviera vinculada con el universo simbólico del lenguaje.

La investigación que precedió los dos trabajos de Sophie Calle fue iniciada hace aproximadamente treinta años con el proyecto Les Aveugles (1986), en el que la artista hace una exploración del problema de la ceguera a partir de su carácter traumático y testimonial. La artista realizó esa investigación a partir de un inventario de los efectos, no únicamente metafóricos, que recaen sobre la experiencia del cuerpo. Sophie Calle le pidió a un grupo de personas ciegas que le respondieran cuál sería, para cada una de ellas, la imagen de la belleza. Alguien que no había nacido ciego, pero que quedó ciego le respondió: “La plus belle chose que j’ai vue c’est la mer, la mer à perte de vue” —frase elegida para ser el primer testimonio del libro Aveugles, de lectura braille; otro, ciego desde el nacimiento, afirmó: “La mer, je l’imagine belle, belle au-delà de la description qu’on m’en faite. J’aurais tendance à aimer le bleu à cause d’elle”.[5] En 1991, en la obra La Coleur Aveugle, Calle trata la ceguera total, confrontando los relatos de ciegos con textos sobre la monocromía de Borges, Klein, Malevich, Manzoni y Rauschenberg.

En La Dernière Image (2010), el primer proyecto presentado en la exposición Pour la dernière et pour la première fois, en el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal, la artista viajó a Estambul y allí, a partir de la conversación con personas que habían perdido la vista repentinamente, pidió a cada una, que describieran la última cosa que habían visto antes de perder la vista. Los varios testimonios son acompañados de fotografías que sugieren una última visualización, recreadas por la artista.

En Voir la mer (2011), segundo proyecto de la exposición, que contó con la participación de Caroline Champetier, colaboradora, entre muchos, de Jean Luc-Godard y Phillipe Garrel, hace una serie de videos con sujetos ciegos, que aparecen de espaldas frente al espectador, frente al mar, bajo el sonido incesante de las olas. En un momento dado cada uno de los sujetos se da vuelta, a su vez, hacia el espectador, mostrando cuánto fueron afectados por esa experiencia. Todas esas personas desprovistas de la vista, filmadas por la artista, conocidas por ella en el interior de Turquía, nunca habían visto el mar.

La Dernière Image e Voir la mer, al crear imágenes de lo invisible, se presentan como una respuesta a la impregnación de las imágenes uniformemente aceleradas y sin espesura del imperio de las imágenes de nuestra época. Esos trabajos revelan que si de hecho las imágenes tienen un poder perturbador, es porque ellas están enlazadas con significaciones que cada cadena significante introduce en el cuerpo.

Al final del video Voir la mer la artista apaga las imágenes a través de un fade gigantesco, blanco, y escribe el vacío en el espacio de la galería. No es sin consecuencias que Lacan, en 1975, distinguía que la buena manera de inscribir el cuerpo sería refiriéndose al conjunto vacío. Conjunto vacío, que el arte puede suscitar al permitir “… elaborar una estructura en que los significantes repitan la diferencia respecto de ese conjunto vacío”. [6]

Traducción: Mercedes Ávila (EOL – La Plata, Arg.)

Revisión: Pablo Russo


[1] Bassols, M., “El imperio de las imágenes y el cuerpo hablante”, Enapol 2015.

[2] Th. Mitchell, W., Iconology: Image, Text, Ideology, Chicago, U. of Chicago P., 1986.

[3] Miller, J.-A., Curso El lugar y el lazo, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 71.

[4] http://www.macm.org/expositions/sophie-calle-pour-la-derniere-et-pour-la-premiere-fois/

[5] Testimonios de ciegos de nascimiento: Calle, Sophie, Aveugles, Verona, Edición Actes Sud, 2011, p.17. “La cosa más bella que he visto es el mar…”; “El mar, lo imagino bello, más allá de la descripción que me han hecho… Tendría tendencia a amar el azul por su causa”.

[6] Miller, J.-A., El lugar y el lazoop. cit., p. 70.