Mayra de Hanze

Una imagen vale más que mil palabras, es una expresión común que no sólo usarían los nativos digitales.

No oigo voces

Ni silencios

Solo el espectáculo

De hacer el amor

Con la muerte (1)

A la frecuente expresión inicial que hoy cobra una vigencia absoluta, responde con palabras la construcción poética que sin duda nos lleva a la actualización que Miller al citar de Joyce “la inevitable modalidad de lo visible” la hace pasar en la práctica analítica por la modalidad inevitable de lo decible, sin dejar de precisar que al final, la imagen es una inevitable modalidad del fantasma. (2)

Joyce permite interrogarnos sobre la condición de tener un cuerpo suelto del registro imaginario.

Si seguimos a Miller en que lo imaginario es el cuerpo, habría que decir que el parletre adora su cuerpo, y esto porque el Un-cuerpo, es la única consistencia del parletre y es lo que el ser humano, trae al análisis.

Al Un-cuerpo como única consistencia, agrega Lacan, que esa consistencia es además mental, lo que quiere decir que no se trata de una consistencia física.

De este modo el parletre adora su cuerpo, porque cree que lo tiene. En realidad no lo tiene, pero su cuerpo es la única consistencia mental.

Decir esto, es establecer que el lazo más estrecho con este Un-cuerpo no es simbólico, sino más bien imaginario. De ahí se desprende la tesis de Lacan según la cual la adoración del Un-cuerpo es “la raíz de lo imaginario”, el pensamiento no hace más que transmitir esta adoración.

Miller nos dirá que Lacan hace del pensamiento una potencia del orden de lo imaginario: “todo lo que pensamos, estamos obligados a imaginarlo. Solo que no pensamos sin palabras”.

El sentido necesita palabras, pero lo que en él tiene función de contenido está extraído de lo imaginario del cuerpo.

Lo real se encuentra en los embrollos de lo verdadero. Por eso, en el análisis lo real depende de que uno se haya esforzado por decir lo verdadero, es decir que se halla embrollado lo suficiente en él.

En el seminario El sinthome, Lacan da una génesis corporal del sentido, en estos términos: el sentido “es aspirado por la imagen del agujero corporal que lo emite”, da una idea entonces de un sentido que le debe todo a lo imaginario, a lo imaginario del cuerpo, al que opone la mirada, con su dinámica que califica de centrífuga. La mirada en efecto, se derrama, abre el espacio fuera de.

Luego hay que entender el sentido al revés de la mirada, este depende de un agujero de dinámica centrípeta. Al sentido se lo vuelve a tragar después de haberlo emitido, esto apunta a la noción que el ojo tiene una visión instantánea del espacio, y que el espacio procede también con esta dinámica centrífuga instantánea, de ahí la idea que el espacio es imaginario, que el espacio es espacio de la imagen. Pero se puede observar que el espacio también cabalga entre lo imaginario y lo simbólico, entre la construcción verbal y la elaboración visual.

Lacan intentará hasta el final de su enseñanza elaborar un modo de pensamiento disyunto de lo imaginario, un pensamiento que no está basado en la elaboración del Un-cuerpo sino emparejado con la escritura, con la idea que esto permitiría alcanzar lo real y alcanzar lo real no es alcanzar lo verdadero, este real con el cual tratamos, se anima con los embrollos de lo verdadero. (3)


1- Maritza Cino A. Poesía Reunida, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Guayaquil, 2013.

2- J.-A. Miller. Elucidación de Lacan; La imagen reina, Paidós, Buenos Aires, 1998.

3- J.-A. Miller. El ultimísimo Lacan; cap. VII, Un-cuerpo, Paidós, Buenos Aires, 2012.